Religión y espiritualidad Rev. Padre José Luis Menéndez. Parroquia Corpus Christi de Miami. A los primeros cristianos no les preocupaba cuándo había nacido Jesucristo, lo que más les interesó era su muerte y resurrección, por eso lo más importante para ellos era la fiesta de la Pascua de la Resurrección. Pero algo más tarde, al empezar a preguntarse cuándo fue que nació, tomaron una fecha de festividad pagana para cristianizarla, fue la llamada fiesta del sol invicto (poco después del solsticio de invierno), en que el sol se hacía más pequeño para darle cabida a un nuevo sol que empezaba a nacer. La iglesia ha usado símbolos porque al hablar de amor o de fe, no utiliza conceptos, porque se nos escapan de la mente, sino símbolos que nos entran por los ojos, llegan al corazón y nos dan una visión mayor. A modo de catequesis la iglesia se preguntó: ¿Cuándo nació Jesús?, lo pusieron el 25 de diciembre, por ser la fiesta del sol invicto, cuando el sol decrecía hasta el punto que parecía que iba a morir pero no lo hacía, y al día siguiente nacía y crecía de nuevo. Cristo es el sol que no muere, aquel al que intentaron matarlo, pero aún muerto resucita. La iglesia también recuerda y celebra el nacimiento de Juan Bautista el 24 de junio, cuando el sol llega a su máximo tamaño y empieza a decrecer. La iglesia con estos dos símbolos quiere decir que es necesario que yo decrezca para que Él crezca. Eso es lo que vemos en esas dos fechas, pero son simbólicas, no son fechas históricas. De hecho, si vemos los Evangelios, nos dicen que los pastores estaban en los campos cuidando las ovejas, eso nunca pudo pasar en invierno, más bien en primavera, algo así como marzo o abril, pero eso no nos preocupa. Lo importante que ocurre es que Dios, también de una forma simbólica, está arriba en el cielo y baja con nosotros, esa era la visión mitológica de la época, Dios arriba, nosotros en la tierra y los muertos abajo enterrados. Jesús baja al “inferos”, a la parte interior de la tierra, para volver al cielo. En Navidad la Palabra se hizo carne y nació en medio de nosotros. Estamos viviendo algo maravilloso, algo que ocurre el día de la encarnación, que lo vamos a ver con forma y cara humana el día de su nacimiento. Por lo tanto, Dios deja de ser un mito como lo era en la antigua tradición griega o romana, como Zeus, Jupiter, Atenea, etc. y se hace histórico. Esto es muy importante, porque significa que para nosotros, nuestro Dios no es un mito, que se reproduce cada año, sino un momento histórico del ser humano en que Él vino a ser parte de nuestra familia, para que a partir de ese momento nunca más en toda la humanidad, se vaya a separar. Hay otra cosa también importante, Él se hace pequeño, humilde y débil. Yo creo que eso es lo que hace Dios cada día de nuestra existencia. No es un Dios que se impone como pueden hacer los del Estado Islámico, que si no te conviertes te dan un palo. Nuestro Señor nos ofrece el camino a la vida eterna y para esto estuvo dispuesto a encarnarse, con nuestra forma, con nuestra voz, forma de ser y de comportarnos, para indicarnos el camino. Hay un cuento de un hombre que no era practicante y en un día invernal no quiso ir a misa con su esposa y se quedó en la casa. Al ver a los pájaros pasando frío, les dio pena viendo cómo sufrían. Así que les abrió el granero pero ellos no entraban porque no le tenían confianza, a lo que pensó: “¡Si yo pudiera hacerme como un pájaro para convencerlos de que no tuvieran miedo y atraerlos para salvarlos!”. Y entonces se dio cuenta de que eso mismo era lo que Dios había hecho al enviarnos a Jesucristo. Dios nos quiere tanto y quiere nuestra felicidad, que nos abre las puertas del reino para encontrar la salvación que esperamos. La Navidad es quedarse absorto delante de esa figura de yeso, que no es Dios, pero que nos recuerda cuán pequeño, sencillo, humilde, débil, se hizo Dios por mí. Y si yo entendiera lo que detrás de esos ojos de niño, Dios me está diciendo, me daría cuenta que me ama mucho más de lo que yo jamás pudiera imaginar. En Navidad Dios nos ofrece una puerta al “granero” de su casa, de la paz que nos quiere compartir. Para los cristianos, sin importar de qué denominación sean, somos hermanos, hay mucho más que nos une de lo que nos separa. La Navidad nos está diciendo que somos hijos del mismo Padre, hermanos del mismo Cristo. Dios sabe cómo es nuestra naturaleza porque Él nos hizo, confía en que en nosotros está la capacidad de amar y nos ofrece este momento de encuentro con Él. ¡Feliz Navidad!, ¡aprendamos a descubrir en esos ojos del niño que nace, un Dios que se hace pequeño para hacernos a nosotros grandes! 30 Dic. <strong>2017</strong> - <strong>MIAMI</strong> <strong>WISE</strong>
<strong>MIAMI</strong> <strong>WISE</strong> - Dic. <strong>2017</strong> 31