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AYESHA 8 INTERIOR A4.pdf-PDFA

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(1983-1993), encontraron un lugar

de enunciación que les permitió no

sólo llevar en alto la antorcha de las

poetas de las generaciones anteriores

sino además abrir un resquicio,

una hendija por la que lo femenino

se cuela, subrepticio, fugaz, casi imperceptible.

Esa es la “segunda voz”

que Genovese encuentra en las cinco

poetas analizadas, hoy todas consagradas:

Irene Gruss, Tamara Kamenszain,

Diana Bellessi, María del

Carmen Colombo y Mirta Rosenberg.

Mediante análisis certeros de

los textos publicados en el período

citado y con la necesaria apoyatura

teórica (sin apabullar ni aburrir con

excesiva jerga de la crítica literaria),

Genovese da cuenta de las distintas

inflexiones que toma esta “segunda

voz” en cada una de las poetas.

Antes de zambullirse en el análisis,

Genovese realiza una necesaria

puesta en tema definiendo conceptos

que campearán a lo largo del libro

como sujeto de enunciación, espacio

intertextual y definiendo, desde

luego, qué se entiende por primera

y segunda voz. Luego, la necesaria

cronología y genealogía, en tanto

estamos hablando de poetas de los

ochenta y principios de los noventa.

Genealogía de la que no podían

estar ausentes ni Alfonsina Storni

ni Alejandra Pizarnik, desde luego.

Recién entonces dedica un capítulo

para cada poeta analizada, en el que

[...] Storni y

Pizarnik ya se

habían instalado

como los únicos

lugares de

enunciación posibles

para la mujer que

quisiera escribir

poesía.

además del análisis con abundantes

citas de los poemas en los que se manifiesta

la segunda voz, al final presenta

una breve antología para que

el lector pueda seguir deleitándose

con las poetas de su preferencia.

Como dice al inicio, este libro

nació de un dato: “la emergencia, a

partir de la década del ochenta, de

textos producidos por poetas mujeres”.

No es, como podría pensarse,

que antes de ese momento no los

hubiera (que de hecho los había y

en abundancia) sino de que aquellas

poetas aún persistían en la efusión

lírica o sentimental/confesional, que

las poetas faro Storni y Pizarnik ya

se habían instalado como los únicos

lugares de enunciación posibles

para la mujer que quisiera escribir

poesía. Las poetas de los ochenta,

como bien señala Genovese, desafían

abiertamente esos lugares y se

alejan de esas sendas tan transitadas,

incluso en la actualidad.

Así, “los nuevos textos hablan

con una voz encubierta, una voz

en sordina, una doble voz”, una segunda

voz que es un “excedente” y

que toma derroteros muy disímiles:

en Gruss es la intertextualidad con

mundos masculinos como los de la

novela policial y de aventuras; en

Kamenszain, las actividades domésticas

se asimilan y equiparan con la

escritura; en Colombo se parodia y

refuncionaliza el discurso del tango

y la gauchesca; en Bellessi hay intertextualidad

con la literatura china y

con los discursos patriarcales fuertemente

normativos acerca de la sexualidad;

finalmente, en Rosenberg

la intertextualidad se da con otras

escritoras, especialmente anglosajonas,

con sinos trágicos o sumamente

desenfadadas para su época.

En la parte final, luego de las conclusiones,

Genovese recorre sucintamente

obras de otras poetas del

período en las que también podrían

hallarse huellas u otras manifestaciones

de esta segunda voz que puede

tomar diferentes visos, pero que

apuntan siempre hacia el desafío de

lo establecido y de lo que se supone

que ha de ser el discurso de una

mujer.

La hoguera de

los nombres

Por joseFina Fonseca

MAríA MAgdAlenA

Los nombres del padre (poesía).

Buenos Aires Poetry 2016.

“¿Qué es un padre?”, se pregunta

María Magdalena en Los nombres

del padre (Buenos Aires Poetry,

2016), un poemario que, como

el efecto de una piedra que cae en

el agua, dibuja círculos concéntricos

que se abren y se funden en la

resonancia de las respuestas. Unas

respuestas que se construyen entre

ceremonias y rituales, en el desvelo

de los cuerpos que la autora debió

velar para hacer nacer, como una

victoria, la palabra (“Todo sacrificio

conlleva una fiesta”, dice su epígrafe

citando a Freud, aunque los factores

se podrían alterar: ¿toda fiesta no

conlleva, también, algún sacrificio?).

Y una palabra que deja expuestos

los ecos que se proyectan cuando alguien

se atreve a nombrar al padre.

Porque sí: nombrar al padre también

es desatar una avalancha.

Los nombres del padre atravie-

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