Lanceras de Cristina 12 - 20220430

jóvenes y tenían miradas más abiertas y
esperanzadas. Cuando me tocó el turno
hablé de mis trabajos y de mi sorpresa
de que en la Argentina hemos decidido
conmemorar Malvinas a 40 años de la
guerra, cuando la guerra propiamente
dicha ha sido larga y empeñosamente
ignorada por las ciencias sociales.
Tenemos autobiografías, análisis
impresionistas, y muchísimos estudios de
las memorias, la cultura, los ex soldados
conscriptos, un poquito sobre los familiares
y los caídos, los rituales funerarios
entrelazados con la identificación de los
restos. Pero “guerra”, lo que se dice
“guerra”, poco y nada.
El primer libro de investigación que se
publicó sobre el aspecto bélico de Malvinas
en la Argentina fue el del historiador Isidoro
Ruiz Moreno (Comandos en acción, 1987).
Mis primeras publicaciones datan de 1994
y me considero una investigadora
bastante constante acerca de cómo
los argentinos fuimos transformando
el reclamo jurídico de Malvinas ante
Gran Bretaña, que la ocupó por la
fuerza en 1833, en una causa nacional
y popular tan difundida y defendida
por los argentinos. También trabajé
sobre qué hicimos los argentinos con un
sector social que nos era desconocido:
los primeros soldados conscriptos que
participaron de un conflicto internacional
desde que se instauró la Ley de Servicio
Militar Obligatorio en 1901. En 2007
empecé a orientar mis investigaciones
hacia cómo hicieron la guerra aquellos
militares. Empecé por los integrantes del
Grupo 5 de Caza de la V Brigada de la
Fuerza Aérea Argentina, gracias a la
invitación del Comodoro Antonio “Tony”
Zelaya de “recuperar mi experiencia y la
de los que allí quedaron, pero no la parte
técnica; de eso ya se habló bastante. La
parte humana”. Mi siguiente trabajo fue
sobre la Armada (la Marina de Guerra)
y allí me concentré en la aviación naval
que partió a la guerra, embarcada en el
Portaaviones ARA (Armada de la República
Argentina) 25 de Mayo, un magnífico
aeropuerto flotante que, años después, fue
vendido a la India como chatarra, sin ser
reemplazado.
Reconozco que este es un itinerario
poco habitual para una investigadora
social. Y aunque nunca me lo dijeron mis
interlocutores marinos y aeronáuticos,
sé que muchos de ellos dudaron
seriamente de que una mujer pudiera
escribir “algo en serio” sobre estas
cosas, salvo para destacar lo heroico
y también lo plañidero de la imagen del
varón que deja a su novia, cuando parte al
frente de batalla. Pero las emociones no
son cursilerías, tal cual lo experimentan
hoy los veteranos de guerra que,
según dicen, “ahora de viejos lloramos
por cualquier cosa”. Mi abordaje, sin
embargo, iba por otra parte.
Lo que siempre me interesó fue
entender qué hicimos los argentinos de
nuestra única guerra internacional en el siglo
XX. Esto incluía entender a sus principales
protagonistas, cuadros militares y civiles
en función militar, o sea, conscriptos. Me
parecía que las fórmulas habituales
—el general borracho, la aventura
absurda, la redención fascista y cosas
por el estilo— escondían más de lo que
mostraban. No sólo descalificaban lo
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