Revista de prueba servidor

Angkor es un enigma grandioso, un
espacio que crea la convivencia de los dioses
hindúes con Buda, inventando un mundo de
mitología donde se involucran los fieles.
El pintoresco templo Ta Prohm es la
joya de este lugar: los muros y techos se dejan
invadir por las raíces de las higueras selváticas
que se infiltran entre las figuras, cubriéndolas
para guardar sus secretos. Ta Prohm simboliza
una ciudad olvidada, una Atlántida que brota
de la selva, romántica y misteriosa, donde
evolucionan fantasmas y dioses. Éste, es un
lugar que me hace sentir como un nuevo
aventurero de un pasado absorbido por la
peligrosa vegetación. Mi alma vibra, mis pasos
buscan descubrir lo que las raíces comen, mis
ojos exploran los detalles como una cámara
escondida; al tiempo que mi imaginación
inventa el ocaso de esa gran ciudad dejada
por sus habitantes.
Termino con el Banteay Srei, un
templo muy bien conservado con sus
adornos, y Banteay Samre con sus piedras
rosadas de impactantes bajo relieves. Como
abrazado por las mismas raíces, siento que
Angkor me absorbe con fascinación.
En la ciudad de Siem Reap descubro
los templos, el mercado de noche y la
famosa Pub Street, la artesanía; con pálidas
réplicas de Angkor. En el Chantier Ecole-
Artisants d’Angkor los artesanos trabajan
la madera, la piedra, la seda, la pintura.
Mi fantasía cae, la realidad me golpea
al contacto con ese pueblo acuático con
pobres casas flotantes, que sobreviven sobre
ese mar interno que palpita al ritmo de las
crecidas del río Mekong. La gente se ha
infiltrado en el mundo acuático desde los
tiempos ancestrales, para crear un Siem Reap
marino desordenado. Las lanchas rivalizan
con las motos, y me asombra lo absurdo de
esta época que invade el ambiente idílico y
majestuoso de las ruinas de Angkor.
Una suave música emana del lobby de
mi hotel y me sumerjo en una vida de rey o
de colonizador francés, mientras degusto la
cocina del Ember en la Residence d’Angkor,
del Bopha y del exquisito Chanrey Tree.
André Malraux decía en su libro
La Ruta Real, en 1930: “Frente a él se
encontraba un caos de piedras caídas…
que eran los restos de un templo…le costó
un fuerte esfuerzo para quitar su mirada
de esos tesoros”. Angkor embruja, y los
vestigios del gran imperio Khmer –corazón
de la cultura asiática del siglo IX al XV –, son
el testigo de su grandeza. Angkor es mágico
y la Residence, es su palacete que ofrece un
sueño fascinante en el mundo Khmer.
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