Lanceras de Cristina 12 - 20220430

hecho por los militares, sino también
por la sociedad y la política argentina.
Cómo contemporánea de todo aquello,
yo había vivido el conflicto armado sin
entenderlo realmente. Para entonces tenía
25 años y ya me había graduado de
antropóloga en la Universidad de Buenos
Aires. Entonces, lo que me interesaba
era qué había sido Malvinas para los
combatientes y para sus familias.
Cuando empecé mis primeros
acercamientos al tema y conversé con los
primeros veteranos de guerra, yo tenía una
edad más próxima a la de un joven oficial
que a la de un soldado. Pero no fueron
la edad, ni el hecho de ser mujer los
factores que me fueron abriendo las
puertas hacia ellos, sino mi interés
en conocerlos desde sus propias
perspectivas. Esto es, desde cómo ellos
entendían qué habían hecho y qué había
pasado, no desde mi escala de valores
ni mi anti-belicismo. Me acuerdo de un
joven cabo correntino que había pedido
la baja después de la guerra, y que se
encontró conmigo para conversar, a mi
pedido, en la ciudad de Corrientes. Era
julio de 1989. Al final de la cena me
dijo que era la primera vez que no le
preguntaban mataste-tuviste-hambretuviste-frío.
Estaba tan agradecido que
me invitó a tomar un café a un bar que
se llamaba ¡¡¡¡¡¡¡Exocet!!!!!!!!! (el misil que
usaron los aviadores navales de aviones
Super-Étendard para hundir la fragata
Sheffield y el buque logístico Atlantic
Conveyor). Lo tomé como una distinción
suya a quien no lo miraba con lástima, a
quien lo trataba como una persona con
una experiencia particular y poco común
para el resto de los argentinos.
Pasaron los años y conocí a muchos
veteranos de todas las fuerzas, armas,
especialidades y rangos. Iba a todas
partes y hablaba con todo aquel que
quisiera recibirme. No mezclaba los
tantos (personales y profesionales) y
guardaba celosamente lo que hablaba con
cada cual. Alguna vez cierta dirigencia
de una organización de ex soldados
me acusó de ser espía, cargo bastante
habitual para los investigadores
sociales, especialmente en aquella
época en que el ánimo anti-militar
corría paralelo a las conspiraciones
intra estatales. Aprendí a mirar esos (y
otros) traspiés como cuestiones habituales
en ese medio y a las que yo debía entender
como parte de mi campo, no como afrentas
a mi persona. Además, aprendí a entender
aquellos obstáculos como ventanas para
mirar, comparativamente, a mi propio
mundo profesional, el académicouniversitario.
Entonces, me empecé a dar
cuenta de que el mundo militar, el de los
veteranos o ex combatientes, y el de los
universitarios eran bastante parecidos
y reaccionaban de maneras similares.
Aunque amerita una investigación en sí
misma, la cuestión es interesante porque
Fuerzas Armadas, organizaciones de
veteranos de guerra y universitarios no sólo
estábamos en el mismo país; además,
nuestras reglas y nuestras disputas
pertenecían al mismo orden y al mismo
pagador, el Estado argentino.
Para cuando empecé la investigación
que terminó en el libro Experiencia
de Halcón (2016) yo tenía una edad
intermedia. Allí, por primera vez, me
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