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Edicion 12 de febrero 2020

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Opinión

14 Miércoles 12 de febrero de 2020 Diario Co Latino

Sociología y otros Demonios (990)

La sociología en los tiempos de la cólera (1)

Presidente:

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Coordinadora de Prensa:

Coordinador de Fotografía:

René Martínez Pineda

Sociólogo, UES

Publicación de la Sociedad Cooperativa de Empleados de Diario

Co Latino de R. L.

23 Avenida Sur No. 225 San Salvador

www.diariocolatino.com, facebook.com/diariocolatinoderl

@DiarioColatino

Nelson López

Francisco Elías Valencia

Antonio Valencia Fajardo

Gabriela Castellón Fajardo

Patricia Meza

Guillermo Martínez

Teléfonos: 2222-1009, 2271-0671, 2271,0971 Fax: 2271-0822

128 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD

El Salvador es -fuera bromas- uno de los

laboratorios más especializados para

construir teoría sociológica, debido a

que, en estas latitudes más que en muchas

otras, las ideas se van adecuando y readecuando

sin perder su línea originaria

dejando lecciones de pertinencia

histórica. La sociología crítica enseña

–y enseña bien- que las grandes

teorías que tratan de comprendertransformar

el mundo para instaurar la

justicia social, son pertinentes solo cuando

las readecuamos diariamente desde la práctica

con compromiso social, lo que epistemológicamente

implica que todos los momentos

son revolucionarios o, en el peor de los casos,

son pre-revolucionarios. Ahora bien, el principal

problema de la mayoría de los sociólogos

que, de palabra, se adhieren a ese enfoque, es

que no son ni críticos ni militantes de nada,

razón por la cual esos momentos revolucionarios

no son vistos, aprovechados o potenciados;

entonces, en lugar de ser los constructores

de la historia somos sus devotos sufridores, y

pasamos de estar: “bien jodidos pero contentos”

a estar “bien contentos de estar jodidos”.

die

y menos a los que, por contextos heredados,

tuvimos una formación marxista que, entre

miedos y corajes, nos hizo comprender que

no se podía “marxizar” el mundo, entendiendo

ese irreverente verbo como: el delirio fogoso de

creer que a Marx hay que seguirlo al estricto pie

to

en lo que respecta a los sujetos revolucionarios

como a la mutación y ampliación constante

de los instrumentos y las formas de explotación

del capital) y que el mundo sigue siendo idéntico

al que describió –con genialidad, compromiso

y valentía- cuando estaba inmerso en la hojarasca,

fabril y febril, de la Comuna de Paris.

Y es que, al no actualizar las grandes teorías

de la transformación revolucionaria del mundo,

nos convertimos en cómplices gratuitos del ocultamiento

de las formas de opresión, explotación,

discriminación y exclusión que el capitalismo

va abriendo y que nos llevan a

hablar de desigualdad social como una

realidad más lapidaria que la de la pobreza,

porque eso nos minimiza y ridiculiza

como ciudadanos y porque muchas

veces no se es consciente de ella;

por tanto, no se puede distinguir el pa-

la revolución de la castración; el héroe del canalla;

y una pupusa de queso de una revuelta popular.

Esa inconsciencia y esa ausencia en la realidad

que somete, explica por qué las personas

no se sienten indignadas con nada ni con nadie,

aunque tengan más de mil motivos para estarlo,

y aunque manejen, de forma aceptable, los conceptos

sociológicos básicos.

Y es que no olvidemos que la sociología no es

una diosa unigénita, debido a que la realidad es

un constructo cultural multicolor (con territoria-

solo se puede ver desde la cotidianidad, ese lugar

íntimo en el que: el fútbol es una religión sin

ateos; la madre es la diosa invencible e intocable;

las pupusas son más mágicas que los peces del

maná divino; Judas Iscariote es el confesor de los

políticos; y la casa de empeño es el burdel más visitado.

El saber político y sociológico que denuncian

a la injusticia -e incluso el sentido común

que deambula con la próstata rota pregonando

sus “cachadas”- tienen un origen y lógica distinta

al saber económico que la produce y reproduce,

y todos esos saberes tienen, como diría Raúl Azcúnaga,

mapas estéticos y fonéticos distintos en

lectivo.

En tal sentido, la sociología necesita de

otras epistemologías audaces que, por concretas,

tengan racionalidades amplias, inclusivas y mundanas

para reinventar -a diario- la teoría crítica de

acuerdo a las necesidades de hoy para moverse

entre el conocimiento y la ignorancia, así como

se mueve entre pasado y futuro como tiempo-espacios

que se necesitan.

En el modelo de pensamiento que nos juzga y

sojuzga desde hace más de dos mil años (dicotómico

por excelencia), se pueden distinguir al menos

tres propuestas epistemológicas que se extienden

hasta lo político: arreglar, romper o ignorar.

Y es que la tensión política es también tensión

epistemológica, tensión que se traduce en el

surgir de las Lady Macbeth de la Sociología y los

Dr. Jekill y Mister Hide de las otras Ciencias Sociales

que no son leales a la fuente única de conocimiento:

la realidad. Epistemológicamente,

de la validez inamovible e inalterable del caos, en

tanto que considera que lo único válido es la ignorancia

colectiva para aceptar vivir en una realidad

incontrolada e incontrolable y aceptar que

el saber, como sinónimo de orden, es privilegio

de una élite política (los políticos de rancia estirpe)

e intelectual (los conferencistas de lo mismo,

pero con títulos encumbrados) cuyos miembros

no necesariamente están emparentadas ideológicamente.

Por otro lado, tenemos el surgimiento de otro

tipo de conocimiento sociológico (el que rompe

y el que libera, tanto a la teoría como a la sociedad)

cuyo punto de partida (lo fundacional) es la

eterna dictadura de la pobreza que se funda en

la existencia de clases sociales que promueven el

hecho económico de que los otros no son igua-

son muchos) para hacerles perder su esencia humana.

Si ese es el punto de partida, el punto de

llegada es la formación de una autonomía axiológica

solidaria, que en el ámbito político se expresa

en el surgimiento de las pre-izquierdas (como

se pudo ver, en el caso salvadoreño, en 1944, los

años 70 y a partir de 2017); y en el ámbito teó-

gía

crítica.

No obstante, en esta lucha por la correlación

de fuerzas entre tres propuestas epistemológicas

hay que reconocer que el conocimiento que privilegia

el arreglar o el ignorar ha dominado a sus

anchas el mundo académico, hasta el punto de

a través de conceptos impersonales e inocuos

(globalización, por ejemplo) y de falacias históricas

como: la revolución solo tiene un camino

y una única vanguardia; la corrupción es un mal

necesario que no se puede remediar; la solidaridad

y amplias alianzas en el pueblo es una forma

de caos que es necesario controlar o eliminar.

Con el dominio total de esas falacias, el descompromiso

social se convirtió en sinónimo de orden

y la venta de la conciencia se convirtió en sinónimo

de progreso. Por tal razón, es necesario

y es urgente reinventar a diario el conocimiento

que rompe y libera para que podamos asumir la

conducción de la realidad como si estuviéramos

tomando en nuestras manos el timón de un barco

que va la deriva y cuyos tripulantes se están

acostumbrando a practicar el canibalismo consuetudinario

para poder sobrevivir sin remordimientos

ni castigos ejemplares.

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