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Semana Santa <strong>Toledo</strong> 2016<br />
Liturgia del Miércoles Santo<br />
La muerte de Cristo, que nos disponemos a celebrar, es el<br />
medio que Dios ha dispuesto para librarnos del poder del<br />
enemigo; en este Miércoles Santo, al celebrar la eucaristía,<br />
pedimos que esa muerte nos alcance, también a nosotros, la<br />
gracia de la resurrección. Es preciso vivir estos días santos<br />
desde la adoración, la contemplación. La antífona de entrada<br />
nos lo recuerda: ante el nombre de Jesús, que se ha humillado<br />
por nosotros, no cabe sino ponernos de rodillas, postrarnos,<br />
como haremos el Viernes Santo. Isaías nos muestra el rostro<br />
del Siervo, y por ende el de Cristo, cubierto de salivazos, sin<br />
ocultarse ante los insultos. Su espalda se ofrece para cargar,<br />
con los golpes que le infligen, el mal, el dolor, el sufrimiento,<br />
las penas de toda la humanidad. En sus mejillas se estrellan<br />
la opresión, el exilio, las torturas, la vejación, la marginación<br />
de todos los hombres y mujeres de la historia. La asunción<br />
que sobre sí hace Cristo se basa en la confianza total en el Padre.<br />
De este modo Jesús asume y reproduce la actitud que el<br />
salmista nos presenta en el salmo 68; el sufrimiento es la antesala<br />
de la gloria, la afrenta da paso a la alabanza con cantos<br />
del nombre de Dios, a la acción de gracias que proclama la<br />
grandeza de Dios. Cristo, nuestro rey, el único que se ha compadecido<br />
de nuestros errores, ha sido llevado, en obediencia<br />
al Padre, a la cruz, como manso cordero a la matanza.<br />
Si en el evangelio del Martes Santo se anunciaba la traición de<br />
Judas, hoy, el relato de san Mateo, nos muestra su realización,<br />
junto a los preparativos del banquete pascual. Es el cumplimiento,<br />
como bien recalca Mateo, de las Escrituras, pero, al<br />
mismo tiempo, es la advertencia de la gravedad de lo que va<br />
a ocurrir. Era preciso que el Mesías padeciera, que entregara<br />
su vida como ofrenda en favor de la humanidad caída, que se<br />
hiciera, como aceituna prensada y triturada, aceite que curase<br />
las heridas de los hombres. La traición de Judas es la causa<br />
próxima de la pasión, pero la última, la más profunda, es el<br />
amor desbordado de Dios, que no se resigna a que su criatura,<br />
seducida por la envidia del demonio y la soberbia del querer<br />
ser como dioses, viviera en oscuridad y sombra de muerte. La<br />
culpa de Adán sólo podía lavarse con la aspersión de la sangre<br />
preciosa de Cristo, con la corriente impetuosa de agua viva<br />
nacida del costado abierto del Redentor. El fruto pecaminoso<br />
del árbol prohibido es sustituido por el fruto de vida que<br />
brota del árbol de la cruz, fruto que se nos da como alimento<br />
mediante la celebración sacramental. Los misterios santos<br />
que vivimos estos días nos tienen que llevar a creer y sentir en<br />
profundidad, que por la muerte temporal de Cristo el Padre<br />
nos ha dado la vida eterna.<br />
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