“Mi señora dice que el Pasta Móvil es mi tercer hijo, porque fueron tres meses en que sagradamente me dedicaba todos los días a ese proyecto”. P R P R ¿Cómo ha sido el trabajo en iniciativas deportivas como el Maratón de Santiago? Empezamos a participar y auspiciar maratones en Santiago cuando había 300 inscritos. Hoy hay 30 mil. Hemos participado como Compañía, hemos participado como personas, hemos empujado este tipo de deporte masivo. Este año, por primera vez quizás, vi el Maratón como público, porque mi gente me pidió que descansara. Lo vi junto a mi nieta. Y me pasó en tres oportunidades que los corredores me decían: “¡Hola, cómo está señor Carozzi!”… En ese minuto dije: “puedo jubilar tranquilo”. ¿Cómo describirías el trabajo que realiza tu equipo, Eventos Especiales? Nada de esto sería posible sin el equipo, sin compañeros de trabajo que tienen una entrega irrestricta. A Marilú y Mónica, por ejemplo, yo las he visto hacer tallarinatas con leña. Cuando falla algo, lo primero es decir que no se puede, pero ellos lo solucionan, no fallan. Yo creo que uno siempre tiene que dormir con tres elementos en la vida: con tu mujer, con tu almohada y con la conciencia tran- P R quila, tanto laboral como personal. Nosotros nos atrevemos a los cambios, Carozzi cree en los cambios. Y eso, yo te diría que ha sido importante. ¿Estás pensando en el cierre de un ciclo en Carozzi? Enfrenté el período más difícil de mi vida: cuando estuve súper enfermo pedí que me protegieran. José Juan Llugany me preguntó hasta cuándo necesitaba protección y le dije: “Hasta los 68 años”. Cuando tuve mi primer problema, la licencia duraba tres meses. Pero volví a los diez días. Hablé con Santiago Valdés, y le dije que necesitaba trabajar por mi cabeza. Santiago es una persona importante, que conmigo ha sido excepcional. Cuando volví me dijo: “Arréglatelas, arma tu cuento”. Y me dio la libertad para rearmar mi organismo, rearmar mi salud aquí adentro. A mí el sistema inmunológico me mató la tiroides y sin tiroides tienes síntomas de depresión. Cuando Mónica Alarcón me veía llorar, era realmente incondicional conmigo, me preparaba un té, me llevaba unas Tuareg. Me decía “Jefe, no sufra tanto”. Ese era su regalo. Lejos lo más importante ha sido el apoyo y la calidad de las personas que trabajan conmigo. Ahora finalizo un ciclo y hacerlo es súper complejo. Durante 35 años me he levantado a la misma hora y he venido para acá. En los campings, cuando hacía reservas de sitios, no me llamaba Mario Pumarino, me llamaba “Señor Carozzi”. Por todo eso, tengo tres agradecimientos. Uno, que me hayan dejado ser como soy -incorrecto, irreverente, diferente-, desde Don Gonzalo Bofill de Caso. Eso lo valoro y lo agradezco en lo humano. Dos, que me den espacio para hacer cosas nuevas. Agradezco la confianza y la libertad para desarrollar nuevos proyectos. El Pasta Móvil es un gran ejemplo. Tres, la capacidad que tuvieron mis compañeros de trabajo, como Marco, Mónica, Marilú, Sergio y Renato, de soportar a un jefe que de una u otra manera era de un estilo más complejo, que no se ve en todas partes. 52 | UN CAFÉ CON
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