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de la singularidad de su Persona que del método adecuado para su<br />

conocimiento. Pues los Evangelios sólo surgen –y sólo pueden surgir– de una<br />

profunda y nueva comunidad con Él, que hace posible el testimonio apostólico<br />

en la historia.<br />

Ya el episodio de la confesión de Pedro muestra que había un<br />

conocimiento externo, no necesariamente falso, de Jesús, y uno más profundo,<br />

vinculado con el estar en camino y en comunidad con Él 36. Las opiniones<br />

externas interpretaban a Jesús desde las posibilidades que ofrecía la propia<br />

tradición; pero no podían entenderlo desde Él mismo, en su singularidad<br />

irreducible a ninguna categoría 37.<br />

En efecto, todo proceso de conocimiento implica siempre una forma de<br />

asimilación, un estar en cierta unidad con lo conocido. Que Jesús conozca<br />

realmente a Dios, presupone su comunidad, su unidad ontológica con el Padre;<br />

y, al revés, el ser Hijo, que Jesús afirma, junto con la comunidad en el ser<br />

significa pleno conocimiento del Padre 38. De modo semejante, el conocimiento<br />

de Cristo por sus discípulos presupone comunidad en el ser con Él, presupone<br />

unidad, comunión con Él hasta el punto en que se hace posible comprender el<br />

núcleo de su misión y de su vida. Esto es lo prometido y anunciado en el NT<br />

como el don del Espíritu, en el que los suyos llegan a conocer el nous del<br />

Señor 39 , a comprender sus palabras y su don de la propia persona, el don de su<br />

cuerpo y de su sangre en la Última Cena 40.<br />

En todo caso, la unidad del conocimiento sólo es posible gracias a la<br />

unidad en el ser. Por ello, los Evangelios, que testimonian el verdadero<br />

conocimiento de Jesús como Señor y Cristo, sólo podrían surgir y ser<br />

entendidos en la unidad de los discípulos con Él, en la comunidad viva de los<br />

suyos, es decir en su Iglesia. De modo que los Evangelios son testimonio a la<br />

vez de la radical singularidad de Jesús de Nazaret y del radical del “ser-en-<br />

Cristo” de los testigos.<br />

36 Cf. Jesus von Nazaret, 338<br />

37 Cf. Jesus von Nazaret, 339<br />

38 Cf. Jesus von Nazaret, 391<br />

39 Cf. 1Co 2,16<br />

40 Cf. Jn 6, 61-63<br />

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