en escena - Casa de la Danza

©Teresa Rodríguez3.Aún podemos ir más atrás. A los nueveaños, Elizabeth Winnifred Boger eraalgo así como una pupila, como unaaspirante al "Swift Sisters School ofDance", el grupo de chicas que bailabantodos los miércoles en las sesionesdel cinema de Fort Lee. A Elizabeth legustaban el tap y el baile acrobático,pero le apretaban demasiado los zapatos.Betsy recuerda en The Memory ofAll That lo que -intentándola consolarledijo Mae Swift, la titular del Conjunto:"Tú no serás ballerina. Serás una intérpreteque baila", como Isadora, MaryWigman o la Graham. A los 15 años,Betsy le dijo a su padre que no queríaser secretaria sino bailar con FredAstaire. Ahora da vértigo el pensarlo:¿cómo no podía ni soñar aquellamuchacha que tampoco bailaría conAstaire, pero sí con el otro hemisferio dela danza en el cine?Un día en un tren, Betsy vio un anuncioen el Journal American: se convocabauna audición -una call for dancersparaformar parte del chorus line del"International Casino", entre Broadwayy la 45. Mrs. Boger consiguió el trabajo.Fueron sólo tres meses, pero quecomo ella misma recuerda en susMemorias, valieron por años; tresmeses "llenos de excitación, aprendizaje,crecimiento y descubrimiento de unmundo nuevo".4.Isabel Castro es la víctima de una'broma de Casino'. También lo era laClara Snyder que Betsy Blair acababade interpretar en Marty (Delbert Mann,1955). A Clara la llevaba un tipo a bailary luego la dejaba tirada (hasta quela rescataba Marty Piletti). Siempre mehe preguntado, por cierto, si IsabelCastro iría alguna vez al cine de su ciudad,al Cine Moderno, a ver la películaamericana Marty. Ésa es una escena noescrita pero latente en Calle Mayor.Bardem dedicaba una extensa -y muyliteraria- acotación a la secuencia de lallegada en solitario de Isabel al Salóndel Círculo Recreativo:"En el salón larguísimo del CírculoRecreativo, Artístico y Cultural estáya a punto para el baile de estanoche, el Gran Baile de Otoño.Estudiadas cadenetas de colorinesy banderitas de papel con todoslos colores de todas las naciones,grandes cocardas con la banderanacional y cintas y farolillos depapel. Todo eso pende del techo,lo cruza, lo recruza, llega a todaslas esquinas, a todos los rincones.El suelo está bruñido como metal,limpio y reluciente. Adosadas a lolargo de toda la pared sillas ysillas variando de modelo porlotes. Un estrado adornado conmaceteros y flores. En el estrado elmejor piano de la ciudad, lamadera curada del contrabajo, elbrillo caliente de las trompetas ytrompas, la plata de los saxos, eltimbal dormido aún en su caperuzade tela. Detrás del estrado, enotro salón, la larga mesa para elbuffet y las copas dispuestas. En lamejor pared, el tapiz del Círculocon su escudo y el anagrama desus iniciales y un retrato.Una puerta de cristales se abre yentra Isabel. Todo el gran salónestá sumido en una dulce penumbra.Fuera, en la calle, aún es dedía. Empieza a atardecer. Lasmaderas de las largas ventanasestán entornadas y se filtra el sol.Flota un polvo dorado. El silencioes total y cálido, y en ese silenciouna nota constantemente repetida,vibra. Todo tiene para Isabelun encanto mágico. Isabel entra,cierra la puerta. Mira arrobada atodas partes. Avanza lenta, silenciosamentegirando a veces sobresí misma, viéndolo todo, sonriendoa todo. Es como si Isabel vivieseahora un cuento de hadas yestuviese pisando el PalacioEncantado. La nota ésa siguevibrando, como un pequeño latido.Isabel se acerca hacia el estrado,hacia el centro del salón y amedida que avanza, la vibraciónva en aumento. Isabel se ha parado.A sus espaldas suena ahoracomo una cascada de notas.Isabel se da la vuelta rápidamente.Sobre el estrado, surgiendodetrás de la tapa del piano unhombre viejecito, con el pelo blan-8 Danza en Escenanº23_2009