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A sangre fría - Truman Capote

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

A sangre fría (título original en inglés: In Cold Blood) es una novela del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue comenzada en 1959 y finalmente publicada en 1966. Para hallar la documentación necesaria para el libro el autor realizó un exhaustivo trabajo de campo. A sangre fría explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a pena de muerte. En la novela se quieren mostrar las dos caras del sistema judicial, la humanidad que está detrás de un crimen y, especialmente, el motivo de este.

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colgando de él, había un trozo de cuerda, de la cuerda que había empleado el asesino.<br />

Evidentemente, en cierto momento el señor Clutter estuvo atado allí colgado de las manos y<br />

luego cortaron la cuerda. Pero ¿por qué? ¿Para torturarle? No creo que lleguemos jamás a<br />

saberlo. Nunca sabremos quién fue, ni por qué, ni qué ocurrió en aquella casa aquella noche.<br />

»Al poco rato, la casa empezó a llenarse de gente. Llegaron ambulancias, el juez de<br />

instrucción, el pastor metodista, un fotógrafo de la policía, la policía del estado, individuos de<br />

la radio y de la prensa. ¡Oh, un montón de gente! A la mayoría les habían avisado cuando<br />

estaban en la iglesia y se comportaban como si todavía estuvieran allí. No hacían ruido,<br />

hablaban en un susurro. Era como si nadie pudiera creerlo. Un policía del estado me preguntó<br />

si estaba allí por razones oficiales y dijo que si no era así lo mejor que podía hacer era<br />

marcharme. Afuera, en el césped, vi al vicesheriff hablando con un hombre, Alfred<br />

Stoecklein, el peón. Al parecer, Stoecklein vivía a menos de cien metros de la casa de los<br />

Clutter, y sólo había un granero entre ambas casas. Pero explicaba que no había oído ruido<br />

alguno, "no me he enterado de nada, hasta hace cinco minutos cuando uno de los chavales<br />

vino corriendo a decir que el sheriff andaba por acá. Mi mujer y yo no pegamos ojo anoche<br />

porque la cría se puso mala. Pero un coche sí lo oímos, a las diez y media o las once menos<br />

cuarto. El coche se iba y le dije a mi mujer: “Bob Rupp que se va."<br />

«Cuando me volví a casa, a mitad de camino, encontré al viejo collie de Kenyon y el<br />

animal estaba todavía asustado. Se quedó allí quieto con el rabo entre piernas, sin ladrar ni<br />

moverse. Y ver al perro, fue algo que me hizo sentir otra vez. Estaba demasiado aturdido,<br />

demasiado atontado para sentir toda la ruindad del suceso. El sufrimiento. El horror. Estaban<br />

muertos. Una familia entera. Buenas personas, gente amable, gente que yo conocía...,<br />

asesinados. Había que creerlo porque era rigurosamente cierto.<br />

Cada veinticuatro horas, pasan por Holcomb ocho trenes de pasajeros sin detenerse. Dos<br />

de ellos recogen y entregan el correo, operación que, según describe con calor la persona<br />

encargada de ella, tiene su lado difícil:<br />

-Pues sí, señor. Hay que estar muy alerta. Que los trenes pasan por aquí a veces a ciento<br />

sesenta kilómetros por hora. Sólo la ventolera que mueven, es capaz de derribarle a uno. Y<br />

mire que cuando los sacos salen volando..., ánimas benditas, si es como jugar al rugby: ¡Hua!<br />

¡Hua! ¡HUA! Y no es que me queje, entendámonos. Es un trabajo honesto, un trabajo del<br />

gobierno y me mantiene joven.<br />

El cartero de Holcomb, la señora Sadie Truitt, o Mamá Truitt, como la llaman en el<br />

lugar, no representa la edad que tiene, setenta y cinco años. Es una viuda maciza, curtida, que<br />

lleva una manteleta en la cabeza y botas de cow-boy («Comodísimas de llevar, suaves como<br />

plumas de ave»). Mamá Truitt es la más vieja de los nativos de Holcomb.<br />

-Hubo un tiempo en que no había nadie que no fuera pariente mío. Por entonces a esto<br />

lo llamábamos Sherlock. Luego llegó aquel forastero. Uno que se llamaba Holcomb. Criaba<br />

puercos. Luego hizo dinero y decidió que el lugar se llamaría como él. Apenas lo consiguió,<br />

¿qué hizo? Venderlo todo. Largarse a California. Pero nosotros no. Yo he nacido aquí y mis<br />

hijos nacieron aquí, ¡y aquí nos quedaremos!<br />

Uno de sus hijos es la señora Myrtle Clare, encargada de la estafeta de correos.<br />

-No vayan a creer que por eso conseguí este puesto del gobierno. Myrt ni siquiera<br />

quería que fuese para mí. Pero es un puesto que se concede según solicitud. Se le da a aquel<br />

que hace la oferta más baja. Y yo siempre lo hago, tan por debajo que ni una oruga podría<br />

mirar por encima. ¡Ja, ja! Eso fastidia a los jóvenes. Hay montones de muchachos que<br />

quisieran tener este trabajo, sí, señor. Pero lo que no sé es si les gustaría tanto cuando la nieve<br />

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