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8 Martes 28 de diciembre de 2021
Opinión
Diario Co Latino
Viene 2022: 30 años de la firma de los acuerdos de paz
Licenciada Norma Guevara de Ramirios
Las fiestas de Navidad, a
pesar de las dificultades
que cada familia,
que cada persona esté pasando,
son un tiempo para la reflexión,
para proyectar esperanza
y buenos deseos, para mirar
el pasado y valorar el futuro.
¿Por qué a las puertas de llegar al 30
aniversario de la firma de los acuerdos
de paz, tenemos presos políticos? ¿Por
qué se desdibujó el estado de derecho?
¿Por qué se viola la Constitución? ¿Por
qué los retrocesos en derechos sociales
y en los índices de desarrollo humano?
Si este es el estado de cosas hoy,
cómo esperar que la frase más repetida
cada año, para expresarle a nuestra
familia y amigos el deseo de un “prospero
año nuevo”, se torna esta vez en
algo con poco fundamento para la mayoría
de salvadoreños.
Aun así es real el sentimiento de querer
que lo que ocurra en el año 2022
sea mejor.
Qué la humanidad sobreviva a los
rebrotes del Covid-19, y que cada persona
afectada pueda recuperar su salud;
que las tensiones entre naciones,
especialmente las amenazas de usar la
Presidente:
Nelson López
Director General:
Francisco Elías Valencia
Jefa de Información:
Gabriela Castellón Fajardo
Coordinadora de Prensa: Patricia Meza
Teléfonos: 2222-1009, 2271-0671, 2271,0971 Fax: 2271-0822
131 AÑOS INFORMÁNDOTE CON CREDIBILIDAD
fuerza de las armas entre las potencias
sea disminuida; que avance la integración
y cooperación entre países de
nuestra América.
Que los pueblos hermanos de
Chile, Perú, Nicaragua, Bolivia,
Honduras, en los que las fuerzas
de izquierda y progresistas
obtuvieron victorias electorales
en 2021, ojalá desarrollen políticas
que beneficien a las mayorías y, donde
nos toca enfrentar regímenes neoliberales,
dictaduras, tengamos la fortaleza
para crear alternativas encaminadas
al logro de justicia social y democracia.
En nuestra querida patria el gobierno
que tenemos niega la historia para implantar
una nueva narrativa, en la que
se pinta el presente como una maravilla
por el solo hecho de tener a quien tenemos
de presidente; sin embargo, esa pretensión
solo puede ser lograda si el pueblo
olvida su propia historia y su realidad.
No debemos olvidar que el 16 de enero
de 1992, en el palacio de Chapultepec,
México, se firmaron los Acuerdos
de Paz, algo muy deseado por el pueblo
salvadoreño para poner fin al conflicto
armado que vivimos a lo largo de 12
años y a la dictadura militar que padecimos
por 60 años.
Esos acuerdos representan la mayor
reforma política del país, abrieron paso
a la construcción de democracia, a reconocer
el imperativo del Estado de respetar
los derechos humanos, y trabajar
por la reconciliación entre salvadoreños.
La Constitución vigente, reformada
en virtud de esos acuerdos, es la que
le da base a la tan anhelada aspiración
de tener un sistema de justicia independiente,
para ello se consignó la independencia
judicial, la obligación de capacitar
a los jueces y dotarlos de seguridad
económica estableciendo el mínimo del
6% de los ingresos tributarios en el presupuesto
de cada año, para evitar que
esa independencia se viera amenazada
por el poder del órgano ejecutivo, que
elabora y administra el presupuesto.
En esos acuerdos se estableció la apoliticidad
de la fuerza armada y se creó,
con el mismo sentido, la nueva policía
(PNC), separada de las estructuras militares;
igualmente se creó para garantía
de la democracia a un Tribunal Supremo
Electoral.
Como podemos ver ahora, aunque sigue
vigente nuestra Carta Magna, el presidente
de la república y su grupo gobernante,
han pisoteado estas instituciones,
estos mecanismos de separación
de los órganos de gobierno.
El efecto social de tan vulgar atropello
institucional es grave, pues debido a
ello reina la arbitrariedad y se despoja a
la ciudadanía de las garantías para ejercer
sus derechos.
El daño causado es grave y repararlo
llevará muchos años, pero no importa
cuántos sean necesarios, se precisa
de ver en esa perspectiva, que solo vendrá
del pueblo organizado y luchando,
la recuperación de las pérdidas que hoy
acumulamos de lo tanto que habíamos
conquistado con los Acuerdos de Paz y
en desarrollos posteriores.
Ser parte de ese pueblo con memoria,
con conciencia, con capacidad, de ver
más allá de lo que el gobierno quiere
que veamos, es un orgullo; si somos minoría
no importa, pues luchamos por el
bienestar de las mayorías.
Ese fue el sentido de la lucha que
hizo posible los acuerdos de paz hace
30 años.
Hablar de ellos, revalorarlos y luchar
por recuperarlos es un deber político.
Tener presente pues, a héroes y mártires
de las luchas justas de ayer y de hoy.