You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
indias, negras o “cholas”. De vez en cuando, aparecían<br />
las descendencias asiáticas. Esas fotografías y tomas<br />
en la televisión resultaban extremadamente reveladoras<br />
de lo que estimaba, constituían prejuicios sólidamente<br />
arraigados en nuestra sociedad; ellas son (eran) elocuentes;<br />
“hablan”.<br />
Es de suponer que en esta era del leseferismo; de la<br />
desregulación de la economía y del mundo laboral, en<br />
fin, me atrevería a decir, de casi todo lo socialmente<br />
relevante en el planeta, puede ser como nadar contra<br />
la corriente el proponer que se impongan normas que<br />
regulen algunos aspectos superestructurales de ese<br />
vasto mundo que se ha dado en llamar: el mercado. No<br />
obstante soy de los que piensan que en medio de la<br />
euforia neoliberal que vive el mundo, el Estado aún tiene<br />
responsabilidades sociales, y una de ellas es garantizar<br />
a todos los ciudadanos condiciones de acceso a<br />
los bienes materiales y espirituales de la sociedad, en<br />
términos igualitarios.<br />
En ese sentido, y esto lo he señalado, en otras oportunidades,<br />
existe la urgente necesidad, en nuestro medio,<br />
de propugnar por políticas públicas encaminadas a velar<br />
por la real y efectiva participación de todos y todas,<br />
en el disfrute de los bienes sociales. Y si hay un bien<br />
social que reviste carácter existencial, ese es el trabajo.<br />
En consecuencia, a mi juicio, no sería un exceso propiciar<br />
la aprobación de normas en la esfera de la contratación<br />
de recursos humanos, de modo que el acceso<br />
a las fuentes de empleo no presente limitaciones de<br />
orden subjetivo que excluya de las mismas a un gran<br />
número de personas en vista de sus características<br />
somáticas. Se evitaría así, o por lo menos se reduciría,<br />
la reproducción de esa especie que he dado en llamar<br />
las panameñas “negreadas”; un engendro aberrante de<br />
nuestra sociedad que encuentra expresión exquisita en<br />
nuestro Centro Financiero y de servicios, y que contraría<br />
a las beldades que tanto llaman la atención en las calles<br />
de nuestra ciudad, y que constituyen una viva expresión<br />
de la diversidad étnica de nuestro país que, lamentablemente,<br />
no se refleja con suficiente amplitud en el<br />
empleo en “Calle 50”, y ahora Costa del Este, situación<br />
que estamos ética y moralmente obligados a cambiar,<br />
porque el negrear nunca ha sido bueno.<br />
46