01.11.2022 Views

sierra-simone-priest-1-pdf

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

extrañando la forma en que se sentía allí. Extrañando la forma en que sus

tetas empujaban contra mi pecho desnudo.

En el futuro: solo abrazos de lado, me dije. Ya veía otra ducha fría en

mi futuro.

Puso su mano sobre mi pecho, casualmente, inocentemente, todavía

dándome esa pequeña sonrisa.

—Me hubiera caído si no fuera por ti.

—Si no fuera por mí, no habrías estado en absoluto en riesgo de caer.

—Y, sin embargo, aun así, no cambiaría nada. —Su toque, sus

palabras, esa sonrisa… ¿coqueteaba? Pero entonces su sonrisa se

ensanchó, y vi que me tomaba el pelo, de esa manera segura y juguetona

que tienen las chicas con sus amigos gays. Me veía como algo seguro, ¿y por

qué no habría de hacerlo? Era un clérigo, después de todo, destinado por

Dios para ser un cuidador de su rebaño. Por supuesto, asumiría que se

podía burlar de mí, tocarme, sin molestar mi compostura sacerdotal. ¿Cómo

podría saber lo que sus palabras y su voz me hacían? ¿Cómo podría saber

que su mano se hallaba actualmente abrasando su contorno sobre mi

pecho?

Sus ojos color avellana parpadearon hasta los míos, piscinas verdes y

marrones de curiosidad e inteligente energía, piscinas verdes y marrones

que reflejaban el dolor y la confusión si te preocupabas por mirar el tiempo

suficiente. Lo reconocía porque tuve esa mirada años después de la muerte

de Lizzy, excepto que en el caso de Poppy, sospechaba que la persona que

se encontraba de duelo, la persona que perdió, era ella misma.

Déjame ayudar a esta mujer, recé en silencio. Permíteme ayudarle a

encontrar su camino.

—Me alegro de haberte visto —le dije, enderezándome mientras su

mano se apartaba de mi piel—. ¿Dijiste a principios de esta semana que

querías una reunión?

Asintió con entusiasmo.

—Lo hice. Quiero decir, lo hago.

—¿Qué hay de mi oficina en, digamos, media hora?

Me dio un saludo burlón.

—Nos vemos allí, Padre.

Traté de no verla correr alejándose, realmente lo hice, pero prometo

que solo miré por un segundo, un segundo infinitamente largo, un segundo

lo suficientemente largo para catalogar el brillo de sudor y protector solar

en sus tonificados hombros, los tentadores movimientos de su culo.

30

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!