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Edición 13 de octubre de 2018

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| Actualidad |<br />

TRES CUENTOS DE GILMAR MUÑOZ<br />

Esta mañana, cuando la luz era poca, todo<br />

era un sueño ambicioso. La vigilia, tu cuerpo<br />

voluptuoso, esa posición <strong>de</strong> cuadros don<strong>de</strong><br />

te había marcado; o la <strong>de</strong> ovillo, inofensiva<br />

extensión <strong>de</strong>l <strong>de</strong>scanso a estas horas <strong>de</strong> la<br />

mañana.<br />

Cuando la oscura claridad <strong>de</strong>l amanecer<br />

era todavía un cielo incierto: por el hielo, la<br />

humedad y las tinieblas allá <strong>de</strong>sapareciendo;<br />

porque ahora una bocanada azul es el <strong>de</strong>samparo<br />

<strong>de</strong> los callejones. Un fantasma en los escombros<br />

<strong>de</strong> la noche por don<strong>de</strong> las inquietu<strong>de</strong>s menos<br />

logradas, fueron pesadillas <strong>de</strong> la frialdad con<br />

que el ruido <strong>de</strong>l día lo tratan. Maquinas <strong>de</strong>l<br />

futuro. Insistencia <strong>de</strong> anunciador sin paz que sus<br />

motores traen con el <strong>de</strong>spertar.<br />

El día, y no habiendo forma <strong>de</strong> quedarse<br />

esperando con indiferencias vagas alre<strong>de</strong>dor,<br />

pues los ánimos son otra vez esa inquietud<br />

sicalíptica, esa actitud morbosa <strong>de</strong> los tactos<br />

encabritando los sentidos – digo los míos –,<br />

que ya andaban trepados por tu espalda sin<br />

oportunidad <strong>de</strong> ajustarse a las riendas sueltas <strong>de</strong><br />

la noche anterior que la mera alusión, porque<br />

no fui capaz <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertarte otra vez. Temprano,<br />

fueron los torpes rechazos <strong>de</strong>l cansancio los que<br />

te hicieron ver <strong>de</strong>senredada y sin abstinencias.<br />

Busco, entonces, afuera. Por esa ventana que<br />

DÍA DE INVIERNO<br />

apenas llega a los parajes <strong>de</strong>l fondo, no como La verdad, no quería per<strong>de</strong>r ni sacarme esos<br />

unos días atrás. Porque todo se ha reducido a un olores <strong>de</strong> los poros: esencia impregnada por el<br />

suspiro inquebrantable. Una estación <strong>de</strong> pinos calor <strong>de</strong> tu respiración. Vahos, humores, dados a<br />

rendida a las sombras <strong>de</strong> blancos avatares: los multiplicarse por el sudor y expandir en la cama<br />

confines <strong>de</strong>l invierno don<strong>de</strong> ahora pertenezco. los concentrados <strong>de</strong> tu boca, tu cuerpo, tu sexo<br />

El pasado fue una trampa <strong>de</strong>l arrepentimiento consentido y excitado.<br />

(por si algún día aparece). Más por ahora tú,<br />

como un querubín <strong>de</strong> profundos sueños, cuando<br />

eras mi mejor labor en esas altas horas. Mi única<br />

condición <strong>de</strong> fuga abismal a las paradojas <strong>de</strong><br />

la soledad. Mi circunstancia mejor, si fuera a<br />

abundar incontenible en una razón por las que<br />

siempre procuro nunca fallecer y súper latir<br />

superlativo.<br />

Después <strong>de</strong> sumergirme y nadar en las aguas<br />

<strong>de</strong> esta nube, como un pez buscando no sé qué<br />

orillas – viniendo <strong>de</strong> lo hondo, <strong>de</strong> lo inmerso a<br />

las rayas <strong>de</strong> gotas gordas y copiosas –, salgo.<br />

Afuera me sacudo y restriego como un anfibio<br />

pisando tierra firme. Tomo la toalla y el baño es<br />

flote <strong>de</strong> emanaciones en alucine. Y cuando en el<br />

espejo trato <strong>de</strong> ver el rostro conocido, el mismo<br />

sujeto encaprichado con la ceguedad <strong>de</strong> verse a<br />

sí mismo sin cambiar en lo más mínimo su pose<br />

<strong>de</strong> aficionado, aparecen algunas ramas en los<br />

helechos <strong>de</strong> pelos alborotados. Las escamas <strong>de</strong> la<br />

espalda. La firme cresta <strong>de</strong> moluscos separada.<br />

La falsa agalla palpitando ya sin aire.<br />

Cuando frente al espejo, sin ánimos <strong>de</strong> afeitar<br />

y con la mano en la cara, como quien <strong>de</strong> repente<br />

preten<strong>de</strong> adivinarlo todo en un segundo, salto<br />

a tu isla. Pero sigues dormida, repitiendo un<br />

mantra <strong>de</strong> zetas que te hace ver pálida y quieta.<br />

Sospecho que en tus sueños andarás <strong>de</strong>snuda,<br />

porque buscas cobijo y vuelves a enrollarte. Y<br />

yo, sin saber que en realidad eras un apodo <strong>de</strong><br />

la noche (tu nombre fue cortesía <strong>de</strong> la misma),<br />

busco el único recurso que me queda. Porque<br />

todo se ha dicho discretamente, únicamente el<br />

azar importará como queja celosa confundiendo<br />

los rumbos. Si bien no hay secretos, <strong>de</strong>jaré una<br />

nota con mi número <strong>de</strong> teléfono – por si a acaso<br />

– y esperar que llames cuando quieras.<br />

Ahora voy con ruta a la rutina. Mi trabajo, como<br />

cualquier otro, es un horario <strong>de</strong> la repetición, una<br />

maña habitual. Eso sí, habrá que tener cuidado<br />

con correr porque te pue<strong>de</strong>s <strong>de</strong>slizar y romper<br />

la cabeza contra un suelo <strong>de</strong> vidrio y cimas <strong>de</strong><br />

hielo. Caminar a paso cierto, a paso <strong>de</strong> hierro<br />

lo más seguro, con firmeza al suelo. Pero se<br />

me pega el camino a los zapatos a sabiendas <strong>de</strong><br />

que se hace tar<strong>de</strong>. La puntualidad es una celosa<br />

actividad. Los buses no esperan porque se les<br />

hace tar<strong>de</strong>, todo es un andar <strong>de</strong> tiempo exacto: la<br />

ruta, el trayecto a la ciudad.<br />

Les hago señas <strong>de</strong> espera, pero nadie mira.<br />

Todo es opaco o muy blanco para buscar saludos<br />

a lo lejos. Ya subió el último <strong>de</strong> los pasajeros<br />

y se cerró la puerta. Me queda todavía media<br />

cuadra y mis piernas no avanzan un centímetro.<br />

El motorista acelera y no ve que intento llegar,<br />

que me he quedado atrapado en un raspado <strong>de</strong><br />

invierno. Que me hundo profundo en la nieve,<br />

en una tormenta polar que cubre mi cintura, mis<br />

hombros, mi cabeza. Que les vuelvo a gritar y mi<br />

mano a agitar ¡Esperen…! ¡Esperen por mí!<br />

Como te <strong>de</strong>cía, la poca claridad es ya esta luz<br />

opaca <strong>de</strong> color papel en blanco. La nieve alcanzó<br />

sus mejores cumbres y se necesitará más <strong>de</strong> una<br />

pala para abrirse paso, saltar como conejos y<br />

atisbar la distancia como los alces.<br />

Si, hubiera preferido quedarme en casa<br />

imaginando leñas en la chimenea, cama <strong>de</strong><br />

sabanas gruesas y el olor a café. Ver los copos<br />

gruesos cayendo tras la ventana, doblando<br />

los pinos <strong>de</strong> tanto peso. Todo, como una<br />

incomprendida canción <strong>de</strong> navidad cuando niño.<br />

BODEGÓN<br />

FÁCIL<br />

¿Que trae esa pasión a un pobre paladar que apenas lo disfruta? Que lo<br />

encuentra alejado <strong>de</strong> sus gustos, o <strong>de</strong> lo que en verdad esos tiestos figuran<br />

como mo<strong>de</strong>los. Por basto que sea el enfoque observado – sin que agrupen<br />

precisamente las líneas inherentes a su naturaleza – los ojos <strong>de</strong> quien todavía<br />

lame el lomo <strong>de</strong> sombras y caprichos calculados, reparen nuevamente en<br />

su quietud, su serenidad infinita. Resultado y consi<strong>de</strong>ración <strong>de</strong> lo inerte por<br />

extensión, tal vez.<br />

Será por eso que ahora se vuelven enormes, como el silencio que<br />

acompañó a la mano hartada <strong>de</strong>, entonces, tonos amarillos al procurar<br />

<strong>de</strong>finirlas exactas y regresar por las mismas rayas al siguiente día. Pue<strong>de</strong><br />

que se sepa o pue<strong>de</strong> que nunca, pues entre la luz ver<strong>de</strong> y el azul <strong>de</strong> las<br />

composiciones, el regreso a los placeres afirmaba que, en torno a las<br />

abundancias y algarabías, las marañas <strong>de</strong>l tiempo fueron bor<strong>de</strong>ando sin<br />

precisiones las instancias que <strong>de</strong>finieran su elaboración.<br />

Quizás por eso convirtieron su oficio <strong>de</strong> cristal, su virtud <strong>de</strong> lirio, su<br />

apetito excesivo, en banquetes <strong>de</strong> inútiles expresiones. Ya que las frescas<br />

representaciones son como el paladar <strong>de</strong> quien las ha <strong>de</strong> saciar algún día<br />

a sabiendas que nada podrá sobreponer las dudas <strong>de</strong> lo constatado, mucho<br />

menos continuar imperece<strong>de</strong>ramente irreflexivo.<br />

Porque, aunque todavía sigan serenas <strong>de</strong> esperanzas (el frutero, las<br />

misceláneas) están <strong>de</strong> algún modo aferradas a los sueños, al común volver,<br />

ir o pasar: con la insistencia rara <strong>de</strong> los cubos y longitu<strong>de</strong>s como extremos<br />

aparentes.<br />

En casa, todavía la fría necesidad <strong>de</strong>l espejo tiene que ver con la posición <strong>de</strong><br />

las imágenes, a favor <strong>de</strong>l <strong>de</strong>samparo en que se arrinconan las cosas. Simple,<br />

como una mecha <strong>de</strong> luz inseparable, confundiéndose a solas porque sí.<br />

Cualquiera en este momento las hubiera notado también, si no fuera porque<br />

los estantes antiguos fueron removidos. Hablo <strong>de</strong> los que hubieran servido<br />

<strong>de</strong> cuadro fiel o mesa <strong>de</strong> fruta perenne, que nos hubiera gustado ver no solo<br />

colgado en la pared, ocupando todo lo que <strong>de</strong>seábamos, sino también lo que<br />

merecíamos.<br />

Te voy a hacer una canción<br />

De tonos sencillos<br />

Para cantar sin extraviarte<br />

Del estribillo.<br />

‘Canción Fácil’ Los Del Oficio.<br />

Cuando A llegó apresurado al apartamento, B se hallaba inclinado sobre el piano tocando preciso un raro<br />

motivo, una angustiosa originalidad.<br />

‘Todos están en el golfito esperándonos’, dijo A yendo hacia el cuarto.<br />

Al salir vistiendo ligeramente unos cortos, camiseta y chancletas, fue hacia la puerta y esperó respuesta<br />

<strong>de</strong> B.<br />

‘No tengo ganas <strong>de</strong> ir al golfito’, replicó éste concentrado en el piano, repitiendo melodías, <strong>de</strong>scifrando<br />

curiosida<strong>de</strong>s – cábalas <strong>de</strong> las composiciones.<br />

Por un momento levantó la vista, arqueó las cejas en señal <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida y bajó la cabeza. No volvió a<br />

levantarla hasta <strong>de</strong>sparecer A <strong>de</strong> sus sospechas.<br />

‘No sabes <strong>de</strong> lo que te pier<strong>de</strong>s. ¡Tremenda rumba allá en el golfo!’ Fue lo último que escuchó <strong>de</strong>cir <strong>de</strong><br />

A.<br />

Sus pasos presurosos se perdieron por las gradas…<br />

De regreso a casa, horas más tar<strong>de</strong>, B continuaba en la misma posición <strong>de</strong> misterioso <strong>de</strong> antes, que A no<br />

reparó más que en el sonido gutural emitido por B; parecidos a los <strong>de</strong> algunos reptiles, como el <strong>de</strong> los<br />

dragones – garrobos, por ejemplo – se explicó A.<br />

Decidido a asegurarse que no era la moña fresca traída <strong>de</strong> la fiesta, o algotras yerbas; cuando estuvo lo<br />

suficientemente cerca para corroborar las semejanzas percibidas, una boca enorme se abrió para <strong>de</strong>vorarlo<br />

en dos tajadas.<br />

El jizz <strong>de</strong>l saurio se hizo enorme con la mordida que le arrancaba la cara <strong>de</strong> un tirón.<br />

Los gritos <strong>de</strong>sencarnados <strong>de</strong> A no pararon <strong>de</strong> chillar hasta que el dolor le fue extirpando las<br />

exclamaciones, como a un plástico rugoso su ordinaria elasticidad.<br />

A quedó <strong>de</strong>scuartizado en un charco <strong>de</strong> sangre y amasijos <strong>de</strong> nervios por el suelo.<br />

B <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lamerse y eructar satisfecho, volvió a enroscarse al piano. El jizz lo habitaba.<br />

Sábado <strong>13</strong> / <strong>octubre</strong> / <strong>2018</strong> TRESMIL 5

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