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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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Pero Dick tenía su decisión tomada: las medias, del tono que fueran, eran innecesarias,<br />

un estorbo, un gasto inútil. («He invertido ya bastante dinero en esta operación.») Además,<br />

ninguno de aquellos con quienes pudieran tropezarse, viviría para servir de testigo:<br />

-Nada de testigos -le recordó a Perry por lo que le pareció la milésima vez.<br />

El modo como Dick pronunciaba aquellas palabras, como si solucionaran todos los<br />

problemas, le encendía la <strong>sangre</strong>: era estúpido no querer admitir que podría haber un testigo<br />

que ellos no vieran.<br />

-Las cosas no salen siempre como uno quiere, a veces salen al revés -arguyó.<br />

Pero Dick, con su jactanciosa sonrisa de muchacho travieso, no estaba de acuerdo.<br />

-No te asustes, hombre. Que no hay nada que pueda salir mal.<br />

No. Porque el plan era de Dick, calculado a la perfección desde la primera pisada hasta<br />

el silencio final.<br />

A continuación pasaron a interesarse por cuerdas. Perry examinó, probándolas, las que<br />

tenían. Como había trabajado en la Marina Mercante, entendía de cuerdas y sabía hacer<br />

buenos nudos. Escogió una cuerda blanca de nylon, tan fuerte como el alambre y no mucho<br />

más gruesa. Discutieron sobre cuántos metros necesitarían. La cuestión irritó a Dick porque<br />

ponía de manifiesto que a pesar de la declarada perfección de todo aquel proyecto suyo, había<br />

algo incierto, ya que no podía dar una cifra exacta. Finalmente exclamó:<br />

-Cristo, ¿cómo diablos quieres que lo sepa?<br />

-Mejor que lo sepas, puñeta.<br />

Dick hizo un esfuerzo.<br />

-Está él. Ella. El chico y la chica. Y puede que las otras dos. Pero es sábado. Quizás<br />

haya invitados. Contemos que sean ocho incluso doce. Lo único seguro es que tendrán que<br />

desaparecer todos.<br />

-Me parecen muchos. Para que estés tan seguro.<br />

-¿Y no fue eso lo que te prometí, rico? ¿Que los reventaríamos contra las paredes?<br />

Perry se encogió de hombros.<br />

-Entonces mejor será que compremos un rollo entero.<br />

Eran noventa metros. Más que suficiente para doce.<br />

Kenyon había hecho aquella cómoda él mismo: una cómoda de caoba forrada de cedro<br />

que pensaba darle a Beverly como regalo de boda. Ahora, allí, en lo que llamaban la leonera<br />

del sótano, le daba la última mano de barniz. La leonera, una dependencia con suelo de<br />

cemento que se extendía a toda la anchura de la casa, estaba amueblada casi exclusivamente<br />

con muestras de su trabajo de carpintería (estanterías, mesas, taburetes, una mesa de pingpong)<br />

y con las labores de Nancy (fundas de zaraza que rejuvenecían un decrépito diván,<br />

cojines que llevaban las inscripciones: «¿Feliz?» y «No es preciso estar loco para vivir aquí,<br />

pero facilita las cosas»). Nancy y Kenyon, juntos, mediante grandes dosis de pintura, habían<br />

llevado a cabo un intento de librar de su inconmovible lobreguez aquel recinto y ninguno de<br />

los dos había notado el fracaso. De modo que ambos consideraban su leonera como un triunfo<br />

y una bendición: Nancy porque en aquel lugar podía recibir a «la pandilla» sin molestar a su<br />

madre y Kenyon porque allí podía estar solo, martillear, serrar y ocuparse de sus «inventos»,<br />

el último de los cuales consistía en una sartén eléctrica, honda como un puchero. Junto a la<br />

leonera, estaba la habitación de la caldera en la que había una mesa llena de herramientas y<br />

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