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barthes-roland-el-susurro-del-lenguaje

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prometida o simplemente número especial de una revista) para<br />

quedarse indudablemente estupefacto ante su evidencia, su vastedad<br />

y su acuidad (respecto a su lengua, los franceses están<br />

sencillamente adormilados, cloroformizados por siglos de autoridad<br />

clásica); en otros países menos afianzados, las r<strong>el</strong>aciones<br />

con la lengua son candentes; en los países árabes colonizados<br />

hasta hace poco, la lengua es un problema de Estado en <strong>el</strong> que se<br />

introduce todo lo político. Por otra parte, yo no estoy muy<br />

seguro de que se esté bien preparado para resolverlo: hace<br />

falta una teoría política d<strong>el</strong> <strong>lenguaje</strong>, una metodología que permitiría<br />

sacar a la luz los procesos de apropiación de la lengua<br />

y estudiar la «propiedad» de los medios de enunciación, algo así<br />

como El Capital de la ciencia lingüística (por mi parte, creo que<br />

esa teoría se <strong>el</strong>aborará poco a poco a partir de los balbuceos actuales<br />

de la semiología, cuyo sentido histórico constituirá en<br />

parte); esta teoría (política) se encargará especialmente de decidir<br />

dónde se detiene la lengua y si es que se detiene en algún sitio;<br />

actualmente prevalece en ciertos países aún agobiados por la antigua<br />

lengua colonial (<strong>el</strong> francés) la idea reaccionaria de que se<br />

puede separar la lengua de la «literatura», enseñar la una (como<br />

lengua extranjera) y rechazar la otra (reputada como «burguesa»);<br />

desgraciadamente, no existe ningún umbral de la lengua,<br />

no se puede detener la lengua; se puede, en rigor, cerrar, aislar<br />

la gramática (y enseñarla entonces canónicamente), pero no <strong>el</strong><br />

léxico, y aún menos <strong>el</strong> campo asociativo, connotativo; un extranjero<br />

que aprenda <strong>el</strong> francés se encontrará en seguida, o al menos<br />

debería encontrarse, si la enseñanza está bien realizada, ante los<br />

mismos problemas ideológicos que un francés frente a su propia<br />

lengua; la literatura no es nunca otra cosa que la profundización,<br />

la extensión de la lengua, y a ese título constituye por sí<br />

misma <strong>el</strong> más amplio de los campos ideológicos, aqu<strong>el</strong> en <strong>el</strong> que<br />

se debate <strong>el</strong> problema estructural d<strong>el</strong> que al principio hablaba<br />

(hago todas estas afirmaciones en función de mi experiencia<br />

marroquí).<br />

La lengua es infinita (sin fin) y hay que sacar las consecuencias<br />

de <strong>el</strong>lo; la lengua comienza antes de la lengua; eso es lo que<br />

he querido afirmar a propósito d<strong>el</strong> Japón, al exaltar la comunicación<br />

que he practicado allá, fuera incluso de una lengua hablada<br />

que desconozco, sólo con <strong>el</strong> <strong>susurro</strong>, con la respiración emotiva<br />

de esa lengua desconocida. Vivir en un país cuya lengua se des­

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