crónicasgc. oct-nov 2021

HAY UN LUGAR
EN EL FIN DEL
MUNDO LLAMADO
HOTEL
PUNTAGRANDE
Hay un lugar en el fin del mundo
llamado Hotel Puntagrande. Allí, en
el Valle del Golfo, donde los libros
de historia marcan los confines de
la tierra y el antiguo meridiano, se
encuentra uno de los edificios más
emblemáticos y con encanto de la isla
de El Hierro.
Todavía recuerdo cuando crucé la
puerta de madera que te da la bienvenida
a este lugar; allí, la recepción
ya te indica que estás en un lugar
especial, ni más ni menos que en el
Hotel más pequeño del mundo tal
y como recoge el Libro Guinnes de
los Récords. Y es que, más allá de su
tamaño, te ofrece todos los servicios
propios de un establecimiento hotelero.
Una vez dentro, también te sorprendes
de lo bien aprovechados que están
sus espacios; la planta baja del Hotel,
convertida a su vez en comedor, es
un lugar decorado con encanto y muy
acogedor. Un lugar preparado para
recibir a huéspedes y comensales,
donde la buena cocina y la apuesta
por el producto local protagonizan
una carta exclusiva digna de ser degustada.
Cocina 5 estrellas para un
lugar, único.
Antes de sentarnos a cenar pudimos
disfrutar de una maravillosa
puesta de sol que todavía retengo en
mi retina, también de ese sonido del
mar Atlántico golpeando las paredes
de este barco de piedra que emerge
en un rincón privilegiado. Sin duda,
la antesala de una velada inolvidable.
Y es que uno de los principales ingredientes
de la cena, fue el relato
con el que Davide Nahmias, su propietario,
amenizó la noche. Me encantó
escuchar - a través de su maestría
con la palabra y unas fotos de la
época- como relataba la historia de
este Hotel, un antiguo almacén de recepción
de mercancías construido en
1884 que a él y a su familia les cautivó
y por el que apostaron en el 2018 para
convertirlo en el lugar exclusivo que
es en la actualidad.
Pero esa historia del Puntagrande
también la ha construido Davide
con una exposición que cuelga de sus
paredes como catalejos, un telégrafo
marino, redes, cabos, lámparas de
embarcaciones y un sinfín de objetos
que convierten cada rincón en una
colección marítima única en Canarias,
tal y como él mismo indica.
Me sorprendieron especialmente
las innumerables placas de barcos
jubilados, convertidos en pecios o
desguazados, que tiempo atrás recalaron
en aguas canarias y que hoy él
ha sumado a esta muestra mediante
una concienzuda búsqueda a través
de coleccionistas o en compras de subastas.
Por cierto, hay un rincón del