dulce como el amor 29/11/06 13 - Ministerio de Educación
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DULCE COMO EL AMOR <strong>29</strong>/<strong>11</strong>/<strong>06</strong> <strong>13</strong>:15 Página 20<br />
Dulce <strong>como</strong> <strong>el</strong> <strong>amor</strong><br />
Al principio, sólo sintió un picor, una comezón subiendo por la pi<strong>el</strong>, un<br />
pertinaz hormigueo que aumentaba al contacto con las uñas; más tar<strong>de</strong>, fue<br />
<strong>el</strong> brote <strong>de</strong> una flor morada creciendo a lo largo <strong>de</strong> la pierna <strong>de</strong>recha. De<br />
nada sirvieron las tortas <strong>de</strong> hierba y arena, preparadas por las mujeres más<br />
ancianas, porque la herida no <strong>de</strong>tuvo su caminar agrio y profundo. En otro<br />
tiempo, cuando Walid cuidaba <strong>el</strong> ganado en las montañas d<strong>el</strong> Atlas, su<br />
cuerpo, alto y enjuto, atraía a las mujeres que se adornan con torques y<br />
cubren <strong>el</strong> rostro con un v<strong>el</strong>o <strong>de</strong> seda transparente. Sus pies no conocían<br />
entonces la fatiga y <strong>de</strong> las altas montañas <strong>de</strong>scendieron a la ciudad don<strong>de</strong><br />
los hombres esperan <strong>de</strong>scubrir <strong>el</strong> rumbo <strong>de</strong> la fortuna. Y, en la ciudad, sus<br />
brazos <strong>de</strong> alambre buscaron alimento en <strong>el</strong> cansancio d<strong>el</strong> azufre y en los<br />
espejos curvos y azules <strong>de</strong> las aguas. Cuando venía la luna, era Walid una<br />
espada mecida por la mar y una lumbre <strong>de</strong> <strong>amor</strong> y cuchillos.<br />
La flor creció <strong>como</strong> un lirio rojo, blanco y negro, y las mujeres <strong>de</strong> cintura<br />
<strong>de</strong> sombra y pechos duros, al ver que <strong>el</strong> cuerpo <strong>de</strong> Walid era una mano<br />
en las esquinas y la voz una salmodia agrietada, olvidaron para siempre<br />
sus ojos <strong>de</strong> topacio. Pero, en <strong>el</strong> sueño <strong>de</strong> las brasas d<strong>el</strong> atar<strong>de</strong>cer, contemplaba<br />
Walid la llegada <strong>de</strong> gente que traían, en la rueda <strong>de</strong> los pies y en <strong>el</strong><br />
quedo misterio <strong>de</strong> la voz, noticias <strong>de</strong> una tierra don<strong>de</strong> crecían árboles<br />
gigantes a cuya sombra reposaba la fatiga <strong>de</strong> los hombres. Bien se advertía<br />
en las t<strong>el</strong>as <strong>de</strong> seda y en <strong>el</strong> semblante risueño <strong>de</strong> los merca<strong>de</strong>res, que<br />
aumentaba los cam<strong>el</strong>los <strong>de</strong> las caravanas y las mujeres <strong>de</strong> sus noches, que<br />
la riqueza se encontraba al otro lado d<strong>el</strong> <strong>de</strong>sierto.<br />
Y una mañana, Walid sintió que la arena quemaba los labios <strong>de</strong> la<br />
pierna. La lejanía era un cansancio salado que frotaba los ojos, y ranas que<br />
croaban en la cabeza, y un anh<strong>el</strong>o <strong>de</strong> palmeras en la dorada red d<strong>el</strong> aire. Las<br />
caravanas nacían y morían <strong>como</strong> los vientos, y las sonrisas <strong>de</strong> los hombres<br />
eran cada vez más blancas. Al <strong>de</strong>clinar <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, encendían hogueras y<br />
sus gargantas se llenaban <strong>de</strong> olas oscuras que iban y venían. La caricia d<strong>el</strong><br />
sueño sanaba la herida, y <strong>de</strong> su corazón <strong>de</strong> magia surgía una ciudad con<br />
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