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<strong>Alegraos</strong> abril <strong>2016</strong> Página 6<br />
ante Dios por Jaime Moreno, sacerdote<br />
A<br />
lo largo de cada día hablamos con mucha gente:<br />
padres, amigos, profesores, jefes, compañeros…<br />
¡incluso con desconocidos! Realmente podríamos<br />
decir que tenemos tiempo para hablar con todos menos con<br />
Dios. Y es así. Dios en nuestro día a día no cuenta nada. No<br />
es importante.<br />
Si nos ha ocurrido algo bueno en el trabajo o en clase se<br />
lo decimos a nuestros padres y compañeros, pero no vamos<br />
a la capilla para dar gracias a Dios. Si por el contrario ha<br />
sucedido alguna desgracia o algo nos hace sufrir nos desahogamos<br />
con algún amigo íntimo o incluso con un confesor,<br />
pero no con Dios. Es más, cuando rezamos normalmente<br />
hablamos nosotros solos sin esperar respuesta como el que<br />
deja un mensaje en un contestador telefónico o saluda al<br />
subir al autobús. Y en Misa simplemente estamos esperando<br />
a que acabe.<br />
Sin embargo sabemos que esto no está bien. Todos hemos<br />
experimentado alguna vez ese sentimiento de vacío,<br />
esa terrible soledad, incomprensión, insatisfacción<br />
e incluso desengaño. Anhelamos tratar nuestras cosas<br />
con Dios más que con cualquier otro. Tenemos grandes<br />
deseos que no se ven colmados porque solo Dios puede hacerlo.<br />
Rehuimos hablar con Dios y buscamos esconder nuestro<br />
malestar y colmar nuestros deseos rodeándonos de gente,<br />
visitando sitios, en definitiva, llenando las horas con entretenimientos<br />
vanos, música, vídeos o conversaciones huecas…<br />
Porque este sufrir interno aparece cuando hay silencio ya<br />
que es cuando nos encontramos con nosotros mismos y<br />
para evitarlo ponemos música en el coche, nos enchufamos<br />
a los cascos, saltamos de un lugar a otro en internet o en la<br />
televisión. ¡Lo que sea para no enfrentarnos a ello!<br />
Pero este no es el camino. Es más, necesitamos la comunicación<br />
con Dios: debemos hablar con Él y debemos<br />
escucharle. Pero solo percibiremos sus palabras cuando<br />
hagamos un perfecto silencio en nuestro entorno y en lo<br />
más íntimo de nuestro corazón. Nosotros solos frente a Dios,<br />
sin sentido para nada de este mundo: Dios… ¡lo que le debemos!...,<br />
¡lo que le damos! Y este hablar con Dios, que nace<br />
del interior del alma porque es el templo del Espíritu Santo<br />
donde habita Dios, es la oración.<br />
Por tanto, dado que la oración y la vida cristiana son<br />
inseparables, te propongo que te des de verdad a Dios, que<br />
te de des a la oración. No hay palanca más poderosa para<br />
levantar la pesadumbre de nuestra naturaleza y lanzarnos<br />
a la cumbre de la santidad.<br />
Desde hoy mismo busca cada día un momento de silencio<br />
en el que os encontraréis sólo Dios y tú. Sé “pobre de<br />
espíritu” para alcanzar el Reino de los Cielos. Pues sólo con<br />
humildad y de rodillas es como llenaremos ese vacío interior.<br />
¡Qué paradoja en medio del mundo actual!