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El Deseado de Todas las Gentes E. G. White [Nueva Edicion]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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<strong>de</strong>sesperada rebatir la enseñanza <strong>de</strong>l Salvador. La evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> su po<strong>de</strong>r y misericordia los<br />

exasperaba. No podían impedir que el Salvador realizase milagros, no podían acallar su enseñanza;<br />

pero hacían cuanto estaba a su alcance para representarle mal y falsificar sus palabras. Sin<br />

embargo, el convincente Espíritu <strong>de</strong> Dios los seguía, y tenían que crear muchas barreras para<br />

resistir su po<strong>de</strong>r. <strong>El</strong> agente más po<strong>de</strong>roso que pueda ponerse en juego en el corazón humano estaba<br />

contendiendo con ellos, pero no querían ce<strong>de</strong>r. No es Dios quien ciega los ojos <strong>de</strong> los hombres y<br />

endurece su corazón. <strong>El</strong> les manda luz para corregir sus errores, y conducirlos por sendas seguras;<br />

es por el rechazamiento <strong>de</strong> esta luz como los ojos se ciegan y el corazón se endurece.<br />

Con frecuencia, esto se realiza gradual y casi imperceptiblemente. Viene luz al alma por la Palabra<br />

<strong>de</strong> Dios, por sus siervos, o por la intervención directa <strong>de</strong> su Espíritu; pero cuando un rayo <strong>de</strong> luz<br />

es <strong>de</strong>spreciado, se produce un embotamiento parcial <strong>de</strong> <strong>las</strong> percepciones espirituales, y se discierne<br />

menos claramente la segunda revelación <strong>de</strong> la luz. Así aumentan <strong>las</strong> tinieb<strong>las</strong>, hasta que anochece<br />

en el alma. Así había sucedido con estos dirigentes judíos. Estaban convencidos <strong>de</strong> que un po<strong>de</strong>r<br />

divino acompañaba a Cristo, pero a fin <strong>de</strong> resistir a la verdad, atribuyeron la obra <strong>de</strong>l Espíritu Santo<br />

a Satanás. Al hacer esto, prefirieron <strong>de</strong>liberadamente el engaño; se entregaron a Satanás, y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

entonces fueron dominados por su po<strong>de</strong>r. Estrechamente relacionada con la amonestación <strong>de</strong><br />

Cristo acerca <strong>de</strong>l pecado contra el Espíritu Santo, se halla la amonestación contra <strong>las</strong> palabras<br />

ociosas y perversas.<br />

Las palabras son un indicio <strong>de</strong> lo que hay en el corazón. "Porque <strong>de</strong> la abundancia <strong>de</strong>l corazón<br />

habla la boca." Pero <strong>las</strong> palabras son más que un indicio <strong>de</strong>l carácter; tienen po<strong>de</strong>r para reaccionar<br />

sobre el carácter. Los hombres sienten la influencia <strong>de</strong> sus propias palabras. Con frecuencia, bajo<br />

un impulso momentáneo, provocado por Satanás, expresan celos o ma<strong>las</strong> sospechas, dicen algo<br />

que no creen en realidad; pero la expresión reacciona sobre los pensamientos. Son engañados por<br />

sus palabras, y llegan a creer como verdad lo que dijeron a instigación <strong>de</strong> Satanás. Habiendo<br />

expresado una vez una opinión o <strong>de</strong>cisión, son, con frecuencia, <strong>de</strong>masiado orgullosos para<br />

retractarse, y tratan <strong>de</strong> <strong>de</strong>mostrar que tienen razón, hasta que llegan a creer que realmente la tienen.<br />

Es peligroso pronunciar una palabra <strong>de</strong> duda, peligroso poner en tela <strong>de</strong> juicio y criticar la verdad<br />

divina. La costumbre <strong>de</strong> hacer críticas <strong>de</strong>scuidadas e irreverentes reacciona sobre el carácter y<br />

fomenta la irreverencia e incredulidad. Más <strong>de</strong> un hombre que seguía esta costumbre ha<br />

proseguido, inconsciente <strong>de</strong>l peligro, hasta que estuvo dispuesto a criticar y rechazar la obra <strong>de</strong>l<br />

Espíritu Santo. Jesús dijo: "Toda palabra ociosa que hablaren los hombres, <strong>de</strong> ella darán cuenta en<br />

el día <strong>de</strong>l juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás con<strong>de</strong>nado."<br />

Luego añadió una amonestación a aquellos que habían sido impresionados por sus palabras, que<br />

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