Intimas de Dios Magazine - Edición # 36

Cicatrices que duelen
Cuando niña, mientras rebanaba un
mango, corté la palma de mi mano
izquierda a la altura del pulgar. De
tanto dolor que sentí, opté por acurrucar
ese dedo hacia mi mano hasta
que la herida sanara totalmente. Para
mi sorpresa, me di cuenta de que no
me era posible moverlo de la misma
manera en que solía hacerlo antes de
aquel suceso; pues a pesar de que
tenía una cicatriz, por dentro seguía
doliendo.
Este es el caso de muchas de nosotras
con respecto a las heridas que han
sido provocadas en nuestras almas,
creemos que están completamente
sanas, cuando la realidad es que si los
recuerdos son removidos o si ocurre
alguna situación que nos lleve a ese
episodio doloroso, caemos nuevamente
en una sensación de profundo dolor.
Incluso, podríamos llegar a experimentar
cuadros de depresión que
serán un inmenso obstáculo a la hora
de construir una relación sana de
noviazgo, matrimonio y familia, debido
a que, en esta condición, somos
propensas a los ataques que el diablo
arroja a nuestras mentes.
Soltar para descargar
En Isaías 43:18-19 Dios nos exhorta a
que no hagamos memoria de lo que
ya fue, y nos reafirma que Él, en su
infinita misericordia hace cosa nueva
en ti y en mí. Solo debemos estar
dispuestas a soltar esa polea que nos
arrastra al pasado y que acrecienta
las heridas que guardamos. Para ello,
es necesario pedir perdón, perdonarnos
y perdonar sinceramente a
quienes nos hirieron delante del Rey
de gloria, confiando en que sus
promesas se materializarán en
nuestra vida.
Nuestros corazones en manos de
Cristo
Antes de decir te amo, primero
asegúrate de haber entregado tu
corazón en las manos de Jesús, ya
que Él sana a quienes lo tienen roto,
y venda sus heridas (Salmos 147:3).
Para muchos es fácil expresar con
sus labios esa frase, sin pensar que
detrás de ella se esconde un significado
que no solo se centra en su
gramática, también irrumpe en los
sentidos del ser humano mediante
su fonética; o sea, transmite emociones
y sentimientos que por más que
lo neguemos, emiten un mensaje de
amor real a nuestros cerebros; que
sin duda conecta con el corazón.
Amar genuinamente proviene de
Dios, Él es amor; nos lo demostró al
entregar a su Hijo amado en la cruz.
Por tanto, es capaz de darnos un
corazón y un espíritu nuevo, para
amarlo primeramente a Él y, posteriormente
al hombre que guardó
para nosotras.
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