Edicion 03 de febrero de 2021
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Diario Co Latino
Opinión
Miércoles
3 de febrero de 2021 15
En El Salvador, Attila se escribe
con N(ayib)
(Yo soy Attila, el azote de Dios)
Carlos Ernesto García
Para quienes vivimos la década
de los 70, y los 80 en El Salvador,
lo sucedido el pasado domingo
por la tarde en San Salvador,
solo hizo que revivir momentos que
parecían ya superados, pero... por
desgracia, el fascismo, es un germen
que está entre nosotros, y que solo
necesita las condiciones necesarias
para reactivarse, y ser tan letal como
siempre.
De lo que sí podemos estar convencidos
es de que con esta acción criminal,
al más puro estilo escuadronero,
se ha cruzado una línea roja, y ahora,
la pelota está en el tejado de todo un
pueblo que, respetuoso de los principios
democráticos, y creyente en la
justicia, tiene la obligación moral de
dar una respuesta contundente que
haga temblar los cimientos del partido
Nuevas Ideas que, con su marcado
espíritu revanchista, fomenta un
directa o indirectamente, responsable
de que ese día se apretaran los gatillos
víctimas de una brigada de militantes
del FMLN, conformada por una mujer,
que resultó asesinada, y tres hombres,
de los que uno perdió la vida,
mientras los otros dos resultaban gravemente
heridos.
Señalar culpables con el índice,
cuando se llevan las manos manchadas
de sangre, es el colmo de la desfachatez.
Y si quien lo hace es, además,
el mismo que ha propiciado el clima
de violencia idóneo para perpetrar dicho
crimen, eso le convierte, automáticamente,
en el principal autor intelectual,
y al que por ende, la justicia debería
de llevar ante los tribunales.
La pregunta que subyace ahora, y
que posiblemente esté en la mente de
muchos, es qué rédito pensaban obtener
al dar semejante orden de ejecutar
la acción. En lo personal, lo primero
que se me ocurre es, la de sembrar
el miedo entre la ciudadanía, a través
de un acto terrorista; lo segundo es, la
de intentar desprestigiar, una vez más,
al FMLN, haciendo creer ante la opinión
pública, de manera maquiavélica,
que se trata de un auto-ataque con el
elecciones municipales, algo del todo
descabellado, y absurdo, que solo tiene
lugar en los que estén predispuestos
a creer cualquier cosa, por absurda
que sea; y en tercer lugar, advertir al
FMLN de hasta dónde son capaces de
llegar con tal de golpear a sus enemigos
políticos. Una de tres, dos de tres,
o las tres. Aunque agregaría, que todas
las posibilidades tienen cabida en la visión
pobre, como miope, de un personaje
que, como Nayib Bukele, está más
que dispuesto a encubrir a fanáticos
gatilleros, o sicarios, con tal de mantener
su poder, y alcanzar sus objetivos.
Un líder político como él, que con facilidad
ha pasado del insulto, de la calumnia
y de la persecución política de
sus oponentes, a las acciones de intimidación
por medio de la violencia criminal,
solo es merecedor del mayor de los
desprecios.
Los hechos terroristas del pasado
domingo, se convierten a partir de éste
momento, en una especie de espada
de Democles, o lo que es lo mismo, en
una amenaza persistente de un peligro
para la ciudadanía salvadoreña. Sin embargo,
para bien de todos, es imprescindible
tener la claridad necesaria de que
aún se está a tiempo para que la presente
situación no derive en una imparable
escalada de violencia, que devuelva
a un pasado que nadie desea, y en el
que imperó el miedo, la incertidumbre,
y la injusticia; un lujo que no se puede,
ni debe, permitir el pueblo salvadoreño.
Corresponde por tanto a las organizaciones
en defensa de los derechos humanos,
así como a los líderes políticos y
religiosos, buscar alternativas para frenar
cualquier posible ola de crímenes
que se estuvieran planeando por parte
de los que se crean intocables.
El presidente Nayib Bukele debe de
entrar en razón, de una vez por todas,
que no puede pretender manejar El Salvador
como si se tratase de una de sus
empresas privadas, en donde el encargado
de personal, por poner un ejem-
su jefe de seguridad el Ministro de Defensa,
y su consejo de administración,
estuviera conformado por los distintos
ministros de Gobierno.
La mentira, el despotismo, la prepotencia,
la vanidad, el autoritarismo, la
cobardía, la sedición, la codicia, la traición,
la intolerancia y la desmedida ambición,
son solo algunos de los rasgos
que podría uno señalar como parte de
psicopática del populista Nayib Bukele;
eso sin contar con su malintencionado
ninguneo a la memoria de un pueblo
que por encima de todo, es merecedor
de una paz duradera, y la construcción
de un futuro digno.