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Rock Bottom Magazine Número 10

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padre, y al mismo tiempo mantuviera su

apellido artístico. Como Todd Haynes

supo plasmar en la película experimental

“I´m not there”, no existe un sólo Bob

Dylan. Hay muchos, decenas, y todos

son inventados, fingidos, o como mínimo

incompletos para definirle.

Hay quien dice que existe un Dylan

escritor de canciones y un Dylan escritor

de libros. La verdad es que sólo ha

escrito dos libros, y en el primer caso,

“Tarántula”, se asemeja bastante a sus

canciones de los sesenta, influenciado

por la poesía beat de Allen Gingsberg.

En 2004 publicó el primer volumen de su

particular autobiografía, “Crónicas”, que

en vez de realizar un recorrido lineal por

su trayectoria, se fija en tres momentos

decisivos de su carrera. Una vez más

Dylan se salía del camino marcado,

descolocando a todos sus seguidores.

Quince años después el mundo sigue

esperando su continuación.

Sin obviar su versatilidad, lo que mejor

define a Bob Dylan es el directo. Como

dijo una vez el promotor catalán Gay

Mercader parafraseando a Keith

Richards, Dylan está enganchado a la

línea blanca. No se refería a la cocaína,

por supuesto, si no a la de la carretera.

Por eso vive en el interior de un moderno

autocar cuando está de gira. Por eso a

veces no importa el lugar, ni el local, ni el

país. En España entre otras ciudades toca

en Fuengirola, Gijón o Barakaldo, alejado

de grandes urbes y recintos. Lo que

importa es seguir en marcha, continuar

esa vida nómada del poeta vagabundo

que aparece en sus canciones, mantener

el espíritu de la Rolling Thunder Revue.

inéditas pertenecientes a una etapa de

su carrera. En 2017 publicó la n º 13

“Trouble no more” dedicada a su época

cristiana en directo, y el año pasado

la nº 14 “More blood, more tracks”, con

Hay que asumir que algún día no estará, por lo

que si toca cerca de tu ciudad tienes que ir a

verlo. No importa si va vestido de predicador de

película del Oeste, si se oculta detrás de una

pianola, si toca versiones extrañísimas de sus propios clásicos o

canciones que cantaba Frank Sinatra antes de que tú nacieras.

material de las sesiones de grabación

de “Blood on the tracks”. Es tanto el

material ofrecido y tan alta su calidad,

que uno puede vivir semanas dentro de

esas grabaciones. Y todo ello sin bajar su

propia producción discográfica, ya que en

2017 editó su ¡triple! disco de standards

norteamericanos, “Triplicate”, que cierra

la trilogía empezada con “Shadows in the

night” y “Fallen angels”.

Bob Dylan es inmortal. Cuando el bardo

de Duluth cumplió cincuenta años, Bono

de U2 escribió una lista con las cincuenta

razones por las que amaba a Robert

Zimmerman y entre ellas, repetida hasta

tres veces, estaba la que afirmaba que

no estaba muerto. De aquello hace casi

treinta años, y aún sigue muy vivo. Pero

hay que asumir que algún día no estará,

por lo que si toca cerca de tu ciudad tienes

que ir a verlo. No importa si va vestido

de predicador de película del Oeste, si

se oculta detrás de una pianola, si toca

versiones extrañísimas de sus propios

clásicos o canciones que cantaba Frank

Sinatra antes de que tú nacieras. Perder

la ocasión de volver a ver a Bob Dylan

es perder la oportunidad de presenciar a

una de las últimas y más grandes figuras

del Siglo XX.

Bob Dylan es universal. En la pasada

Semana Santa de Sevilla pudimos oír la

marcha “Sabed que vendrá” que Antonio

López Escalante y Juan José Vieyte

adaptaron de su clásico “Blowin in the

wind”. Da la casualidad que Dylan se

basó en el espiritual negro “No more

auction block”, por lo que de algún modo

ya estaba predestinado para hablar de

Dios. Podríamos escribir un libro sobre

las versiones que se han hecho de

canciones de Bob y sobre la segunda

vida que cobran en manos de otros.

Bob Dylan es inagotable, incluso con

un legado que tira de espaldas. Para

algunos críticos las únicas novedades

que importan son sus maravillosas

Bootleg series, que no parecen tener

fin. Prácticamente cada año tenemos

una nueva ración de obras maestras

Foto de Daniel Kramer

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