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JORGE LANATA JOE GOLDMAN Cortinas de humo Una ...

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Diez días antes <strong>de</strong> la bomba, los comerciantes Chiessa, Moragues, Vinocur y<br />

Macaño se sentaron en la oficina <strong>de</strong> Beraja en la DAIA para pedirle que<br />

intercediera ante el municipio y levantara la prohibición <strong>de</strong> estacionar en la<br />

cuadra. Apoyaron su pedido en una hoja con la firma <strong>de</strong> la mayoría <strong>de</strong> los<br />

vecinos, pero aún así el petitorio no tuvo respuesta favorable.<br />

Des<strong>de</strong> esa fecha hasta el atentado las cuadras <strong>de</strong> Pasteur al 500 y 600 estuvieron<br />

sin luz en la calle. "Mi hija tenía miedo <strong>de</strong> venir <strong>de</strong> la facultad a la noche,<br />

porque esto era una boca <strong>de</strong> lobo", recordó María Josefa Vicente, habitante <strong>de</strong>l<br />

tercer piso <strong>de</strong> Pasteur 592.<br />

Entre la noche <strong>de</strong>l domingo 10 <strong>de</strong> julio y la madrugada <strong>de</strong>l lunes 11, Lucía, la<br />

telefonista <strong>de</strong> DAIA, se <strong>de</strong>spertó agitada y no pudo volver a dormirse: había<br />

soñado que mataban a Beraja. Al <strong>de</strong>spertarse supo que sólo era una pesadilla,<br />

pero eso no alcanzó para tranquilizarla. Miró el reloj: eran más <strong>de</strong> las tres <strong>de</strong><br />

la mañana. "Tengo que llamar al doctor al movicom", se dijo. No lo hizo. El<br />

sueño volvió en una suave oleada: Lucía estaba parada frente a un kiosco <strong>de</strong><br />

revistas en la plaza <strong>de</strong>l Congreso, Beraja estaba muerto y su rostro ocupaba la<br />

tapa <strong>de</strong> todos los diarios y revistas <strong>de</strong>l kiosco. "Necesito saber dón<strong>de</strong> lo<br />

velan", se preguntó Lucía mientras le pedía una revista al kiosquero. Buscó en<br />

vano. Revisó luego un diario, y <strong>de</strong>spués otro. Ninguno <strong>de</strong>cía nada. Entonces se<br />

<strong>de</strong>spertó.<br />

Apenas llegó a la oficina esa mañana llamó al Banco Mayo:<br />

-¿El doctor está bien? -le preguntó a Valeria, la chica <strong>de</strong> la recepción. Ella le<br />

dijo que sí y Lucía <strong>de</strong> inmediato le contó su sueño-. Estaba preocupada -agregó.<br />

Antes <strong>de</strong> cortar bromearon, para disimular el escalofrío.<br />

Cuando llegó Verónica, Lucía dudó en contarle: Verónica se preocupaba <strong>de</strong>masiado<br />

por esas cosas. Finalmente le relató su sueño en el almuerzo.<br />

Esa tar<strong>de</strong>, y la mañana y la tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>l martes 12 <strong>de</strong> julio, las amenazas<br />

telefónicas se repitieron: "Los vamos a matar a uste<strong>de</strong>s y a todos los judíos <strong>de</strong><br />

los medios: a Viale, a Sofovich, a todos".<br />

El miércoles 13 por la mañana Marcelo (primo <strong>de</strong> Paula, una <strong>de</strong> las empleadas <strong>de</strong><br />

la imprenta) llegó hasta el local <strong>de</strong> Pasteur para mostrarle su Ford Sierra<br />

nuevo. Cuando Adriana, otra <strong>de</strong> las empleadas, le dijo que Paula no había<br />

llegado, Marcelo <strong>de</strong>cidió esperarla <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l auto, y se durmió. El auto estaba<br />

estacionado en la puerta <strong>de</strong> AMIA, <strong>de</strong>lante <strong>de</strong>l patrullero eternamente inmóvil.<br />

Marcelo no conocía a ninguno <strong>de</strong> los policías, y Adriana no intercedió ante los<br />

oficiales para que le permitieran estacionar ahí. El auto estuvo estacionado<br />

frente a Pasteur 633 durante cuarenta minutos: ni los policías ni los guardias<br />

<strong>de</strong> seguridad interrumpieron el sueño <strong>de</strong> Marcelo.<br />

El jueves 14 volvió a sobrevolar el pájaro negro <strong>de</strong> las amenazas:<br />

-Judíos <strong>de</strong> mierda, por uste<strong>de</strong>s el país está como está.<br />

-Avísenle a Beraja que lo vamos a reventar.<br />

El viernes 15 por la tar<strong>de</strong>, Irene Perelman subió al tercer piso <strong>de</strong> la AMIA y se<br />

tropezó con unos paquetes cruzados por una faja que indicaba la proce<strong>de</strong>ncia:<br />

"Expreso <strong>de</strong> Córdoba", <strong>de</strong>cía el impreso. Cuando volvió a la planta baja, le<br />

preguntó a los empleados <strong>de</strong> seguridad por el contenido <strong>de</strong> las cajas:<br />

-Son unos libros que manda la gente <strong>de</strong> la Comunidad Israelita <strong>de</strong> Córdoba: una<br />

donación para la biblioteca -dijo uno <strong>de</strong> ellos.<br />

-¿Alguien los revisó? -preguntó Irene.<br />

-¿Para qué? -le respondieron.<br />

Debido al shabat, el 15 <strong>de</strong> julio se trabajó, como todos los viernes, hasta las<br />

17:00. A esa hora Ricardo Epstein salía <strong>de</strong> las oficinas <strong>de</strong>l quinto piso <strong>de</strong> la<br />

DAIA: viajaría por el fin <strong>de</strong> semana a Mar <strong>de</strong>l Plata, y estaría <strong>de</strong> vuelta en<br />

Buenos Aires el martes 19 a las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Cuando estaba en la puerta <strong>de</strong>l<br />

ascensor Lucía le preguntó:<br />

-Y si pasa algo, ¿qué hago?<br />

-Hacé un radio -le dijo Epstein-, alguien te va a escuchar.

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