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los efectos un discurso sobre la cultura. ¡En cuanto a nosotros, tal<br />

unidad d<strong>el</strong> campo simbólico humano nos autoriza a trabajar<br />

sobre un postulado, que yo llamaría <strong>el</strong> postulado homológico: la<br />

estructura de la frase, objeto de la lingüística, vu<strong>el</strong>ve a aparecer<br />

homológicamente en la estructura de las obras: <strong>el</strong> discurso no<br />

es tan sólo una adición de frases, sino que en sí mismo constituye,<br />

por así decirlo, una gran frase. Me gustaría, a partir de esta<br />

hipótesis de trabajo, confrontar ciertas categorías de la lengua<br />

con la situación d<strong>el</strong> escritor en r<strong>el</strong>ación con su escritura. No<br />

pienso ocultar que tal confrontación no tiene fuerza demostrativa<br />

y su valor, de momento, sigue siendo esencialmente metafórico:<br />

pero quizá también, en <strong>el</strong> orden de los objetos que nos ocupan,<br />

la propia metáfora tiene una existencia metodológica y una<br />

fuerza heurística mayor de lo que pensamos^<br />

3. La temporalidad<br />

Sabemos que hay un tiempo específico de la lengua, que difiere<br />

por igual d<strong>el</strong> tiempo físico y de lo que Benveniste llama <strong>el</strong><br />

tiempo «crónico», o tiempo de los cómputos y de los calendarios.<br />

Este tiempo lingüístico experimenta un diferente recorte y recibe<br />

expresiones muy variadas según las lenguas (no hay que olvidar<br />

que, por ejemplo, ciertos idiomas, como <strong>el</strong> chinook, suponen varios<br />

pasados, uno de los cuales es <strong>el</strong> pasado mítico), pero hay algo<br />

que parece indudable: <strong>el</strong> tiempo lingüístico tiene siempre como<br />

centro generador <strong>el</strong> presente de la enunciación. Lo cual nos invita<br />

a preguntarnos si, de manera homológica a ese tiempo lingüístico,<br />

no habría también un tiempo específico d<strong>el</strong> discurso. Benveniste<br />

nos ofrece Jas primeras aclaraciones sobre este punto: en<br />

muchas lenguas, en especial en las indoeuropeas, <strong>el</strong> sistema es<br />

doble: 1) hay un prim er sistema, o sistema d<strong>el</strong> discurso propiamente<br />

dicho, adaptado a la temporalidad de la enunciación, cuya<br />

enunciación sigue siendo explícitamente <strong>el</strong> momento generador;<br />

2) hay un segundo sistema, o sistema de la historia, d<strong>el</strong> r<strong>el</strong>ato,<br />

apropiado a la r<strong>el</strong>ación de los acontecimientos pasados, sin intervención<br />

d<strong>el</strong> locutor, desprovisto, en consecuencia, de presente<br />

y de futuro (salvo <strong>el</strong> perifrástico), y cuyo tiempo específico es<br />

<strong>el</strong> aoristo (o sus equivalentes, como <strong>el</strong> pretérito francés), tiempo<br />

que es precisamente <strong>el</strong> que falta en <strong>el</strong> sistema d<strong>el</strong> discurso. La

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