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Restauracion ecologica ecosistemas nativos

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CAPÍTULO 4: COMUNIDADES VEGETALES Y EL FUEGO: ESTADO DEL CONOCIMIENTO EN CHILE<br />

Litton & Santelices (2003), estudiaron el efecto del fuego sobre las características físico-químicas<br />

del suelo de un bosque de N. glauca, en la costa centro sur de Chile, al sur de Constitución. Según<br />

su opinión, los efectos del fuego sobre el suelo en este ecosistema fuertemente fragmentado, aún no<br />

han sido completamente comprendidos. Sin embargo, aseguran a partir de sus observaciones que<br />

los cambios en los contenidos de materia orgánica, disponibilidad de nutrientes y microorganismos<br />

en el suelo, tienen implicancias en el corto y largo plazo, sobre el desarrollo post-fuego de los bosques<br />

de N. glauca y su eventual manejo sustentable. Pudiéndose afectar por ejemplo la composición<br />

de especies en estos remanentes de bosques, acentuándose la degradación ecosistémica.<br />

4.4 Región del Bosque Andino Patagónico<br />

Esta región se encuentra en las partes altas de la Cordillera de los Andes chilenos, desde la Región<br />

del Bío-Bío hasta el límite sur del país, y en la cordillera de Nahuelbuta (Figura 4.4). La región se<br />

caracteriza por sus precipitaciones mayoritariamente en forma de nieve y por la presencia casi constante<br />

de Nothofagus pumilio (lenga) (Gajardo, 1994).<br />

Nothofagus pumilio posee una corteza delgada, por lo que es fácilmente quemada en incendios<br />

forestales. Generalmente no muestra rebrote post-fuego, aunque al contar con buenas condiciones<br />

de humedad y disponibilidad de semillas, puede regenerar en forma abundante. Propiedad que se<br />

pierde bajo altas frecuencias y/o intensidades de incendios, que modifican las características edáficas<br />

y hacen desaparecer los árboles semilleros (Veblen et al., 2003).<br />

Según la clasificación de Gajardo (1994), esta región se divide en dos sub-regiones (Figura 4.4):<br />

• Cordilleras de la Araucanía<br />

• Cordilleras Patagónicas<br />

Se registraron trabajos científicos en ambas sub-regiones vegetacionales. Debido a la existencia<br />

de varios trabajos asociados a la especie Araucaria araucana, se presentan dichos estudios en forma<br />

agrupada bajo el título de Bosques de Araucaria araucana.<br />

Los incendios forestales en los Andes Patagónicos están fuertemente influenciados por la variabilidad<br />

climática interanual. Años de mayor actividad de incendios están usualmente asociados a un<br />

invierno seco y verano cálido (Veblen et al., 1999). Los disturbios más importantes a lo largo del gradiente<br />

ambiental estepa-bosque lluvioso en el noroeste patagónico, son el fuego y la introducción<br />

de grandes herbívoros como el ciervo colorado y ganado doméstico (Blackhall & Raffaele, 2005).<br />

Incendios frecuentes seguidos por forrajeo de ganado doméstico pueden convertir estos bosques<br />

en matorrales (Tortorelli, 1947). Es por esta razón que en la Patagonia, zonas de matorrales altos,<br />

dominadas por Nothofagus Antarctica (Ñirre) y Chusquea sp. (bamboos), son proporcionalmente más<br />

afectadas por el fuego que los bosques de Nothofagus dombeyi (coihue), N. pumilio y A. chilensis. Esto<br />

es corroborado por Veblen et al., (1992), quienes estudiando los anillos de crecimiento, encuentran<br />

indicios de que los intervalos de incendios en matorrales patagónicos son más cortos que aquellos<br />

correspondientes a incendios en los bosques adyacentes. Esta diferencia hace que los parches de bosques<br />

subandinos sirvan incluso como barreras naturales al avance del fuego, excepto en condiciones<br />

extremas. Los matorrales altos poseen especies que rebrotan vigorosamente tras un incendio, sin<br />

embargo los bosques dominados por especies dependientes de la regeneración a partir de semillas<br />

tienen escasa o nula regeneración tras incendios severos, siendo reemplazados por matorrales. Esta<br />

sustitución se ha visto acelerada producto del clareo e incendios de origen antrópico (Mermoz et<br />

al., 2005).<br />

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