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Excodra XXXVII: La violencia

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prepárate!’ Una semana des...” Le arrebato el cuaderno con decisión,<br />

pero se cierra y no puedo seguir por donde iba él, que niega saberlo, y<br />

además las páginas no están numeradas. No importa, lo abro por el<br />

principio, aunque no consigo leer lo que hacía sólo unos minutos le había<br />

oído casi declamar. (Por cierto, me pregunto cómo habrá alcanzado<br />

esa madurez y quién le habrá enseñado cuanto parece saber.) Vamos a<br />

ver, le digo, aquí dice: “cada mañana nos despierta papá con una canción:<br />

a mí me gusta mucho, pero a mi hermano no...” ¿Se puede saber<br />

de dónde has sacado lo que has... leído, por llamarlo de alguna manera?<br />

<strong>La</strong> naturaleza humana es inextricable a poco que queramos desentrañar<br />

la razón de su impulso vital. Escribía Thoreau a Harrison G. O.<br />

Blake que “lo que puede expresarse con palabras puede expresarse con<br />

nuestra vida”, y recomendaba a quien quisiera escucharle que “si busca<br />

persuadir a alguien de que hace mal, actúe bien. Que no le importe si<br />

no lo convence. Los hombres creen en lo que ven. Consigamos que<br />

vean”. Ver. Pero lo que no puede explicarse con palabras, ¿tampoco es<br />

posible expresarlo con nuestra vida? Eso sí, hay que saber ver. Ver. De<br />

nuevo, ver. De nuevo, es necesario el ciego para elevarnos por la escalera<br />

de la negrura hasta la cima del entendimiento. Cuando Eliseo pide<br />

a Yavé que abra los ojos de su servidor para que vea (2º Libro de los<br />

Reyes, 6, 17), al mismo tiempo le ruega que ciegue a los enemigos de<br />

su patria. Una vez más, la parte no hace al todo. Si Eliseo hubiera pedido<br />

que todos pudieran ver, habría hecho gala de una grandeza que la<br />

fe, cualquier fe, oculta o amputada en los creyentes. <strong>La</strong> generosidad no<br />

es ningún fruto silvestre, sino que debe sembrarse y cuidarse a fin de<br />

recolectarse. Lo tengo presente en el momento en que le voy a pedir al<br />

chico una satisfacción por el engaño. Antes de que abra la boca, hago<br />

un esfuerzo por reconocer a quien tengo delante; en vano, sin embargo:<br />

no sé quién es. Llegó junto con la mujer que, tras ayudarle a salir<br />

del lugar de behetría en que se hallaba, siguió mi estela –“tu compañera<br />

seré”, dijo– y entró en esta casa hace apenas unas semanas. Y tras<br />

ella, este mozuelo, cuya naturalidad comunicó a la trinidad que acababa<br />

de formarse sin que nadie la objetara. ¿A quién no le prueba la com­<br />

<strong>Excodra</strong> <strong>XXXVII</strong> 18 <strong>La</strong> <strong>violencia</strong>

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