Una Apuesta A La Vida Nº 261

saber era no hablando. También viene a mi
memoria esa niña, que los miraba y observaba
cuando volvían a hablarse. Y cuando lo
hacían - ¡Ahhh, qué alivio!!! era como si todo
volviera a la normalidad. Sentía paz en mi
corazón.
Esto lo viví por muchísimos años.
Y así como tantos autores lo han escrito,
generalmente algunos patrones de conducta
paternos, uno los vuelve a atraer. Generalmente
con la pareja.
Así fue.
Podía pasar él una semana sin hablarme,
y yo, mirándole, sin saber cuál había sido el
motivo. Realmente me generaba mucho sufrimiento
emocional y mental.
Un pensamiento tras otro me agitaba y el
dolor aumentaba ya que incesantemente me
hacía la pregunta de qué habría hecho para
que tuviera esa conducta.
Y el día menos esperado, cuando quizás ya
no podía sostenerse así, comenzaba a hablarme.
Su intención no sólo era de dar el mensaje
de que algo lo molestó sino una forma de
castigo silencioso.
Cuando alguien es significativo para nosotros,
y elige la indiferencia como una manera
de expresar su enojo y castigar, es muy desconcertante
y genera un vacío emocional.
Es una forma de violencia encubierta.
“La indiferencia emocional
como violencia silenciosa
daña más que
una expresión hiriente
o de rechazo”.
Siempre esperamos relacionarnos con las
personas, saber lo que piensan, lo que sienten.
Por ello cuando hay silencio, inacción, incomunicación
e indiferencia, surge la incertidumbre,
el desasosiego, la intranquilidad y el
desconcierto.
Al no saber qué les pasa, y qué sienten,
tampoco sabemos cómo reaccionar, dejando
como saldo la inseguridad.
La indiferencia no es ausencia de respuesta,
transmite un mensaje.
“El camino más
sencillo
hacia el universo
es a través de los
bosques”
John Muir
Espacio de apoyo anónimo
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ABRIL 2017 - AÑO 23 - Nº 261