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El Deseado de Todas las Gentes E. G. White [Nueva Edicion]

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

EN el corazón de toda la humanidad, sin distinción de etnicidad, religión o clase socioeconómica, hay un indecible deseo ardiente de algo intangible - el alma tan vacía y desconforme. Este anhelo es inherente en la misma constitución del hombre por un Creador misericordioso, para que el hombre no se sienta satisfecho con su presente condición, lo que sea que pueda ser. Pero es posible la experiencia de plenitud espiritual en Jesucristo. El profeta Ageo llama con justicia a Cristo "el Deseado de todas las gentes". Es el propósito de este libro presentar a Jesucristo como Aquel en quien puede satisfacerse todo anhelo - con abundante enseñanza, poder insondable, muchas vislumbres de su vida ejemplar de Jesús de Nazaret.

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tanta frecuencia el <strong>de</strong>saliento entre los que profesan seguir a Cristo. Muchos asisten a los servicios<br />

religiosos, y se sienten refrigerados y consolados por la Palabra <strong>de</strong> Dios; pero por <strong>de</strong>scuidar la<br />

meditación, la vigilancia y la oración, pier<strong>de</strong>n la bendición, y se hallan más indigentes que antes<br />

<strong>de</strong> recibirla. Con frecuencia les parece que Dios los ha tratado duramente. No ven que ellos tienen<br />

la culpa. Al separarse <strong>de</strong> Jesús, se han privado <strong>de</strong> la luz <strong>de</strong> su presencia. Sería bueno que cada día<br />

<strong>de</strong>dicásemos una hora <strong>de</strong> reflexión a la contemplación <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Cristo. Debiéramos tomarla<br />

punto por punto, y <strong>de</strong>jar que la imaginación se posesione <strong>de</strong> cada escena, especialmente <strong>de</strong> <strong>las</strong><br />

finales. Y mientras nos espaciemos así en su gran sacrificio por nosotros, nuestra confianza en él<br />

será más constante, se reavivará nuestro amor, y quedaremos más imbuidos <strong>de</strong> su Espíritu. Si<br />

queremos ser salvos al fin, <strong>de</strong>bemos apren<strong>de</strong>r la lección <strong>de</strong> penitencia y humillación al pie <strong>de</strong> la<br />

cruz. Mientras nos asociamos unos con otros, po<strong>de</strong>mos ser una bendición mutua. Si pertenecemos<br />

a Cristo, nuestros pensamientos más dulces se referirán a él. Nos <strong>de</strong>leitaremos en hablar <strong>de</strong> él; y<br />

mientras hablemos unos a otros <strong>de</strong> su amor, nuestros corazones serán enternecidos por <strong>las</strong><br />

influencias divinas. Contemplando la belleza <strong>de</strong> su carácter, seremos "transformados <strong>de</strong> gloria en<br />

gloria en la misma semejanza."*<br />

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