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Centurion Mexico Winter 2023

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|Reflexiones| Fextal, Piz Chapütschin (1992), fotografía tomada en la Alta Engadina y sobrepintada al óleo por el aclamado artista alemán Gerhard Richter Donde viven las musas El valle suizo de Engadina, famoso desde hace tiempo por ser el paraíso de los deportes de invierno, revaloriza ahora su patrimonio como destino de artistas e intelectuales. Por Claire Wrathall El valle de Engadina, situado a gran altitud a lo largo de un centenar de kilómetros a través de los Alpes del sudeste de Suiza, siempre ha sido conocido como la cuna de los deportes de invierno. Y no solo del esquí; el valle también ha acogido la Cresta Run, las carreras de caballos White Turf (¡sobre hielo!) o la copa del mundo de Polo sobre nieve. Últimamente, sin embargo, su fama de imán para los amantes del arte ha comenzado a eclipsar todos estos atractivos, por eso, los turistas invernales que tengan más ganas de trabajar la mente que los músculos y deseen divertirse fuera de las pistas disponen de un amplio abanico de actividades que van más allá del esquí de fondo, las raquetas de nieve y el après-ski. No es difícil entender por qué las galerías de arte comerciales, como Karsten Greve y Vito Schnabel, han decidido abrir sucursales en un lugar donde un uno por cierto tiende a congregarse en invierno (incluso en febrero se celebra en St. Moritz —el destino turístico más famoso del valle— una feria de arte llamada Nomad), ni por qué los artistas llevan tanto tiempo sintiéndose cautivados por su belleza, por los vivos tonos azules y © GERHARD RICHTER 2023, CORTESÍA DEL ARTISTA; FOTOGRAFÍA: JON ETTER 54 CENTURION-MAGAZINE.COM

FOTOGRAFÍAS DESDE ARRIBA: © HOTEL CASTELL, PETER ROBERT BERRY II (1864–1942), © BERRY MUSEUM, ST. MORITZ verdes de sus lagos y montañas y, en particular, por su luz resplandeciente. Nietzsche llegó acá por primera vez en 1881 en busca de «un cielo eternamente alegre» (St. Moritz ofrece 322 días de sol al año) y escribió buena parte de Así habló Zaratustra y Más allá del bien y del mal en el transcurso de siete veranos en una hermosa villa del siglo xviii —ahora convertida en museo—, situada en Sils, una localidad cercana que el autor consideraba «el rincón más bonito de la Tierra […]. Aquí viven mis musas». Más de un siglo después, el artista Gerhard Richter suscribía estas palabras. «Sí, es justo eso: la luz. Nietzsche la describió a la perfección», afirmaba en alusión a la extraordinaria confluencia de la luz septentrional y meridional. Por supuesto, Richter no fue el primer artista en sucumbir a los encantos de Sils, cuyo nombre comparten tanto una de sus exposiciones como un libro que publicó en 1992. Marc Chagall, por ejemplo, también menciona el pueblo en al menos media docena de cuadros importantes que pintó allí, la mayoría de ellos con trineos o girasoles y uno con un título más abstracto: Encuentro en colores en la nieve de Sils. Al igual que hacen muchos visitantes adinerados en la actualidad, se alojó en el tradicional hotel Waldhaus Sils (waldhaussils.ch), que aún se encuentra en manos de la familia que lo fundó en 1908 (ahora el establecimiento ha construido baños suficientes como para que cada habitación cuente con el suyo, pero, por lo demás, el diseño no ha cambiado demasiado, aunque se añadió una alberca en 1970 y un spa en 2017). Desde entonces, su libro de visitas ha reunido las firmas de artistas tan diversos como Joseph Beuys, Max Ernst, Andreas Gursky, Ferdinand Hodler, Oskar Kokoschka, Max Liebermann y Emil Nolde. Richter se hospedó allí en 1989 por recomendación del eminente curador de arte suizo Dieter Schwarz. «Es un artista al que no le gusta viajar», me cuenta Schwarz. No obstante, ese año «me preguntó si conocía algún lugar donde pasar las vacaciones de invierno, así que le recomendé la Alta Engadina y un hotel que me encantaba». Richter confió en su criterio y viajó hasta allí. «Para mi sorpresa, le entusiasmó y volvió una y otra vez con su familia. Le fascinaba el paisaje montañoso, y fue un huésped habitual durante décadas, hasta que se sintió demasiado mayor [ahora tiene 91 años]. Le apasionaba caminar y esquiar, amaba la naturaleza, los preciosos lagos y las sublimes montañas, que le recordaban a su juventud en el remoto paisaje accidentado de Lusacia, en la Alemania Oriental». Este invierno, Richter protagonizará una gran exhibición organizada por Schwarz que se celebrará en tres instituciones de la Engadina. Esta será la primera muestra en torno al arte que el artista creó como respuesta a sus magníficos paisajes. Probablemente, las obras más reconocidas sean su serie Sils, unas impresiones cromogénicas sobrepintadas de las montañas Piz Lunghin, Piz Surlej o Piz Corvatsch, el Valle de Fex y el Silsersee. En efecto, a todas ellas les dota de un cierto clima abstracto con las gotas de pigmento o pintura al óleo que deja secar mientras caen a fin de evocar una especie de ventisca de colores, o bien unta, Desde arriba: Wasserfenster (2011), de Roman Signer, que enmarca vistas de Piz Mezzaun a través de una cortina de agua en los terrenos del Hotel Castell; un cuadro sin fecha que representa una carrera de caballos en St. Moritz, del pintor local Peter Robert Berry II CENTURION-MAGAZINE.COM 55

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