Periodico Amagi Noviembre
Periódico Mensual de Desarrollo Humano & Sostenibilidad
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8 . DESARROLLO HUMANO
COMBATIR LA OBESIDAD INFANTIL
DESDE LOS CENTROS DE CUIDADO
por Patricia Jara Males
Desde hace algunos años se viene
hablando de la necesidad de tomar
acción para reducir los alarmantes niveles
de sobrepeso y obesidad en el
mundo. Al parecer, estos llamados de
atención no han sido suficientes
ya que las cifras van
en aumento. No por nada,
la obesidad ha sido catalogada
como una verdadera
epidemia. Y está afectando
de manera alarmante a los
menores de cinco años, el
grupo de edad donde se están
registrando los mayores
aumentos.
La Organización Mundial de la
Salud (OMS) ha estimado que
para el 2025 en el mundo habrá
unos 70 millones de niños y niñas menores
de 5 años que tendrán sobrepeso
o serán obesos, condición que podrían
acarrear de por vida si no se corrige tempranamente.
El problema
de la obesidad infantil
La obesidad es una causa directa de
morbilidad en la infancia. Dicho de otro
modo, los niños pueden enfermar por
estar gordos, no sólo por la aparición
de complicaciones gastrointestinales,
musculoesqueléticas y ortopédicas, sino
también por la aparición precoz de enfermedades
cardiovasculares y diabetes
tipo 2. Además, puede generar problemas
emocionales y de comportamiento
en los niños y adolescentes que la padecen,
llegando a ocasionar trastornos
como la depresión. También puede conducir
a la estigmatización, dificultar procesos
de socialización y afectar incluso
el rendimiento educativo. Adicionalmente,
la obesidad infantil se conecta
directamente con las condiciones de salud
en etapas posteriores de la vida y es
un poderoso predictor de la obesidad
en la edad adulta.
Solución: prevención
La buena noticia es que no estamos
ante una catástrofe inevitable pues, de
hecho, se trata de un problema que se
puede prevenir. No cabe duda de que
una parte importante de la tarea recae
sobre las familias, partiendo por la importancia
de la lactancia materna temprana
y exclusiva al menos durante los
primeros seis meses de vida.
Después, cuánto comen y qué comen
los niños, está íntimamente ligado a los
hábitos presentes en los hogares, determinados
no sólo por la posibilidad
de acceder a alimentos nutricionalmente
balanceados y saludables sino
también por las preferencias de compra,
preparación y consumo familiar. Se
trata de procurar estilos alimentarios
saludables para los niños y de predicar
con el ejemplo. Esto es clave: las reglas
de ingesta energética limitada en grasas
y azúcares, consumo relevante de
frutas, verduras y legumbres, y práctica
de actividad física regular, deben aplicar
a todo el grupo familiar. La evidencia
muestra que uno de los principales
factores de riesgo de exceso de
peso es la exposición continua
a ambientes obesogénicos, es
decir, aquellos que favorecen el
sedentarismo y la mala nutrición.
Por el contrario, una forma de
prevenir o revertir el sobrepeso
es generar entornos donde primen
pautas culturales y hábitos
saludables en cuanto a alimentación
y ejercicio.
El papel de los servicios
de cuidado
El Informe de la Comisión para Acabar
con la Obesidad Infantil elaborado por
la OMS en 2016, incluye entre las medidas
prioritarias recomendadas, que en
entornos frecuentados por niños y niñas
se creen ambientes pro alimentación saludable
y se favorezca la actividad física,
especialmente en centros de cuidado
infantil y escuelas. Lo que ocurre en los
primeros años tiene enormes consecuencias
sobre la trayectoria de desarrollo
de toda la infancia y, posteriormente,
de toda la vida. Por eso las acciones de
apoyo al desarrollo importan tanto en
el hogar como en los entornos comunitarios
e institucionales con los que
niños y niñas van interactuando.
Entonces, ¿qué pueden hacer los servicios
de cuidado infantil y educación
temprana? Mucho. En primer lugar, pueden
incorporar entre los estándares de
calidad de los servicios la observación
rigurosa de pautas alimentarias saludables.
Pueden asegurar que los alimentos
que se ofrecen en los centros sean
escogidos, preparados y entregados de
forma que atiendan los requerimientos
energéticos y nutricionales adecuados
a cada etapa de desarrollo y ayuden a
la naturalización de su consumo. Preferir
una manzana a un snack con alimentos ultraprocesados
ricos en sal, grasa o azúcar
implica educar los hábitos alimentarios de
manera sistemática y creativa.
En segundo lugar, las intervenciones
para apoyar a padres, madres y cuidadores
familiares en las tareas de cuidado y
crianza deben prestar más atención al
tema de la alimentación como una clave
esencial del buen desarrollo. Esto
implica cambiar la lógica con la que se
trabaja la educación para una vida saludable:
alimentarse y hacer ejercicio
no es una tarea específica para hacer
con el niño, sino que debe involucrar a
todo el entorno familiar. Esto es válido
no sólo para las acciones que se realizan
con los niños que asisten a centros, sino
que se debe incorporar en todas las intervenciones
que apoyan formación de
capacidades y competencias parentales
en las comunidades.
Patricia Jara Males
Patricia Jara es especialista en Chile de la
división de Salud y Protección Social del
Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Fuente: Banco Interamericano de Desarrollo
(“BID”), Blog Primeros Pasos, disponible
en: https://blogs.iadb.org/desarrollo-infantil/es/obesidad-infantil-2/