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ESPACIO DE EXPRESIÓN<br />
Centenario de<br />
CHAVELA VARGAS<br />
Jesús Sedano Hernández<br />
Promotor Cultural<br />
Un 17 de abril, nació mi querida<br />
Chavela Vargas, mujer que con<br />
su voz interpreto con sentimiento; sus<br />
últimos años de vida estuvo en el pueblo<br />
mágico de Tepoztlán, en una caja<br />
de cristal como ella así nombraba el<br />
espacio que acondicionaron como su<br />
casa.<br />
El cerro del Chalchitépetl (cerro de la<br />
luz), se le reveló en un sueño, hasta<br />
que un día visitó Tepoztlán y develó<br />
que ahí se encontraba lo que en sueños<br />
se le revelo.<br />
El Chalchi le dio momentos mágicos<br />
como ella decía, entre ellos las sirenas<br />
llegaban a cantarle, su amigo Federico<br />
García Lorca una tarde llego ante<br />
ella en el jardín y es cuando le pregunta<br />
¿Qué hicieron con tu muerte?, y es<br />
que decide escribir el poema. También<br />
decía que la llorona ya venía con el rebozo para cubrirla y llevársela.<br />
Siempre breve, clara y concisa, recuerdo “lo supe siempre. No hay nadie que<br />
aguante la libertad ajena; a nadie le gusta vivir con una persona libre. Si eres libre,<br />
ése es el precio que tienes que pagar la soledad”. Chavela profunda, poeta,<br />
espiritual, nostálgica, melancólica, soñadora y mística.<br />
Hablar y sobre todo escribir sobre ella, es para mi referencia de vida, encontrarla<br />
desde que tengo uso de razón, fui afortunado de beber tequila, sentir<br />
su presencia, su voz al interpretar canciones, pero sobre todo el enseñarme a<br />
encontrarme frente a frente con la soledad al momento de decirme: “el amor no<br />
existe, uno se lo inventa y puedo ver en tus ojos que nunca te lo vas a inventar”.<br />
Chavela trascendió, un domingo por la mañana del año 2012. “Dame tu mano<br />
amigo, vengo con mis plantas cansadas de tanto amar, de tanto soñar, de tanto<br />
abrir puertas y ver mariposas que se quedan dormidas en<br />
la puerta de mi choza”.<br />
Agradecido de haber memorizado mi infancia, adolescencia<br />
y parte de mi juventud su cariño, sus charlas donde<br />
siempre iba y venía, me recibía con sus brazos y siempre<br />
le llevaba rosas rojas, y fue en el último trago de tequila<br />
que vi por última vez a mi madrina. Como ella decía: “y<br />
cuando yo muera, ni luz ni llanto ni luto ni nada más, ahí<br />
junto a mi cruz, tan sólo quiero paz”.<br />
De herencia les dejo mi libertad.<br />
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