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VERBA: CREACIÓN LITERARIA
Jorge perdió el lanzamiento y un poco desganado empezó a buscar por todas partes para elegir donde
comenzar a cavar. Vio de pronto un montón de hongos rojos con puntos blancos, todos creciendo juntos
en el mismo lugar. Aquello suscitó en él un entusiasmo infantil que le hizo correr a cavar en el lugar como
si las setas le indicasen con su presencia la posibilidad de encontrar algo extraño bajo tierra.
-Le voy a guardar unas pocas setas a la bruja, con un poco de suerte serán venenosas jajaja – dijo mientras
metía en una de las pequeñas bolsas una muestra de tierra de la superficie.
Al tocar la tierra con sus manos sintió un escalofrío por todo el cuerpo, de pronto comenzó a tener
miedo y se levantó de golpe.
-Tengo frío, ¡aquí hace más frio que en todo el bosque! – le gritó a Armin.
-iJajajal, ay sí, ay si, estás encima de un lugar maldito o hay un fantasma justo donde estás cavando – le
dijo Armin ridiculizando a su amigo.
Jorge por hacerse el valiente siguió cavando y juntando la tierra en bolsitas diferentes cada cinco
centímetros de profundidad. Entretanto, Armin exploraba el paisaje y jugaba al fútbol con una piedra.
-¡Mira! – gritó Jorge cuando llevaba unos minutos cavando. Armin fue corriendo a ver lo que Jorge le mostraba
con tanta exaltación, una muñeca pelirroja de unos treinta centímetros. Al mirarla sintió que un escalofrío
le recorría médula y que el asco se anudaba en su cuello como una larga escolopendra llena de
punzantes y grotescas patas.
- ¡Aaaaaggh, suelta eso! – exclamó Armin con una mezcla de terror y asco mientras se apartaba de aquella
repulsiva muñeca tuerta que Jorge sostenía en su mano.
Jorge que parecía confundido miró de nuevo a la muñeca y la soltó horrorizado al ver lo mismo que
Armin: gusanos, enormes gusanos blancos. Se contorsionaban dentro de la cabeza de goma de la muñeca,
se agitaban como poseídos y comenzaron a sacar sus pequeñas cabezas por la cavidad en que alguna vez
estuvo el ojo faltante de esa muñeca pelirroja cubierta por una ropa que misteriosamente conservaba su
blancura casi intacta…
-Pero si cuando la desenterré estaba bien, era preciosa y parecía sonreírme.
El único ojo que le quedaba a la muñeca era inquietante: grande pero con la parte blanca pintada
de negro y con un iris pequeño e intensamente rojo en el cual había una diminuta y demoníaca pupila.
¿Qué clase de enfermo mental habría escondido una muñeca tuerta bajo tierra? ¿Por qué los gusanos se
aglomeraban en la cabeza de la muñeca? ¿Sería verdad lo del frío que mencionó Jorge?
Ambos chicos, realmente asustados, salieron corriendo del lugar, sintiendo como la mirada del único
ojo de esa muñeca se les clavaba en la espalda. Únicamente pararon un par de veces, veces en las que
Jorge se detuvo a vomitar, cosa normal si pensamos que tuvo en sus manos cientos de gusanos sin darse
cuenta. Pero al llegar a casa a Jorge parecía que no le abandonaban las náuseas, seguía vomitando y su
cara tornó a un tono amarillento pálido.
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