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G. Bueno – Materia

contiene en su ámbito a las cerezas, peras y manzanas.» Por nuestra parte consideramos

inadecuado atribuir el formato de los conceptos unívocos a la idea de materia, como si

tal idea pudiera ser construida por generalización inductiva de los diferentes contenidos

materiales específicos o, sencillamente, como si fuese posible presentar una definición

conspectiva de materia, global y previa a todas sus especificaciones. Los intentos en

esta dirección sólo han podido llevarse a cabo acogiéndose a definiciones de materia tan

vagas que sus fórmulas podrían ser aceptadas tanto por los materialistas como por los

espiritualistas radicales. Tal ocurre con dos famosas definiciones generalísimas de la

materia, de las cuales una tiene un sentido más bien epistemológico mientras que la

segunda tiene un sentido más bien ontológico. Dice la primera: «Materia es lo que

impresiona nuestros sentidos» -a esta definición se aproximan las que hemos citado de

E. Ferrière o la de E. Mach. La segunda definición dice: «Materia es la realidad de los

entes que existen más allá de nuestro pensamiento» -a esta definición se aproxima la de

Lenin (Materialismo y empiriocriticismo, V, 2/1909) o la de R. Havemann (Dialectik

ohne Dogma?, 1964, 3). La primera definición de materia es insuficiente, porque pide el

principio, suponiendo que lo que impresiona a los sentidos es material (en contra de la

tesis de Berkeley, y sin tener en cuenta la «materia inteligible»). La segunda definición

es inaceptable, porque también puede ser aplicada por un espiritualista a los entes que

no son materiales (el Dios de Aristóteles o de Santo Tomás es postulado como realidad

extramental, pero inmaterial); [23] además esta definición sugiere que la subjetividad no

es material.

Si queremos ser respetuosos con la diversidad de acepciones o usos del

término materia en filosofía y, a la vez, alcanzar una idea capaz de anudar tal diversidad

de un modo interno, será necesario atribuir a esta idea un formato no unívoco. Y será

preciso también renunciar a la pretensión de ofrecer una definición global de la idea de

algún modo previa a todas sus ulteriores especificaciones. Tampoco el concepto de

número puede ser expuesto en una definición conspectiva global: es preciso comenzar

por los números naturales y, gradualmente, ir rebasando el campo inicial hasta alcanzar

el campo de los números complejos, que envuelve a los precedentes, pero no ya como

un género abstracto (o negativo) sino como un género combinatorio.

3. Como punto de partida para el «levantamiento del plano» de la idea de materia

ensayaremos el contexto tecnológico, que desempeñará, respecto de la idea de materia,

el papel similar al que desempeñan los números enteros respecto de la idea general de

número. El contexto tecnológico tiene, además, el privilegio de hacerse presente tanto

en las realidades mundanas precientíficas que están siendo sometidas a un tratamiento

operatorio (racional) como en las realidades delimitadas por las ciencias. Tan racional

puede ser el sistema de útiles o herramientas preparadas por un agricultor neolítico

como el sistema de entrada y salida de señales de una computadora.

La idea de materia que se nos da en su primera determinación tecnológica es la

idea de materia determinada (arcilla, cobre o estaño, madera... arrabio). Una materia

determinada precisamente por el círculo o sistema de operaciones que pueden

transformarla y, en principio, retransformarla mediante las correspondientes operaciones

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Pentalfa Ediciones, Oviedo, 1990. http://filosofia.org/mat/mm1990a.htm (06/01/16)

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