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DOMINGO SÁBADO 25 19 DE JULIO DE DE <strong>2020</strong> THE NEW YORK TIMES INTERNATIONAL WEEKLY<br />

255<br />

Caen las<br />

estatuas,<br />

pero poco<br />

cambia<br />

EL MUNDO<br />

Viene de la página 1<br />

Se derribó la<br />

estatua de Vladimir<br />

Lenin en Kiev, en<br />

2013, pero no hizo<br />

nada para que<br />

Ucrania rindiera<br />

cuentas. El Kremlin<br />

ha erigido unas<br />

nuevas, en lugar<br />

de restaurar las<br />

derribadas. Mikhail<br />

Kalashnikov con<br />

una AK-47 (der.).<br />

levisión estatal rusa han reseñado<br />

mucho, en días recientes, informes<br />

sobre las estatuas, que están bajo<br />

ataque en EUA. Lamentan que<br />

Cristóbal Colón, generales confederados<br />

y otras figuras históricas<br />

hayan sido objeto de lo que es retratado,<br />

como vandalismo lleno de ira.<br />

Pero la consternación de Rusia<br />

también la sienten muchos intelectuales<br />

de mentalidad liberal, que<br />

han vivido los esfuerzos de su propio<br />

país por deshacerse de su pasado.<br />

“Librar la guerra contra hombres<br />

de bronce no hace que tu vida<br />

sea más moral o justa”, manifestó<br />

María Lipman, una periodista que<br />

vitoreó cuando Dzerzhinsky cayó.<br />

“En realidad no hace nada”.<br />

Las estatuas de Stalin, el dictador<br />

soviético que murió en 1953,<br />

desaparecieron en todo el imperio<br />

que él gobernó. Sin embargo, el tirano<br />

nunca ha sido más popular<br />

en Rusia que hoy. Una encuesta de<br />

opinión el año pasado reveló que<br />

una cifra récord, del 70 por ciento,<br />

pensaba que Stalin jugó un papel<br />

positivo en la historia rusa.<br />

“Borrar no funciona”, apuntó<br />

Nina Khrushcheva, experta rusa<br />

en The New School, en la ciudad de<br />

Nueva York, cuyo abuelo, el ex líder<br />

soviético Nikita Khrushchev, intentó<br />

romper el yugo del estalinismo,<br />

solo para ser destituido en un golpe<br />

del Kremlin en 1964.<br />

“Denunciar a Stalin fue el máximo<br />

logro de Khrushchev, pero retirarlo<br />

de todos los espacios públicos<br />

e intentar borrar esa historia fue un<br />

gran error”, afirmó. “Una vez que<br />

derribas al héroe de alguien solo incitas<br />

odio e impulsas los sentimientos<br />

a la clandestinidad”.<br />

Mikhail Y. Schneider, un activista<br />

a favor de la democracia, que<br />

lideró a los manifestantes en la<br />

sede de la KGB en agosto de 1991,<br />

comentó que atacar la estatua de<br />

Dzerzhinsky fue un “gran alivio<br />

emocional” que “nos ayudó a creer<br />

que vivíamos en un país diferente”,<br />

pero “no cambió nada”.<br />

Para un cambio real, señaló, eliminar<br />

los símbolos de la era soviética<br />

necesitaba estar acompañado<br />

de un programa que ponga los crímenes<br />

al descubierto, lleve a juicio<br />

a aquellos responsables y devuelva<br />

la propiedad confiscada.<br />

En algunas tierras liberadas por<br />

la caída del imperio de Moscú, la rápida<br />

eliminación de las estatuas tuvo<br />

un impacto poderoso. Tres diminutas<br />

naciones bálticas eliminaron<br />

rápidamente de las calles y parques<br />

a los héroes soviéticos, como parte<br />

SERGEY PONOMAREV PARA THE NEW YORK TIMES; ABAJO, MAXIM ZMEYEV/AGENCE FRANCE-PRESSE — GETTY IMAGES<br />

de un esfuerzo generalizado y sumamente<br />

exitoso para escapar de<br />

la sombra de Moscú.<br />

Ucrania ha demolido estatuas de<br />

Vladimir Lenin y otros monumentos,<br />

por considerarlos como símbolos<br />

de su anterior sometimiento a<br />

Moscú. Pero esto no hizo nada para<br />

que Ucrania fuese menos corrupta<br />

o que sus funcionarios rindieran<br />

más cuentas. En cambio, amplió las<br />

divisiones entre el oriente rusoparlante<br />

del país y el resto de Ucrania.<br />

Aleksei P. Kondaurov, un oficial<br />

retirado de la KGB, que trabajaba<br />

tarde en el Lubyanka, cuando los<br />

manifestantes se reunieron afuera<br />

en agosto de 1991 y comenzaron a<br />

atacar a Dzerzhinsky quedó horrorizado,<br />

cuando la grúa quitó a Dzerzhinsky<br />

de su pedestal. “Para mí<br />

eso fue un gran golpe psicológico.<br />

Puso fin a una etapa de mi vida”, recordó.<br />

Pero, añadió, “nunca pensé<br />

que esto fuera un nuevo inicio. Me<br />

di cuenta de que no saldría nada de<br />

esto”.<br />

Quitar las estatuas<br />

es simbólico, pero<br />

‘no hace nada’.<br />

Aunque ahora es crítico de Putin<br />

y de lo que ve como el constante<br />

retroceso de Rusia, Kondaurov denuncia<br />

el “vandalismo” del primer<br />

líder democráticamente electo de<br />

Rusia, el presidente Boris N. Yeltsin.<br />

“Putin es la continuación directa<br />

de Yeltsin”, dijo, lamentando<br />

que los gestos simbólicos se hayan<br />

convertido en un sustituto para el<br />

cambio concreto con vista al futuro.<br />

“Siempre miramos hacia atrás y<br />

las viejas ideas siguen volviendo”,<br />

afirmó. “Pero dejemos en paz a las<br />

estatuas. Son testigos de cada época<br />

y su historia. Hablen de ellas y<br />

discutan al respecto. Pero, ¿por qué<br />

derribarlas?”.<br />

Las calles quedan desiertas y reaparece la magia de El Cairo<br />

Por DECLAN WALSH<br />

EL CAIRO — Si alguna vez una<br />

ciudad necesitaba una buena desintoxicación,<br />

era El Cairo. Siglos<br />

de turbulenta historia, coronados<br />

por décadas recientes de desarrollo<br />

MISIVA<br />

urbano caótico, han<br />

dejado a la metrópoli<br />

antigua en mal<br />

estado físico: su rostro reseco y<br />

manchado; sus arterias obstruidas<br />

con el tráfico; signos graves de<br />

estrés.<br />

El coronavirus le hizo un favor.<br />

Tres meses de encierro, incluyendo<br />

un toque de queda nocturno de<br />

11 horas, impusieron una limpieza<br />

profunda y rejuvenecedora en<br />

El Cairo. Las avenidas, habitualmente<br />

asfixiadas con automóviles<br />

tocando la corneta, lucían vacías.<br />

El aire parecía resplandecer. El<br />

silencio inundaba las calles. En mi<br />

apartamento, mi familia se reunía<br />

en el balcón para presenciar las<br />

puestas de sol, con colores más<br />

intensos que nunca. Por supuesto,<br />

tuvo un precio impactante. Egipto<br />

Nada Rashwan contribuyó<br />

con información para este artículo.<br />

ha tenido más de 88.000 casos<br />

conocidos de coronavirus y más de<br />

4.350 muertes. Millones de trabajadores<br />

han perdido sus ingresos.<br />

A finales de junio, el gobierno<br />

anunció que permitiría la reapertura<br />

de mezquitas, restaurantes y<br />

cafés. En la última noche del toque<br />

de queda, salí presuroso a las calles<br />

para capturar sus delicados<br />

La calma provoca<br />

un sentido temporal<br />

de embelesamiento.<br />

placeres por última vez. Pero cientos<br />

de egipcios tuvieron la misma<br />

idea. Se amontonaron al anochecer<br />

en un puente, observando el<br />

escuadrón de cometas, que revoloteaba<br />

en la brisa que corría por el<br />

Nilo. Los hombres jóvenes tiraban<br />

de las cuerdas. Las mujeres con velo<br />

perseguían a las parejas de novios,<br />

intentando venderles rosas.<br />

Era un momento extraño, entre<br />

serenidad y ansiedad, cuando el<br />

pulso frenético de su ciudad se había<br />

frenado por un virus. Conversé<br />

con dos hermanos, que mantenían<br />

en alto una cometa gigante, adornada<br />

con sus fotos y de la estrella<br />

del fútbol Mohamed Salah.<br />

Cerca de allí, Samiha Meneim,<br />

de 62 años, sentada en una silla de<br />

plástico, estaba rodeada por 15 parientes<br />

y platos de koshary, el plato<br />

nacional de lentejas condimentadas,<br />

arroz y macarrones. “Teníamos<br />

que salir”, afirmó Meneim,<br />

enfermera jubilada que continuó<br />

el tratamiento para el cáncer de<br />

mama durante el confinamiento.<br />

Consideraba al virus como un<br />

mensaje de Dios, diciendo: “Él<br />

quiere que veamos la vida de diferente<br />

manera”.<br />

Crucé hacia el centro de El Cairo,<br />

un revoltijo de palacios antiguos<br />

y escaparates llamativos. Los<br />

animales callejeros estaban a cargo.<br />

El Cine Metro, con su fachada<br />

Art Decó cubierta de polvo, fue<br />

inaugurado en 1940 con “Lo que<br />

el viento se llevó”. Ahora tenía el<br />

aire escalofriante de un set de cine<br />

abandonado.<br />

A finales del siglo XIX, Khedive<br />

Ismail, el mandatario de Egipto,<br />

tomó como modelo para esta área,<br />

la elegancia espaciosa del París de<br />

Haussmann, pero durante décadas,<br />

los edificios han sufrido un deterioro<br />

gradual. Ahora, en la desolación<br />

del toque de queda, parecían<br />

erguirse orgullosos de nuevo, al<br />

igual que las estatuas que bordean<br />

el camino. Los gigantescos leones<br />

de bronce que vigilan el Qasr el<br />

Nil, el puente más espectacular de<br />

la urbe, lucían más relajados que<br />

nunca. Al día siguiente, caminé<br />

NARIMAN EL-MOFTY/ASSOCIATED PRESS<br />

La<br />

cuarentena<br />

para<br />

combatir al<br />

coronavirus<br />

transforma,<br />

brevemente,<br />

a la caótica<br />

capital<br />

de Egipto.<br />

por la misma ruta. El sentido de<br />

la magia se había evaporado. Los<br />

policías patrullaban el puente<br />

donde habían volado las cometas.<br />

El ruido familiar del tráfico rugía<br />

en el centro, donde algunos restaurantes<br />

habían abierto. Pero otros<br />

seguían cerrados, y se hablaba de<br />

que algunas restricciones podrían<br />

volverse permanentes.<br />

Por ahora, lo cierto es que muchos<br />

ciudadanos se quedan en<br />

casa, atrapados entre el deseo de<br />

volver a la normalidad y el temor a<br />

lo que podría venir después, igual<br />

que en cualquier otro lugar.

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