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El Deseado de Todas las Gentes E. G. White [Nueva Edicion]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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nosotros mismos <strong>de</strong>l dominio <strong>de</strong> Satanás; pero cuando <strong>de</strong>seamos ser libertados <strong>de</strong>l pecado, y en<br />

nuestra gran necesidad clamamos por un po<strong>de</strong>r exterior y superior a nosotros, <strong>las</strong> faculta<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l<br />

alma quedan dotadas <strong>de</strong> la fuerza divina <strong>de</strong>l Espíritu Santo y obe<strong>de</strong>cen los dictados <strong>de</strong> la voluntad,<br />

en cumplimiento <strong>de</strong> la voluntad <strong>de</strong> Dios. La única condición bajo la cual es posible la libertad <strong>de</strong>l<br />

hombre, es que éste llegue a ser uno con Cristo. La verdad os libertará;" y Cristo es la verdad. <strong>El</strong><br />

pecado pue<strong>de</strong> triunfar solamente <strong>de</strong>bilitando la mente y <strong>de</strong>struyendo la libertad <strong>de</strong>l alma. La<br />

sujeción a Dios significa la rehabilitación <strong>de</strong> uno mismo, <strong>de</strong> la verda<strong>de</strong>ra gloria y dignidad <strong>de</strong>l<br />

hombre. La ley divina, a la cual somos inducidos a sujetarnos, es "la ley <strong>de</strong> libertad." * Los fariseos<br />

se habían <strong>de</strong>clarado a sí mismos hijos <strong>de</strong> Abrahán.<br />

Jesús les dijo que solamente haciendo <strong>las</strong> obras <strong>de</strong> Abrahán podían justificar esta pretensión. Los<br />

verda<strong>de</strong>ros hijos <strong>de</strong> Abrahán vivirían como él una vida <strong>de</strong> obediencia a Dios. No procurarían matar<br />

a Aquel que hablaba la verdad que le había sido dada por Dios. Al conspirar contra Cristo, los<br />

rabinos no estaban haciendo <strong>las</strong> obras <strong>de</strong> Abrahán. La simple <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Abrahán no tenía<br />

ningún valor. Sin una relación espiritual con él, la cual se hubiera manifestado poseyendo el mismo<br />

espíritu y haciendo <strong>las</strong> mismas obras, ellos no eran sus hijos. Este principio se aplica con igual<br />

propiedad a una cuestión que ha agitado por mucho tiempo al mundo cristiano: la cuestión <strong>de</strong> la<br />

sucesión apostólica. La <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> Abrahán no se probaba por el nombre y el linaje, sino por<br />

la semejanza <strong>de</strong>l carácter. La sucesión apostólica tampoco <strong>de</strong>scansa en la transmisión <strong>de</strong> la<br />

autoridad eclesiástica, sino en la relación espiritual. Una vida movida por el espíritu <strong>de</strong> los<br />

apóstoles, el creer y enseñar <strong>las</strong> verda<strong>de</strong>s que ellos enseñaron: ésta es la verda<strong>de</strong>ra evi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> la<br />

sucesión apostólica. Es lo que constituye a los hombres sucesores <strong>de</strong> los primeros maestros <strong>de</strong>l<br />

Evangelio.<br />

Jesús negó que los judíos fueran hijos <strong>de</strong> Abrahán. Dijo: "Vosotros hacéis <strong>las</strong> obras <strong>de</strong> vuestro<br />

padre." En mofa respondieron: "Nosotros no somos nacidos <strong>de</strong> fornicación; un padre tenemos, que<br />

es Dios." Estas palabras, que aludían a <strong>las</strong> circunstancias <strong>de</strong>l nacimiento <strong>de</strong> Cristo, estaban<br />

<strong>de</strong>stinadas a ser una estocada contra Cristo en presencia <strong>de</strong> los que estaban comenzando a creer en<br />

él. Jesús no prestó oído a esta ruin insinuación, sino que dijo: "Si vuestro padre fuera Dios,<br />

ciertamente me amaríais: porque yo <strong>de</strong> Dios he salido, y he venido." Sus obras testificaban <strong>de</strong>l<br />

parentesco <strong>de</strong> ellos con el que era mentiroso y asesino. "Vosotros <strong>de</strong> vuestro padre el diablo sois -<br />

-dijo Jesús,-- y los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> vuestro padre queréis cumplir. <strong>El</strong>, homicida ha sido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el principio,<br />

y no permaneció en la verdad, porque no hay verdad en él.... Y porque yo digo verdad, no me<br />

creéis."<br />

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