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JORGE LANATA JOE GOLDMAN Cortinas de humo Una ...

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-Judíos <strong>de</strong> mierda, los vamos a reventar -podía <strong>de</strong>cir la voz <strong>de</strong> una persona<br />

joven. O sonaban los acor<strong>de</strong>s <strong>de</strong> una marcha militar alemana, o fragmentos <strong>de</strong><br />

discursos <strong>de</strong> Hitler y todo tipo <strong>de</strong> insultos.<br />

Lucía, la otra telefonista, también tuvo que sufrir las amenazas telefónicas<br />

como parte <strong>de</strong> su trabajo. Lucía vivió dos años en Israel, hizo un curso <strong>de</strong><br />

preparación militar y participó <strong>de</strong> la Guerra <strong>de</strong>l Golfo, pero no por eso era<br />

impermeable a las amenazas: aquellos episodios cargaban <strong>de</strong> tensión la jornada.<br />

Cada uno <strong>de</strong> esos llamados trascendía en pocos minutos: los rumores se esparcían<br />

por el resto <strong>de</strong>l quinto piso <strong>de</strong> DAIA y el edificio <strong>de</strong> AMIA, hasta los comercios<br />

vecinos.<br />

Para que una amenaza provocara una eventual evacuación <strong>de</strong>bía contener la palabra<br />

"bomba". En ese caso la telefonista <strong>de</strong>bía informarlo al encargado <strong>de</strong> seguridad y<br />

éste a los funcionarios, quienes <strong>de</strong>cidían si llamar o no a la comisaría 5ª y al<br />

Comando <strong>de</strong> Explosivos.<br />

El 18 <strong>de</strong> enero <strong>de</strong> 1993, una voz anunció por teléfono: "Hay una bomba y van a<br />

reventar, judíos <strong>de</strong> mierda". La telefonista <strong>de</strong> turno fue a informar <strong>de</strong>l hecho a<br />

Ricardo Epstein, el encargado <strong>de</strong> seguridad, pero Epstein no estaba. Decidió<br />

entonces dar aviso a Jaime Halperín, el secretario técnico <strong>de</strong> DAIA. A los pocos<br />

minutos se <strong>de</strong>cidió la evacuación <strong>de</strong> DAIA y AMIA, y llegó un camión <strong>de</strong> la Brigada<br />

<strong>de</strong> Explosivos.<br />

-Estuvimos afuera unas tres horas -recuerda uno <strong>de</strong> los empleados-, pero ¿sabés<br />

que? Nos quedamos ahí, parados al lado <strong>de</strong>l edificio. Imagináte si la bomba<br />

hubiera existido...<br />

Ningún periodista -ni siquiera los cronistas policiales <strong>de</strong> los noticieros, que<br />

cuentan por lo general con buena entrada en la red <strong>de</strong> comunicación policialcubrió<br />

la evacuación.<br />

En el caso <strong>de</strong> la DAIA -cuyo acceso estaba por cierto bastante más controlado que<br />

el <strong>de</strong> AMIA-, el personal <strong>de</strong> seguridad ocupaba una oficina en el sexto piso, al<br />

lado <strong>de</strong>l <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Computación, don<strong>de</strong> trabajaban Viviana y Cristian. Los<br />

responsables <strong>de</strong> seguridad, a excepción <strong>de</strong> Epstein, eran conocidos por sus<br />

seudónimos: Moti, <strong>de</strong> unos veinte años, y Nujen, <strong>de</strong> unos cuarenta. Epstein<br />

llegaba al lugar a las 11:00 y se quedaba hasta las 19:00. Moti y Nujen cumplían<br />

un horario similar. Con cierta periodicidad concurrían también a DAIA dos<br />

agentes <strong>de</strong> seguridad <strong>de</strong> la embajada <strong>de</strong> Israel, que -en teoría- capacitaban al<br />

personal <strong>de</strong>l área. Los empleados argentinos que cubrían la seguridad en DAIA<br />

eran generalmente jóvenes y llegaban a la institución por alguna recomendación<br />

familiar, luego <strong>de</strong> que se les realizara un test con la psicóloga <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>legación.<br />

En el caso <strong>de</strong> AMIA, el encargado <strong>de</strong> seguridad (<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el mes <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1994) era<br />

Aarón Edry, un ex oficial <strong>de</strong>l ejército israelí. Si bien la evolución <strong>de</strong> los<br />

trabajos <strong>de</strong> refacción y la construcción <strong>de</strong> salidas <strong>de</strong> emergencia parecía<br />

<strong>de</strong>spertar cierta preocupación repecto <strong>de</strong> la seguridad <strong>de</strong>l edificio, no se<br />

tomaron medidas efectivas en la práctica. El edificio guardaba las formas <strong>de</strong><br />

cualquier institución: se pedía documentos a las personas que ingresaban y se<br />

registraba con un <strong>de</strong>tector <strong>de</strong> metales el ingreso <strong>de</strong> paquetes (aunque no siempre,<br />

según el testimonio <strong>de</strong> proveedores). Es necesario aclarar que un <strong>de</strong>tector <strong>de</strong><br />

metales <strong>de</strong>tecta precisamente eso: metales (no explosivos, ni plásticos ni <strong>de</strong><br />

ningún otro tipo). Para <strong>de</strong>cirlo <strong>de</strong> otro modo: una bolsa <strong>de</strong> amonal o <strong>de</strong> hexógeno<br />

pasa silenciosamente por cualquier <strong>de</strong>tector <strong>de</strong> metales, por más sofisticado que<br />

éste sea.<br />

Ingresar a la AMIA por la parte trasera <strong>de</strong>l edificio era literalmente un juego<br />

<strong>de</strong> niños: por lo menos dos menores <strong>de</strong> doce años que viven en los <strong>de</strong>partamentos<br />

vecinos cuyo frente da a la calle Uriburu 634, saltaron varias veces a la<br />

terraza <strong>de</strong> la AMIA a buscar una pelota. En una oportunidad, incluso (como<br />

veremos más a<strong>de</strong>lante), uno <strong>de</strong> ellos fue <strong>de</strong>tenido ilegalmente por la Policía. Las<br />

posibilida<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l ingreso <strong>de</strong> mayores por el mismo sector se multiplica si se<br />

tiene en cuenta otra <strong>de</strong> las medianeras vecinas: la <strong>de</strong> Uriburu 626, una casa

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