CONSPIRACIÓN DESDE MÉXICO
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uzos — 19 de septiembre de 2016<br />
www.buzos.com.mx<br />
38<br />
COLUMNA<br />
M. A. AQUIÁHUATL<br />
akiahualt@gmail.com<br />
> Historiador por la Universidad Autónoma de Tlaxcala e investigador del Centro Mexicano de Estudios Económicos y Sociales.<br />
Independencia mexicana: la no ruptura<br />
Contrario a la creencia popular, la Independencia<br />
de México no significó<br />
una ruptura completa con el orden<br />
español, pues no hubo una revolución<br />
en términos estrictos, ni cambios significativos<br />
en el ámbito político o económico<br />
a favor de los sectores populares.<br />
La razón es que el movimiento<br />
verdaderamente popular, rasgo distintivo<br />
del proceso en nuestro país con<br />
respecto a los demás nacientes países<br />
en América Latina, se fue diluyendo<br />
paulatinamente a favor de los intereses<br />
de la clase ya de por sí gobernante en<br />
aquellas épocas: los criollos.<br />
Para muchos historiadores, el conflicto<br />
inició desde arriba; es decir, comenzó<br />
por una disputa de élites. La<br />
Nueva España, a fines del siglo XVIII<br />
y principios del XIX, experimentó un<br />
crecimiento económico de proporciones<br />
nunca antes vistas que la convirtieron<br />
en la colonia más rica de España.<br />
En 1800, la producción total de la colonia<br />
en bienes y servicios alcanzaba los<br />
240 millones de pesos, más o menos<br />
40 pesos per capita, que en esos años<br />
equivaldría sólo a la mitad de renta per<br />
capita de Estados Unidos pero que era<br />
considerablemente superior a la que<br />
tenía cualquiera de las colonias americanas<br />
de España o Portugal.<br />
Este ciclo económico próspero,<br />
sin embargo, no implicaba que aquella<br />
riqueza fuera producto de un sistema<br />
económico de vanguardia sino,<br />
más bien, resultado de una coyuntura<br />
afortunada y probablemente pasajera,<br />
además de que aquella riqueza no se<br />
tradujo en términos de bienestar social<br />
generalizado. Nada más lejos de la<br />
verdad: los otros dos grandes sectores<br />
sociales, los mestizos y los indígenas<br />
(el 82 por ciento de la población), fueron<br />
siempre marginales en el sistema<br />
virreinal; por principio, su participación<br />
en la burocracia estaba prohibida;<br />
no podían acceder a ciertas profesiones<br />
por ley; su movilidad social era<br />
nula y su tratamiento desde el punto<br />
de vista jurídico fue especial, por no<br />
decir, opresivo.<br />
Además de todo esto, se ha llegado<br />
a determinar que una o dos veces por<br />
cada generación, las epidemias cobraban<br />
la vida de entre el 10 y el 50 por<br />
ciento de los pobres en las ciudades y<br />
un número incontable (por abrumador)<br />
en las zonas rurales. Esta pérdida precipitada<br />
de mano de obra traía consigo<br />
el descenso de la producción agrícola<br />
y la inexorable carencia de productos<br />
básicos y su encarecimiento, sin contar<br />
con las altas tasas de desempleo que<br />
afectaban sistemáticamente a estos<br />
sectores. Ahora se sabe que el precio<br />
del maíz se encareció durante las dos<br />
últimas décadas anteriores a la independencia.<br />
En 1790 el maíz se vendía<br />
a 16 y 21 reales la fanega * y en 1811<br />
se vendía a 36 reales. Una crisis de<br />
subsistencia muy dura cundió en México<br />
de 1808 a 1811 y actuó como detonante<br />
(no como razón fundamental)<br />
en la rebelión de las masas populares<br />
en 1810. De tal modo que cerca de la<br />
mitad de los ingresos de los pobres se<br />
gastaban en la adquisición de maíz y,<br />
como hoy, los sectores populares vivían<br />
al borde la indigencia.<br />
El historiador Timothy Anna dice a<br />
este respecto: “el sistema económico<br />
colonial, extractivo, mercantilista y<br />
basado en nuevas normas feudales de<br />
control de mano de obra, garantizaba<br />
la opresión continua de las masas en<br />
las haciendas, en las minas y en los<br />
obrajes”. Más adelante sentencia: “la<br />
distinción étnica que imponía la ley<br />
española –y que continuarían hasta<br />
después de la independencia, a la cabeza<br />
de una legislación que a menudo<br />
era contradictoria– eran la causa principal<br />
no sólo del malestar político de<br />
las clases bajas en la Nueva España,<br />
sino también de la ineficacia económica<br />
y del subdesarrollo, que dejaron a<br />
México un legado de capacidades humanas<br />
no desarrolladas”. Las rebeliones<br />
que comenzaron en 1810 son una<br />
respuesta de los indios y las castas a<br />
esta opresión.<br />
Así pues, tenemos que el progreso<br />
económico descrito sirvió para consolidar<br />
la conciencia de clase de los criollos<br />
y su seguridad para plantearse la<br />
independencia con respecto a España<br />
porque la consideraban, no sin razón,<br />
un lastre para su propio enriquecimiento<br />
y control. El contexto les fue<br />
más favorable, paradójicamente, a partir<br />
de que los españoles, a través de las<br />
reformas borbónicas, se propusieron<br />
ajustar un control más estricto de sus<br />
colonias en el terreno político y económico;<br />
el descontento de aquella élite<br />
natural vio sus mejores años cuando