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Edición Marzo 2017

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SOCIEDAD<br />

Un ejemplo patético en esta materia era el<br />

Centro Bancario y de servicios, ambos alojados<br />

en calle 50 y áreas aledañas. Estos eran dos<br />

escenarios en los cuales un segmento de la<br />

sociedad panameña, virtualmente, desaparecía,<br />

como si su existencia real en el país se tratara<br />

de la inventiva de alguien o, más aún, de una<br />

suerte de fantasía colectiva. En el corazón del<br />

Centro Financiero la policromía étnica, de la que<br />

hablábamos al inicio de estas notas, adquiría un<br />

semblante demasiado “nórdico”, situación que<br />

hacía pensar que se trataba de otro país, distinto<br />

al nuestro. Por supuesto, ello iba a contrapelo de<br />

la real composición étnica de la nación. Lo que<br />

allí se experimentaba, en términos del personal<br />

femenino responsable de la atención al público,<br />

no correspondía con las panameñas que vemos<br />

regularmente, en nuestras avenidas.<br />

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Por años, había sostenido, que una mirada,<br />

aunque fuese furtiva, a los emporios de vidrio,<br />

alfombra y mármol construidos por centenares<br />

de empresas en el Centro Bancario, obliga a una<br />

reflexión sobre los criterios que se utilizan (o<br />

utilizaban) por esos lares para emplear al personal,<br />

y cómo los mismos arrojan, como resultado,<br />

un panorama falto de matices, eurocéntrico,<br />

que desconoce la rica multiplicidad racial que<br />

nos distingue del resto del continente y que<br />

constituye una de nuestras fortalezas en tanto<br />

esa diversidad ha producido una acumulación<br />

histórica y cultural constitutiva de nuestra identidad<br />

nacional, o lo que hemos dado en llamar: lo<br />

panameño.<br />

En ese mundo de las finanzas y los servicios<br />

concurrentes estaban palmariamente ausentes<br />

algunas panameñas; aquellas que vemos<br />

a diario en la calle. Las de allá son exageradamente<br />

rubias; y aquellas que no son, por lo<br />

menos intentan parecerlo. Son las preferidas de<br />

los gerentes. Eso lo saben perfectamente los<br />

responsables de los departamentos de recursos<br />

humanos, de modo que procuran determinados<br />

resultados en la selección de personal (porque<br />

no se crea, que es cosa del azar). Al cabo de un<br />

proceso revestido de una aparente objetividad<br />

de estos especialistas en la administración de<br />

personas, se produce un resultado final que<br />

no tiene casi nada que ver con lo que vivimos,<br />

todos los días, en nuestras calles y avenidas;<br />

surge una nueva especie que había dado en llamar:<br />

las panameñas “negreadas”; aquellas que<br />

existen en el país, más no en los Bancos, las compañías<br />

de seguros, las subsidiarias, los “off shores”,<br />

y todo el engranaje que opera en la Federico Boyd,<br />

la Manuel Espinosa Batista, Samuel Lewis, Marbella,<br />

Nuevo Campo Alegre y Obarrio.<br />

La panameñas “negreadas” son mujeres que, a pesar<br />

de poseer las cualificaciones académicas, técnicas<br />

y personales para laborar en el Centro Financiero<br />

y las grandes empresas privadas de servicios,<br />

propias de nuestra economía terciaria, no siempre<br />

encuentran espacio en este ámbito, acaso por lo de<br />

la “buena presencia”; el look, la imagen corporativa,<br />

o cualquiera de los prejuicios que pululan en la psiquis<br />

de los responsables de la selección de personal<br />

que allí se emplea. Es por ello que usted nunca veía<br />

en las fotografías que ilustran los grandes anuncios<br />

que despliegan esas empresas, a propósito<br />

de sus aniversarios o promociones publicitarias, o<br />

las gacetillas que informan sobre sus seminarios, a

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