29.01.2020 Views

Edicion 29 de enero 2020

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Opinión

14 Miércoles 29 de enero de 2020 Diario Co Latino

Sociología y otros Demonios (988)

Regresando al futuro (2)

Presidente:

Director General:

Director Ejecutivo:

Jefa de Información:

Coordinadora de Prensa:

Coordinador de Fotografía:

René Martínez Pineda

Sociólogo, UES

Publicación de la Sociedad Cooperativa de Empleados de Diario

Co Latino de R. L.

23 Avenida Sur No. 225 San Salvador

www.diariocolatino.com, facebook.com/diariocolatinoderl

@DiarioColatino

Nelson López

Francisco Elías Valencia

Antonio Valencia Fajardo

Gabriela Castellón Fajardo

Patricia Meza

Guillermo Martínez

Teléfonos: 2222-1009, 2271-0671, 2271,0971 Fax: 2271-0822

128 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD

C

la lucidez se dieron los resultados

-nada agradables para algunosya

que la repetición de la osadía llegó

a un nuevo y copioso orgasmo.

El voto contra la corrupción fue

viral y culposo, expresándose en

un comportamiento como turno

del ofendido que puso en capilla

ardiente a los corruptos atroces del

sistema político que se creía democrático

y perfecto. Estoy seguro de que

es un indignante complot contra la tranquilidad,

una conspiración contra nuestro

bolsillo, una maquinación de una mente

brillante y maligna oculta en lo más negro

y caliente del reino del desencanto de esos

cabrones malagradecidos, un ataque feroz

a la estabilidad de los políticos y del sistema

político –dijo, moviendo su whisky,

el dirigente del partido perdedor-. Debido

a los resultados electorales se decidió, en

la junta directiva de la Asamblea Legislativa,

decretar el Estado de Sitio Jurídico

e individualizar los votos que los estaban

echando a patadas de su palacio para que

de la debacle. Luego de miles de rudos

y arbitrarios interrogatorios, se concluyó

que un hombre misterioso era la mente

maestra.

En menos de una hora se capturó al sospechoso

y se le encerró en una sala secreta,

justo a la par del salón azul, que emanaba

un fuerte olor a lejía. En medio de la sala,

una mujer muy atractiva preparaba el detector

de mentiras -la máquina de las mentiras

convertidas en verdades- y, con mali-

do,

conteniendo el aire por unos segundos,

y le dijo, con voz macabra: ¡sentate bien, cabroncito,

porque es la hora de confesar tus

pecados contra el capital, pero esta vez estarás

del otro lado del confesionario!

La torturadora -porque eso era

ella- inició el interrogatorio de forma

cruel, según está escrito en el

protocolo de la gobernabilidad.

Las preguntas se referían al atentado

terrorista para sacar a los corruptos

de los puestos del gobierno.

Lo primero que preguntó fue: ¿quiénes

son tus cómplices?, ¿dónde se reúnen?,

po

de futbol del mundo? La torturadora no

se salió de las preguntas y el torturado no

se salió de su silencio. Así pasaron tres días

con sus noches, en el transcurso de los cuales

ni siquiera había averiguado la dirección

del sospechoso, pero sí su indicativo: “me

llamo Óscar Arnulfo, y todo lo que tienen

que saber de mí es de conocimiento público

porque está escrito en los púlpitos humildes

y las mesas sin comida del país”, dijo, en

un silencio interino.

El interrogatorio tenía como único objetivo

investigar quiénes formaban el grupo de

subversivos que sacó del poder a casi toda la

miedo, el sospechoso le dijo que una de las

que formaba el grupo era sor Blanca Alicia

Maryknoll, hermana de la Orden del Desorden,

pero que luego de la insurrección de las

urnas le había perdido la pista. Ella formó

parte del grupo que se constituyó en la masa

crítica electoral porque –dijo, el interrogado-

era una de las pocas personas que no estaban

sordas y podían oír el clamor del pueblo

subiendo hasta el cielo. La torturadora

informó de inmediato a su jefe, un tipo con

cara desagradable, pelo grasoso y alma perversa

que estaba dispuesto a hacer cualquier

cosa con tal de seguir en el poder.

La mujer le preguntó si tenía alguna foto

de la monja. ¡Claro que no, esa es una pregunta

estúpida! -respondió, y luego añadió:

eso hubiera violado el principal código de la

clandestinidad: ser invisible. La mujer sacó

la 38 y la puso en la frente del individuo para

que no olvidara que en ese lugar no se puede

mentir. Pero la respuesta no cambió de

rumbo. ¿Para qué quieren investigar un crimen

que no lo es y del que, si lo fuera, no

tienen pruebas, ni arma del delito? Lo único

que tienen es el cuerpo de la víctima y eso

no les sirve de nada, dijo, el torturado, asumiendo

el papel de interrogador. La mujer

no respondió.

Más tarde llegaron a la conclusión de que

no había forma de dar con los culpables del

atentado democrático a la democracia y que

no había forma de vincular a alguien en especial

con el subversivo y abusivo voto contra

la corrupción. Sin embargo, la misión era

encontrar la relación como fuese, así tuvieran

que inventar las pruebas, tal como se hacía

en los años de la dictadura militar. En ese

momento sonó el teléfono. La conversación

fue breve. O nos das una foto o hasta aquí

llega tu vida, son órdenes de arriba, dijo, la

mujer, al nomás colgar. A pesar de continuar

con el interrogatorio y los golpes, la mujer

no pudo establecer una relación entre el interrogado,

la monja y el atentado, por lo que

la investigación entró en un punto muerto.

La torturadora -cabizbaja- salió de la espontánea

sala de interrogatorio y se dirigió

a desayunar en un café cercano; luego recorrió

la ciudad para matar el tiempo y pensar

qué hacer para acatar las órdenes del que le

habló por teléfono; al cruzar la avenida Juan

Pablo se percató de que la estaban siguiendo,

no uno ni dos, ni tres hombres, sino una

efervescente multitud que crecía a cada paso

eran los invisibles cómplices del interrogado,

eran los indignados. Fingiendo calma siguió

caminando hacia la Plaza Libertad y se

sentó en una de sus bancas para ordenar las

ideas y aligerar los temores, ya que no es lo

mismo estar del otro lado.

En eso estaba cuando ochenta y cuatro

decretado por los corruptos, pasaron bramando

a su lado... y el pánico se tomó por

asalto su pecho y sus manos.

Entre tanto, una multitud de sordos sanados

deambulaban por la calle y se fueron a

aglutinar al parque. La mujer le preguntó a

uno de ellos si había oído las sirenas y este le

respondió que oyó perfectamente cada una

de las ochenta y cuatro sirenas, pero que sabía

que no llegarían a tiempo al hospital porque

el complot era multitudinario e irreversible

en todos sus colores. Y entonces todo

pareció entrar en una calma abismal nunca

antes vista... Al menos eso quería creer

la gente.

Sin que lo dejaran en libertad, el interrogado

quedó libre...

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!