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& arte

fotografía

Carlos Goldin, fotógrafo:

Capturar imágenes no es fotografiar

Entre el afán por las instantáneas que dio vuelta los hábitos de

ver y vivir en el siglo XX, y la compulsión de probarnos protagonistas

en cada espacio visitado, que cunde en el XXI, el autor postula

un término nuevo, acaso un arte bizarro: memografiar.

Hace exactamente 40 años Susan Sontag publicaba

su icónico libro Sobre la fotografía, (On Photography).

A propósito de este aniversario, me gustaría

reflexionar sobre la masificación actual de la

fotografía, situación a la que la autora ya hacía referencia

en 1977. Casi todas sus aseveraciones, adaptadas

a las nuevas realidades, tienen una vigencia

actual apreciable y se han incrementado con el paso

del tiempo.

Mucho ha cambiado en estos años: las sociedades,

los valores, las creencias y la tecnología. Ahora

hablamos de post-modernidad, de post-verdad.

El reconocido fotógrafo catalán Joan Fontcuberta

postula la post-fotografía: torrentes de imágenes

que invaden la vida diaria dándole más valor a la

rapidez de su fluir que a la calidad de su contenido

y de su estética.

La rapidez y el fluir de las imágenes no eran los

mismos cuando apareció el libro de Sontag, pero en

él ya se hacía mención a la «...compulsión a fotografiar...»,

a la adicción a un «consumismo estético»

generado por la necesidad de confirmar la realidad

y las experiencias a través de las fotografías.

Cuatro décadas atrás, los fabricantes de cámaras

aseguraban que para tomar fotos no hacía falta ningún

tipo de habilidades, que esos aparatos lo hacían

todo por nosotros. Hoy los fabricantes de celulares

nos garantizan lo mismo; al incorporarles cámaras,

no han hecho otra cosa que potenciar la captura y el

flujo permanente de imágenes, esta vez, destinadas

a las redes sociales.

Sontag nos hablaba del «flujo de imágenes indiscriminadas

de la televisión» y que cada una anulaba

a su predecesora, en oposición a las escenas fijas,

a «ese delgado elemento» que podíamos atesorar y

volver a mirar. Ahora, las que se anulan unas a otras

son las fotos, capturadas por millones de usuarios

envueltos en el frenesí de la marea digital, instantáneas

de corta revisión que pasan a ser parte del

magma visual contemporáneo. Según Fontcuberta,

“...invertimos mucho más tiempo y energía en tomar

fotos que en mirarlas”.

Es verdad, nos gusta capturar recuerdos de la

vida diaria y compartirlos, algo totalmente comprensible

y divertido. Especialmente cuando hacemos

turismo. Nuestros viajes no son creíbles si

no les mostramos a nuestros familiares y amigos

evidencias visibles de que consumimos y nos divertimos;

se torna más importante registrar y mostrar

que sentir y disfrutar el momento.

Antes la compulsión nos llevaba a interponer la

cámara entre nosotros y aquello que se volvía recuerdo

al apretar el obturador. El impulso actual es

colocarnos entre la cámara y la escena que se desea

preservar. Es una necesidad intoxicante y compulsiva,

es autoretratarse en cualquier lugar y circuns-

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