AguaTinta Nº27
La Locura - Agosto de 2017
La Locura - Agosto de 2017
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prolijas dentelladas– a un ser que cumpla con su imagen y<br />
semejanza, que no será su imagen y semejanza sino el deseo<br />
abstracto de sí. A dentelladas, la madre intenta reparar su<br />
parte ominosa que la devela, que la revela como un fracaso<br />
ante ella misma. Pero la madre no deja de afirmar, en esas<br />
horas, que sólo permitirá que en su interior se reproduzca<br />
y se condense la perfección que la va a reivindicar” (6) .<br />
Pero el amor de los locos también se hace espístola<br />
en la pluma de Eltit. El amor que se le niega a una recluida:<br />
“La vidente atravesó la calle arrastrando un ruidoso<br />
sonajero de plata. Desprecié sus augurios pues nunca<br />
he estado más acompañada desde que habito tu imagen<br />
(…). Me han culpado de cometer siniestros desmanes. Me<br />
acusan de intentar detener el curso de tu gloria. Me dicen<br />
que me abrumo en la ceguera de un amor que augura la<br />
catástrofe. Tus parientes son los responsables de todas las<br />
murmuraciones” (7) .<br />
El aspecto fragmentario de esta obra, lejos de resultar<br />
en un amasijo de textos inconexos, constituye un todo de<br />
indudable unidad. Es el enfrentamiento de Eltit con los<br />
locos y es también una forma de hacer que la sociedad<br />
los escuche, si no sus voces, sus deseos en la voz de<br />
Diamela. Ellos anhelan una vida que no tienen, son cuerpos<br />
deseantes, en palabras de la propia autora. Deseantes de un<br />
algo que saben perdido, que intuyen, que vislumbran en el<br />
rostro y hasta en las ropas y pertenencias de las visitantes,<br />
de quienes se cuelgan como aferrándose a un universo<br />
externo que han olvidado pero saben presente.<br />
El loco también anhela. Y ama. La cantidad de parejas<br />
nacidas en la institución –captados por Errázuriz en poses<br />
que son, también a nivel de imagen, no un registro sino la<br />
forma en que la fotógrafa los ve–, deslumbra a Eltit:<br />
“Hay tantos enamorados que ya pierdo la cuenta. ‘Él<br />
me da té y pan con mantequilla’. ‘La cuido yo’. Se alimentan,<br />
se cuidan. Se alimentan un poquito y se cuidan como<br />
pueden y a la manera radiográfica veo la gran metáfora que<br />
confirma a toda pareja; la vida entera anexada a otro por<br />
una taza de té y un pan con mantequilla” (8) .<br />
Son los olvidados, los que confinamos lejos de nuestra<br />
vista, negándolos; los “crónicos, indigentes, ladeados,<br />
cojos, mutilados, con la mirada fija” (9) , a los que Diamela<br />
Eltit busca a través de su aún viva capacidad de amar.<br />
“¿Cuál es el lenguaje de este amor?, me pregunto<br />
cuando los observo, pues ni palabras completas tienen,<br />
sólo poseen acaso el extravío de una sílaba terriblemente<br />
fracturada. Entonces, ¿en qué acuerdo?, ¿desde cuál<br />
instante?, ¿qué estética amorosa los moviliza? Veo ante<br />
mí la materia de la desigualdad cuando ellos rompen<br />
con los modelos establecidos, presencio la belleza aliada<br />
a la fealdad, la vejez anexada a la juventud, la relación<br />
paradójica del cojo con la tuerta, de la letrada con el<br />
iletrado. Y ahí, en esa descompostura, encuentro el centro<br />
del amor. Comprendo ejemplarmente que el objeto amado<br />
es siempre un invento, la máxima desprogramación de<br />
lo real y, en ese mismo instante, debo aceptar que los<br />
enamorados poseen otra visión, una visión misteriosa y<br />
subjetiva. Después de todo los seres humanos se enamoran<br />
como locos. Como locos” (10) .<br />
p Internos en los pasillos del Hospital Psiquiátrico Dr. Philippe Pinel, Putaendo. Fotografía de Paz Errázuriz.<br />
(6) Eltit, Diamela. Op. cit., pág. 32.<br />
(7) Eltit, Diamela. Op. cit., pág. 30.<br />
(8) y (9) Eltit, Diamela. Op. cit., pág. 16.<br />
(10) Eltit, Diamela. Op. cit., págs. 18-20.<br />
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