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Centurion Mexico Winter 2023

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|Reflexiones| Arriba:

|Reflexiones| Arriba: Before Performance (1981), de la fallecida artista estonia Anu Põder, cuya obra será objeto de una exposición en el Muzeum Susch el año que viene; en la parte superior de la página: interior del Skyspace Piz Utèr (2005), de James Turrell, junto al Hotel Castell de Zuoz arremolina o raspa sobre la imagen para difuminarla y convertirla en algo más pictórico y menos figurativo que una fotografía. «Asimismo tenemos una categoría entera de cuadros relacionados con la Engadina y una obra escultórica en tres partes con nombres de montañas del valle», explica Giorgia von Albertini, directora de Hauser & Wirth St. Moritz (hauserwirth.com), quien ha organizado el evento en colaboración con la Nietzsche- Haus (nietzschehaus.ch) en Sils, donde se expondrán una serie de fotografías nunca antes vistas; y el Museo Segantini (segantini-museum.ch) de St. Moritz, que conmemora al pintor italiano neoimpresionista de paisajes alpinos Giovanni Segantini, otro artista que halló inspiración en la Engadina y se asentó en Maloja. Si le apasionan los paisajes montañosos monumentales, St. Moritz también alberga el Museo Berry (berrymuseum.com), dedicado a Peter Robert Berry II, amigo y contemporáneo de Segantini. Natural de este municipio, Berry estudió Medicina y se casó con la nieta de Johannes Badrutt, inventor de facto del turismo de los deportes de invierno y dueño del Palace Hotel, el establecimiento más famoso de este centro de esquí y, por cierto, sede de la galería Hauser & Wirth. Pasado un tiempo, decidió dedicarse a la pintura por influencia de Giovanni Giacometti, otro nativo de la Engadina y padre del célebre Alberto Giacometti. Puede que no haya un museo convencional de la obra de Giacometti, pero en el Pensiun Aldier ( aldier.ch), un hotel chalé ubicado en el municipio de Sent, se exponen alrededor de 200 obras —en su mayoría gráficas, aunque algunas son estatuas de bronce— de Alberto, su hermano Diego y un amigo de ambos, el fotógrafo Ernst Scheidegger (de ahí el nombre Al-di-er), que ha reunido el coleccionista y hotelero Carlos Gross. De hecho, varios hoteles del valle son auténticos tesoros de arte. Al igual que Richter regaló dos pequeños cuadros al Waldhaus, Julian Schnabel ha obsequiado con una serie de lienzos al Villa Flor ( villaflor.ch), un modesto pero encantador hotel de siete habitaciones situado en S-chanf, cuya dueña, Ladina Florineth, al parecer fue la encargada de enseñarle a esquiar (es profesora de esquí titulada). Por su parte, el artista, coleccionista y empresario Ruedi Bechtler ha inundado el Hotel Castell (hotelcastell.ch) en Zuoz de obras de personalidades como Carsten Höller, Martin Kippenberger, Gabriel Orozco, Pipilotti Rist, David Shrigley, Lawrence Weiner, Erwin Wurm y Fischli/ Weiss; en el terreno hay incluso un Skyspace de James Turrell. A veinte minutos de St. Moritz en la línea del pintoresco Ferrocarril Rético que conecta la mayoría de los pueblos mencionados, Zuoz acoge asimismo las brillantes Engadin Art Talks (engadin-art-talks.ch) durante el último fin de semana de enero (cuando se FOTOGRAFÍAS DESDE ARRIBA: GABRIELA ACKLIN, CORTESÍA DEL ARTISTA Y EL MUSEO DE ESTONIA 56 CENTURION-MAGAZINE.COM

FOTOGRAFÍA MANOLO YLLERA redactó el presente artículo aún no se había anunciado el programa de 2024, pero entre los ponentes de la última edición figuraron Ai Weiwei, Camille Henrot, Ernesto Neto y Uli Sigg). Vale la pena, a su vez, detenerse en la siguiente parada, La Punt-Chamues-ch, sobre todo para comer en el Krone – Säumerei am Inn (krone-lapunt.ch), un excelente restaurante con estrella Michelin y habitaciones relativamente asequibles que se inauguró el año pasado y pertenece al inversionista y coleccionista de arte Beat Curti. Si se aloja o cena en este establecimiento, encontrará diversas obras de su colección, entre las que destacan las de Not Vital, nacido también en Sent. La fundación de este artista suizo abarca un parque de esculturas en su localidad natal, un espacio de exposiciones en Ardez y, lo más llamativo de todo, el castillo Schloss Tarasp (notvital.ch), justo encima del municipio de Scuol, que se halla al final de la línea del tren, a solo15 kilómetros de las fronteras con Austria e Italia. El castillo es extraordinario: una fortaleza montañosa del siglo xi renovada 900 años después por Karl August Lingner, un industrial alemán que costeó la obra con la fortuna amasada como inventor del enjuague bucal Odol (¡no cabe duda de que la higiene era importante para él, porque los baños de principios del siglo xx del Schloss son dignos de visitar!). Vital adquirió la propiedad en 2016 y ha decorado tanto el interior como el exterior con sus propias obras de arte, entre las que figura una de sus Houses to Watch the Sunset (casas para ver el atardecer), una torre de cuatro pisos reforzada por tres escaleras un tanto precarias que conducen a diferentes pisos. El espacio también incorpora tesoros de su colección, desde armaduras y antigüedades hasta obras de artistas como Jean-Michel Basquiat, Willem de Kooning y Andy Warhol, a quienes conoció en el Nueva York de los años setenta. Junto a ellas, hay cabida para obras de otros artistas como Max Ernst, Piero Manzoni, Giorgio Morandi y Richard Long, cuya serpenteante instalación River of Riverstones, dispuesta en los terrenos del castillo, se elaboró con guijarros del río Eno, un afluente del Danubio que atraviesa el valle. Es indiscutible que la mayor parte del arte que adorna la Engadina procede de artistas masculinos . blancos. Sin embargo, Grazyna Kulczyk, la coleccionista y empresaria responsable de proyectos como el centro comercial y artístico Stary Browar de Poznan, en su Polonia natal, abrió en 2019 el Muzeum Susch (muzeumsusch.ch) a orillas del río de Susch y a tan solo nueve paradas en tren de St. Moritz. Su misión es mostrar el trabajo de artistas femeninas y crear lo que ella misma describe como «un laboratorio de arte donde las protagonistas sean las mujeres». En Arriba: el interior del hotel Villa Flor de S-chanf con una obra del fotógrafo y pintor checo Miroslav Tichý en primer plano la exposición de este invierno, que dará comienzo en enero, se repasará la obra de la difunta artista estonia Anu Põder. Independientemente de lo que se exhiba en su interior, el museo ribereño también merece una visita, aunque solo sea por su arquitectura. El establecimiento es el resultado de la transformación de un monasterio del siglo xii y una antigua cervecería que se han unido con gran ingenio a través de un túnel subterráneo. Por otra parte, sus galerías no son meros cubos blancos y pulidos con ventanas enmarcando gloriosas vistas del valle como si de cuadros se tratara, sino espacios crudos y toscos excavados a modo de sótanos en la montaña que se eleva a sus espaldas, tarea que ha supuesto la extracción de 9,000 toneladas de roca. Con todo, lo que convirtió a Engadina en «el marco perfecto para lo que tenía en mente —apunta Kulczyk— fue su posición central en Europa, tanto desde el punto de vista geográfico como de destino para intelectuales deseosos de reflexionar». Y es que este valle siempre ha sido un sitio donde coexisten diferentes ideales y culturas, donde el cálido sur de Italia choca con la fría Suiza calvinista, y donde algunas iglesias presentan agujas góticas austeras mientras que otras lucen cúpulas barrocas en forma de cebolla. Como explica Giorgia von Albertini, cuya familia proviene de La Punt, su rica historia como ruta comercial se remonta a la época romana, por eso «no son solo la luz y el paisaje» los que hacen de este lugar algo «tan especial». CENTURION-MAGAZINE.COM 57

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