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Cuentos

EDITORIAL DIGITAL - IMPRENTA NACIONAL

costa rica

Capítulo VII

Del palacio de la Reina de las Nieves y de lo

que luego sucedió

Los muros del castillo eran de nieve compacta, y sus puertas y ventanas estaban hechas de cortantes

vientos; había más de cien salones, dispuestos al albur de las ventiscas, y el mayor tenía varias

millas de longitud. Los iluminaba la refulgente aurora boreal, y eran todos ellos espaciosos, vacíos,

helados y brillantes. Nunca se celebraban fiestas en ellos, ni siquiera un pequeño baile de osos, en

que la tempestad hubiera podido actuar de orquesta y los osos polares, andando sobre sus patas

traseras, exhibir su porte elegante. Nunca una reunión social, con sus manotazos a la boca y golpes

de zarpa; nunca un té de blancas raposas: todo era desierto, inmenso y gélido en los salones de

la Reina de las Nieves. Las auroras boreales flameaban tan nítidamente, que podía calcularse con

exactitud cuándo estaban en su máximo y en su mínimo. En el centro de aquella interminable sala

desierta había un lago helado, roto en mil pedazos, tan iguales entre sí que el conjunto resultaba

una verdadera obra de arte. En medio se sentaba la Reina de las Nieves cuando residía en su

palacio; decía entonces que estaba sentada en el espejo de la razón, y que éste era el único y el

mejor espejo del mundo.

Carlitos estaba amoratado de frío, casi negro; pero no se daba cuenta, pues ella lo había hecho

besar por la helada, y su corazón era como un témpano de hielo. Se entretenía arrastrando cortantes

pedazos de hielo llanos y yuxtaponiéndolos de todas las maneras posibles para formar con ellos

algo determinado, como cuando nosotros combinamos piezas de madera y reconstituimos figuras:

lo que llamamos un rompecabezas. El muchacho obtenía diseños extremadamente ingeniosos; era

el gran rompecabezas helado de la inteligencia. Para él, aquellas figuras eran perfectas y tenían

grandísima importancia; y todo por el granito de hielo que tenía en el ojo. Combinaba figuras que

eran una palabra escrita, pero de ningún modo lograba componer el único vocablo que le interesaba:

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