Lanceras de Cristina 12 - 20220430

Camila López, Juan Pablo Cagnoli, Daiana García y Milagros Rey
1 año
REALIDAD EFECTIVA por Rosana Guber
“Una veterana de (investigar) Malvinas.”

EDITORIAL ABRIL
2 | Lanceras de Cristina

En el mes de los 40 años de la
gesta patriótica de nuestros héroes
y heroínas de Malvinas, Lanceras de
Cristina cumple un año… Un año de
reflexiones, discusiones, formaciones
políticas. Un año de compartir con
vos, y con la compañerada. Hace poco
más de 12 meses cuando pensábamos en
este proyecto el desafío nos resultaba muy
grande… Hoy, estamos muy orgullosxs
de haber llegado hasta acá y con mucha
energía para que Lanceras siga creciendo
y se vuelva un espacio de consulta y
ensayo permanente.
Son muchas las personas que
hacen posible que hoy esta revista circule
entre nosotrxs. No queremos dejar de
mencionar a aquellxs que se animan a
escribir, editar, elegir y diseñar imágenes;
a todas las compañeras invitadas
que, desinteresadamente y con mucha
responsabilidad, pasan por Lanceras
compartiendo a través de sus puntos de
vista valiosos aportes que nos contagian
de su ejemplo militante; a nuestra
organización y a lxs responsables políticxs
de la misma, que incentivan nuestro
desarrollo y nos sostiene en ese proceso de
construcción permanente; y sobretodo, a
quienes llevan estas discusiones a las
unidades básicas, a los secundarios,
a las universidades, que son fuerza y
empuje de este Frente de Géneros y
Diversidad.
Infinitamente, ¡¡gracias!! Este es
el principio de grandes cosas que
podemos hacer organizadxs para
contribuir desde nuestra militancia a
dar la batalla en el campo de las ideas
y abonar al pensamiento nacional,
popular y feminista.
Con las emociones a flor de piel, les
acercamos la editorial de abril, número
especial dedicado a las veteranas y los
veteranos de Malvinas. En la disputa por
el sentido común, las Islas del Atlántico
Sur resultan un tema clave. Mientras
unxs cuantxs refieren a Malvinas como
una guerra sin sentido y a lxs patriotas
como pobres pibxs que fueron usados
por la dictadura militar, nosotrxs no nos
resignamos a que se reduzca la causa
de Malvinas y se le quite valor a la
gesta. Tampoco vamos a permitir que
la historia invisibilice a los héroes y
heroínas que no se rindieron, que no
desertaron y que demostraron con su
vida y agallas que no hay suelo más
querido de la Patria en la extensión.
Desde Lanceras, acá va nuestro
humilde aporte, acompañado de un
grito de batalla que clama desde lo más
profundo de los corazones: ¡A MALVINAS
VOLVEREMOS A LIBERARLA!
AGRADECIMIENTOS
A la antropóloga, escritora
y compañera, Rosana Guber,
por popularizar la investigación,
sociabilizar sus conocimientos
y dedicar su vida y profesión a
malvinizar la historia.
Lanceras de Cristina | 3

índice
06 bases
Guerra de Malvinas:
El trabajo de invisibilización de nuestros
heroes y heroinas en manos de los medios
de comunicación
Camila López y Juan Pablo Cagnoli
12
Fervientes
Historia que no se olvidan:
Gloria y honor a ELLAS, nuestras
heroinas de Malvinas
Daiana García y Milagros Rey
18 Realidad
Efectiva
Una veterana de (investigar) Malvinas.
Rosana Guber
26
Populares
“Crónicas de un olvido”
El patriotismo hecho testimonio
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BASES
GUERRA DE MALVINAS:
EL TRABAJO DE INVISIBILIZACIÓN DE NUESTROS HEROES Y
HEROINAS EN MANOS DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
6 | Lanceras de Cristina

Camila López
Responsable de la JP en CABA
Juan Pablo Cagnoli
Responsable Megafón Sociales UBA
Introducción
En 1833 se produjo la usurpación
británica de las Islas del Atlántico sur,
que expulsó por la fuerza a la población
local, dando lugar al asentamiento de los
llamados “kelpers”. Este hecho resultó
fundamental en la relación bilateral entre
Argentina e Inglaterra. El 2 de abril de 1982,
nuevamente, nuestras islas se encontraban
ocupadas en manos de tropas británicas.
En nuestro país el contexto no era el
mejor: la dictadura militar se encontraba
deteriorada política y económicamente
no solo por la vertiginosa deuda que se
había tomado sino que ya era evidente
la desaparición forzada de personas.
Quienes detentaban el gobierno,
intentaron tomar el conflicto bélico en
Puerto Argentino como mecanismo
de legitimación del gobierno de facto
para continuar en el poder, así se
plasmó en los medios de comunicación
y esa es la línea historiográfica que
sostienen los desmalvinizadores…
Sin embargo, la Guerra de Malvinas es
mucho más que ésto. Es una de nuestras
gestas patrióticas más importantes,
que está anclada en el pueblo, en el
sentir popular y nacional en defensa
de nuestro legítimo reclamo sobre
nuestras tierras.
40 años después, no es casual que
el poder hegemónico siga reproduciendo
la idea de “los pobres pibes que fueron
al frente de batalla sin ningún tipo
de consentimiento, sin preparación y
sin entender nada”. Dicho discurso
se enmarca en una estrategia de
invisibilizar la causa Malvinas como un
reclamo soberano y legítimo y reproducir
aquella zoncera de Arturo Jauretche “El
mal que aqueja a la Argentina es la
extensión”. Como cuadros políticos
debemos entender que enfrentaron a los
usurpadores llevan y llevaron en su pecho
el sentir popular y patriótico. Lo mismo
sucedió con el pueblo en las calles que
no solamente recibió a los héroes sino
también estuvo siguiendo el conflicto
desde sus casas.
Un Estado que promueve la
memoria colectiva debe enarbolar las
banderas de justicia social, soberanía
política e independencia económica.
En este sentido, en el año 2013, y en clara
continuidad histórica, Cristina Fernández
de Kirchner celebró la recuperación de la
Fragata Libertad luego de su embargo en
manos de fondos buitres. Eso es un claro
ejemplo de quienes son los enemigos del
Pueblo y quienes pasarán a la historia por
defender los intereses de los argentinos.
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Rol de los medios en la guerra
Antecedentes
La dictadura militar, la más
sangrienta, inició un proceso
sistemático de persecución contra las
voces disidentes lo cual llevó a cientos
de intelectuales, entre ellos, periodistas
al exilio. También generó un sentido
común para poder instalar un nuevo
modelo de valorización financiera
de endeudamiento y desaparición
de cuadros políticos. Fue conocida la
carta abierta de Rodolfo Walsh a la Junta
Militar denunciando los crímenes de lesa
humanidad y el plan de miseria llevado a
cabo.
Luego, hacia 1980 la dictadura
sancionó el Decreto Ley 22285 el
cual daría un marco normativo para
el funcionamiento de los medios
de comunicación. Esta ley, al no ser
discutida, fomentó la no competencia y
el crecimiento de monopolios a cargo de
grandes empresarios. Esto provocaría que
haya pocas voces críticas y que la única
voz autorizada sea la del gobierno de
turno.
Cobertura mediática en Malvinas.
La madrugada previa al 2 de
abril los diarios argentinos lentamente
se hicieron eco de los primeros
soldados que irían a defender el
territorio en disputa. Ya entrada la
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mañana, los primeros titulares plasmaron
el anhelo de recuperar las Malvinas. Cabe
destacar que, al momento de iniciada
la guerra de Malvinas solo los medios
estatales transmitían los sucesos más
relevantes. La sociedad argentina
demostró un profundo apoyo popular
a los soldados que se vio tanto en las
calles como al abrirle la puerta de sus
casas para conseguir provisiones.
Entre los principales medios que
adoptaron la posición “triunfante” en
el conflicto, la Revista Gente tuvo una
masiva repercusión con el título “Estamos
ganando” y la imagen de los soldados
en combate. También hubo titulares que
manifestaban un “argentinazo” y las
Malvinas recuperadas.
Un mes luego de iniciada la
guerra se produjo el hundimiento del
Ara General Belgrano y la noticia se
dio a conocer en el diario Crónica,
afirmando que había sobrevivientes y
acudieron al rescate. También otro de
los momentos retratados en la tapa
de los diarios fue el comienzo de las
negociaciones con una fuerte participación
de organismos internacionales.
de solidaridad ya que se mostró
como gesto que el pueblo argentino
no les dio la espalda. Muestren lo
que muestren, digan lo que digan… La
población argentina estará agradecida
eternamente por la labor incansable de
nuestros soldados.
Heroínas de Malvinas
Este 2022 se cumplen 40 años del
conflicto del Atlántico Sur, tras tanto tiempo
no es un tema regularmente abordado y
solo desde hace algunos años se plantea
y se reconoce el rol de las mujeres en la
Guerra de Malvinas, que a la par de los
hombres participaron de este conflicto
bélico, defendieron nuestra soberanía con
coraje y valentía. La participación de las
mujeres en un acto político que exigía
“El día que Madryn se quedó sin pan”
Un 19 de junio de 1982 más
de 4 mil combatientes volvieron de la
guerra con pocas provisiones y con poco
reconocimiento por su labor. Sin embargo
en Puerto Madryn los pobladores
recibieron con pan a los héroes ya
que era el alimento más preciado
que faltaba. Fue un hecho histórico
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una audacia generalmente reservada
sólo a los varones. La desmalvinización
que nos pretende sin patria, sin sentir
nacional y sin memoria, fue incluso
más cruel con las mujeres que hicieron
historia, protagonistas también aunque
opacadas por el sesgo de género.
Mujeres que combatieron, instrumentistas
quirúrgicas y enfermeras; como personal a
bordo de aviones que trasladaban heridos
de las islas al continente; como oficiales o
personal de buques mercantes con tareas
logísticas; o como parte de operaciones
de inteligencia.
Es menester que pongamos en valor a
nuestros soldados caídos, héroes, heroínas
y sostengamos inclaudicablemente el
reclamo por la soberanía de nuestras Islas.
Medidas claras de gobiernos nacionales y
populares que reconocen políticamente,
institucionalmente y socialmente de
manera permanente a nuestros héroes
podemos verlos en el decreto firmado
por el presidente Carlos Nestor
Kirchner en 2005 que otorga Pensiones
Honoríficas a los veteranos; asimismo
el 19 de noviembre del 2012 durante
el gobierno de Cristina Fernandez de
Kirchner, a través del Ministerio de
Defensa se reconoció como Veteranas
a 16 mujeres que participaron en la
guerra de Malvinas. Celebramos esta
resolución que incorpora perspectiva de
género en la construcción de una sociedad
democrática y pone en valor la épica de
la causa malvinera. Como militantes del
campo nacional y popular con moral
revolucionaria no podemos permitir el
olvido.
Operativo Cóndor
Otra de las gestas patrióticas de la
causa malvina fue el llamado Operativo
Cóndor, que se llevó a cabo el 28 de
septiembre de 1966. Hace 55 años, un
grupo de militantes de entre 17 y 31
años, liderado por Dardo Cabo, desvió
un avión de Aerolíneas Argentinas
que volaba hacia Río Gallegos hacia
Malvinas, donde aterrizó en una pista
de carreras de caballos que estaba
detrás de la casa del gobernador de
la ocupación británica en las islas. Un
reclamo de soberanía que trascendió
al mundo en plena dictadura de
Onganía. Estos 18 estuvieron en territorio
insular 36 horas, abrieron las puertas del
avión, descendieron, nombraron al lugar
como Puerto Rivero, en homenaje al
gaucho entrerriano Antonio Rivero que
en 1833 resistió la invasión británica
al archipiélago, y desplegaron siete
banderas argentinas: cinco en los
alambrados, otra en el avión y la restante
en una especie de poste de hierro cercano
hincado en el suelo que sirvió así de mástil.
Numerosos civiles malvinenses se
acercaron a ver qué ocurría. Algunos
fueron tomados de rehenes, entre ellos
el jefe de policía y el jefe de los Marines
Reales. El comando distribuyó una
proclama escrita en inglés; informaba
que los compañeros no eran agresores
sino argentinos que consideraban a las
islas como parte de su propio país. Al
poco tiempo el avión fue rodeado por la
Fuerza de Defensa de las Islas Malvinas, a
las que se unió casi un centenar de civiles,
algunos permanecieron presos, y los
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llevaron detenidos al Penal de Ushuaia. Los
18 integrantes del grupo fueron juzgados,
la mayoría con penas de casi un año.
Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan
Carlos Rodríguez fueron condenados a
tres años en prisión.
María Verrier, la única mujer
del grupo, en 2015, le entregó las
nueve banderas izadas en las islas a
la presidenta Cristina Fernández de
Kirchner, durante la inauguración en
la ex ESMA del Museo Malvinas donde
hoy podemos encontrarlas.
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FERVIENTES
HISTORIA QUE NO SE OLVIDAN:
GLORIA Y HONOR A ELLAS, NUESTRAS HEROINAS
DE MALVINAS”
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Daiana García
Responsable de comunicación del interior de la
Pcia. De Bs. As
Milagros Rey
Responsable de Peronismo Militante Mar del Plata
“¿Cómo es vivir en el olvido?
Preguntale a las mujeres
invisibles de la guerra
¿Cómo es la muerte con el frío?
la palabra congelada
sin memoria ni cumplidos,
que revivan las mujeres
que la historia ha ocultado,
que se salgan del costado
y que se tomen de las manos.
Mujeres invisibles
los libros no las nombran,
la lucha hoy las redime
en las voces que las honran”
ELLAS (Letra y música: Evelina Sanzo / Flor Croci)
A 40 años de la gesta patriótica
de Malvinas, poco aún se menciona
en la Historia de las muchas mujeres,
dedicadas a la rama de la salud,
que formaron parte del conflicto
bélico. Llevando al olvido a muchas
compatriotas que desde un rol activo
como enfermeras, brindaron asistencia
médica, contención emocional y
psicológica a los combatientes, tanto
en los puestos sanitarios como en las
propias trincheras.
Unas trece enfermeras voluntarias
estuvieron en el Hospital Reubicable de
Comodoro Rivadavia, donde recibían a
más de treinta soldados por día, mientras
que jóvenes aspirantes de 15 y 16 años
atendían en Puerto Belgrano y en los
buques de la Marina Mercante. También
el buque ARA Almirante Irizar contó con
siete enfermeras civiles, de 21 a 24 años.
Estas mujeres, al igual que los
soldados combatientes, desde muy
temprana edad vivieron el horror de
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la guerra, fueron parte de nuestra
historia, protagonistas destacadas,
pero invisibilizadas durante décadas
por su género.
Los nombres de nuestras heroínas,
que vamos a escribir hasta el cansancio
hasta que sean recordados por cada una
y uno de nuestros compatriotas son:
- Fuerza Aérea: Alicia Reynoso,
Stella Morales, Ana Macitto, Gladis
Maluendes, Gisela Basler (alemana),
Sonia Escudero, Stella Botta, Mirta
Rodríguez, Elda Solohaga, Mónica
Rosas, Mónica Rodríguez, Marta Arce y
Liliana Colino.
- Marina: Claudia Patricia Lorenzini,
Nancy Susana Stancatto, María
Alejandra Piero, María Graciela
Trinchin, María Alejandra Rossini,
Nancy Castro, Liliana Castro y Cristina
Battistela.
- Ejército: Silvia Barrera, Susana Mazza,
María Marta Lemme, María Cecilia
Ricchieri, María Angélica Sendes, Doris
West y Norma Navarro.
Cada una de ellas trae consigo
una historia que merece ser contada
y reconocida luego de tantos años
silenciadas. Seleccionamos algunas
que, aunque diferentes, coinciden en un
objetivo.
Stella Maris Morales nació en
la provincia de Córdoba, en un pueblo
humilde, hermana menor, su palabra
no era tenida en cuenta por nadie
de la familia. Decidió dedicarse a la
enfermería y trabajar de ello. Luego de
cumplir su labor en varios sanatorios se
incorporó a la Fuerza Aérea, siendo su
destino el Hospital Aeronáutico Central
en Buenos Aires. Al año siguiente fue
convocada para participar de la guerra
de Malvinas y dirigirse a Comodoro
Rivadavia. Stella Maris manifiesta
haber sentido gran emoción y orgullo
ante tal convocatoria. La motivación
de alistarse fue de índole económica,
necesitaba dinero para llevar adelante
su vida y ayudar a su familia, por
lo que vio en la convocatoria una
oportunidad para ello. Pero esto poco
a poco fue quedando en segundo
plano y la solidaridad y el amor por
los seres humanos prevaleció.
Sonia Escudero también nació en
la provincia de Córdoba. Se dedicó a la
enfermería, al igual que sus compañeras.
Ella, con su espíritu libre, respondió a la
convocatoria motivada por la aventura.
Su deseo de experimentar nuevas órdenes
y ser parte de la estructura militar la llevó
a alistarse en la Fuerza.
Silvia Barrera, nacida en San
Martín, con tan solo 23 años fue una de
las instrumentadoras quirúrgicas que se
ofrecieron voluntariamente para ir a las
Islas. Llegó a bordo del Almirante Irízar y
cumplió funciones en el peor momento
del conflicto. Hoy es la mujer más
condecorada de las Fuerzas Armadas,
pero no fue ajena al ninguneo. Ella resumió
el sentir de las mujeres de Malvinas: “De
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a poco se va visibilizando nuestro rol en
la guerra y sin dudas seremos parte de la
historia argentina. Todavía queda un largo
camino por recorrer”.
Como dice Silvia, “seguimos
sembrando historia”. Sus testimonios y
el de tantas otras es esa memoria viva que
tenemos la responsabilidad de mantener
presente.
Alicia Mabel Reynoso nació en
la provincia de Santa Fe, desde pequeña
tomó la decisión de estudiar enfermería en
su ciudad, con todos los desafíos que ello
implicaba para la época. Una profesión
que conjugaba la maternidad con la
solidaridad. Finalizados sus estudios, se
dirigió a Buenos Aires a ejercer su profesión,
y logró desempeñar su labor en varios
sanatorios. Atenta a las ofertas laborales
respondió a una que le llenó el corazón de
recuerdos. La Fuerza Aérea convocaba
enfermeras con título para alistarse.
Alicia no lo dudó ni un momento. Su
padre, coronel, le había inculcado desde
muy pequeña el amor por la Patria, lo
que significaba la bandera argentina
y el significado de la Fuerza Armada.
Los desfiles militares que se realizaban
en las calles por las fechas patrias es
algo que recuerda en el día a día. Con
la fortaleza que la caracteriza, se dirigió
y logró ser aceptada en la convocatoria.
Debido a que su entorno familiar entendía
la decisión de entrar en las Fuerzas dieron
su ferviente apoyo a Alicia y manifestaron
su orgullo.
En una entrevista Alicia nos cuenta
con una claridad insoslayable su camino
de lucha (como si no hubiese luchado lo
suficiente por todas y todos nosotros hace
40 años, hoy continúa como la heroína
que es, con una energía y convicción
dignas de admiración):
“De Malvinas se contó una media
historia, falta contar la otra mitad de
la historia, en esa mitad estábamos las
mujeres y están los soldados que todavía
faltan reconocer. Tomamos conciencia
de lo que habíamos vivido con los años,
en ese momento no sabíamos realmente
que estábamos escribiendo una parte de
la historia argentina. Nuestra función no
era matar, era curar las heridas del cuerpo
y tuvimos que improvisar porque no
lo habíamos estudiado en ninguna
facultad ni nos habían enseñado en
ningún lado a curar las heridas del
alma, que por cierto hasta el día de hoy
duelen más que las del cuerpo.
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Siento un gran orgullo de haber
levantado la bandera por la visibilidad
de estas mujeres que en él 82 dijeron
sí a la Patria. No es fácil seguir luchando
por este lugar que pasó hace 40 años y
que todavía algunos y algunas siguen
cuestionando y siguen negando. Hace
poco se inauguró una Sala de Malvinas
en el edificio Cóndor, Sede Central de la
Fuerza Aérea y las mujeres no estamos,
como si no existiéramos. Es muy triste que
en tu propia casa te sigan negando.
(…) Cuando hablamos de soberanía
tenemos que pensar qué hacemos, ¿qué
hace cada uno de nosotros desde
nuestros lugares por la soberanía?
No solamente es el soldado que está
con el fusil tratando de imponer algo, la
soberanía es la que hacemos todos los
días cada uno desde su lugar”
El 7 de mayo del 2021 Alicia
fue reconocida oficialmente como
veterana de guerra por un fallo de la
Sala II de la Cámara de la Seguridad
Social.
La pregunta de Alicia nos da
vueltas en la cabeza: ¿Qué hace
cada una y uno de nosotros por la
soberanía? Sabemos que Malvinas
es nuestro territorio y tenemos que
recuperarlo. Pero ¿por qué usurparon
las islas? ¿y por qué es imperiosa la
recuperación de nuestra Perla Austral?
Las islas tienen alta relevancia
geoestratégica en las actuales relaciones
globales de poder. Georgias del Sur,
Malvinas y Sándwich del Sur representan
un enclave con implicancias geopolíticas
y militares. El control de las islas permite
dominar el tráfico marítimo a través del
paso bioceánico que une al atlántico
con el pacifico. A la vez, son un punto de
proyección hacia la Antártida, reservorio
del 80% del agua dulce del mundo,
recurso clave del siglo en curso.
Con respecto a lo económico,
las islas tienen importantes recursos
pesqueros, además de hidrocarburos,
minerales y metales. No es casualidad
que, actualmente, tenga la base militar
más importante del Atlántico Sur siendo
el enclave para la proyección aeronaval
y con la capacidad para desplegar un
armamento nuclear.
Malvinas no es solo un problema
de nuestro país, sino de las relaciones
globales de poder en una disputa que
no solamente atañe a Argentina y Reino
Unido, sino a proyectos estratégicos y
esquemas de poder que pujan hoy, por la
configuración del ordenamiento mundial.
Es nuestro deber, como militantes
que amamos y luchamos por nuestra
patria, asumir el compromiso por la
soberanía territorial y económica de
nuestra Patria. Esa será la mejor manera
de honrar la memoria de nuestros héroes
y heroínas de Malvinas.
Gloria y honor a las heroínas y
los héroes de Malvinas. ¡Volveremos!
16 | Lanceras de Cristina

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REALIDAD EFECTIVA
UNA VETERANA DE (INVESTIGAR)
MALVINAS.
18 | Lanceras de Cristina

Rosana Guber
CIS-IDES/CONICET, Argentina.
Veterana de (investigar) Malvinas
Para el último 14 de abril, que era
Jueves Santo, mi pareja Héctor Tessey había
sido invitado para dar una presentación
en el Club Social y Deportivo Atahualpa
Yupanqui, para la Organización Peronismo
Militante, donde tiene algunos caros
amigos. Héctor es veterano de la guerra
de Malvinas, y en 1982 era teniente 1ro
de Artillería del Ejército Argentino. En la
Isla Soledad quedó a cargo de la Batería
C del Grupo de Artillería 3, un conjunto
de 8 obuses (un tipo de cañón medio raro)
que se formó entre gallos y medias noches
cuando la jefatura político-militar decidió
enviar más y más unidades, sacando de
aquí y de allá personal y armamento.
Héctor suele hablar sobre sus acciones
pero, más importante, suele referirse
a la situación geopolítica que rodeó
a la recuperación de Malvinas en
nuestra región subantártica. También
suele contar qué dice el Informe CAERCAS
(Comisión de análisis y evaluación de las
responsabilidades políticas y estratégicomilitares
en el conflicto del Atlántico Sur),
más conocido como Informe Rattenbach,
por el General que la presidió (1982-1983),
y que es, aún hoy, la fuente más importante
sobre los niveles políticos y operacionales
de la guerra. Su importancia es que fue
realizada contemporáneamente a los
hechos y que todos, absolutamente todos,
fueron llamados a declarar. Los testimonios
tanto como las conclusiones, son públicos
y accesibles online, en la página oficial de
la Casa de Gobierno de la Nación (www.
casarosada.gob.ar), sin pagar un peso.
Volviendo a aquella tarde, conforme
pasaban los minutos y disponíamos las
sillas, me fui dando cuenta de que yo
también debería hablar. Le habían pedido
a Héctor que lo acompañara una veterana
de guerra, probablemente enfermera u
operadora de comunicaciones en algún
buque, para contar su experiencia. Pero
todas estaban atareadas y encima era
Semana Santa. Así que él creyó oportuno
(¡sin yo saberlo!), que hablara de mis
trabajos sobre la guerra. ¡Qué sorpresa! Si
bien yo venía trabajando sobre la Guerra
de Malvinas hacía mucho tiempo, me sentía
en falta por mi falta de preparación, así que
me tomé mi tiempo y dejé hablar, primero,
al compañero historiador Francisco Novas
que explicó la historia de Malvinas antes
de 1982, y después Héctor. Finalmente yo.
El auditorio tenía partes iguales de
hombres y mujeres; ellos tenían mayor edad
y muchos habían sido contemporáneos
adultos jóvenes de la guerra, al igual que
Héctor y yo. Las compañeras eran más
Lanceras de Cristina | 19

jóvenes y tenían miradas más abiertas y
esperanzadas. Cuando me tocó el turno
hablé de mis trabajos y de mi sorpresa
de que en la Argentina hemos decidido
conmemorar Malvinas a 40 años de la
guerra, cuando la guerra propiamente
dicha ha sido larga y empeñosamente
ignorada por las ciencias sociales.
Tenemos autobiografías, análisis
impresionistas, y muchísimos estudios de
las memorias, la cultura, los ex soldados
conscriptos, un poquito sobre los familiares
y los caídos, los rituales funerarios
entrelazados con la identificación de los
restos. Pero “guerra”, lo que se dice
“guerra”, poco y nada.
El primer libro de investigación que se
publicó sobre el aspecto bélico de Malvinas
en la Argentina fue el del historiador Isidoro
Ruiz Moreno (Comandos en acción, 1987).
Mis primeras publicaciones datan de 1994
y me considero una investigadora
bastante constante acerca de cómo
los argentinos fuimos transformando
el reclamo jurídico de Malvinas ante
Gran Bretaña, que la ocupó por la
fuerza en 1833, en una causa nacional
y popular tan difundida y defendida
por los argentinos. También trabajé
sobre qué hicimos los argentinos con un
sector social que nos era desconocido:
los primeros soldados conscriptos que
participaron de un conflicto internacional
desde que se instauró la Ley de Servicio
Militar Obligatorio en 1901. En 2007
empecé a orientar mis investigaciones
hacia cómo hicieron la guerra aquellos
militares. Empecé por los integrantes del
Grupo 5 de Caza de la V Brigada de la
Fuerza Aérea Argentina, gracias a la
invitación del Comodoro Antonio “Tony”
Zelaya de “recuperar mi experiencia y la
de los que allí quedaron, pero no la parte
técnica; de eso ya se habló bastante. La
parte humana”. Mi siguiente trabajo fue
sobre la Armada (la Marina de Guerra)
y allí me concentré en la aviación naval
que partió a la guerra, embarcada en el
Portaaviones ARA (Armada de la República
Argentina) 25 de Mayo, un magnífico
aeropuerto flotante que, años después, fue
vendido a la India como chatarra, sin ser
reemplazado.
Reconozco que este es un itinerario
poco habitual para una investigadora
social. Y aunque nunca me lo dijeron mis
interlocutores marinos y aeronáuticos,
sé que muchos de ellos dudaron
seriamente de que una mujer pudiera
escribir “algo en serio” sobre estas
cosas, salvo para destacar lo heroico
y también lo plañidero de la imagen del
varón que deja a su novia, cuando parte al
frente de batalla. Pero las emociones no
son cursilerías, tal cual lo experimentan
hoy los veteranos de guerra que,
según dicen, “ahora de viejos lloramos
por cualquier cosa”. Mi abordaje, sin
embargo, iba por otra parte.
Lo que siempre me interesó fue
entender qué hicimos los argentinos de
nuestra única guerra internacional en el siglo
XX. Esto incluía entender a sus principales
protagonistas, cuadros militares y civiles
en función militar, o sea, conscriptos. Me
parecía que las fórmulas habituales
—el general borracho, la aventura
absurda, la redención fascista y cosas
por el estilo— escondían más de lo que
mostraban. No sólo descalificaban lo
20 | Lanceras de Cristina

hecho por los militares, sino también
por la sociedad y la política argentina.
Cómo contemporánea de todo aquello,
yo había vivido el conflicto armado sin
entenderlo realmente. Para entonces tenía
25 años y ya me había graduado de
antropóloga en la Universidad de Buenos
Aires. Entonces, lo que me interesaba
era qué había sido Malvinas para los
combatientes y para sus familias.
Cuando empecé mis primeros
acercamientos al tema y conversé con los
primeros veteranos de guerra, yo tenía una
edad más próxima a la de un joven oficial
que a la de un soldado. Pero no fueron
la edad, ni el hecho de ser mujer los
factores que me fueron abriendo las
puertas hacia ellos, sino mi interés
en conocerlos desde sus propias
perspectivas. Esto es, desde cómo ellos
entendían qué habían hecho y qué había
pasado, no desde mi escala de valores
ni mi anti-belicismo. Me acuerdo de un
joven cabo correntino que había pedido
la baja después de la guerra, y que se
encontró conmigo para conversar, a mi
pedido, en la ciudad de Corrientes. Era
julio de 1989. Al final de la cena me
dijo que era la primera vez que no le
preguntaban mataste-tuviste-hambretuviste-frío.
Estaba tan agradecido que
me invitó a tomar un café a un bar que
se llamaba ¡¡¡¡¡¡¡Exocet!!!!!!!!! (el misil que
usaron los aviadores navales de aviones
Super-Étendard para hundir la fragata
Sheffield y el buque logístico Atlantic
Conveyor). Lo tomé como una distinción
suya a quien no lo miraba con lástima, a
quien lo trataba como una persona con
una experiencia particular y poco común
para el resto de los argentinos.
Pasaron los años y conocí a muchos
veteranos de todas las fuerzas, armas,
especialidades y rangos. Iba a todas
partes y hablaba con todo aquel que
quisiera recibirme. No mezclaba los
tantos (personales y profesionales) y
guardaba celosamente lo que hablaba con
cada cual. Alguna vez cierta dirigencia
de una organización de ex soldados
me acusó de ser espía, cargo bastante
habitual para los investigadores
sociales, especialmente en aquella
época en que el ánimo anti-militar
corría paralelo a las conspiraciones
intra estatales. Aprendí a mirar esos (y
otros) traspiés como cuestiones habituales
en ese medio y a las que yo debía entender
como parte de mi campo, no como afrentas
a mi persona. Además, aprendí a entender
aquellos obstáculos como ventanas para
mirar, comparativamente, a mi propio
mundo profesional, el académicouniversitario.
Entonces, me empecé a dar
cuenta de que el mundo militar, el de los
veteranos o ex combatientes, y el de los
universitarios eran bastante parecidos
y reaccionaban de maneras similares.
Aunque amerita una investigación en sí
misma, la cuestión es interesante porque
Fuerzas Armadas, organizaciones de
veteranos de guerra y universitarios no sólo
estábamos en el mismo país; además,
nuestras reglas y nuestras disputas
pertenecían al mismo orden y al mismo
pagador, el Estado argentino.
Para cuando empecé la investigación
que terminó en el libro Experiencia
de Halcón (2016) yo tenía una edad
intermedia. Allí, por primera vez, me
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encontré exclusivamente con personal de
cuadros y, sobre todo, con un tipo de gente
altamente profesionalizada. Ningún neófito
(ningún soldado-conscripto) maneja una
aeronave (avión o helicóptero). Sólo los
oficiales debidamente entrenados pueden
hacerlo.
Ahora bien. Yo creía que por haber
pasado algunos años trabajando sobre el
tema “Malvinas” y mirando la guerra, iba a
resultarme sencillo. Pero no. No entendía de
qué hablaban, no entendía qué contaban,
y no entendía la significatividad de sus
palabras, de sus gestos y de sus miradas.
Me llevó unos cinco años empezar a
componer ese rompecabezas que es la vida
profesional y familiar del piloto de caza. Lo
hice despacio, a través de conversaciones
informales, visitas a sus casas, a la V
Brigada Aérea de San Luis, a la Escuela
de Aviación Militar de Córdoba y, sobre
todo, dejándome guiar por ellos y por sus
esposas. Sus vidas, especialmente las
de ellas, distan mucho de la imagen
que dan las películas argentinas
más o menos recientes, de mujeres
instaladas, enjoyadas y disponiendo de
la servidumbre. Vistas desde hoy, ellas (y
yo misma) son mujeres de otros tiempos,
pero sus vidas no eran ni cómodas, ni
adineradas. Generalmente estaban lejos
de sus familias de origen (madres, padres y
hermanos), y estaban cerca de otras mujeres
que transitaban la vida igual que ellas:
eran sus verdaderas familias, las asistían,
y hasta las acompañaban al parto, cuando
los hombres se iban a trabajar, a volar,
cuando viajaban lejos para algún ejercicio
y volvían quién sabe cuándo; y cuando un
día de abril del ’82 se fueron a la guerra.
Sus “hermanas” de hecho las contenían,
compartían el edificio, iban juntas al
pueblo a hacer las compras y cuidaban de
sus hijos cuando alguna tenía que hacer
algún trámite. Algunas eran profesionales
y pedían el pase a los destinos de sus
maridos, donde trabajaban hasta volver
a mudarse. Sus hijos llamaban “tías” a
todas las mujeres de la generación de
sus madres, (y tíos a todos los hombres
de la generación de sus padres). Desde
esta sororidad de hecho bancaban el
desconcierto, el miedo, la angustia, y
también las fiestas, las promociones y
las cadenas de oración.
Aquella investigación fue difícil y
todos ellos me ayudaron mucho. Antes de
enviarlo a publicación, cada capítulo era
leído por sus principales protagonistas,
con quienes yo había trabajado. Me
hacían correcciones, indicándome fallas
de expresión y de datos que yo jamás
hubiera advertido en tan poco tiempo de
aprendizaje, más aún si se compara con
todo el tiempo que les había llevado a ellos
su formación.
Finalmente, pasé al mar y me
dediqué a tratar de entender la aviación
naval (la dueña de los misiles que le habían
dado nombre a aquel bar correntino). Otra
vez, creí que iba a ser sencillo, sobre todo
porque uno de los aviones de la Armada
Argentina que actuó en Malvinas era casi
idéntico al de los pilotos con los que había
trabajado de la Fuerza Aérea. Y otra vez
me equivoqué. Con increíble paciencia,
los aviadores navales me mostraban que
yo necesitaba escuchar y reorientar mi
marco de interpretación. Aun cuando
el A-4B de la Fuerza Aérea hubiese sido
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casi igual al A-4Q de los navales, había
una pequeña diferencia en los puntos de
vista de sus hombres. Esa diferencia era el
mar. La aviación naval operaba desde y
hacia una plataforma bastante más corta
que la de los aeropuertos conocidos. Pero
esa plataforma o pista no estaba quieta,
como en un aeropuerto terrestre, sino que
era flotante, es decir, estaba flojamente
asentada sobre el suelo blando de la
superficie marina.
Me tomó otros cinco años aprender
que, para los navales, el mar es LA diferencia
entre estos dos tipos de aviadores, los de
Fuerza Aérea y los de la Aviación Naval.
Ellos dicen que mar adentro no hay árboles
ni montañas, no hay llanuras ni costas, no
hay pueblos ni ciudades. Solamente hay
mar, un ser algo inestable, un carácter
caprichoso que todo lo rodea. Aunque
el portaaviones nos parezca gigante en
puerto, es apenas una cáscara de nuez a
merced de la calma chicha, tanto como de
la tormenta.
Para las familias, la situación era
similar a la de los pilotos terrestres, pero
con mayores distancias y con más esperas.
Ellos no regresaban hasta que terminara el
ejercicio, salvo que mediara un accidente.
En las navegaciones todo lo necesario
hay que llevarlo a bordo, sea para comer
y tomar, para apagar un incendio, para
reparar una turbina, para enmendar un
avión o un helicóptero, y para salvar una
vida hasta que llegue al hospital en tierra
firme. Las familias se parecen a todas
las familias de los marinos de todos
los tiempos. El mar es el mismo y los
humanos necesitan estar a flote o en
profundidades controladas. Por lo tanto,
un desastre marino es un desastre
casi total. Sucede allá lejos, y siempre
cuesta encontrar a los sobrevivientes.
Los tripulantes lo saben, como lo sabían
los del submarino ARA San Juan y los
del Crucero ARA General Belgrano,
hundido por un submarino británico el 2
de mayo de 1982. Por eso, siempre están
debidamente advertidos. Fue gracias al
adiestramiento incansable y a distintas
horas del día y de la noche que casi 800
se salvaron de los casi 1100 tripulantes
del Crucero. Fue gracias a la disciplina,
a la coordinación, a haber ensayado el
camino a sus respectivas balsas, a que
conocían los tipos de señales y de sirenas
que indican “Prepararse para” distintas
cosas, o lo que en el lenguaje naval se
llama “Zafarrancho”. Nadie se salva solo
en el medio del mar. Nadie y todos lo
saben.
A esta altura, 40 años después de
la guerra y a 33 de haber comenzado
mi propio trayecto, muchas cosas han
cambiado en la Argentina y el mundo.
Sin embargo, algunas cosas siguen
siendo iguales. Malvinas no sólo nos
habla de 1982. En sus grandezas y
sus agachadas, nos habla de los seres
humanos, nos habla de ambientes, nos
habla de instituciones que observan
una gran continuidad. En este camino
aprendí muchas cosas escuchando a los
principales protagonistas de la guerra y
tratando de entender sus formas de vivir
y de pensar. Aprendí que nadie vuelve
igual después de una guerra. Yo aprendí
que no volvía igual después de cada
investigación.
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POPULARES
“Crónicas de un Olvido”:
El patriotismo
hecho
testimonio
“Somos asistenciales en tiempos de paz y operativas en
tiempos de guerra”
Alicia Reynoso
Alicia Reynoso es una de las 14
enfermeras militares que pusieron su
vida al servicio de la Patria durante
la Guerra de Malvinas. A los 21 años
ingresó como profesional a las fuerzas
armadas, y dos años después, brindó
servicio en el Hospital Reubicable, que por
cuestiones técnicas estaba instalado en
Comodoro Rivadavia. En ese año, Alicia
recibió el grado de alférez, siendo de
las primeras compatriotas en poder
ostentar dicho grado.
Su patriotismo fue invisibilizado
por dos cuestiones: Por un lado, el
proceso de desmalvinización
funcional a los intereses
británicos que intentó callar a sus
combatientes, sin reconocer la
importancia de la gesta malvinera,
y por otro, el poco lugar que
la historia oficial otorga a las
mujeres. Alicia se propuso recuperar
esa historia negada, no sólo mediante
la lucha para que las mujeres sean
reconocidas como veteranas de
guerra, recibiendo el pago de una
bonificación especial, sino editando
hacia 2017 su primer libro: “Crónicas
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de un Olvido”.
En su libro, Alicia expone crónicas
que relatan la indiferencia social sufrida
en la posguerra desde su condición de
veterana y de mujer. Asimismo, “Crónicas
de un Olvido” evidencia el rol de las
feminidades en Malvinas y, sobre todo,
que dicha participación fue segura,
consciente, genuina y necesaria.
Sus relatos constituyen un grito vivo que
clama un reconocimiento histórico a
las veteranas por su entrega, lealtad
y patriotismo en una causa nacional
y latinoamericana como es el reclamo
de soberanía sobre las Islas Malvinas.
Con este testimonio vivo, Alicia participó
en la Feria del Libro, recorrió varios puntos
del país y obtuvo varios reconocimientos
legislativos, malvinizando la historia y
haciendo justicia en nombre de nuestras
patriotas.
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