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Descargar PDF - Fondo Editorial del Caribe / Anzoátegui

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Desde su creación, el <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />

se caracteriza por ir al encuentro de lo que nos<br />

sensibiliza, de lo que nos expresa y nos lleva<br />

luminosamente hasta nuestras barrocas e históricas<br />

raíces. Esta labor editorial tiene sus razones en el<br />

“existirnos”, en el “sabernos” y “sernos”: mediante la<br />

palabra buscamos el desde cuándo somos, quiénes<br />

somos y por qué somos, para entender que no llegamos<br />

hoy, que venimos <strong>del</strong> realmaravilloso mundo de<br />

nuestros primeros indígenas. Nombrarnos es irnos<br />

hasta la memoria, para volvernos tiempo puro y diluir<br />

olvidos, envueltos en la eterna cotidianidad de las<br />

palabras. Ya lo dijo Unamuno: “El hombre deja en la tierra<br />

unos huesos, y al irse un nombre, un nombre en la memoria<br />

de la palabra creadora, en la historia tejida de nombres; un<br />

nombre, si logra buena ventura, más duradero que los huesos,<br />

más que el bronce...¡La palabra y el nombre!”.<br />

Este proyecto editorial busca publicar, difundir, aquellos<br />

libros que sirvan para crear conciencia, para que<br />

el pueblo reaccione a partir de la razón y el sentimiento.<br />

La historia, la literatura, el folklore, el turismo,<br />

la crónica, son temas privilegiados por nosotros, al<br />

igual que las manifestaciones indígenas e infantiles.<br />

Sin obviar la intención de editar obras relacionadas<br />

con el petróleo y la artesanía.<br />

Nuestras distintas Colecciones se orientan hacia la<br />

consolidación integral de la cultura oriental y son<br />

nuestra mejor ventana al mundo. Por eso tenemos<br />

la Biblioteca de Autores y Temas Anzoatiguenses; de<br />

igual modo tenemos la Biblioteca Básica y Los Cuatro<br />

Horizontes <strong>del</strong> Cielo; nos interesamos en la incorporación<br />

de noveles escritores; queremos rescatar toda<br />

la sabiduría indígena. En síntesis: nos interesa, fundamentalmente,<br />

reafirmar nuestro gentilicio, nuestra<br />

idiosincrasia, nuestra identidad para reencontrarnos<br />

en el creativo mapa de las primeras huellas y comprobar<br />

que somos un ser de seres, un alma de almas,<br />

una voz de voces, un camino de caminos, un tiempo<br />

de tiempos. Es decir, somos palabras de un mismo<br />

libro, de una misma cultura.


La Firma de Dios<br />

<strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />

Gobierno <strong>del</strong> Estado <strong>Anzoátegui</strong><br />

<strong>Anzoátegui</strong> - Venezuela


Gobierno <strong>del</strong> Estado <strong>Anzoátegui</strong><br />

Gobernador<br />

Tarek William Saab<br />

Fundación <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong><br />

Director General<br />

Fi<strong>del</strong> Flores<br />

Consejo Consultivo<br />

Gustavo Pereira<br />

Freddy Hernández Álvarez<br />

Ramón Ordaz<br />

Chevige Guayke<br />

Administración<br />

Carlos Catamo Lisboa<br />

Biblioteca Pública Julián Temístocles Maza<br />

Calle Eulalia Buroz con Boulevard 5 de Julio<br />

Barcelona, <strong>Anzoátegui</strong> - Venezuela.<br />

Telefax: 0281 2762501<br />

fondoeditorial<strong>del</strong>caribe@gmail.com<br />

2 a edición, 2009<br />

© <strong>Fondo</strong> <strong>Editorial</strong> <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong>, 2009<br />

Depósito legal:<br />

lf 80920098002760<br />

ISBN<br />

978-980-6540-93-4<br />

Composición de textos<br />

Alquimia Gráfica<br />

Diseño de portada<br />

José Gregorio Vásquez<br />

Fotografía<br />

Detalle de Esqueletos de Barco de José M. Silverio<br />

Corrección de pruebas<br />

Chevige Guayke<br />

Editor<br />

Fi<strong>del</strong> Flores<br />

fi<strong>del</strong>flores2910@yahoo.es<br />

Impreso en Venezuela por<br />

Impresos Italgráfica S. A.


Ángel Félix Gómez<br />

La Firma de Dios


La Firma de Dios está en el mar<br />

Ramón ORdaz<br />

La narrativa insular –valga decir lo que se ha escrito de Margarita,<br />

Cubagua y Coche como tema– no es muy abundante que digamos. La<br />

fuente de inspiración ha prestado más sus alas a los poetas. El relato y<br />

el cuento breves, sin embargo, han sido los más cultivados, no exenta<br />

su escritura de pinceladas de poesía. La tradición de los cacheros ha<br />

minado buena parte de su literatura. No escapan a esa agenda que bebe<br />

de la crónica y de la tradición oral la obra literaria de Rómulo Quijada,<br />

de Chevige Guayke y de Ángel Félix Gómez, entre otros. Allí está Salitre<br />

(1973) como ejemplo de lo que señalamos, obra que hunde sus raíces en<br />

una larga tradición narrativa venezolana que nos llevaría al itinerario de<br />

los a<strong>del</strong>gazados relatos-crónicas de Oscar Guaramato o al narrar breve<br />

de Alfredo Armas Alfonzo en El osario de dios (1969). Antes de glosar<br />

esta segunda edición de La firma de Dios (1985), de Ángel Félix Gómez,<br />

no está demás pasearnos un poco por algunas referencias novelescas al<br />

espacio insular. Si de crónica se trata, allí están el diario de Colón y las distintas<br />

narraciones que fueron dejando a su paso quienes incursionaron<br />

en las aguas <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong> y que pusieron pie en las islas de la costa oriental<br />

venezolana como un Giacomo Benzoni, Gonzalo Fernández de Oviedo o<br />

un Juan de Castellanos, o de quienes dieron fe de los acontecimientos<br />

de la época a través de informantes. Entre la leyenda y la historia se<br />

cifra el origen <strong>del</strong> triángulo insular que hoy constituye el estado Nueva<br />

Esparta. La fundación de Nueva Cádiz, si bien fue una cruenta realidad<br />

que cimentó el conquistador-explotador durante la primera mitad <strong>del</strong><br />

siglo XVI, la acción de la naturaleza arrasó y arrastró toda su “industria”<br />

al fondo <strong>del</strong> mar hasta convertir esa historia de medio siglo en espejismo<br />

y sustratum de todas las ficciones posibles. Fábulas, mitos, leyendas<br />

7


provenientes de las Crónicas de Indias nutrirían luego esa recomposición<br />

de la mirada histórica que asumieron fundamentalmente los escritores<br />

<strong>del</strong> siglo XX latinoamericano, y entre ellos no deja de ser un a<strong>del</strong>antado<br />

Enrique Bernardo Núñez cuando da a conocer su novela Cubagua en<br />

1931. La experiencia narrativa cubagüense de Núñez se mueve entre un<br />

presente y un pasado que se superponen en el triángulo insular. El petrolio,<br />

así como las thenocas, coçixas, margaritas o perlas de Cubagua y el fray<br />

Dionisio de que da cuenta Gonzalo Fernández de Oviedo en su Historia<br />

General y Natural de las Indias, vuelven fantasmagóricamente, rotulan<br />

con su presentismo el mismo drama de la historia, a lo que se añade esta<br />

vez la certeza de nuevos circuitos de la explotación, tal como ocurría<br />

con la magnesita en la época cuando Enrique Bernardo Núñez recababa<br />

información en la Isla de Margarita para escribir Cubagua. –¿Me ha dicho<br />

que piensa levantar un plano de Cubagua? –dice fray Dionisio a Leiziaga–<br />

Puedo mostrarle uno trazado hace tiempo, cuando Nueva Cádiz se hallaba en su<br />

mayor riqueza. –El pasado, siempre el pasado. (responde Leiziaga). Pero, ¿es<br />

que no se puede huir de él? Sería mejor que hablásemos <strong>del</strong> petróleo. Los grandes<br />

acontecimientos de nuestra historia han entrado por el mar; por el mar<br />

han llegado los frutos <strong>del</strong> comercio, en el mar se advierten por primera<br />

vez los indicios <strong>del</strong> azeite que trastocaría las tradicionales formas de<br />

vida de nuestros pueblos. Por algún extraño designio afirmaría Núñez:<br />

El mar es comunista.<br />

Otro autor que hace de Nueva Esparta su particular escenario es Antonio<br />

Arráiz con su novela El mar es como un potro, conocida también<br />

como Dámaso Velásquez (1956). Drama pasional que tiene lugar en<br />

la costa margariteña –Bellamar en la ficción–; no siempre logrados los<br />

cuadros narrativos <strong>del</strong> autor dentro <strong>del</strong> conjunto de la obra, constatamos<br />

en ella una amplia cosmovisión de la historia, leyendas y tradiciones de<br />

la tierra insular. Además de la vida de aventurero <strong>del</strong> mar, comerciante y<br />

contrabandista de Dámaso, conseguimos en esta obra de Arráiz a Nueva<br />

Cádiz de nuevo historiada; están, asimismo, algunas leyendas indígenas<br />

como el mito de origen de las islas y la guachiporra, toda una galería<br />

de las especies marinas, las fiestas patronales de la Virgen en el Valle<br />

<strong>del</strong> Espíritu Santo, el <strong>Caribe</strong> como “Este arco extendido y tirante donde está<br />

montada la flecha <strong>del</strong> porvenir <strong>del</strong> mundo”, las lascivas mestizas que canta<br />

Juan de Castellanos, donde “la mujer es como el mar”, y “El mar no hace sino<br />

8


sugerir” termina por decirnos el narrador, dejando al escritor y al lector<br />

futuros la imago <strong>del</strong> mar como libro abierto.<br />

El autor más reciente que centra en Margarita su atención es el<br />

asuntino Francisco Suniaga con su primera novela La otra isla (2003).<br />

Otro drama pasional, y policial a la vez, potenciada la médula de la<br />

historia por una tradición milenaria, la pelea de gallos. La angustia<br />

que vive E<strong>del</strong>traud Kreutzer, madre de Wolfgang, ahogado en extrañas<br />

circunstancias en Playa El Agua, sirven para que el narrador soporte el<br />

cuerpo <strong>del</strong> relato ofreciéndonos espaciados contornos que dan cuenta<br />

de la isla y de cierta psicología <strong>del</strong> comportamiento de los insulares:<br />

“La otra isla, la comparte el sol, la brisa y el mar azules, la isla invisible pero espesa<br />

donde todo se posterga, la isla sin tiempo <strong>del</strong> mañana, la de todas las miserias, la isla<br />

donde anida la tristeza escondida tras una sonrisa, la que obliga a vivir sin hipótesis<br />

y a morir de la misma manera”. Esa isla, siempre otra en cualquier relato,<br />

tiene en la escritura de Ángel Félix Gómez redes de significaciones y<br />

resignificaciones tierra adentro y mar afuera.<br />

Sin duda, la matriz de la Firma de Dios está presente en las crónicas<br />

literarias y relatos cortos que integran Salitre. De Salitre ha dicho el<br />

académico y poeta Efraín Subero lo siguiente: “No exagero. Soy justo. Califico<br />

a Salitre como una de las más altas cumbres alcanzadas por la poesía venezolana”<br />

(Subero, 2003). Hiperbolismos como éstos carecen de seriedad en<br />

cualquier literatura. Más que favorecer, quitan mérito. Es inadmisible la<br />

desubicación crítica de Subero al abordar esta obra respetable de Ángel<br />

Félix Gómez, ya que ningún bien le hace a la hora de contextualizarla en<br />

nuestro espacio literario. Lo cierto es que es ésta una obra importante<br />

en la producción literaria de Ángel Félix Gómez, quien es autor, por lo<br />

demás, de varios libros de poesía, de crónicas y de historia margariteña.<br />

Salitre constituye un punto de partida, el antecedente inmediato de La<br />

Firma de Dios, obra con la que obtuvo distinguida mención como finalista<br />

en la Bienal Literaria “José Antonio Ramos Sucre” en la década <strong>del</strong><br />

ochenta. El carácter de literariedad de la crónica ha sido suficientemente<br />

sostenido por la crítica contemporánea. Antes género en los márgenes,<br />

en nuestros días goza <strong>del</strong> prestigio y reconocimiento que pudo tener la<br />

crónica periodística en el pasado. Géneros cortos, la teoría ha validado<br />

expresiones similares como el mini-cuento, el relato breve. Anécdotas<br />

notables de hechos familiares, la Isla de Cubagua, el Tirano Aguirre,<br />

9


Benjamín el negro martiniqueño, el Negro de Canacho, la alusión al petróleo,<br />

los cantos premonitorios de las guaras, la embarcación “La firma<br />

de Dios” son referencias que de Salitre serán trasegados para una mayor<br />

extensión narrativa en los diez capítulos que dan unidad a la “novela”<br />

La Firma de Dios; y aquí subrayamos novela, porque si bien estamos<br />

en el campo de la narrativa, no es menos cierto que la materia de uso,<br />

el lenguaje, está saturado a lo largo de los diez capítulos de un lirismo<br />

que subsume cualquier categoría espacio-temporal, cualquier orden temático,<br />

cualquier construcción literaria de una trama y de los personajes.<br />

Predomina la pincelada poética <strong>del</strong> paisaje, el recuerdo nostálgico de<br />

figuras familiares e históricas <strong>del</strong> pasado que concurren en uno y otro<br />

capítulo no por la fuerza de un desplazamiento de la narración, sino por<br />

la reincidencia de un nuevo recuerdo, el enganche de un nuevo dato,<br />

cuando no, es el ritornello de hechos que se quieren acentuar sin mayores<br />

matices como las “Mujeres de perfiles griegos”, parodias como “María<br />

Luisa vamos a la playa calienta el sol toma tu sombrero...”; arabescos como “Por<br />

la gárgola legendaria gárgola por su boca de gran guaripete comenzaron a gotear<br />

yaguareyes gotas de sangre gotas de sequía que alegraron a las palomas <strong>del</strong> patio”,<br />

la periódica inserción fragmentaria de la crónica como “Hay un pescado<br />

en el mar, que no es mayor que un dedo pulgar de la mano y pintadillo de pecas y<br />

rayas blancas y otras amarillas, y llámase tatara...” (Entresacado de Historia<br />

general y Natural de las Indias, de Gonzalo Fernández de Oviedo); o la<br />

apropiación espúrea que une versos de los poemas “Pañuelos en el mar”<br />

y “Azul” de Francisco Lárez Granado para la construcción “Mar cuando me<br />

vaya no borres el camino me voy porque el mar me llama y yo soy un marinero”;<br />

en síntesis, son múltiples los recursos literarios de que se vale Ángel<br />

Féliz Gómez para facturar su obra: apropiaciones irónicas, parodias,<br />

pastiches, transgresiones, yuxtaposiciones, extrapolación de la Crónica<br />

de Indias, etc. Estamos en presencia de formas narrativas de breve<br />

desarrollo a través de los cuales se construye una red de significados que<br />

sólo el lector avisado, compenetrado con la historia cultural de las islas<br />

estará en condiciones de expandir y aprovechar mejor ese rico campo<br />

de sugerencias poéticas que es La Firma de Dios. Cada capítulo es una<br />

especie de apretada sinopsis de muchos otros relatos y macrorrelatos<br />

vinculados a las distintas historias, una bien pensada condensación<br />

de crónicas locales y foráneas, por entre cuyos intersticios el hilo de<br />

10


esta o aquella historia pasa repetidas veces por el mismo punto –una<br />

consciente yuxtaposición diegética– como persistencia de la memoria,<br />

como dato que se vuelve a contar, a recordar; una obsesiva reiteración<br />

que el narrar irradia hacia una diversidad de temas, entre los cuales el<br />

narrador no tiene la mínima intención de afincarse en ninguno. No se<br />

privilegia historia alguna. Ráfagas de hechos <strong>del</strong> pasado dan cuerpo a La<br />

firma de Dios, apenas pistas para la reconstrucción –tarea que quedará<br />

al lector– de una historia que, en todo caso, siempre será fragmentaria.<br />

Diez relatos por donde navegan distintos personajes que jamás llegan a<br />

encontrarse para una historia común que configure a su vez una unidad<br />

novelesca. La isla que nos describe Gómez está cruzada por variadas<br />

historias: conquistadores y fundadores, la explotación de los mercaderes<br />

de perlas, los poblamientos y repoblamientos de Pueblo de la Mar, los<br />

bares en el destino de la comunidad, las leyendas, creencias y mitos<br />

populares, los viajes y el comercio marítimo de “La Firma de Dios” con<br />

Tierra Firme, el recurrente tema <strong>del</strong> petróleo, etc., pero si hay uno que es<br />

asunto principalísimo es el discurso que resalta en todos los órdenes, lo<br />

femenino: las mujeres están en el centro <strong>del</strong> mínimo acontecimiento desde<br />

la Cuagua que cantó Juan de Castellanos hasta las que en el Bar <strong>del</strong><br />

Puerto tienden señuelos a los hombres entre el alcohol y las canciones de<br />

José Feliciano; así la ubicua María Luisa, mujer, sirena, mito femenino. La<br />

metamorfosis es tal, que hasta la misma embarcación “La Firma de Dios”<br />

es femenina: “Benjamín ‘La Firma de Dios’ no tiene mascarón de proa porque ella<br />

misma es un mascarón sirena sobre la proa abriendo el agua mojando sus senos turgentes<br />

de aguasalá agua vivificadora agua que corre por sus partes de mujer y se hace<br />

burbujas ardor”. Privan el discurso erótico, sensual, lúbrico de una isla que<br />

en definitiva es mujer: “Las mujeres de perfiles griegos apagan sus temores en el Bar<br />

<strong>del</strong> Puerto donde la brisa cálida y liviana hace raudo el vuelo de las guaras que abren sus<br />

abanicos sobre los cielos <strong>del</strong> Pueblo de la Mar y juegan a la suerte con las mujeres. En<br />

este mar hondo María Luisa mi cuerpo te inunda de sudores te hace resbalar sobre los<br />

guijarros lavadas piedras de mar redondeces bajo tus redondeces Mis humores salobres<br />

María Luisa forman costras desvanecientes sobre tu piel te arden los poros penetran<br />

dentro de ti hacen gemir cantar aletear de guanaguaremas.”<br />

No podemos soslayar la oportunidad para preguntarnos acerca de la<br />

situación de género de La Firma de Dios. Ya hemos apuntado cuánto el<br />

lirismo dominante obra en contra de una narración más plena, abierta hacia<br />

un espacio-tiempo propiamente narrativo. Lo cierto aquí es la función<br />

11


ancilar que ocupan la crónica, la historia, el relato popular y las voces de<br />

un colectivo. Lo genérico pierde sus contornos más comunes, se vuelve<br />

contingente, adquiere cierta virtualidad y cierto virtuosismo cuya expresión<br />

definitiva queda sujeta al plano de la comprensión lectora de quienes<br />

arriben a sus páginas.


1<br />

Los bajos <strong>del</strong> puerto forman rizos de espumas y de algas pardas y<br />

verdes El aire llega a las calles cargado de transparencias iodadas A lo<br />

lejos los cerros de la Costa Firme perfilan sus grises en los blancores<br />

de la luz En las tardes las nubes parecen un mar invertido Por sobre el<br />

Morro de Charaima pasan los pájaros que vienen <strong>del</strong> Farallón con sus<br />

cargas de sueños y los buches llenos de sardinas Viento abajo las tijeretas<br />

y guanaguaremas aletean sutilmente hacia los manglares de las<br />

Maritas la Laguna Pequeña El tómbolo de Punta Mosquito es amenaza<br />

de tormentas Ay Antón de Rojas venido de la Nueva Cádiz con tu tesoro<br />

de mostacillas oculto en el vientre<br />

La marejada volteó tu piragua sólo los indios lograron remontar la<br />

marejada traicionera y se escondieron entre las raíces <strong>del</strong> limo Tus mostacillas<br />

tus aljófares permanecieron en tu vientre como rugido de mar<br />

durante siglos En las noches de luna llena tu figura gallarda tu esbeltez<br />

de caballero se pasea pausadamente por las arenas Tus mostacillas son<br />

constelaciones cercanas a estas luces de odios que están creciendo a<br />

lo largo de la costa<br />

Las velas de los bombotes aparecen y desaparecen en estos horizontes<br />

de relámpagos lejanos Los viejos armatostes <strong>del</strong> Paparo <strong>del</strong> Monagas<br />

portadores de frutos menores y hombres palúdicos ya no fondean Los<br />

grandes vapores de la Compañía Real Holandesa de Vapores con su carga<br />

de hombres rubios y de los petipuá el gran plato <strong>del</strong> mundo conque las<br />

señoras <strong>del</strong> puerto agasajaban a los generales presidentes y sus comitivas<br />

oficiales en sus visitas administrativas el petipuá decía la vieja Inés<br />

no es más que un frijol verde podrido en aguasalá para los pendejos<br />

Aquí están los famosos muchachos de Bar <strong>del</strong> Puerto donde se tra-<br />

13


maron raptos de señoritas viejas señoritas comenzando a vivir señoritas<br />

de perfiles griegos amantes de los estrábicos ojos de Jean Paul El tal<br />

Euclides en su lucha frenética con José Feliciano prevalecido de la oscuridad<br />

de los ojos <strong>del</strong> cantante<br />

En el Bar <strong>del</strong> Puerto los ojos eran los ojos de la ciudad que comenzaba<br />

a crecer de las calles que se alargaban e iban dejando atrás los<br />

gritos espasmódicos <strong>del</strong> Palomar donde las mujeres copulaban ocultas<br />

detrás de los cardonales sangrándose las carnes para pagar en vida sus<br />

puterías de hambre para después decirles a los hombres en el mercado<br />

ya tú no sirves paná y la gente muerta de risa <strong>del</strong> sarcasmo retratándose<br />

así mismo que ya uno no sirve paná Y era verdad que se comenzaba a no<br />

servir para nada al ser serviles las pequeñas dosis de servilismo siempre<br />

existentes en Pueblo de la Mar<br />

Aquí tiene mi general Fernández esta muchachita en la flor de la vida<br />

lozana pura aseada limpiecita sí limpiecita era lo más importante en<br />

esta ausencia de agua dulce<br />

Limpiecita y bizarra mi general Fernández de quince años bañadita con<br />

agüita <strong>del</strong> río y perfumadita con su aceite de jazmín muy limpiecita mi<br />

general Una morocota como un sol en las manos ensortijadas <strong>del</strong> general<br />

Fernández era sonrisa de aprobación Cuatrocientos doce hijos vivos El<br />

general Fernández pagaba por hijos vivos frutos <strong>del</strong> amor desinteresado<br />

de las ciudadanas con el primer magistrado regional fiel colaborador <strong>del</strong><br />

benemérito etc etc se declara en campaña desvirgadora por toda la isla<br />

Cada año a uno de los hijos <strong>del</strong> general Fernández le corresponde<br />

ocupar el pedestal de la estatua en vivo de tan meritísimo hombre de<br />

pueblo El general Fernández aseguró su perpetuidad en carne Pobre de<br />

los generales y doctores <strong>del</strong> bronce <strong>del</strong> yeso <strong>del</strong> papel tualé<br />

Sobre la laguna <strong>del</strong> Morro de Charaima vuelan las guaras camino de<br />

Bellavista camino de Guaraguao camino de Punda camino de Pueblo<br />

Nuevo camino de la desesperación de las madres de las niñas de las<br />

niñas de las madres Las guaras con sus cantos de susto aparecían en la<br />

laguna cuando las sirenas escapadas <strong>del</strong> desastre de Cubagua salían de<br />

los manglares y ordenaban a las guaras a empreñar a todas las doncellas<br />

<strong>del</strong> Pueblo de la Mar Las sirenas de la Nueva Cádiz con sus barbas y sus<br />

brazos membrudos parecían más hombre que mujer pues ni tetas tenían<br />

14


lo contaba el Negro de Canacho quien las vio en un amanecer de garzas<br />

De que existen existen solía repetir el Negro de Canacho en el Bar <strong>del</strong><br />

Puerto se parecen a la mujer <strong>del</strong> circo Cóndor Desde el Bar <strong>del</strong> Puerto<br />

en las noches de luna llena sobre el morro de Charaima luna de Margarita<br />

qué linda es qué bella qué redonda está la luna poética la más<br />

alta poesía María Luisa cuando apretaba tus nalgas y temía verte la cara<br />

para no mirar tu barba de sirena Desde el Bar <strong>del</strong> Puerto se organizaban<br />

excursiones para descubrir a las sirenas de la Nueva Cádiz<br />

Las aguas de las orillas son frías y por todo el centro de la laguna<br />

pasa una corriente de agua caliente la sangre de las sirenas el miao de<br />

las sirenas el miasma empreñador de las sirenas<br />

Qué bárbaro coronel Gómez caminando de la Villa hasta el Pueblo<br />

de la Mar para ver a sus muchachos para ver a la tropa para ver a los<br />

compañeros sostenedores de la plaza hasta el último suspiro Al Pueblo<br />

de la Mar lo han quemado cuatro veces una vez más no importa lo importante<br />

es sostener la plaza piedra sobre piedra para que siempre quede<br />

el recuerdo para que nunca se apague la ceniza para que sigan viniendo<br />

los hombres de Sabana Grande a fabricar casas para que venga la gente<br />

<strong>del</strong> otro pueblo a comprar terrenos porque hasta la tierra se traen por<br />

las noches y la riegan en los solares vacíos y después dicen que son de<br />

ellos que son cultivos que arrasaron los vándalos de la última guerra<br />

porque siempre ha habido una última guerra para hacer ricos a muchos<br />

Todo es habilidad para cambiar el retrato <strong>del</strong> gobernante facilidad de<br />

muchos que los tenían dobles de frente cuando se está mandando de<br />

cara a la pared cuando se está en la muy gloriosa oposición la cuestión<br />

fundamental es tener velocidad y sexto sentido para ver a quién se pone<br />

en el cuadro<br />

No te muevas Hortensia de mi vida perfumito de azahar dulzor de<br />

aceite de aguacate en el pelo refulgiendo con la luna alumbrándome<br />

los sueños no te duermas Hortensia con tu sonrisa de canela tus uñas<br />

de granada sobre mis espaldas llamándome el sueño cuidándome los<br />

sobresaltos de este cansancio de andar por las calles corriendo tras las<br />

palabras escapadas de un bazar<br />

Puerta libre Puerto libre Puerto libro muerto libro Ramiro es libro<br />

muerto libro sin páginas el escritor no debe leer para no contaminarse el<br />

escritor no debe oír para no influenciarse el escritor debe ser ciego sordo<br />

15


y desentendido el escritor no nace se defeca o se vomita hay quienes<br />

así lo proclaman en las cuatro esquinas <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong> Uno lo sabe porque<br />

los huele en los vientos octubrales cuando el cielo gris de la costa <strong>del</strong><br />

frente nos acerca al continente Cuando los vientos <strong>del</strong> norte pasan por<br />

<strong>Caribe</strong> por Las Arenas por las playas se cobijan los ardores de mujeres<br />

plenas cándidas llenas de carnes y con el corazón en una sola alegría<br />

generosos corazones donde caben los amores pequeños amores de fin<br />

de semana sobre la arena blanca sobre el azul de un mar virgen sobre<br />

los pecios de los naufragios de la “Ana María” con su dulce carga de<br />

manzanas envueltas en papeles morados que tiñeron durante mucho<br />

tiempo a las piedras a la hierba crasulenta que se hace carne de la salina<br />

Se acepta carga y pasajeros para La Guaira y puntos intermedios<br />

“Ana María” largando las costras de tu hierro oxidado mar afuera con tu<br />

humo de aceite quemado produciendo mareos a la gente apiñada sobre<br />

tu cubierta para descubrir las tierras ansiadas donde las torres <strong>del</strong><br />

petróleo eran la cachimba <strong>del</strong> diablo “Ana María” herrumbre surcando<br />

los mares rompiendo las olas con tu cuchillo tembloroso En el barco<br />

desembarcaron cervezas y refrescos que se bebieron calientes tomados<br />

directamente de los altos armarios de los botiquines <strong>del</strong> puerto porque<br />

así se toma eso caliente para que tenga tanta espuma como el mar de<br />

noviembre que es bien furioso y asalta a las calles y llena los callejones<br />

de arena y de conchas y hace trasnochar a los hombres recogiendo arena<br />

para vender y a los niños apenas recién nacidos niños Jesús de verdad<br />

entre aquel aguasal recibiendo el bautismo de pobreza La mujer con el<br />

camisón entre las piernas ardiendo de deseo y remediando la necesidad<br />

recogiendo conchas porque son diez los hijos y las lágrimas no brotan<br />

con tanta sal con tanto sol con tanta risa que es un sol de adentro que<br />

va enflaqueciendo las carnes hinchando los huesos<br />

Fray Iñigo de Abbad con tus ojos asombrados ante tanta Isla Todos<br />

creen que la Isla es así de chiquita y que es un trocito de tierra sin el<br />

frescor de pájaros Don Iñigo temeroso de tanto milagro mañanero tanto<br />

milagro por la tarde cuando todo es sol ternura sobre las montañas y<br />

sol y rojo y más rojo sobre las aguas quietas y pasar de pájaros y canta<br />

cantabajito de muchachas enamoradas cantagrueso de hombre birriondo<br />

en el botecito tragamar tragapasiones<br />

Ah Fray Iñigo con tu temor a inficcionarte con tanta mirada de india<br />

16


guaiquerí apetitosa Juaniquilla la caderuda la pasito pasito por entre los<br />

retamales de El Valle Petrica la ojitos de azabache entre los datileros de<br />

San Joan Martinilla senos flácidos tabaco hacia adentro alumbrándose<br />

ese corazón marchito<br />

Tanto miedo Fray Iñigo de los humos amarillentos <strong>del</strong> tabaco y <strong>del</strong><br />

guatacare encendido por las noches en las cumbres <strong>del</strong> cerro <strong>del</strong> Piache<br />

cueva de indios indecentes y brujos matadores de misioneros con sus<br />

malas artes El pueblo se ha quedado sin pastor de almas estos salvajes<br />

con sus malas mañas han alejado a todo cristiano todo castellano de<br />

valor por eso las tierras se van quedando solas con la soledad de Cubagua<br />

en los ojos ciegos en las manos abiertas los corales en la boca<br />

sin labios de tanta sal de tanta pudrición bajo el agua con el acecho de<br />

los grandes chuchos amenazantes peces <strong>del</strong> mismísimo carajo que todo<br />

lo quieren devorar hasta la campana que tañe bajo el agua después de<br />

cuatrocientos años<br />

La campana suena bajo el agua cuando se acercan los días de sed los<br />

días de angustias los días de la desesperación Las campanas sumergidas<br />

que repican cuando María Luisa levanta los ojos para ver el paso de la<br />

gente por las calles antes olvidadas las que se van llenando de fantasmas<br />

sin voz propia pronunciando palabras de otros escritas sobre las aceras<br />

sobre las casas sobre los cielos que han perdido sus interrogaciones de<br />

tijeretas y gaviotas y los puntos y aparte de los alcatraces precipitándose<br />

en la espuma para después echarse a dormir con un ojo cerrado y<br />

otro abierto divisando la costa divisando los barcos que parecen volver<br />

la «Palmira» la “Telemina” la “Firma de Dios” la “Carmen Felicia” desafiando<br />

los arrecifes de Punda ondeando sus banderas en esa línea de<br />

costa a puro foque entrando a ese puerto con su faro sin luz con la luz<br />

de los ojos de los caleteros esperando los barcos los soberbios barcos<br />

que regresan con sus olores de brea de balatá de palo recién cortado<br />

de estopa de macilla de mano abierta para tomar el timón a babor la<br />

virazón a barlovento calma chicha Luz de luceros sobre el amanecer <strong>del</strong><br />

puerto Luz de ron encendiendo las gargantas cortando la fría escarcha<br />

de la madrugada sobre la piel de los bomboteros Luz de mangos luz de<br />

nísperos luz de pomalacas<br />

Crepúsculos para amanecer viéndoles los ojos a los pescados el iris<br />

<strong>del</strong> corocoro la espada <strong>del</strong> tajalí el sapo con su cara de senador secre-<br />

17


tario de prefectura con su rabo seco todavía anunciando los últimos<br />

temblores de su piel resbalosa baba de sigüí llevando recado trayendo<br />

infidencias guardando los arcanos <strong>del</strong> Pueblo de la Mar Amanecer de<br />

fritangas perfumadas de orégano y tintas de achiote para calmar el<br />

hambre traída desde la madrugada desde el Bar <strong>del</strong> Puerto cuando las<br />

últimas sombras de mujeres de perfiles griegos se perdían en las calles<br />

que comenzaban a llenarse de mujeres voceadoras de frutas y de especies<br />

y de pájaros muertos que todavía tenían las frutas de paloma en el<br />

buche y los cañoncitos de las plumas en las alas transparentes Amanecer<br />

en “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” entre el olor de anís de cerveza rancia entre<br />

hombres sentados en las sillas durante días esperando barcos nunca<br />

venidos mujeres que se fueron para tierra firme y se quedaron en pensamientos<br />

en recuerdos de rocola de alta madrugada de amanecer de<br />

mediodía de luz y canción de noche recién comenzada con la cerveza<br />

anterior porque en “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” el tiempo no corre no hay<br />

apuro no hay angustia para consumir bebidas no hay angustias para<br />

seguir la vida La vida queda en el mismo rato que se fue el barco o que<br />

la mujer se hizo canción mexicana llanto de botella medio llena voz<br />

complaciente <strong>del</strong> amigo que sube al ventilador <strong>del</strong> techo y gira sobre la<br />

memoria estacionando el tiempo<br />

Barco que llega vieja armazón de caracoles y limo ronco sonido de<br />

sirena anunciando la caída de las anclas el andar apresurado de los<br />

celadores <strong>del</strong> resguardo pendientes de los pasajeros que vendrán ojo<br />

avizor con los bultos que llegarán al muelle de tabla oliendo a lo lejos<br />

los contrabandos de cebollas entre la talega de ropas <strong>del</strong> cocinero y <strong>del</strong><br />

pinche de cocina<br />

Algarabía de negra costeña moviendo la cintura maraca de cacao<br />

aceite de coco clarito para conocer esta noche detrás <strong>del</strong> cementerio<br />

porque entre las tumbas y más allá de los muertos se fueron las canciones<br />

<strong>del</strong> Palomar <strong>del</strong> ya tú no sirves paná muerta de risa por la mañana<br />

en el mercado pregonando lo que no debe decirse Muerta de risa como<br />

la penúltima vez María Luisa entre los arenales de Guaraguao viendo<br />

el pasar de los tigüitigües viendo el agua dulce <strong>del</strong> río correr como un<br />

hilito como una lombriz de tierra entre tanta marejada de mar viendo<br />

la hierba que lame el cauce <strong>del</strong> riíto Hubo risa la penúltima vez María<br />

Luisa la última ni llanto ni risa ni palabras siquiera la gota de agua en<br />

aquella soledad de la habitación por donde trepaban las meameas por<br />

18


donde asomaba el canto <strong>del</strong> turpial <strong>del</strong> patio donde se oía el caminar<br />

profundo de la vieja Inés persiguiendo a las iguanas de la mata de maco<br />

por donde se colaba el humo de retamas de la cocina por donde entraba<br />

el olor de los jazmines<br />

Una habitación poblada y solitaria con tus silencios de alquimista en<br />

plena identificación de raros metales tu silencio para amasar soledades<br />

Habitación con techo de latas donde las goteras dibujaban mapas de<br />

tierras desconocidas islas continentes que el abuelo calcaba en papeles<br />

amarillos y luego en sus barcos emprendía la búsqueda de las manchas<br />

el encontrar de secretos y comenzar de nuevo a poblar de banderitas<br />

multicolores cada mancha descubierta cada sombra avistada sobre ese<br />

mar de cañabravas así la última vez María Luisa nos apergaminamos<br />

en ese atlas<br />

19


2<br />

Venías con el abuelo Benjamín costeando la cabecera de Cubagua<br />

cuando viste cómo el mar se agigantaba estiraba sus aguas como una<br />

gran mano queriendo atrapar a la balandra<br />

Anda Negrito dale a ese timón a la caña <strong>del</strong> timón que nos va a<br />

tragar tanta aguasalá dale negro que el mar parece un solo chorro de<br />

petróleo<br />

Por cuanto somos informados que en la isla Cubagua se ha hallado e descubierto<br />

una fuente de licor de azeite muy probechoso para las enfermedades de las gentes,<br />

e me ha sido suplicado diese licencia a los vecinos e moradores de la dicha isla que<br />

libremente pudiesen aprobechar e aprobechasen <strong>del</strong>lo, o como la mi merced fuese<br />

o yo, acatando lo susoducho, tóbelo bien; e por la presente queremos e mandamos<br />

que, por el tiempo que nuestra merced o voluntad fuere los vecinos e moradores de<br />

la dicha isla de Cubagua se pueden aprobechar e aprobechen de la dicha fuente de<br />

licor de azeite que así se ha descubierto, e como tal pueden gozar e gozen entre todos<br />

generalmente, sin que por ello se le pida ni lleve cosa alguna; e porque lo contenido<br />

en esta mi cédula venga a noticias de todos mando que sea apregonada por las plazas<br />

e mercados de dicha isla de Cubagua e puerto <strong>del</strong>la<br />

Dale Benjamín dientico de oro martiniqueño que estas marejadas<br />

viscosas son la maldición de los siglos derramada en la sangre de lucayos<br />

guaiqueríes negros hijos de las Casas que dejaron sus huesos<br />

pelados en los ostiales en las calles de polvo y llanto de la Nueva Cádiz<br />

de codicia desmedida de la Nueva Cádiz que es una tortuga nadando<br />

sobre un chorro de petróleo con su muelle hundido donde todavía se<br />

ven los pasos de Juan de la Barrera en espera de sus barcos de su carabela<br />

Nuestra Señora de la Guadalupe con su carga de vinos y aceites<br />

para los festines con las indiecitas todas sal todo primor de niñas de<br />

21


pechitos limones de Castilla ojitos ciruelas pasas de Corinto olor de<br />

coco de aceite de pescado<br />

Dale duro a ese timón Benjamín huyendo <strong>del</strong> Mont Pelée <strong>del</strong> volcán<br />

de la can<strong>del</strong>a <strong>del</strong> chorro de calor que se llevó a tu mamá y te dejó solo<br />

en la playa con el dientico de oro como un faro chiquito alumbrando<br />

esa soledad de can<strong>del</strong>a ese gris de cenizas<br />

Dale duro a ese timón Benjamín para recalar a Pueblo de la Mar y ver<br />

a los turcos para venderles estos barroques ojos de tatara ponzoñoza<br />

veneno de indio maldición de los placeles para lucir en los cuellos de<br />

obesas madamas de grandes tetas para esconder en ellas todos los<br />

llantos<br />

María Luisa vamos a la playa calienta el sol toma tu sombrero vámanos<br />

Caminemos por estas dunas por estos conchales hasta la orilla<br />

<strong>del</strong> riíto para lavar los pies donde mirar los renacuajos de cara a la luna<br />

saltando torpemente hasta caer en el agua salada Vamos María Luisa<br />

vamos a la playa caminando por esos limos por sobre las conchas por<br />

sobre tantas escamas pagando una pena en silencio que hay chillar de<br />

pájaros sobre la ribazón de peces<br />

Vamos María Luisa hacia los viejos maderos <strong>del</strong> muelle que regresa<br />

el abuelo de sus viajes de vencer virazones de perseguir la sombra de<br />

los peces voladores<br />

Ahí viene la «Firma de Dios» se ve el dientico de oro de Benjamín<br />

como un cocuyo se ve el fuego de Santelmo alumbrando el camino<br />

abriendo el agua apartando tanto limo se oye el canto de la cotúa parada<br />

sobre el mástil<br />

Mini mini mó cacha nera guaritó guanatera letingó guan tu tri fó te gritaban<br />

los negros Benjamín en el muelle de Puerto España y te acordaste que<br />

tú también eras negro pero francés de distinción que sabías callar que<br />

respetabas que sabías comer buenas comidas que eras chef obligado<br />

en Pueblo de la Mar para preparar las suculentas viandas de doctores y<br />

generales arruinados viviendo <strong>del</strong> pasado <strong>del</strong> bisabuelo que disparó un<br />

fusil <strong>del</strong> requeteabuelo que un día escribió en un periódico y compró toda<br />

la edición avergonzado de su osadía de su no decir nada Eras Benjamín<br />

chef obligado de tantos banquetes con los jamones carnes pescados<br />

ahumados vinos ginebras morta<strong>del</strong>as salchichones y los odiados petipuá<br />

22


de la vieja Inés Eras chef obligado Benjamín para competir con los cocineros<br />

de los vapores franceses que pasaban frente al Pueblo de la Mar<br />

Sanan man bich grandes carajos yo soy hijo hijo nieto <strong>del</strong> glorioso<br />

siempre invicto caritativo generoso general José Antonio Vásquez liberal<br />

de causa y corazón que dejaba su fortuna sus haciendas sus trenes de<br />

pesquería en manos de sus compadres y salía con sus muchachones a<br />

restablecer el orden a someter a los godos a los grandecarajos <strong>del</strong> otro<br />

lado de la isla hijos de corsos náufragos holandeses reminiscencias de<br />

ingleses muertos de fiebre amarilla explotadores de los honrados ciudadanos<br />

Yo soy negro de papá abuelo martiniqueño de liberté igualité fraternité<br />

Ana Rojas bellos tus cabellos al viento trigo barba de maíz en este<br />

Valle de San Joan Ana Rojas hermosa de ojos de pájaros para mirar la<br />

eternidad para reposar dulzuras en el pozo de tus labios más frescos<br />

que el agua de Fuentidueño Ana Rojas soberbia en tu andar de ovejita<br />

de cabritilla de lozana campesina entre ceibas donde los juglares cantan<br />

alegres los días por venir donde la vihuela sube sus notas a lo alto de<br />

la montaña y responde el eco de Valle Hondo con sus villancicos con<br />

sus canciones dulzonas olorosas a pan de la tierra lejana olorosa a pan<br />

de maíz a leña de candil a pitahayas a mameyes Ana Rojas enérgica<br />

ante el enano patuleco de Oñate Lope Lope Lope que tu nombre asusta<br />

marañones asusta ríos caudalosos Encandila tu espada de sangre a los<br />

gobernadores golosos gobernadores ávidos de oro de riquezas gobernadores<br />

ingenuos que caen en tus manos y pierden la cabeza en el rollo de<br />

la plaza rollo de guayacán madera con el corazón de sangre roja sangre<br />

negra dura como tu alma Lope Lope ni cien espadazos ni cien hachazos<br />

te bastaron para derribar el rollo El rey desde lejos te seguía jodiendo<br />

con un simple palo con el simple madero de su autoridad<br />

Ana Rojas que no rendiste tu cabeza de golondrina que no inclinaste<br />

tu pecho de paloma montañera que no pediste perdón con tus labios<br />

de pitigüey remontaste el vuelo azul hasta la copa de la ceiba mayor<br />

donde tu cuerpo el más hermoso de toda la Isla la moza más fermosa<br />

de esos valles aleteó débilmente y todavía el Lope Lope hediondo a<br />

azufre apestoso a can<strong>del</strong>a maldita ordenó que los arcabuces perforaran<br />

tu virgen libertad Ana Rojas estrella matutina de la Isla<br />

Lope Lope Lope Marañón sembraste para siempre tu fuego en La<br />

Puntilla donde rompen las corrientes y más allá pueblo adentro Pueblo<br />

23


Nuevo pueblo viejo Paloguarime y por el otro lado <strong>del</strong> Pueblo de la Mar<br />

camino de la Cruz de la Misión por los cardonales por los yacales que<br />

comienzan en Sanantonio <strong>del</strong> Díaz buen samaritano el cuidador de marinos<br />

de navegantes de aventureros de pobres de solemnidad a quienes<br />

tanta agua de mar tanta sal tanto viaje inútil les pusieron blancos los<br />

ojos les tulleron los huesos les carcomieron la sangre<br />

Lope Lope Marañón tu aliento ígneo todavía recorre los caminos y<br />

veredas de la Isla tu bola de fuego se pierde en los manglares de Arapano<br />

donde los alcatraces ciegos comienzan los amaneceres de sus suicidios<br />

haciendo recorridos circulares entre los nidos de pericos y ñángaros Alcatraces<br />

que señalaron las rutas de contrabandear por las antillas por los<br />

arrecifes de Los Granadinos alcatraces suicidas sobre las negras rocas<br />

de las orillas de Punta Tigre donde los machangos ocultan sus terribles<br />

rostros la cara que no debe ver la gente la maldición de Makanao<br />

Las noches en el Bar <strong>del</strong> Puerto parecen días festivos las luces de<br />

los barcos anclados en las cercanías se deslizan en las aguas quietas<br />

se multiplican en las arenas trepan por las viejas barandas y en todos<br />

los ojos se hacen días menos en los de José Feliciano que permanecen<br />

a oscuras ocultos detrás de los ladridos <strong>del</strong> perro que inútilmente trata<br />

de ahuyentar al tal Euclides que ya sin fe toma ese puñal para cortarse<br />

las venas pero Euclides no es tonto María Luisa para cortarse las venas<br />

aguaje<br />

María Luisa tu lengua de serpiente en mis oídos alejaba las canciones<br />

y me sumergía en sensaciones imprevistas me olvidaba de la noche<br />

de pesca que habíamos organizado con tu tío el doctor Cerca los dos<br />

mirábamos las luces <strong>del</strong> puerto simulando pescar tu tío hablaba de<br />

tintoreras guachiporras mantas gigantescas que no cabían en los mares<br />

que sus antepasados hombres membrudos y silenciosos pescaban en<br />

las bocas de Trinidad Navegaba inútilmente tratando de acercarme a tu<br />

boca a tu aliento de sensen de chicle bomba y tú toda muerta de risa<br />

con tu lengua serpiente tu lengua sinuosa en mis oídos me apagabas la<br />

música me hacías lejana la voz de tu tío el doctor sólo el mar y su reflejo<br />

de barcos me ataban a ti a tu presencia pajuela que en esos momentos<br />

cruzaba el cielo ahí cerquita para agarrarla con las manos can<strong>del</strong>a fría<br />

can<strong>del</strong>a de un ratico así era tu lengua tu presencia<br />

Las últimas luces de Punta Mosquitos caen como cocuyos en la<br />

24


somnolencia de la «Firma de Dios» el abuelo navegante traza rumbos<br />

en sus papeles amarillos papeles heredados <strong>del</strong> Malagueño el abuelo<br />

inmemorial papeles amarillos donde se trazaron los primeros fondos<br />

de Cubagua la ensenada de Charagato la Punta Yirú la Punta de la Brea<br />

donde aquel licor derramaba azulejos sobre los azules <strong>del</strong> mar y servía<br />

para carenar los barcos <strong>del</strong> Malagueño y para curarle los dolores cuando<br />

el mar se le metía por los huesos y le ponía duras las manos entonces<br />

los mapas desaparecían de los papeles amarillos arrebatados a un moro<br />

en una lucha a muerte que le dejó un tajo en la barbilla que se hizo herencia<br />

Aquel aceite le devolvía los músculos al Malagueño y comenzaba<br />

de nuevo a trazar mapas a descubrir ramales a dibujar vientos a marcar<br />

con lágrimas el mar océano que había cruzado<br />

Aquel aceite milagroso que le alumbró los pechos de la Juaniquilla<br />

hizo rico al abuelo inmemorial dueño de barcos para rescatar maíz por<br />

las costas de Cumaná y Maracapana para engastarse los dientes en oro<br />

los que se quitaba por las noches y escondía entre los excrementos para<br />

que los muy malvados cubagüenses no tuvieran tentaciones<br />

Dientes de oro que se heredaron por eso Benjamín decía que el abuelo<br />

Malagueño era su abuelo porque él había nacido con su dientico de oro<br />

Nuestros officiales de la isla de Cubagua: algunas personas han traido a estos<br />

reinos <strong>del</strong> azeite petrólio de que ay una fuente en esa dicha isla, y porque acá ha<br />

parecido que es probechoso, yo vos mando que en todos los navíos que partieran desa<br />

dicha isla me embiéis <strong>del</strong>lo lo más que pudiéderes<br />

Ah general Fernández en tu gira administrativa desvirgadora por<br />

toda la Isla sabías que en cada pueblo el sigüí te tendría preparada a la<br />

virgen más preciada de la localidad a la virgen sin dolientes mayores a<br />

la virgen que el hambre le iba secando los pechitos pero el sigüí sabía<br />

cuándo emprenderías las giras y se dedicaba entonces a darle comida<br />

a la pobre cristiana porque sabía que a ti te gustaban llenitas con los<br />

muslos fuertes donde descansar tus paticas de turrilo donde tus espasmos<br />

de gato envenenado anunciarían otro hijo varón<br />

Sabías general Fernández que en cada pueblo te esperaría un banquete<br />

y después cuando todos todo el pueblo y toda tu comitiva seguían<br />

la fiesta tú bañado en la lavanda inglesa traída de Trinidad te acercabas<br />

al cuarto donde la virgen te esperaba muerta de susto muerta de risa al<br />

ver tus paticas de turrilo tu bichito empreñador como un chirito que ni<br />

25


cantaba ni volaba y sin embargo te dio cuatrocientos doce hijos todos<br />

varones frutos tuyos capitán poblador vengador de los guaricongos<br />

vengador <strong>del</strong> guaiquerí pacífico semental que quisiste repoblar la Isla<br />

llenarla de amigos de la causa<br />

El sigüí te seguía los pasos y cargaba en los bolsillos los menúes<br />

impresos de tus banquetes y los repartía a la gente de los pueblos para<br />

que tu paso glorioso por ellos quedara registrado para siempre en letra<br />

impresa monumento imperecedero de tu gloria Potage Printannier Bouches<br />

a la Reine Pargo Moussiline Graves Macarrón a L’Italienne au petit pois los<br />

odiados petipuá de la vieja Inés siempre aparecían en tus menúes como<br />

afrodisíaco balitas para tu chirito empreñador<br />

Viudon Truffé Moton Rotschild San Julien Desserts Cliquot Café pusse café Morta<strong>del</strong>a<br />

y aceitunas Menudillos de aves Vino Berto Vino Medoc Pasteles de polvorosa<br />

Todavía en los pueblos tus menúes impresos son valiosos documentos<br />

guardados por generaciones que cuentan cómo el civilizador general<br />

Fernández compartía su comida con el pueblo<br />

Antón de Rojas tus aljófares tus mostacillas luces que te alumbran<br />

para la eternidad se las llevó el doctor Camas para Francia para París<br />

la gran vidorra con tus mostacillas ciñéndolas en las gargantas de las<br />

made-moiselles que le pegaban el maruto de su nariz de águila y olía sus<br />

perfumes de mujeres finas de mujeres blancas <strong>del</strong> país de los extractos<br />

Cómo reías doctor Camas recordando a los que en el Pueblo de la Mar<br />

te confiaron sus perlas te dieron sus mostacillas sus aljófares sus barroques<br />

sus mejores orientes perlas negras perlas rosadas guardadas por<br />

siglos en el vientre de Antón de Rojas perlas para cambiar por títulos<br />

nobiliarios de tu emperador Pedro de Brasil Faramallerías de la gente<br />

de Pueblo de la Mar que siempre han creido en todos Duque <strong>del</strong> Pozo<br />

Nuevo paseando por los tarantines <strong>del</strong> puerto comiendo fritangas bajo<br />

el yaque de Chepelito Duque <strong>del</strong> Pozo Nuevo entre los cardonales <strong>del</strong><br />

Genovés oliendo a sábila a cagajón de burro a retama oliendo a mujer<br />

muerta de sueño ya tú no sirves paná riéndose al otro día cuando<br />

amanece revuelta la mar más brava que se traga a los duques insomnes<br />

esperadores inútiles faramalleros<br />

26


3<br />

Las tardes son lentas lentos los andares la brisa casi fría se mete<br />

por todas las calles <strong>del</strong> Pueblo de la Mar Las canciones de “La Sultana<br />

<strong>del</strong> Puerto” permanecen suspendidas en la última lágrima derramada<br />

en la cerveza sin límite para tomar Se espera el barco que debió recalar<br />

en la mañana y anda perdido en la noche siempre la noche de la<br />

Punta Mosquitos de los maizales de los caños <strong>del</strong> Orinoco de la costa<br />

de Saucedo al frente con sus montañas gigantescas dando sombras<br />

al mar de las tardes de por esos rumbos han de venir las balandras<br />

las goletas los hombres los granos entonces será el vocerío el grito<br />

que persigue a los guanaguaremas suspendidos sobre los barcos ya<br />

dormidos<br />

En “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” Gar<strong>del</strong> se quedó estacionado con su pelo<br />

de glostora con rubina nunca mejor que el bálsamo kokina pomada para<br />

el pelo bálsamo para fuertes dolores aceite de azahar que hace andar<br />

los viejos motores oxidados<br />

Gar<strong>del</strong> duerme parece dormir con su sonrisa siempre abierta donde<br />

hay caries de cagadas de moscas Gar<strong>del</strong> duerme y la guitarra sigue vibrando<br />

en la espesa humedad <strong>del</strong> puerto<br />

General José Antonio Vásquez que viniste de Sabana Grande para<br />

redimir con tu espada con tu verbo con tu todo verdad todo sinceridad<br />

pundonor a tanto pobre de solemnidad que anda por los espejos<br />

salobres de la Isla Tanto escarbar por los cuicales por los retamales<br />

en busca de agua sin nube sin rocío sobre las flores de abrojo Tanta<br />

piedra tirada en Los Varales en Las Cuicas en la Cruz <strong>del</strong> Pastel guaiquerí<br />

de alma virgen como la tierra como el dolor que se comienza<br />

a conocer Juan de la Barrera con tus canoas de doscientos hombres<br />

27


emo y remo y pulmón estallado sobre el agua pulmón estallado de<br />

burbujas bajo el agua en los ostiales en la desesperación es mejor<br />

morir entre los corales entre los ciriales entre las aguamalas que volver<br />

al cielo bajo los cielos los diez latigazos infamantes palos sobre las<br />

espaldas apenas descubiertas<br />

Inesilla brava diente apretado derramando todo tu odio cuando la<br />

mano blanca cuando el hombre de barbas te busca las entrepiernas<br />

cerrando los ojos Inesilla abriendo tu odio sobre sus convulsiones escupiendo<br />

sus espasmos Inesilla humilde tierna mariposa de los verdores<br />

de la Margarita Inesilla arrastrada a la Cuagua a Cubagua a la Nueva<br />

Cádiz como carne como sexo como aparición de frescura sobre la aridez<br />

sobre el ocre sobre la salazón<br />

El viento funerario recién iniciado Juan de la Barrera esperando tus<br />

carabelas tus envíos de Sevilla tus liencillos tus vinos tus aceites de<br />

olivas tus aguas de rosas para lavarte las manos para aliviarte los ojos<br />

encandilados de luz de orientes<br />

La luz que todo lo hace blanco blancor albura transparencia de tanta<br />

luz sobre las crestas <strong>del</strong> Tamoco sobre la catedral de Palma Real luz<br />

de blanca nube errante que no cae que se hace ilusión luz de poeta<br />

insigne fina pluma pesada mano para derribar iglesias para remachar<br />

grillos sobre los sueños de otros poetas soberbios en su humildad<br />

grandes en el verbo patricio<br />

María Luisa tus pequeños gustos tus pequeñas cosas tus palabras<br />

poemas estallando sobre la claridad de los amaneceres en el Bar <strong>del</strong><br />

Puerto poemas gotas de rocío de esos amaneceres en busca de locas<br />

aventuras en el Pueblo de la Mar que comenzaba a crecer espiando<br />

tras las puertas los pasos errantes de Lope Lope Marañón atisbando<br />

por las hendijas de las puertas el paso sonoro de fray de Villacorta<br />

vagabundeando para siempre por los vericuetos <strong>del</strong> riíto<br />

María Luisa poema para abrir las puertas penetrar en el jardín de<br />

granados y astromelias tomar el primer café con el canto de las angoletas<br />

azabaches sobre los árboles sombras de luz sobre la mañana que<br />

comienza a abrirse en el temblor <strong>del</strong> Palomar recién despierto entre risas<br />

voces altas para que todos oigan para que todos sepan los que vinieron<br />

anoche no sirven paná ninguno como no habrán de servir desde ahora en<br />

28


a<strong>del</strong>ante estos cuartos mohosos llenos de chinamos de dolor de tanta<br />

putería de hambre que no es putería abrir de verijas a los borrachos que<br />

no hacen ná no sirven paná<br />

Glorioso general Fernández que vas por las aldeas repartiendo<br />

sonrisas y promesas luciendo tus leontinas una para cada día de paz<br />

unión y trabajo para los honrados ciudadanos prez y honra de la tierra<br />

agradecida empreñador gran padrote de la Isla guerrero sin tacha gran<br />

servidor público honrado gobernante galopando sobre tímidas niñas<br />

de maíz niñas <strong>del</strong> barro de la greda de la frescura <strong>del</strong> agua de tinajas<br />

Sollozando por las noches tu soledad de chinchorro no compartido<br />

sollozando sin escuchar la voz de tu sigüí su voz de <strong>del</strong>ación su voz atiplada<br />

su voz de mariquito fino todo de lino todo trussor de seda todo<br />

colonia de violetas todo entornar de ojos todo bolsillo abierto para la<br />

gratificación <strong>del</strong> agradecido primer ciudadano insular<br />

Benjamín sobre la botavara descansan pájaros cansados pájaros<br />

escapados de las tormentas pájaros que <strong>del</strong> susto perdieron el plumaje<br />

negro y ahora blancos sobre la botavara olvidaron los rumbos ancestrales<br />

Benjamín tu dientico de oro es faro para revivir rumbos de pájaros<br />

andar de toninas Benjamín sobre la “Firma de Dios” el abuelo navegante<br />

duerme sus sueños que traspasan brumas y encuentran agua dulce entre<br />

tanta agua de mar Benjamín insomne sobre ese timón tus dedos acarician<br />

lejanías de islas por descubrir el abuelo navegante sueña y habla con El<br />

Malagueño escribiendo sobre los papeles amarillos rumbos de cometas<br />

estrellas <strong>del</strong> amanecer de mujeres que dan nombres a los barcos mujeres<br />

de nísperos de achiote de almendra de coco de flor sobre el pelo de noche<br />

de flor sobre la luz <strong>del</strong> día<br />

Benjamín sobre los horizontes de la Isla se vislumbran pájaros de<br />

monte escapados de la humareda de entre los guatacarales salen nubes<br />

de palomas de potocos los mochuelos con los ojos encandilados huyen<br />

de las voces nuevas que escuchan<br />

Voces de vos silbantes como sus armas duras que trozan el árbol<br />

que tajan la carne<br />

Pedro de Alegría llenándote los ojos de tanto verde de tanto azul<br />

sobre tus ojos salados tanto cassabi y maíz para tu estómago carcomido<br />

por los hongos de las carnes podridas Pedro de Alegría llenándote<br />

29


el estómago de agua fresca aguadulce llenándote los pulmones de aire<br />

nuevo en el Valle de San Joan<br />

Pedro de Alegría con tus indios tus negros tus lucayos muriéndose<br />

de sed agusanados desguazados por los chuchos tragados por las tintoreras<br />

con tan sólo el rezo y después la sepultura <strong>del</strong> mar para siempre<br />

por los siglos<br />

Por los siglos has venido general José Antonio Vásquez con tu palabra<br />

reivindicadora a hacer tuya esta tierra siempre tuya calcinado el<br />

odio Que vengan los godos hijos de piratas los explotadores a tomar<br />

la ciudad o si no yo iré a tomar el Pueblo de la Mar dijiste general José<br />

Antonio Vásquez no bastan los doctores los generales los generales y<br />

doctores para pacificar a la Isla que vengan los muchachones a hacer<br />

esta guerra necesaria<br />

Coronel Marcano qué hace usted dentro de ese baúl cubierto con<br />

flores de papel de seda flores de los santos coronel Marcano con su<br />

barba venerable parece un nazareno entre tantas flores glorioso coronel<br />

Marcano escondido entre las flores <strong>del</strong> amor flores que no se marchitan<br />

flores que se elevan por los cielos de la bahía anunciando la rendición<br />

de los godos de los piratas muertos de fiebre amarilla de los corsos de<br />

los hijos de Jolly de los primo-hermanos holandeses fondeados para<br />

siempre en La Galera De las tardes de flores tardes de las siemprevivas<br />

sobre los encandilamientos en la línea de sal que parece un horizonte<br />

de espadas<br />

María Luisa tu sonrisa triste de sirena sonrisa de pájaro cansado<br />

pájaro <strong>del</strong> atardecer María Luisa ciega como José Feliciano en el Bar <strong>del</strong><br />

Puerto oyéndote la voz que se hace lamento Mujeres de perfiles griegos<br />

persiguiendo sombras por las orillas <strong>del</strong> Bar <strong>del</strong> Puerto María Luisa y<br />

tú con tu sonrisa triste callada oyendo a las guaras pasar por sobre<br />

sus cabezas sobresaltadas de miedo ansiosas de hombres birriondos<br />

hacedores de hijos dadores de placeres Las mujeres de perfiles griegos<br />

rellenan sus ombligos con plumas de guanaguaremas para sentirse<br />

preñadas para sentir temblores de nueva vida en las entrañas vírgenes<br />

Mujeres de perfiles griegos María Luisa que te cuentan sus cosas<br />

sus maravillosos amores con hombres borrachos llenos de arena en los<br />

más escondidos rincones <strong>del</strong> Bar <strong>del</strong> Puerto donde José Feliciano no<br />

penetra las tinieblas y el tal Euclides se niega a contestar los ladridos<br />

30


<strong>del</strong> perro y se pone a cantarle a la luna que sobre el Morro de Charaima<br />

comienza a iluminar a la laguna <strong>del</strong> Morro a despertar a las sirenas de<br />

los manglares a arrancarle gritos a la noche que empieza a caer sobre<br />

los barcos anclados<br />

Antón de Rojas tus aljófares tus mostacillas tus mejores orientes<br />

los que alumbran tu vientre en el tómbolo de Punta Mosquitos en la<br />

soledad de capucos Antón de Rojas tus perlas que cuelgan en collares<br />

sobre los pechos de pálidas mujeres invernales alumbrándoles las tetas<br />

caídas se hacen rocío en las manos de don Mateo Mateíto negociante<br />

de perlas conocedor de orientes dador de banquetes amigo de esclarecidos<br />

ciudadanos benefactor de demacrados músicos que intercambian<br />

partituras en las mansiones <strong>del</strong> Pueblo de la Mar<br />

Don Mateo Mateíto para ti son las mejores carnes de los vapores<br />

franceses anclados en la distancia para ti las canecas de ginebra el aceite<br />

de olivas los paté los vinillos tintos para el pastel de morrocoy el pan<br />

recién salido de los fogones de los vapores la música de mandolina de<br />

cornetines de flautas como paraulatas chulingas domingueras la música<br />

desgranada en el patio de tu mansión entre risas entre mordiscos de<br />

galletas de chocolates que mozas púdicas relamen ante la sorpresa en<br />

los ojos de los mesiés asombrados de tanto exotismo tanta inocencia<br />

tanto candor La música sube por las enredaderas <strong>del</strong> patio se hace aire<br />

dulzón que va por los vericuetos <strong>del</strong> puerto hasta los ranchos de Punda<br />

donde los buzos resoplan fúnebres silbatinas de pulmones deshilachados<br />

La música sigue y ahora se hace valse dedicado a Don Mateo Mateíto<br />

infinito don Mateo que sube a los vapores franceses y en el viaje<br />

transoceánico preside la mesa y el capitán le cede el timón para atracar<br />

en los puertos dada su pericia su olor a mar desde la cuna su bolsa de<br />

aljófares sus orientes inmaculados<br />

Don Mateo Mateíto oloroso a tabaco a colonia fina a extracto de<br />

champán con la hembra lánguida sobre tus piernas oyendo la música<br />

la misma música de tu mansión de Pueblo de la Mar la música de los<br />

vapores<br />

Qué vaina es esta dónde estoy Se te perdió la memoria se te hizo el<br />

sueño la muerte que viene desandando tus pasos en el Pueblo de la Mar<br />

Don Mateo Mateíto cómo le parece la música su valse su canción la<br />

31


música de su compadre el violín el cornetín la flauta en tus oídos música<br />

para mujer lánguida fina de pecho blanco de teta hermosa redonda como<br />

tus aljófares don Mateo Mateíto como tus mostacillas Antón de Rojas<br />

que sólo escuchaste vihuelas en la roca porosa de Cuagua la Cubagua<br />

la Nueva Cádiz<br />

La tarde comienza a ser estrella punto de ojo ojito de Santalucía<br />

camino de Santiago estrella grande lucero de la tarde clavo especia<br />

sobre el cobre de Cerro Colorado sobre la tarde reviviendo la can<strong>del</strong>a<br />

<strong>del</strong> Piache luz de mochuelos<br />

Tarde de silencio polvos de arroz aceite de jazmín cayena florecida<br />

sobre el pechito de paloma tierna piernitas de garza roja bracito de<br />

canela ramilletes de niñas bailarinas en el Trocadero<br />

Hágase la luz la música la conga arrullando viene El hombre llora<br />

sobre tus hombros Carmela y crees oír a Silveria que te llama en la lentitud<br />

<strong>del</strong> paso la dejadez el fallecimiento <strong>del</strong> hombre llorón sobre tus<br />

hombros cruz de sus despechos nueva música <strong>del</strong> Pueblo de la Mar que<br />

se extendió hacia los lados <strong>del</strong> río más allá de Pueblo Nuevo<br />

Música de a locha para matar las penas ay amor que te fuiste cuatro<br />

milpas tan sólo han quedado <strong>del</strong> ranchito que era mío un centavo <strong>del</strong> ticket para<br />

tu hambre Carmela centavo y medio para la rocola para el llanto para<br />

la ilusión perdida<br />

Camino de la medianoche con tus piernitas de garza roja dolidos pájaros<br />

de la noche hombros llenos de lágrimas qué amor tan desgraciado<br />

Carmela caminas con tus diez y seis años Diez y seis centavos para el<br />

hambre para la necesidad para la soledad que puebla tu todavía niñez<br />

Tu andar con la Sabi Carmela de nada ha de servirte la Sabi aprieta<br />

hombre baila pegadito maraca para que el hombre crea que es toda<br />

suya toda reina de la noche ardor de cocuyos inflamar de pasiones toma<br />

Sabi tres tickets de ñapa no te vayas que me muero mi amor mi negra<br />

de albahaca de tomillo de orégano sabanero<br />

El Trocadero se va haciendo canción despacita silbandito entre los<br />

guaripetes que comienzan a despertar Bájate muchacho bájate que te<br />

hace mal el meneíto esta cayena marchita esta flor seca esta flor que<br />

se va haciendo mañana<br />

Coronel Gómez sobre los cielos <strong>del</strong> Pueblo de la Mar giran cometas<br />

32


luces anunciadoras de nuevos tiempos nuevos astros estrellas venidas<br />

de lejos mantenga usted la ciudad coronel Gómez que queden piedras<br />

sobre piedras para que dure el recuerdo para que el olor de algas quede<br />

en las calles <strong>del</strong> puerto sobre la armazón <strong>del</strong> muelle “Ana María” tus<br />

hierros oxidados vacían sobre los bajíos <strong>del</strong> Pueblo de la Mar hombres<br />

rubicundos con sombreros de corchos con cachimbas olorosas a sarrapia<br />

a chocolate místeres que vienen a hacer el ferrocarril a romper la<br />

tierra a sacar la magnesita mineral de minerales flor de harina sobre<br />

los lomos negros de los cerros magnesita mineral milagroso polvo de<br />

huesos blancor de la tierra Okey puerta abierta al jurungo sombrero de<br />

corcho sonrisa de sarrapia para perfumar las mansiones <strong>del</strong> Pueblo de<br />

la Mar para oh darling biutiful palomita currucucú Isla isla isla que te vas en<br />

los barcos de hombres rubicundos hombres de minas mister Chumeco<br />

piel de niño ingeniero de minas que abres la tierra y sudas y ríes y en<br />

la humedad de la noche escuchas el paso de Lope Lope Marañón el<br />

chasquear de las guaras el tutú <strong>del</strong> ferrocarril el humo <strong>del</strong> vapor más<br />

allá de Cheperepe más allá de Macaraida más allá de todos los Frailes<br />

rezando por esos senderos de mar<br />

33


4<br />

Dulce dulce honey azúcar dulcamara solanum dulcamara tu boca<br />

María Luisa Agridulce la sílaba bebida en tus labios gota de lluvia de-<br />

rramada en tus mejillas noche de resplandores de relámpagos sobre el<br />

mar profundo de Puerto Fermín María Luisa cuando abandonamos el<br />

Bar <strong>del</strong> Puerto para jugar con las tormentas<br />

Bar de otro puerto «La Flor <strong>del</strong> Camoruco» sterculia apetala flor de<br />

campana mar desbordado embravecido sobre las rocas somnolientos<br />

alcatraces mar de bergantines marañones ofreciendo plata y oro y piedras<br />

azules rojas mar encrespado arrastrando los limos de alta mar marinos<br />

audaces sobre las olas<br />

María Luisa tus ojos resbalan cerezas cerecitas sobre mi pecho Afuera<br />

el viento silba entre las dunas arrastra arenas filos de espadas venidas<br />

<strong>del</strong> gran río <strong>del</strong> Pirú <strong>del</strong> Perú don Juan de Villandrando aparecido sobre<br />

las rocas para ver al tuerto patuleco ofrecedor de maravillas de lengua<br />

hecha para maldecir para endulzar hombres y lamer pechos<br />

Doña Isabel posadera por cuatro generaciones poblaste la Isla ni va-<br />

sallos ni hombres de tu sangre se sembraron los vendavales los piratas<br />

las balas de cañón deshicieron tu raíz doña Isabel cerca <strong>del</strong> Guayamurí<br />

con su único ojo de huracán siempre vigilante cíclope que embravece<br />

las olas con sus vientos con sus nubes con su luna<br />

María Luisa dulce dulce tu sueño entre las cuevas de las Brujas en-<br />

crespados tus cabellos arena en tus caderas mo<strong>del</strong>ando tinajas húmedas<br />

donde hundí mis manos<br />

A ti prestigioso primer mandatario regional muy ilustre general<br />

35


Fernández comenzaron a fallarte las artes tu chirito empreñador concebidor<br />

de cuatrocientos doce hijos ciudadanos estatuas vivientes de<br />

tu gloria comenzó a desfallecer en los muslos de las doncellas Tu sigüí<br />

gran eunuco de tu prodigiosa bragueta consultó médicos sabios que<br />

prodigaron sobre tu chirito ungüentos maceraciones de pipe de carey En<br />

la soledad de Arapano Capacho iniciador de doncellas viejo provenzal<br />

poseedor de antiguos códices dibujó extraños símbolos sobre la arena<br />

de la noche que el sigüí gran mariquito de tu séquito general Fernández<br />

guardó celosamente en su memoria sumidades de ajenjo menta piperita<br />

romero ruda salvia flores de lavándula canela clavos de especia nuez<br />

moscada ajos alcanfor ácido acético cristalizado vinagre blanco Santo<br />

remedio para tu chirito gran padrote <strong>del</strong> pueblo insular quedaste como<br />

un encurtido sufriendo los escozores en tus partes<br />

Vamos Benjamín hacia el rumbo que se levanta sobre el lucero <strong>del</strong><br />

agua te decía el abuelo navegante Benjamín y empuñabas el timón de<br />

la «Firma de Dios» durante veinte días con sus noches con sus mediodías<br />

de sol sobre la proa con sus medianoches de luz sobre el ojo <strong>del</strong><br />

barco alumbrando los peces espantando las guachiporras espantos de<br />

la Nueva Cádiz de la Cuagua la Cubagua<br />

A<strong>del</strong>ante Benjamín derrotero de toda la rosa de los vientos Viento <strong>del</strong><br />

norte para abrir caminos viento <strong>del</strong> sur para pasar tempestades viento<br />

<strong>del</strong> este para amanecer sobre recias mujeres viento <strong>del</strong> oeste donde la<br />

noche comienza a ser cuchillo de acero<br />

Vamos Benjamín dientico de oro el abuelo Malagueño viene de las<br />

antillas con sus especias nuez moscada miristica con sus rones sus<br />

mujeres culisas sus grandes mujeres de caña sus mujeres de bambúes<br />

cimbreantes tentadoras mujeres para un solo viaje cadencia de ola sobre<br />

la cubierta <strong>del</strong> barco remolino en las cuchetas soplidos de alta mar<br />

en el camarote de popa Amanecer de vientos apacibles calmas chichas<br />

en el caribe mar de las antillas mar de culisas enceguecedoras con sus<br />

cestas sobre la cabeza voceando dátiles y nísperos sonriendo picardías<br />

a las orillas de los caminos de retamas<br />

Catalinilla despojada de tus tierras de tu fanegada de tierra de puro<br />

lomo ardido bajo el sol tierra de cassabi y de maíz Catalinilla por un<br />

hacha de acero toledano acero de la península resplandeciente arma<br />

para encantar tus ojos arma para engañar tu inocencia acero Catalinilla<br />

36


para cambiar por tu tierra reseca sin nube sin gota de rocío con canto de<br />

guayamate con pitahaya abierta con mamey aleonado para calmar la sed<br />

Catalinilla ni tierra ni acero apenas las lágrimas el llanto sobre tus<br />

huesos donde se levantó el Pueblo de la Mar<br />

Trescientas sesenta y cinco perlas tiene su capa don Cosme don<br />

Cosmito un año de perlas arrancado a la luz de Antón de Rojas un año<br />

de lágrimas don Cosmito con tus ángeles tus niñas sonrosadas que te<br />

acompañan por las calles de Pueblo de la Mar ángeles que sostienen<br />

tus ochenta años por los caminos de Guaraguao donde el riíto se hace<br />

remanso donde el riíto trae agua de raíces agua de zarzaparrillas de<br />

raíz de mato aguas vivificadoras para tus piernas tullidas don Cosme<br />

don Cosmito Pueblo de la Mar te inclina la cabeza don Cosmito dueño<br />

de vírgenes poseedor de perlas de aljófares de mostacillas las eternas<br />

perlas de Antón de Rojas<br />

Don Cosme don Cosmito derramas tus damajuanas de vinos de Cataluña<br />

para que tus vestales tus ángeles tus niñas tus vírgenes humedezcan<br />

sus amores agua para tonificar tus huesos Los heréticos provenzales no<br />

creen en tus milagros don Cosme don Cosmito dudan de tus virtudes de<br />

tus santos poderes de tus dignidades de comprar bulas de lacticinios y<br />

de huevos todo el mundo sabe don Cosme don Cosmito que el arsénico<br />

no hace tanto mal al cuerpo como el que hacen al alma los huevos y la<br />

leche durante la cuaresma por eso tú don Cosme don Cosmito poseedor<br />

de capa de trescientas sesenta y cinco perlas pagas por la bula para<br />

aprovecharte de esta indulgencia y poder dar tus banquetes en cuaresma<br />

con huevos de tortuga huevos de iguanas leche aromada de cabras<br />

leche de cabritillas perfumadas vinos de Cataluña con los humores de<br />

tus ángeles don Cosme don Cosmito<br />

María Luisa las viejas cañabravas <strong>del</strong> techo comenzaron a abrirse con<br />

tanta sequía con tanto sol sobre el Pueblo de la Mar Por las fisuras el<br />

cielo entraba a torrentes con toda su luz el vuelo reposado y acompasado<br />

de los guaraguaos nos hacía permanecer en silencio Sobre las tejas<br />

comenzaron a crecer tunas y cardones hermosas flores carnosas flores<br />

damas de la noche balsimificando el cuarto Por la gárgola legendaria<br />

gárgola por su boca de gran guaripete comenzaron a gotear yaguareyes<br />

gotas de sangre gotas de sequía que alegraron a las palomas <strong>del</strong> patio<br />

Los pasos de la vieja Inés se hicieron más sonoros levantando el polvo<br />

37


eseco <strong>del</strong> patio pisoteando las hojas crujientes de los granados haciendo<br />

can<strong>del</strong>as con las ramas secas de los jobos para ahuyentar a las iguanas<br />

que de tanta sed invadían la casa salían a la puerta y asustaban a los<br />

pocos que pasaban camino <strong>del</strong> riíto<br />

María Luisa en la soledad de la sequía la lengua se nos fue haciendo<br />

piedra fría piedra pulida guaratara de mar El techo se hizo ventana de<br />

azules María Luisa hasta la madrugada en que la palometa descendió<br />

lentamente por la gran hendija revoloteó por la habitación se posó en las<br />

paredes donde las manchas <strong>del</strong> salitre dibujaban los mapas desprendidos<br />

<strong>del</strong> techo y volvió a salir por la hendidura Entonces comenzó la lluvia<br />

los olores de guayaba penetraron con las primeras gotas las cañabravas<br />

comenzaron a reverdecer y a crecer y se fue cerrando el techo Se selló<br />

la ventana abierta las paredes quedaron lavadas <strong>del</strong> salitre y los mapas<br />

<strong>del</strong> abuelo navegante volvieron a dibujarse en las cañabravas Regresó<br />

entonces el abuelo navegante para dibujarlos en sus viejos papeles<br />

amarillos para emprender nuevos viajes de descubrimiento<br />

Por la gárgola nos pasaba el aire nos venían las voces y entraban los<br />

pájaros a despertar las mañanas<br />

General José Antonio Vásquez andas por las serranías <strong>del</strong> Makanao<br />

con tus muchachones con tus hombres empuñadores de arpones y de<br />

lanzas con las mujeres las guarichas que van detrás de ti tras de sus<br />

hombres con el agua de los pozos con el poco de maíz con el pescado<br />

salado con los corazones florecidos de amor latiendo por las noches en<br />

los fríos de los cerros <strong>del</strong> Guarataro <strong>del</strong> Cedral <strong>del</strong> Guaraguao por entre<br />

los tarantanes los palosanos que izan sus flores amarillas sus flores<br />

liberales a tu paso por esas soledades general José Antonio Vásquez<br />

por esas ardentías de chamizales por los carcanapirales donde los venados<br />

de las piedras bezares piedras milagrosas alargadoras de la vida<br />

desaparecen dentro de las hendiduras de sus huellas<br />

Y en el Makanao demás de auer una ranchería de la pesca de perlas, auiendo<br />

en toda la Isla cantidad de venados, solos lo de esta parte tienen piedras bezares<br />

las cuales son de las mejores y más preciadas de las indias y muchas de que tienen<br />

conocimiento de sus virtudes y eficacia, y de las ieruas que comen de que se congelan<br />

y crían, les dan mejor lugar que a las Orientales por las grandes curas que se han<br />

hecho con éllas; y así son tan estimadas y celebradas las piedras bezares de Makanao<br />

General José Antonio Vásquez redentor <strong>del</strong> guaricongo <strong>del</strong> guaiquerí<br />

38


<strong>del</strong> negro angolés abandonado en los erizales de la costa deambulando<br />

con sus ojos en blanco de puro miedo por los morros <strong>del</strong> Robledar buscando<br />

a tus muchachones general José Antonio Vásquez siguiendo tus<br />

pasos entre los canereques repletos de agua entre los indiodesnudos<br />

inciensos para perfumar las noches y ahuyentar los insectos<br />

Negros que marchan tras de ti general José Antonio Vásquez porque<br />

tu palabra es dulzor para su sed porque tu mano redime mano siempre<br />

abierta amistad ilimitada cobijo de necesidades general José Antonio<br />

Vásquez a tu paso los pueblos colocan sus arcos de palmas y fuego y<br />

fuego por tu huella que no mancha porque tus muchachones no persiguen<br />

mozalbetas porque dejas escapar los pájaros y regresas a tu casa a<br />

seguir con tus palabras para acallar a los godos que se van a las antillas<br />

a sus haciendas a Güiria a hacer revoluciones de papel periódico<br />

Ah don Luis de Lampognano con tu artefacto infernal arrasaste los<br />

ostrales No quedaron en esos fondos ni rastros de ostras ni coral sobre<br />

coral ni alga ni pez tu aparato arrastrador empobreció los placeles y los<br />

cubagüenses protestaron tu presencia Antón de Rojas que el Lampognano<br />

milanés de los Lampognano de puñal para segar la vida de Galeazzo<br />

María Sforza es hombre de ingenio amiguillo <strong>del</strong> emperador amiguillo<br />

de la banca que abre sus arcas sus dineros a don Carlos y recibe los<br />

diezmos y las perlas y tus aljófares Antón de Rojas tus mostacillas Este<br />

Lampognano Antón de Rojas es pájaro negro conoto sobre estas aguas<br />

asolador exterminador ave de buche grande para rescatar perlas tus<br />

mostacillas Antón de Rojas y encerrarlas en sus botijas en sus damajuanas<br />

porque el Lampognano no conoce mujer no conoce signorina el<br />

milanés no soporta olor de india olor de coco olor de piña olor de sexo<br />

El Lampognano es todo tesoro por eso sus aljófares sus mejores<br />

orientes los oculta en la tierra porosa de la Cuagua la Cubagua la Nueva<br />

Cádiz por eso sus perlas son cenizas de odios blanco polvo de huesos en<br />

esos arenales Don Luis tus botijas llenas de perlas botijas vaciadas de<br />

aceites de vinos de agua de rosas están en lo profundo en las vértebras<br />

de las tortugas en los ojos fosforescentes de los peces que alumbran los<br />

muelles sumergidos <strong>del</strong>a Cuagua de Cubagua de la Nueva Cádiz<br />

María Luisa en las luces <strong>del</strong> Bar <strong>del</strong> Puerto rostros olvidados regresan<br />

a recomenzar la música a bailar sobre las conchas a pisotear los<br />

caracoles El tal Euclides mudo chasquea los dedos llamando al perro de<br />

39


José Feliciano perro sordo que no escucha Ninguno de nosotros escucha<br />

hay un silencio de guaras que van pasando de niñas que se sienten<br />

preñadas de niñas con nuevos amores de mujeres de perfiles griegos<br />

disolviéndose en las penumbras dejando escapar suspiros burbujas <strong>del</strong><br />

corazón que se les ahuyenta<br />

Se oye el pasar de perros realengos persiguiendo sombras de hombres<br />

que pasan María Luisa estos silencios premonitorios de las sirenas<br />

empreñadoras de la laguna <strong>del</strong> Morro nos aturden los sentidos nos mantienen<br />

tiesos palomayores de barcos anclados en este Bar <strong>del</strong> Puerto<br />

que comienza a anochecer sueños palabras no pronunciadas María Luisa<br />

pasan guaras estremeciendo las pieles abriendo los labios cantando José<br />

Feliciano otra vez los amores sin fe puñales para abrir las venas sin sangre<br />

para comenzar a flotar sobre esos cielos de las noches donde hay cocuyos<br />

estrellas fugaces luces de barcos luces de tus ojos que me llaman ojos de<br />

gata runrun gatica que comienzas a trepar por mi piel espantando a los<br />

perros realengos asustando al perro <strong>del</strong> ciego<br />

María Luisa comienza el día a encandilar los ojos de las guaras Sobre<br />

la armazón <strong>del</strong> muelle los bomboteros estiran los huesos abren la boca<br />

vocean se escuchan los ecos rebotando <strong>del</strong> Morro de Charaima de la<br />

Punta Mosquitos de las cercanía de Bellavista <strong>del</strong> despertar de algas de<br />

Punda y las sombras de los barcos no se avistan<br />

El Paparo pasa lejos el “Manzanares” no se acerca a la orilla se pierde<br />

el último lucero la “Ana María” es un casco de caracoles y conchas con<br />

las bodegas salitrosas sin matalotaje con los fogones apagados llenos<br />

de cenizas humedecidas La Compañía Real Holandesa de Vapores cancela<br />

sus salidas sus recaladas en el Pueblo de la Mar no volverán las<br />

cargas de divi dive guatapanare cañafístula de algodón de la Isla para los<br />

puertos de Europa La brisa de la mañana se hace áspera se eleva pasa<br />

por sobre Pueblo Nuevo se adentra por Paloguarime sube la cuesta de<br />

Guatamare se devuelve se hace resplandor desazón canción suspendida<br />

en “La Sultana <strong>del</strong> Puerto”<br />

40


5<br />

Antón de Rojas en las arenas calientes <strong>del</strong> tómbolo de Punta Mosquitos<br />

tus ojos no dejan de mirar la sombra ocre la gran tortuga de la<br />

Cuagua de la Nueva Cádiz de la Cubagua que caminaste De la isla islita<br />

que poblaste de tristezas tus tristezas de allende los mares tus tristezas<br />

de olivares de vides de mozas de tu puerto que inútilmente esperaron<br />

tus perlas tus amores<br />

Pitahayas mayas chigüichigües dieron dulzor a tus labios resecos a<br />

tu boca que iba perdiendo los dientes y las palabras<br />

Antón de Rojas don Polo hombre de la mar hombre de las ideas quiso<br />

tus aljófares tus granos en sus manos Don Polo gran don Polo que fuiste<br />

por el Palomar por las rancherías por los pueblos por las aldeas comprando<br />

la sangre menstrual el menstruo la regla la ñeca de las niñas el<br />

primer menstruo de las niñas el último menstruo de las mujeres viejas<br />

<strong>del</strong> Palomar las que ya no se llevaban a los hombres a los cardonales<br />

a las que habían perdido todo el fuego y se sentaban en la puerta <strong>del</strong><br />

Palomar a ver pasar a los hombres ya tú no sirves paná a ver pasar la<br />

vida a ver pasar la muerte por las cercanías <strong>del</strong> Puente Sucre a ver pasar<br />

a la caravana madrugadora de hombres para el puerto de hombres para<br />

el silencio de la costa<br />

Don Polo gran don Polo mezclabas la sangre menstrual con extraños<br />

polvos releías viejos libros y en vasijas peruleras por días por meses<br />

hervías tus licores tus secretos buscando las perlas artificiales buscando<br />

arrebatarle a Antón de Rojas sus mostacillas sus aljófares sus perlas<br />

de diez quilates sus seiscientos marcos de perlas arrancados de los<br />

pulmones de los indios de los guaiqueríes de los lucayos de los negros<br />

angoleses marcados con una C su gran C en las espaldas<br />

41


Don Polo gran don Polo espesos coágulos negruzcos quedaron en el<br />

fondo de tus vasijas sustancias viscosas nauseabundas que llenaron toda<br />

la calle de gran hedor de vapores inficcionantes Don Polo gran don Polo<br />

tus perlas artificiales fracasaron fueron fallidos tus sueños de colgar tus<br />

orientes en los más bellos pechos <strong>del</strong> Pueblo de la Mar pechos para ver<br />

para tocar con suspiros pechos de la Gran Dama sin sombra de herraje<br />

sobre sus blancas carnes<br />

Antón de Rojas don Polo el gran don Polo no pudo quitarte la luz de<br />

tus aljófares los que te alumbran el vientre por los siglos de los siglos<br />

por la resurrección de tus huesos<br />

En cierta época <strong>del</strong> año está el mar allí rojizo, y aún a mucha distancia de la<br />

tierra firme, a causa de que desovan las ostras o que les viene su purgación, como<br />

a la mujer, según afirman<br />

El cálido viento de los callejones de Bellavista donde Pueblo de la<br />

Mar se hace doliente brazo de pescador de arpón de anzuelo de noche<br />

sin sueño aguasalá de mujer desvelada mirando el horizonte repleto de<br />

misterios de luces arcanas de barcos por carenar de niños hechos para<br />

el mar leche de mar pechos henchidos de aguasalá De los callejones de<br />

Bellavista se derraman aires salitrosos para ser lavados en la quebrada<br />

de San Gerónimo agüita limpia agua de manantial venida de Buenavista<br />

donde la nube se hace canción estrella sobre la tierra donde la raíz<br />

trepa la roca horada se hace gota de agua mínima cascada sacude las<br />

hojas dormidas las ramas anochecidas de pájaros baja lenta Valle abajo<br />

piedra lavada arena<br />

Gota de aguadulce gránulo para lavar sales y heridas y llantos dolencias<br />

escondidas en estos callejones de Bellavista con sus viejos buzos<br />

sufriendo ronqueras y escalofríos en los bronquios Voz fatigada llena de<br />

espuma de arena de cirial de tinta de pulpo de alga urticante en la piel<br />

El aire salitroso de Bellavista lava su tristeza en agüita limpia en<br />

agüita en dulzor de río en metal de raíz para volver a la orilla perderse<br />

en el barco recién carenado por los bajíos a los placeles de más allá<br />

de estas costas de más allá de esta Isla donde el tiburón corta el agua<br />

espuma sangre sobre la borda de los barcos enseña los dientes reilea<br />

sus aletas cuchillos alabardas partesanas<br />

Lope Lope Marañón en tu camino sin fin por estas costas humedecidas<br />

42


con la sangre que derramaste sangre dominica sangre de gobernadores<br />

sangre de soldados como tú rebeldes como tú sangre de mujeres recias<br />

más hombre que tú Lope Lope Marañón tuerto patuleco persiguiendo<br />

a Montesinos como una palometa loca de costa a costa marcha y contramarcha<br />

ofreciendo tu capa de grana orlada de oro por una vaca por<br />

matalotaje para tus bergantines ofreciendo oro <strong>del</strong> Pirú por un pedazo<br />

de trapo de liencillo de tafetán para izar tus banderas<br />

Lope Lope Marañón de bandera negra ondeante por estos rumbos los<br />

mismos rumbos neblinosos de tanto hombre de Pueblo de la Mar izando<br />

sus banderas <strong>del</strong> gobierno de cualquier gobierno arriando sus banderas<br />

de gobierno de cualquier gobierno En el Pueblo de la Mar los retratos y<br />

las banderas han sido fuentes de riquezas de placeres de vida holgada de<br />

mansiones para brindar grandes banquetes saraos ambigú al ciudadano<br />

presidente de esta entidad federal y a su muy honorable comitiva de amanuenses<br />

tintirilleros cabrones adulantes etc etc quienes en esta prócer<br />

ciudad procederá a develar el retrato de nuestro ilustre representante en<br />

el congreso doctor y general o general y doctor letrado insigne hombre<br />

de letras que en uso de sus atribuciones legales y en salvaguarda <strong>del</strong><br />

hilo constitucional sometió a los facciosos con una tusa de maíz tal la<br />

contundencia de su verbo que se hizo poesía canto himno imperecedero<br />

para las nuevas generaciones de pueblalamarinos que ven así satisfechas<br />

sus ansias de justicia ciudadana<br />

María Luisa la noche es de perros furiosos En el cielo oscurecido<br />

<strong>del</strong> Bar <strong>del</strong> Puerto María Luisa el perro <strong>del</strong> cantante afila sus miles de<br />

puñales mientras José Feliciano afina su guitarra el tal Euclides desde<br />

la sombra <strong>del</strong> Bar pone botellas verdes sobre sus ojos para hacer más<br />

oscura la noche y sin que tú supieras te seguí los pasos ayer te vi pasar con él de<br />

brazos musita el Negro de Canacho a su catira y le lame las orejas rosadas<br />

piel de jabón olorosa a clavel a anís chiquito pimpinella a maderas<br />

de oriente El Negro de Canacho llora sobre los ebúrneos pechos de su<br />

catira corsa legítima de abuelo contrabandista por las antillas catira de<br />

ojos amarillos ojos de angoleta húmedos suplicantes negadores<br />

El Negro de Canacho deshaciendo su suerte abandonando los sortilegios<br />

de Juanatacatá sus amuletos heredados de viejos piaches sobrevivientes<br />

en las lejanas cuevas de los Gatos<br />

Negro de Canacho persiguiendo a su catira por los arenales hun-<br />

43


diendo sus pies en los escondites de los capucos orinando sus matas<br />

de hortensias y siemprevivas para que jamás retoñen para que jamás<br />

sus flores embalsamen el aire<br />

Noche de perros ladrándoles a la luna redonda María Luisa inmensa<br />

y triste luna sobre el puerto desierto con sus oscuros habitantes dentro<br />

de sus casas temerosos esperando el paso de transeúntes olvidados<br />

María Luisa noche de perros en el Bar <strong>del</strong> Puerto donde la memoria<br />

se olvida de los pequeños amores y comienzan a pronunciarse grandes<br />

palabras sin asideros Poetas que deambulan tras las puertas espiando<br />

recuerdos versos de media lengua cuentos inacabados sobre el humo<br />

de los cigarrillos sobre la fatiga <strong>del</strong> sueño El escritor debe ser aséptico<br />

sacrosanto inmaculado que ningún recuerdo de mujer que ningún<br />

sobresalto de infancia interrumpa la oscura línea de sus pensamientos<br />

María Luisa incandescente sobre esta brisa salitrosa que comienza en<br />

Bellavista con el llanto de los desterrados <strong>del</strong> mar y cae en la quebrada<br />

de San Gerónimo<br />

María Luisa la voz de José Feliciano se hace hilito de canción Diga<br />

usted maestro cómo se llama esa canción ese valse que inflama mi corazón<br />

que para niña doncella quiero su armonía que el violín se meza<br />

esta noche maestro entre la brisa perfumada de su ventana<br />

Y cómo se llama ese valse general Fernández Cómo se llama alguna<br />

de las niñas predestinadas a su chirito enaltecedor general Fernández<br />

La patria necesita de sus valiosos aportes civilizadores y usted general<br />

Fernández fiel cumplidor de los designios <strong>del</strong> pueblo engendró cuatrocientos<br />

doce hijos todos varones obras útiles a la patria Sacó <strong>del</strong> hambre<br />

a cuatrocientas doce mujeres que iban a morir de tristeza de hambre<br />

de paludismo entre esa cerrazón de monte seco en que se convierte la<br />

Isla cuando la nube se aleja se hace gaviota distante golondrina que no<br />

vuelve general Fernández entre los tablones de caña reseca de la Villa<br />

tu chirito empreñador pajarito civilizador cobró en especie el corte <strong>del</strong><br />

árbol la falta a la ley de aguas y bosques la multa pueblerina el cogollo<br />

de la caña morada la raíz de escorzonera espantaron al cuatrocientos<br />

trece peldaño de tu obra civilizadora<br />

Juaniquilla de ojos ambarinos teticas de limón francés cimbreante<br />

rama de guatacare desde entonces clavaste todo tu odio toda tu inocen-<br />

44


cia de niña todo tu candor toda tu saliva endurecida sobre el retrato <strong>del</strong><br />

general Fernández<br />

Ay doña Esuseba mujer macha usted que va desnuda sobre ese burro<br />

arrastrando la hoja de papel de sucio papel donde están escritas sus<br />

faltas a la dignidad <strong>del</strong> rey Ay doña Esuseba que ni lágrima tiene ya de<br />

tanta vergüenza<br />

Desde donde comienza la Villa viene usted doña Esuseba arrastrando<br />

ese papel con los ojos hacia a<strong>del</strong>ante y el pueblo que la mira y escapa<br />

la mirada de sus ojos ojos que ya no le pertenecen y atrás la soldadesca<br />

y el comandante Cobián muerto de la risa humillándola azotándola haciéndola<br />

caer <strong>del</strong> burro haciéndola correr desnuda y usted muy macha<br />

doña Esuseba muera ese rey <strong>del</strong> carajo viva la libertad<br />

Doña Esuseba con su cuerpo desnudo con sus ojos secos con su odio<br />

clavado en el pecho con la patria crecida en su alma Doña Esuseba allí<br />

viene el comandante Cobián vestido de mujer haciéndose pasar por mujer<br />

mujer todo él mujer de la soldadesca envalentonado Comandante Cobián<br />

corriendo a esconderte entre los datileros de la Villa cuando oiste los<br />

primeros disparos corriendo por el camino de la Tagua corriendo y detrás<br />

de ti doña Esuseba hecha pedernal fuego nuevo comandante Cobián<br />

Benjamín sobre el bauprés de la “Firma de Dios” hay nidos de guanaguaremas<br />

que van cantando mar afuera que van anunciando días<br />

sin tempestades cielos claros noches casi días de tanta luz fuegos de<br />

santelmo sobre el palo mayor para descubrir islas remotas islas minúsculas<br />

como isla <strong>Caribe</strong> isla Lobos para recalar despiertos y abrir surcos<br />

y volver a andar caminos de aguas caminos de cielos azules casi blancos<br />

de tanta luz caminos de mar aguamarina<br />

Los guanaguaremas Benjamín vuelan sobre nubes remotas y regresan<br />

a la “Firma de Dios” entonces el abuelo navegante comienza a llenar con<br />

banderitas sus viejos papeles amarillos El Malagueño escucha detrás<br />

<strong>del</strong> toldo de popa y se pone a reír y sigue riendo toda la tarde cuando<br />

cae el día y comienza el día de la noche de tu dientico de oro Benjamín<br />

iluminando los rostros de los marinos jugando a las cartas jugando a los<br />

dados a chanzas nada más y con la chocarrería El Malagueño derrama sus<br />

vinos en sus cálices y comienza a contar historias de moros de mujeres<br />

de ojos negros penetrantes de cabellos ensortijados sus labios de higo<br />

45


sus vientres de barros morenos y se le van las lágrimas al Malagueño<br />

lágrimas de la noche escamas de peces dormidos<br />

El abuelo navegante sonríe y traza rumbos ciertos hacia los caños<br />

<strong>del</strong> Orinoco a buscar maíz a buscar cassabi a jalar espías en el torrente<br />

de aguas pardas a remontar las bocas con sus cargas de mantarayas<br />

tintoreras pasando entre el velamen de la “Firma de Dios” que navega<br />

a dos dedos a flor <strong>del</strong> agua a ras de las olas con sus bodegas repletas<br />

de granos <strong>del</strong> abuelo navegante y de la chafalonia <strong>del</strong> Malagueño oro<br />

y plata que el Malagueño lleva en los dientes en la punta de la espada<br />

en la cruz que lo hace cristiano Hijo de moro Malagueño que vas recalando<br />

puertos Gibraltar Cádiz Cabo de San Vicente mar abierto y mar<br />

océano almirante de la mar océano de Ojeda océano de Per Alonso Niño<br />

para cambiar perlas por alfileres cascabeles platos rotos mar océano<br />

Malagueño<br />

Digo que estais en la más rica tierra que hay en el mundo, y sean dadas a Dios<br />

muchas gracias por ello<br />

Malagueño con tus dolores de huesos con los dolores de tus carnes<br />

buscando por la punta de la Brea el stercus demonis para sanar tus siglos<br />

General José Antonio Vásquez tus leves pisadas tu silencio al andar<br />

la frescura de tus palabras traspasan el Makanao y anuncian a la Isla<br />

que estás en campaña que tus banderas vienen tremolando en las copas<br />

de los puíes que en las plumas <strong>del</strong> turpial vienen pañuelos y cintas<br />

ondeando por la aridez de Sabana Grande Por la línea de la costa se te<br />

suman hombres sin camisa como tú hombres de remos y músculos vienen<br />

contigo general José Antonio Vásquez hacia Pueblo de la Mar para<br />

restablecer el orden Los godos continúan procreando godos y escriben<br />

panfletos de inflamados patriotismos que se desvanecen con los primeros<br />

disparos generales enfundados en batas de terciopelo para recibir<br />

a los generales como tú José Antonio Vásquez generales de alpargatas<br />

pantalón de liencillo camisa abierta espada firme voz tranquila doctores<br />

de a caballo maltratándose las nalgas entalcadas agriándose las colonias<br />

con tanto sol para pedirte rendición incondicional general José Antonio<br />

Vásquez y tú a<strong>del</strong>ante con tus muchachones firmes de día y de noche<br />

por los arenales por los caminos de conejos <strong>del</strong>gadita la fila de tu gente<br />

general José Antonio Vásquez hasta llegarles a la mismita Plaza de San<br />

Nicolás y mandarles recados para que salieran de los escaparates<br />

46


Vinieron sus mujeres a saludarte nada ha pasado mi general y tú todo<br />

caballero mandándoles saludos qué vengan para reconstruir a la Isla y<br />

ellos embarcándose para Coche para Chacopata para Trinidad muertos<br />

de miedos<br />

Restablecida la paz ciudadana vuelvo al calor <strong>del</strong> hogar dijiste general<br />

José Antonio Vásquez fue entonces cuando al general Hortensio lo<br />

desemparedaron <strong>del</strong> horno donde permaneció durante los dos meses<br />

<strong>del</strong> sitio <strong>del</strong> Pueblo de la Mar<br />

En las manos le crecieron humos y en las barbas las levaduras le<br />

pusieron para siempre los pelos verduzcos los que sus comelitones<br />

llamaron después en sus panfletos trinitarios la gloriosa pátina de la<br />

heroica resistencia <strong>del</strong> general Hortensio<br />

47


6<br />

Isabelita la cupletista <strong>del</strong> Pueblo de la Mar rompió la tradición y se<br />

apersonó a “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” Con los bucles de su pelo y su vestido<br />

sobre las rodillas hizo girar el tiempo detenido Los ojos se abrieron de<br />

la pesadez de días y días sin sol las bocas estiraron bostezos La cerveza<br />

comenzó a llenar nuevos vasos la espuma corrió por los pasillos de “La<br />

Sultana <strong>del</strong> Puerto” salió a la calle entonces la gente que iba al mercado<br />

supo que algo ocurría dentro <strong>del</strong> local que desaparecían los mohos los<br />

olores estancados la vida dormida que el sol penetraba que se hacía<br />

día comienzo alborada llamar de nuevas mujeres nuevos amores barcos<br />

nuevos nombres sobre las tablazones<br />

Isabelita la cupletista a limpia voz a murmullo de gente comenzó la<br />

canción cerrando los ojos abriendo la boquita encendida cereza alzando<br />

las cejas en interrogación en pregunta sensual uniendo las manos sobre su<br />

vientre en oración en petición Noche tibia y callada de Veracruz El calorcillo<br />

de la voz puso a funcionar los ventiladores Del techo se desprendieron<br />

palabras escondidas en el manchado cieloraso<br />

Noche tibia y callada de Veracruz comenzaron a llegar mujeres <strong>del</strong> Bar<br />

Dancing <strong>del</strong> Bar Miami <strong>del</strong> Trocadero Perfumes de claveles de canela<br />

de naranjas chinas Mujeres exuberantes de pechos llenos de madres de<br />

diez hijos bailando por la necesidad mujeres huesudas con las rodillas<br />

peladas de tanto escarbar mujeres de pelo blanco más bailadoras que<br />

todas pasos ligeritos pasos redondos<br />

Noche tibia y callada de Veracruz se hizo murmullo voz gritada por<br />

todos grito general cadencia para dormir sobre los hombros de la pareja<br />

acurrucaditos dormidos vueltos a dormir el tiempo otra vez detenido en<br />

la noche en la calidez de los cuerpos<br />

49


María Luisa sobre tu oído que no quiere oír musito los versos que<br />

me atribuyo mar cuando me vaya no borres el camino que la nave al partir grabe<br />

en tus aguas y tú María Luisa te interesas por mis versos y comienzas a<br />

prestarme atención en el cuarto que se hace arca de Noé barco poblado<br />

por todos mis fantasmas<br />

Sigue me dices con tu voz cercana a los espasmos y callo El poeta<br />

ignora que me he apoderado de sus versos que los vierto en tus oídos<br />

que los hago pájaros que digo que son míos y hay quien lo cree<br />

Tú María Luisa cantas y cantas y me dices que son tuyas las canciones<br />

que es tuya la música que gira en el cuarto la cadencia el ritmo<br />

de la cama al crujir de las cañabravas <strong>del</strong> techo Cantas y ríes María<br />

Luisa cuando todo está vacío cuando vamos irremediablemente hacia<br />

las noches de insomnios donde nos inventamos poemas y canciones<br />

para sentirnos habitados para sentirnos atados<br />

Vienen voces de la calle otras voces insomnes Voces que pasan para<br />

el riíto riendo musitando querencias voces que se perderán entre los<br />

bosquecillos de celedonias sobre los abrojos voces que se hacen gemidos<br />

en la humedad de la madrugada<br />

Voces que apenas llegan a los que a esa hora vienen de Paloguarime<br />

hacia la vieja armazón <strong>del</strong> muelle en busca de los barcos para salir con<br />

la primera luz<br />

Antón de Rojas se agotaron los placeles tus placeles tus bajíos tus<br />

ostiales tan sólo los aljófares tus mostacillas te quedan en el vientre<br />

Don Milas preparas tu expedición para bien lejos ya no te conformas<br />

con el Río Hacha donde sembraste el hambre donde pusiste tus iniciales<br />

sobre las espaldas de los guaiqueríes Don Milas fletas tus barcos para<br />

emprender extraños y raros derroteros hacia tierras sagradas de lenguas<br />

extrañas adonde no se sepa que regresa la sangre salida hace milenios<br />

Hacia esos rumbos infinitos llevas a tus veinte hombres Don Milas los<br />

veinte guaiqueríes de Paloguarime de Punda de Coche los pulmones<br />

más famosos<br />

Don Milas de Marsella a París que la ciudad deslumbre los ojos de tus<br />

buzos los ojos que bajo el agua distinguen estrellas granos minúsculos<br />

de arena ostras para tus arcas Don Milas que vas para Alejandría con<br />

tus hombres por esas soledades esos soles redondos fuegos Dejedhah<br />

Hadjaz Bemha Puerto Torcini Puerto Gueteny Yumbo hacia ese corazón<br />

50


hacia ese misterio vas con tus veinte hombres Don Milas con tu enorme<br />

poder con el califa tu socio<br />

Los mejores pulmones <strong>del</strong> mundo a buscar tus perlas Antón de Rojas<br />

que caminas por el tómbolo de Punta Mosquitos entre nubecillas<br />

de arena cayéndote en las dunas oyendo el rugir <strong>del</strong> mar Navidades<br />

de tantos años sobre la Cuagua Cubagua la Nueva Cádiz Don Milas en<br />

Diddag formaste tu ranchería tú muérete de hambre come lo que puedas<br />

aquí revienta tus pulmones que burbujee tu sangre que se te nublen<br />

los ojos guaiquerí<br />

Isla Farsan no puedes ser como mi Isla lejana cubierta de azules de<br />

verdes de pájaros de palabras Isla Serato Isla Nora Isla Nikra el vientre<br />

de sus mares no tiene perlas mostacillas aljófares los de Antón de Rojas<br />

caminando por la Cuagua Cubagua la Nueva Cádiz con sus marcos de<br />

perlas escondidos en el vientre mar Rojo que ardes la piel que encegueces<br />

Camino por Paloguarime oyendo las voces familiares sintiendo las<br />

risas resbalar por la memoria oyendo al turpial cantar entre el yacal<br />

viendo al guayamate enrojecer la tarde<br />

Mar Rojo estéril muerto de sed muerto Muerto de hambre con la<br />

espalda herrada por Don Milas con su boquilla de marfil con sus ámbares<br />

con sus mujeres de vientres redondos de marutos profundos para<br />

navegar con ellos para hacer pocitos de agua de lluvia y regresar a la<br />

infancia en la Isla la infancia en Paloguarime andando por los senderos<br />

de guaripetes echando barquitos en las charcas en el agua que se empoza<br />

en las calles Don Milas vendiendo nuestros huesos rescate de indios<br />

por la Maracapana de Pedro de Alegría lo mismo que haces Don Milas<br />

con Halif Algosai a quien vendes nuestros huesos nuestros pulmones<br />

nuestras burbujas<br />

Antón de Rojas tus indios tus lucayos tus negros tus hijos de las Casas<br />

que dejaron sus huesos en los estómagos de los tiburones chuchos gatas<br />

grandes peces que sacan los ojos chupan la sangre muelen los huesos<br />

General Fernández pálidas mujeres amanecen todos los días en las<br />

pilas de agua con sus múcuras con sus tinajas Cómo se menean las<br />

mujeres niñas con sed andar de totuma de nalgas prietas duras carnes<br />

pieles de orégano de tomillo de monte adentro general Fernández que<br />

ciegas los pozos y sólo en tu huerta crecen los mangos las naranjas los<br />

51


plátanos Sólo en tu huerta pasa el hilito de agua para bañar tus rosas<br />

las pálidas rosas de tu sigüí mariquito que con sus manos enguantadas<br />

las recoge por las mañanas para preparar los ramilletes que ofrecerá a<br />

la virgen de tu noche Rosas pálidas como sus mejillas rosas sin aroma<br />

intranscendentales rosas como su voz atiplada aflautada amaricada voz<br />

de pajarito mañanero<br />

General Fernández tus cuatrocientos doce hijos todos varones son<br />

aportes necesarios para poblar la Isla de nobles varones descendientes<br />

gloriosos <strong>del</strong> ilustre prócer insular<br />

Benjamín la “La Firma de Dios” no tiene mascarón de proa porque ella<br />

misma es un mascarón sirena sobre la proa abriendo el agua mojando<br />

sus senos turgentes de aguasalá agua vivificadora agua que corre por<br />

sus partes de mujer y se hace burbujas ardor<br />

Benjamín vamos para Trinidad donde están las mulatas de verijas<br />

más ardientes <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong> Mar Puerto España San Fernando déale a ese<br />

timón Benjamín que viene una manguera de agua llevalotodo arrastralotodo<br />

La “Firma de Dios” Benjamín entre aquel remolino de plumas entre<br />

aquel rebullicio de peces entre aquella tronadera aquellos relámpagos<br />

más claros más brilladores que tu dientico de oro Benjamín y tú firme<br />

Benjamín en ese timón en ese aire de tormenta en ese acercar de muerte<br />

Malagueño que andas desnudo por la cubierta secando tus huesos<br />

abriendo tus ojos a la mañana que amanece pálida gris<br />

Malagueño que vas por la calle empedrada empinada que sube <strong>del</strong><br />

puerto a tu casa Malagueño que caminas y no ves tu sombra sobre las<br />

piedras Malagueño que no hace sombra tu barco en el mar océano<br />

Dale Benjamín a ese timón a toda vela vela mayor foque petifoque<br />

trasfoque Abre las velas Benjamín despliega las banderas La “Firma<br />

de Dios” en el cielo entre tanto viento a toda vela cerca de la Boca de<br />

Dragos camino de Trinidad para ver a las mulatas de verijas ardientes<br />

para gozar mulatas de cacao de tabaco de can<strong>del</strong>a<br />

El abuelo navegante Benjamín sacó sus papeles amarillos y comenzó<br />

a trazar el rumbo entre la cerrazón de nubes entre las plumas entre<br />

las escamas Frente al Pueblo de la Mar amaneció la “Firma de Dios”<br />

bordejeando los bajíos izando sus banderas con sus ojos abiertos sus<br />

velas desplegadas con tus ojos insomnes Benjamín viendo relámpagos<br />

52


azules peces voladores enredados en las jarcias gaviotas inmaculadas<br />

durmiendo entre el velamen Malagueño desnudo en la cubierta con la<br />

rosa de los vientos tatuada en el pecho en pleno corazón<br />

Petronila vas descalza ardiéndote los pies con las piedras encendidas<br />

<strong>del</strong> camino Petronila sin derramar lágrimas camino de Mampatare desde<br />

la Villa y detrás de ti la soldadesca jugándose tus vestidos apostando<br />

a tus lágrimas que no habrán de salir brigadier Pardo que pierdes la<br />

paciencia y dejas tu marcialidad tu buen decir<br />

Petronila tus pies descalzos abren surcos en la tierra rojiza de Atamo<br />

se hacen huellas de libertad vas regando sudores cansancios y ni<br />

lágrimas de ti<br />

La soldadesca desfallece bajo este sol de cañones y tú Petronila<br />

ardiendo huellas pisada ligera en la arena rojiza que te penetra las<br />

carnes enrojece tu cara Serena cara Petronila con tus pies sangrantes<br />

escribiendo libertades en la laguna de Gasparico agua de mar aguasalá<br />

para lavar tus heridas<br />

Brigadier Pardo perdiendo la paciencia rígido rojo de furor<br />

Coronel Gómez a marcha forzada sobre el Pueblo de la Mar que llegan<br />

los piratas los incendiarios Hay que mantener a la ciudad que quede<br />

piedra sobre piedra para que siempre se sepa que habitamos aquí A<br />

marcha forzada coronel Gómez que los piratas entran por la boca de<br />

San Gerónimo por los bajos de Punda por los cocales por entre las dunas<br />

de Guaraguao y van para el pueblo de Yva con tizones en los ojos<br />

repartiendo maldiciones<br />

A marcha forzada coronel Gómez que las campanas están llamando a<br />

combate sobre los alares destruidos vuelan golondrinas pájaros de mar<br />

signos de que volverá a poblarse el Pueblo de la Mar<br />

Coronel Gómez que quede piedra sobre piedra para hablar por nosotros Se<br />

volverá a hacer el Pueblo de la Mar coronel Gómez trazado a cor<strong>del</strong> para que<br />

desde todas partes se vea el mar se vean las velas en el puerto las montañas de<br />

la otra costa de la Tierra Firme coronel Gómez Vendrán los hombres extraños<br />

los bárbaros coronel Gómez a romper los cuadrados las manzanas las calles y<br />

por las noches correrán los muros los musgos las cenizas las piedras de tantos<br />

incendios se colocarán nuevos retratos sobre los ya amarillentos doctores y<br />

generales volverán a construir sus mansiones para seguir agasajando a los dig-<br />

53


nísimos magistrados para seguir los bailes con el tocar de violines flautas adormeciendo<br />

a los pájaros de la plaza cornetines llamando a silencios de ánimas<br />

A marcha forzada coronel Gómez que vienen los piratas afuera en<br />

el puerto los bergantines y los zancos izan sus negras banderas sus<br />

bombardas alejan a los cangrejos enmudecen el canto de los turrilos A<br />

marcha forzada coronel Gómez<br />

Koninklijke West lndische Maildienst Compañía Real Holandesa de Vapores<br />

anuncia que su vapor holandés Prins de nederlanden al mando de su capitán<br />

Van Baarem, procedente de Nueva York y escala, se espera en el vecino puerto de<br />

Mompatare el día 8 de mayo próximo, para ser despachado a las 10 a.m. para Carúpano,<br />

Trinidad, Paramaribo, El Havre y Amsterdam. Acepta carga y pasajeros<br />

para los puertos de su itinerario<br />

Sobre la línea de la costa el vapor holandés es un punto recostado<br />

en los cerros de Tierra Firme de sus bodegas saldrán las telas vaporosas<br />

para lucir en el próximo baile la exquisita vianda para sorprender al muy<br />

dignísimo señor Doctor gran letrado presidente <strong>del</strong> estado que carajea<br />

muy castizamente muy cervantinamente al secretario general imprudente<br />

tinterillero cagatintas osado falta de respeto corrigiéndole un tiempo<br />

verbal a tan ilustre estilista<br />

De las bodegas <strong>del</strong> Prins der Nederlanden saldrán las canecas de<br />

ginebra para emborrachar a todos los pobladores <strong>del</strong> puerto en la celebración<br />

<strong>del</strong> nacimiento <strong>del</strong> primogénito las damajuanas de vino para<br />

ser sorbidas en copitas de cristal de Bohemia en el Bar Dancing donde<br />

hombres nacidos en exilios trinitarios exhalan humos achocolatados<br />

humos sarrapiosos sarrápicos de exquisitos cigarrillos apoyando en todas<br />

sus partes los principios democráticos <strong>del</strong> querido presidente que<br />

ha devuelto la luz a esta oscurecida Isla que hace resplandecer cada día<br />

más a nuestro querido Pueblo de la Mar salvado de cuatro incendios<br />

levantado piedra a piedra por sus valiosos ciudadanos etc etc<br />

La “Ana María” anuncia con su sirena asmática su entrada a puerto<br />

Hombres de la caleta con el agua a la cintura sobre sus hombros llevan<br />

hasta tierra a pálidas mujeres a niños raquíticos a hombres palúdicos<br />

venidos de más allá de las necesidades Las gaviotas y los guanaguaremas<br />

vuelan sobre “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” donde la cupletista con los<br />

ojos cerrados musita noche tibia y callada mientras las parejas bailan<br />

adormecidas<br />

54


En los cabellos de las mujeres las flores han crecido se desprenden<br />

los ramos por las espaldas se enroscan en los altos pilares abren sus<br />

pétalos sobre los techos musgosos derraman sus perfumes sus aromas<br />

sobre los ventorrillos de comida sobre el olor <strong>del</strong> pescado sobre el limo<br />

que ha crecido en la mar brava de la noche tibia y callada En “La Sultana<br />

<strong>del</strong> Puerto” la cupletista Isabelita entre coronas de flores continúa su<br />

canto su calidez su tibieza se le alborota en el pezón sonrosado que un<br />

marino de manos rudas estruja haciéndole brotar aceites bálsamos gotitas<br />

de ambrosía rocío dulzores que vuelven a cerrarse sobre el tiempo<br />

de “La Sultana <strong>del</strong> Puerto”<br />

55


7<br />

Puasó sif <strong>del</strong>amagú petisalé te decía la Gran Dama Benjamín riéndose<br />

de tu cara de asombro de tu cara de chocolate sin saber que tú eras el<br />

gran chef negro francés hijo nieto <strong>del</strong> Malagueño capitán inmemorial<br />

La Gran Dama Benjamín quiso humillarte cuando preparabas el banquete<br />

para agasajar al Doctor Höest el gran sabio domador de insectos<br />

que con sus gusanos maravillosos va a cambiar la economía de la Margarita<br />

tierra propicia para el desarrollo de esta gran industria Compren<br />

dones <strong>del</strong> Pueblo de la Mar las acciones de esta fantástica compañía<br />

que sembrará dos millones de moreras para que los gusanos de seda<br />

se desarrollen<br />

Tú Benjamín timonel de tantos rumbos humillado en los fogones<br />

suntuosos de la mansión de la Gran Dama degradado Benjamín a pinche<br />

de cocina Tú Benjamín conocedor de las rutas de los guanaguaremas<br />

sorteador de arrecifes cambiaste los petipuá los odiados petipuá de la<br />

vieja Inés por chireles caribes capsicum El doctor Höest hacía aguas<br />

sus sedas sus finas telas sobre la mesa La Gran Dama y las damitas <strong>del</strong><br />

Pueblo de la Mar cerraban los ojos cegadas por tanto esplendor<br />

Se transportaba la Gran Dama a sueños de sedas sedas para sus<br />

vestidos sedas para sus sábanas donde el doctor jamás dormía sedas<br />

para sus manteles para que los vinos franceses <strong>del</strong> último vapor pasado<br />

por la rada derramaran sus bouquets sus aromas sus manchas marrones<br />

pardas manchas signos inequívocos de sus cepas<br />

Tus ajíes chireles Banjamín tus capsicum hicieron que a mitad <strong>del</strong><br />

banquete a la Gran Dama se le salieran las almorranas que de ellas<br />

brotaran guasarapos gusanos que comenzaron a tejer sus capullos en<br />

las enaguas de la Gran Dama<br />

57


La Gran Dama callaba Benjamín entornaba los ojos el trance la inspiración<br />

el gran señorío el arrebato de la buena mesa decían doctores<br />

y generales con las lenguas picadas con los estómagos ardidos y tú<br />

Benjamín muerto de risa en la cocina soñabas con tus barcos con sus<br />

baupreses apuntando hacia rutas antillanas<br />

El abuelo marinero con su astrolabio fijaba la posición de las nuevas<br />

estrellas que iban apareciendo en los cielos en los mares de la Isla y les<br />

daba nombres de mujeres Nereida Josefina La “Firma de Dios” abría el<br />

mar y se iba sola de tanto conocer las rutas se iba sola bordejeando mar<br />

afuera hacia las islas de culisas caderudas donde el Malagueño hacía<br />

prodigios de virilidad donde el Malagueño raptaba trigueñas de cacao<br />

de cañadulce para llevarlas a la “Firma de Dios” y balancear las noches<br />

en sus caderas repletas de azúcar morena<br />

El doctor Höest Benjamín gran científico gran dominador de la naturaleza<br />

cruzó sus orgullosos gusanos de seda con los guasarapos de las<br />

almorranas de la Gran Dama y los colocó en los dos millones de moreras<br />

motas multicaulis Los gusanos cruzados se comieron los verdores de las<br />

hojas y nacieron hermosos capullos nunca vistos El doctor Höest gran<br />

genético gran zoólogo gran sabio de la seda trajo hilanderos chinos para<br />

hilar la mejor seda <strong>del</strong> mundo originaria de esta magnífica muy fértil Isla<br />

<strong>del</strong> caribe mar Los chinitos tejedores de seda se maravillaron de tantos<br />

capullos de tan hermosos capullos y comenzaron a tejer sus sederías y<br />

ante el asombro <strong>del</strong> muy sabio doctor Höest de los muy ilustres socios de<br />

la compañía de la Gran Dama de las damitas de los doctores y generales<br />

de todo el Pueblo de la Mar la seda salía rizada como vellos púbicos A<br />

los guasarapos de las almorranas de la Gran Dama atribuyeron la anormalidad<br />

para vergüenza de la muy preclara Doña a quien desde entonces<br />

la gente comenzó a llamar seda china china sedalina hilito enroscado<br />

Antón de Rojas que vos hicísteis que estas mujerucas cogiesen mal<br />

camino tú Antón de Rojas en tus soberbios barcos carabela Santa María<br />

de los Remedios barco San Sebastián carabela Santiago barco Santa<br />

María de Regla carabela Santa María de Gracia barco San Cristóbal embarcabas<br />

en Sevilla Antón de Rojas a tus mujeres dadoras de placeres<br />

calienta camas para traerlas a la Cuagua a Cubagua a la Nueva Cádiz<br />

Antón de Rojas cambiando los goces de tus mujerucas que de tan lejos<br />

habían venido a folgar con perleros hediondos a diablo<br />

58


En la tierra ocre la tierra porosa de la Cuagua en el último rincón de<br />

la Nueva Cádiz más allá de Puerto Viejo construiste Antón de Rojas la<br />

casa de los placeres de las mujeres blancas tostadas envejecidas de sal<br />

de sol de inmundicias<br />

La Costrúa Antonia Camacho tu bendición Antón de Rojas perdición<br />

de los buceadores que acudían cegados a buscar los placeres de la Isabel<br />

de Aguilar de Elena Delgado de Catalina Salas perdición de mercaderes<br />

con tres años de continencia<br />

La Costrúa tu amante la mujer que te dormía en sus pechos globos<br />

melones de Castilla Antón de Rojas te hizo rico rescató en el suelo en<br />

la estera con sus meneos más perlas que tus armadas más placeres que<br />

tus navíos Antonia Camacho a quien el viento salobre el mar el aguasalá<br />

de la Cuagua de Cubagua de la Nueva Cádiz le fueron creando escamas<br />

cristales agujas de sal sobre la piel<br />

Agua agua dulce <strong>del</strong> Manzanares traían tus barcos tus armadas Antón<br />

de Rojas para lavar para bañar a tu Antonia Camacho y la costra la nueva<br />

piel se le hizo cuerpo casi carne costra que en tus noches de vinillos y<br />

fandangos noches de vihuela lamías Antón de Rojas y te decías purificado<br />

de las maldades de este mundo de esta Isla de soledades donde<br />

los prodigios plugo a Dios se multiplican en las mismas narices<br />

Tus mujeres amadas mujeres de allende los mares Antón de Rojas<br />

llenaron tus arcas te multiplicaron las casas Leonor Gutiérrez Mati Fernández<br />

Juana Aranda camino <strong>del</strong> Palomar con su carga de dolores con<br />

las piernas purulentas hinchadas de tanto andar de tantas hincaduras<br />

de tardones de tunas de vaques de esos peladeros <strong>del</strong> río para aguantar<br />

la putería de hambre ya tú no sirves paná ni tus piernas ni tus nalgas<br />

como huesos como callos llenas de mataduras de tierra donde florecen<br />

pequeñas hierbas donde se alojan hormigas arañitas monas salidas de<br />

los pajonales<br />

Antón de Rojas tus mujeres perfumadas con las aguas de azahares<br />

con las aguas de rosas venidas en tus barcos tus damajuanas de esencias<br />

para lavar la nueva piel de tu Antonia Camacho la Costrúa Hasta el aceite<br />

de los manaderos untaste en su piel Antón de Rojas en sus pliegues en<br />

sus carnes desaparecidas bajo el blancor de la salmuera<br />

En lo que dezis cerca <strong>del</strong> aceite petriólio que se os mandó me embiásedes, embiar-<br />

59


me los lo que <strong>del</strong>lo toviéredes cogido quanto ésta recibais y no sea más de hasta tres<br />

arrobas, y no embiés más hasta que otra cosa se os mande<br />

Antón de Rojas Diego de Fornicedo boticario gran conocedor de<br />

alquimia hombre letrado recomendóte Antón de Rojas perlas disueltas<br />

en vinagre nácares excrecencias para disolver la costra la salgema de<br />

tu Antonia Camacho y tú Antón de Rojas sabedor de los ayes de los<br />

vaivenes de tu Costrúa disolviste el aljófar común el aljófar redondo la<br />

pedrería cadenillas avemarías tope pinjantes piezas de asiento cadenillas<br />

berruecos mostacillas piezas redondas y de quenta para limpiar la marca<br />

de la piel de las carnes de tu Antonia y disminuyeron tus arcas Antón<br />

de Rojas y se volvieron aguas ácidas tus orientes y la Costrúa continuó<br />

con sus cristales con sus agujas de sal<br />

Tú Antón de Rojas ofreciste a Don Villardiga a la moza fermosa más<br />

lozana llegada en tu último barco en uno de tus soberbios barcos para<br />

que te permitiera pasar tu Costrúa a la Margarita para bañarla en las<br />

fuentes de los cerros en el correr de las aguas <strong>del</strong> Caranay donde las<br />

guarichas bebían y lavaban sus viejos cuerpos y bajaban niñas otra vez<br />

niñas Tu María Fernández tu portuguesa tu obsequio para Don Villardiga<br />

Antón de Rojas cerró los ojos y no tuvo más sueños que para Fernandico<br />

indio libre de tus rancherías mancebo broncíneo estatua recostada en<br />

las lomas ocres de la isla Rica Cuagua Cubagua la Nueva Cádiz<br />

¿Qué esto María Fernández? ¿Parecéos bien esto que hazéys? ¡¡¡Calla, don puto<br />

viejo, si no, juro a Dios que os dé de puñaladas!!!<br />

Tus mostacillas tus aljófares Antón de Rojas los disolvió el vinagre<br />

para devolverle la piel a tu Costrúa tuviste entonces Antón de Rojas que<br />

volver a armar tus barcos a rehacer tus rancherías descuidadas a buscar<br />

indiecillas para calmar tus apetitos mozas venidas de la Margarita con<br />

agüita dulce entre las piernas aguas de manantiales aguas de Caranay<br />

montaña arriba donde cantan las guacharacas donde florecen las charas<br />

donde los monos chillan y se esconden entre las taguas cuando huelen<br />

hombres blancos cuando ven filos de aceros toledanos<br />

La mar ruge atolondra perfora la piedra bufa María Luisa el mar se<br />

encrespa sobre las lajas bajo los acantilados de la cueva <strong>del</strong> Bufido y se<br />

hace canción sobre esos vientos venidos <strong>del</strong> Guacuco El mar ondulante<br />

sinuoso se espuma se hace espasmos sobre el limo sobre la costa cubier-<br />

60


ta de caracoles María Luisa y toda tú cantas y te sumerges desnuda en<br />

el mar agua bautismal para tus piernas de bronce tu ombligo tu maruto<br />

flor de tuna néctar de abejas de avispas de mi lengua sedienta que te<br />

sorbe los mares y tú no dejas de cantar María Luisa por sobre rumoroso<br />

latigueo <strong>del</strong> agua en la cueva <strong>del</strong> Bufido<br />

Albufera de Mompatare donde descargan los piratas sus esclavos<br />

traídos de las antillas inglesas de las antillas francesas de los mesieres<br />

venidos en los grandes vapores a comprar perlas a regatear sal a dar<br />

serenatas en las ventanas <strong>del</strong> puerto que se treparon a los cerros para<br />

ver mejor a los acantilados<br />

Mompatare que se va perdiendo mar adentro por el salinal por los<br />

caminos <strong>del</strong>gados filos de pies sobre la tierra ardida hacia la cueva <strong>del</strong><br />

Bufido María Luisa donde en el mar azul verde mar te sumerges cantas<br />

haces tu canción de viento segura de que el viento sopla contrario que<br />

hasta aquí no llegan las guaras con sus miasmas empreñadoras de las<br />

sirenas de la laguna <strong>del</strong> Morro de Charaima Hasta estos rompederos de<br />

mar no remontan las guaras no se escuchan sus cantos premonitorios<br />

anunciadores de preñeces<br />

Las mujeres de perfiles griegos apagan sus temores en el Bar <strong>del</strong><br />

Puerto donde la brisa cálida y liviana hace raudo el vuelo de las guaras<br />

que abren sus abanicos sobre los cielos <strong>del</strong> Pueblo de la Mar y juegan a<br />

la suerte con las mujeres En este mar hondo María Luisa mi cuerpo te<br />

inunda de sudores te hace resbalar sobre los guijarros lavadas piedras<br />

de mar redondeces bajo tus redondeces Mis humores salobres María<br />

Luisa forman costras desvanecentes sobre tu piel te arden los poros<br />

penetran dentro de ti te hacen gemir cantar aletear de guanaguaremas<br />

Acaba de regresar a Margarita el señor bachiller, uno de los más destacados<br />

elementos de la juventud batalladora de este Pueblo de la Mar de gran porvenir en<br />

los futuros de la patria<br />

El joven bachiller verbo encendido se rodea de doctores y generales<br />

para explicar sus bien organizados programas para el bienestar de este<br />

querido pueblo nuestro terruño insular<br />

A<strong>del</strong>ante coronel Gómez marche por los caminos de las cruces por la<br />

Cruz de la Misión por donde se entra al Pueblo de la Mar de todas esas<br />

soledades <strong>del</strong> Makanao Redoble su paso coronel Gómez y entre por la<br />

61


Cruz <strong>del</strong> Genovés que vienen los piratas los corsarios los grandes carajos<br />

a incendiar los muros<br />

A<strong>del</strong>ante coronel Gómez venga usted por la Cruz Grande camino de<br />

Paloguarime buscando la ruta <strong>del</strong> Francisquillo Venga usted coronel Gómez<br />

por la Cruz de la Puntilla Lope Lope Marañón tuerto patuleco saltando<br />

a tu bergantín acurrucando a tu Elvirita única fibra de tu corazón Lope<br />

Lope Marañón corriendo por esas playas hijosdeputa que abandonáis a<br />

tan bravo guerrero a tan fiero capitán Venga usted coronel Gómez por<br />

todos esos bajíos por todos estos pedregales que quede piedra sobre<br />

piedra coronel Gómez<br />

Bienvenido sea a la Isla el joven batallador que se ha esforzado en probar que el<br />

vientre de la Isla no es estéril y que aún puede dar hijos capaces de poner muy alto<br />

el nombre <strong>del</strong> solar margariteño y las invalorables credenciales de la estirpe insular<br />

Joven patricio insigne tribuno en las mansiones <strong>del</strong> Pueblo de la Mar<br />

sorbes los vinillos los confites las morta<strong>del</strong>as con aceitunas venidas de<br />

la capital en modernas motonaves que surcan las gloriosas aguas las<br />

inmaculadas aguas de este Pueblo de la Mar Joven tribuno esperanza de<br />

la redención insular ya tu retrato cuelga en los salones de las mansiones<br />

<strong>del</strong> puerto Tu verbo encendido tus palabras fluidas son impresas para<br />

ser repartidas en los pueblos imperecederas palabras que se guardarán<br />

por generaciones para hablar a los hijos con la sangre negra de los tinteros,<br />

y no con la purpúrea que derrama el corazón profundamente herido de este Pueblo<br />

de la Mar<br />

María Luisa las lluvias de abril caen sobre nosotros los musgos de<br />

las paredes florecen mariposas y en la habitación un vaho de silencio<br />

vuelve a cerrarse María Luisa que no escuchas María Luisa silencio María<br />

Luisa alquimista rehaciendo tus huesos María Luisa odiando al perro<br />

<strong>del</strong> cantante ciego<br />

Vamos Leoncillo sobre los huesos de ese indio Tu voz tu azuzar de<br />

perros Pedro de Matienzo desgarran las carnes de los indios de los negros<br />

de los lucayos Tu Leoncillo tu perro tu perrazo que muerde que hiere que<br />

no arranca lágrimas que no arranca gemido qué perro tu perrazo Pedro<br />

de Matienzo ladrando solo por las noches acobardado en estos aires<br />

nocturnales tu perro José Feliciano aullándole a la luna al tal Euclides<br />

Tu perro cantante haciéndose sombra María Luisa haciéndote sombra en<br />

62


los rincones sombra tuya María Luisa que sale por debajo de la puerta<br />

y se asusta de su sombra y regresa a la habitación para hacerse furor de<br />

tus entrañas María Luisa amanece abril sobre los vientos cuaresmales<br />

<strong>del</strong> Pueblo de la Mar los guanaguaremas planean sobre los viejos hierros<br />

retorcidos de la “Ana María” que anuncia su echar de anclas su descarga<br />

de pasajeros su carga de distancias<br />

63


8<br />

Tus hermosos barcos Antón de Rojas a toda vela proa de maderos<br />

recios curtidos maderos cortan las olas vírgenes desplazan espumas<br />

nuevas hacen remolinos de velas entre el tropel de guanaguaremas entre<br />

el negror de cotúas entre la esbelta pesadez de los alcatraces saetas<br />

rayos detenidos<br />

Tus bajeles Antón de Rojas rescatando indios por Macarapana buscando<br />

agua por el Manzanares para aliviar la sed la ardentía la salazón<br />

de las bocas los ardores de los ojos la salmuera de los huesos Tus barcos<br />

Antón de Rojas rumbo a la isla de la Mona a buscar cassabi para<br />

tus indios para tus negros para tus lucayos de la Isla Rica de Cuagua de<br />

Cubagua de la Nueva Cádiz Antón de Rojas para matar esa hambre para<br />

calmar esos estómagos llenos de mar<br />

Cincuenta mil cargas de cassabi Antón de Rojas se necesitan todos los<br />

años en tus rancherías en tus fogones miserables de cassabi y pescado<br />

salado Cassabi para resecar las gargantas para ahogar las protestas Antón<br />

de Rojas tus hermosos barcos tus soberbios barcos surcan el <strong>Caribe</strong><br />

y tú golpe de pecho oración cántico en la soledad en el recogimiento<br />

de la ermita de Nuestra Señora de la Concepción En los muros de coral<br />

en los muros desconchados por tanta impiedad resonaba tu voz Antón<br />

de Rojas tu recitar profundo de la vida de Cristi <strong>del</strong> Cartujano de las<br />

Morales de San Gregorio<br />

Antón de Rojas el pan de ocho onzas de Juana Díaz hacía meses no se<br />

veía en la Cuagua Cubagua la Nueva Cádiz Antón de Rojas y te negabas<br />

a ceder de tus barbacoas de tus cincuenta mil cargas de cassabi Antón<br />

de Rojas y morían bajo las aguas tus indios tus negros tus lucayos con<br />

los pulmones reventados con los estómagos secos<br />

65


Cayó la lluvia larga inesperada Antón de Rojas y las bocas se abrieron<br />

al cielo para beber el agua pura aguadulce entre tanta aguasalá Cayó la<br />

lluvia y se mojó tú cassabi Antón de Rojas tus barbacoas comenzaron<br />

a resumar agüita dulzor que se hizo maná de pordiosero de soldado<br />

pobre de mujeruca Tus cincuenta mil cargas de cassabi Antón de Rojas<br />

comenzaron a inflarse a elevarse sobre los techos de palmas de tus barbacoas<br />

Crecieron hongos azules sobre las tortas de cassabi mojadas que<br />

comenzaron a desmoronarse a volverse licor viscoso miel que traspasó<br />

las paredes porosas se deslizó por las callejuelas Los pájaros bajaron y<br />

volvieron a remontarse embriagados llenos de néctar desconocido copularon<br />

en el aire De los cielos de la Cuagua de Cubagua de la Nueva Cádiz<br />

Antón de Rojas comenzaron a llover aves desplumadas Nubes de plumas<br />

oscurecieron el horizonte durante trece días hasta que se perdieron a lo<br />

lejos entre los riscos de Makanao Las ratas enloquecieron Antón de Rojas<br />

y corrieron hacia los maderos <strong>del</strong> muelle de Puerto Viejo se arrojaron al<br />

mar con avemarías mostacillas tus perlas Antón de Rojas brillándoles en<br />

los ojos El agua de la Cuagua de Cubagua de la Nueva Cádiz se volvió<br />

fosforescente Antón de Rojas en sus fondos los huesos de tus indios tus<br />

negros tus lucayos iluminaron la costa más allá de Charagato más allá<br />

<strong>del</strong> placer Noche y Día donde las almas fosilizadas comenzaron a estirar<br />

sus ramazones y a vaciar a las margaritas<br />

María Luisa las tardes <strong>del</strong> Puerto <strong>del</strong> Norte destilan yaguareyes sobre<br />

los acantilados se hacen sangre viva sobre los peladeros <strong>del</strong> Makanao<br />

que ocultan el horizonte<br />

Bajo los uveros María Luisa las carañas no encuentran sus pasos<br />

los minúsculos cangrejos no saben si retroceden o avanzan si vienen o<br />

van El rumor <strong>del</strong> mar los hace andar sin sentido como a ti María Luisa<br />

pronunciando palabras adormecidas viejas palabras de otros amores<br />

otras canciones otros cantantes ciegos otras noches escuchando el lento<br />

pasar de los guatiaos que van en busca de sus piraguas taciturnos con<br />

los ojos clavados en sus pasos María Luisa tus ojos en las tardes <strong>del</strong><br />

Puerto <strong>del</strong> Norte son sombras entre tanta luz inercia espejo roto donde<br />

se diluyen las imágenes<br />

Las angoletas regresan a la plaza quiscalus lugubris mancha negra<br />

en los cielos de la bahía ojos amarillos de can<strong>del</strong>a ojos para mirar para<br />

descubrir nuevas mujeres sobre la arena mujeres de perfiles griegos re-<br />

66


costadas de los atardeceres lánguidas dejándose dorar dejándose tostar<br />

por estos soles de encendidas manos sobre sus pieles blanquecinas<br />

María Luisa se escuchan fuertes brazadas rompiendo el agua fría y<br />

adormecida hombros broncíneos como peces espadas como guamachines<br />

cruzan la bahía suben las colinas arden los magueyes los chigüichigüales<br />

Luz luz vivísima luz María Luisa que se hace fuego fatuo sobre la<br />

laguna sobre la sal enrojecida que brota todos los años en los llenantes<br />

de noviembre Sal de la vida sal de la muerte sal que se va metiendo en<br />

las tumbas cercanas María Luisa y momifica a la gente <strong>del</strong> Puerto <strong>del</strong><br />

Norte los hace de barro hijos de corsos holandeses ingleses que vuelven<br />

a andar por las calles a subir a la Caparrosa para vigilar las costas<br />

para escuchar los caracoles sonando más allá de los Sopladores en los<br />

rompederos de la piedra de Santana<br />

María Luisa en el Puerto <strong>del</strong> Norte las tardes nos adormecen los<br />

sentidos bajo los uveros andamos o no andamos retrocedemos en el<br />

tiempo pasan guanaguaremas hacia Cabo Negro más allá <strong>del</strong> mar que<br />

se abre se hace <strong>Caribe</strong> Arenas que te enceguecen nos enceguecen nos<br />

hacen escuchar de nuevo a José Feliciano triste lloroso traído a la fuerza<br />

<strong>del</strong> Bar <strong>del</strong> Puerto José Feliciano quiere olvidar elevar la voz mar <strong>Caribe</strong><br />

mar rugiente no lo deja cantar no deja aullar a su perro los hace callar<br />

los hace silencio En Las Arenas dormimos amaneces entre dulces pitigüeyes<br />

entre dulzores de concha abierta<br />

María Luisa se oyen resonando nácares batir de olas de espumas Viejas<br />

mujeres pasan ligeras presurosas el hambre la sed los diez hijos los<br />

pies podridos de tanto horadar la arena buscando maravedíes doblones<br />

morocotas olvidadas sobre el polvo de la costa María Luisa amanecemos<br />

en estos nidos de careyes<br />

La conga la rumba la conga mueve tus caderas Carmela que ondule tu<br />

espinazo que alumbren tus ojos que Silveria se asoma a las puertas <strong>del</strong><br />

Trocadero y te dice palabras te mira a los ojos y tú toda canción dale que<br />

dale a la rumba dale que dale a la conga con las caderas ondulantes reina<br />

<strong>del</strong> baile todos se apartan para verte bailar para verte tanta sangre bajo<br />

tu piel tanta sangre bajo ese vestidito bajo esa flor de tu pelo la gente<br />

se asombra de tu bailar de tu cintura de pilón de tus nalgas de fuego<br />

El Trocadero se hace pequeño por las noches todos los hombres <strong>del</strong><br />

Pueblo de la Mar Carmela lo llenan lo plenan se montan en los guata-<br />

67


panares cercanos sobre los vidrios de las tapias sobre las mesas pagan<br />

sus tickets para bailar y no bailan un centavo para la pareja un centavo<br />

y medio para la rocola las demás mujeres te aplauden Carmela te protegen<br />

ofrecen velas a sus santos para que tus piernas no desfallezcan<br />

En tus piernas están ellas su centavo tu centavo Carmela a Silveria se<br />

le seca la garganta Carmela de tanto gritar La rumba la conga rumba<br />

gitana morisca Carmela labios de cotoperíz dulces pálidos Tus caderas<br />

Carmela bajo el camisoncito de tafetán se hacen globos frutos prohibidos<br />

para los señores <strong>del</strong> Pueblo de la Mar que han perdido el sueño con tus<br />

muslos Carmela que han olvidado a sus mujeres vestidas de sedas de<br />

encajes perfumadas aromatizadas Nueva York París Amsterdam directo de<br />

la gran moda sus vestidos sus perfumes su insipidez que se hace lágrimas<br />

noches solas en las camas de altos espaldares<br />

Noches de calor de humedad de conga Carmela en el Trocadero tus<br />

caderas de rumba de conga de guariconga de mora de uva de playa tu<br />

piel en la luz adormecida de la madrugada sudor de tu frente meneo de<br />

tu cintura de tus caderas de tus nalgas de los deseos de los hombres<br />

<strong>del</strong> Pueblo de la Mar sobre tus carnes duras de a centavo para la pareja<br />

centavo y medio para la rocola de a centavo de papelón para el agua<br />

que lava tu piel<br />

Mister Freeman se complace en invitar al muy ilustre bondadoso<br />

magnífico general poblador de esta Isla para la regia inauguración <strong>del</strong><br />

ferrocarril que recorrerá las entrañas de la tierra general Fernández<br />

reluciente bajo el sol tus leontinas tus olores de lavanda traída de Trinidad<br />

tu traje de lino de pelo engominado cautivaron a Miss Marie de<br />

Pensilvania catira ojos aguamarina aguamar agua de tus manantiales<br />

inagotables general Fernández<br />

Catira Miss Marie encantada con tus mágicos arrebatos tu birriondez<br />

de tus hazañas toda risa toda dulzura Miss Marie en el ferrocarril enseñándote<br />

las blancas piedras de la magnesita sus blancas piernas las blancas<br />

piedras de sus teticas sonrosadas insinuantes bajo los organdíes festivos<br />

crujientes telas en tus manos ardidas general Fernández Maizales secos<br />

cocales abandonados tierra roja desolada manos que se fueron tras las<br />

piedras blancas ricos yacimientos de magnesita para mover máquinas<br />

Mister Chumeco con su cachimba encendida segunda chimenea <strong>del</strong><br />

ferrocarril en su paso por las tierras el mismo paso de Villandandro en la<br />

68


grupa de su caballo tras Lope Lope Marañón recién llegado pagando con<br />

oro una vaca pagando con oro maíz y cassabi enseñando su oro oro <strong>del</strong><br />

Pirú piedras rojas piedras azules piedras para la ambición <strong>del</strong> gobernador<br />

Piedras blancas para hacer florecer a la Isla para la exportación para<br />

la explotación para las grandes industrias para el acero para la historia<br />

Magnesita Miss Marie carne blanca general Fernández Las huertas general<br />

Fernández la civilización en ruedas es más ligera para andar para<br />

llevar a Manzanillo el mineral por donde tu maestre de campo Lope Lope<br />

Marañón entró para distraer y se juntaron los dos caminos <strong>del</strong> Pueblo de<br />

la Mar por los lados de la ambición <strong>del</strong> gobernador con el arcabuz en los<br />

riñones A<strong>del</strong>ante Lope Lope Marañón que vas entrando a Paraguache en<br />

tu caballo de hierro Mister Freeman saludando a la multitud que tributa<br />

merecido reconocimiento al progresista general Fernández gran empreñador<br />

de la comarca arcos de triunfos a tu paso Mister Freeman Miss<br />

Marie general Fernández mazorcas de granos amarillos granos blancos<br />

granos maduros colgando de las enramadas<br />

Manitas agitando trapitos sucios a tu paso obra civilizadora Miss<br />

Marie con tus manitas en la bragueta enaltecedora <strong>del</strong> general Fernández<br />

a quien comenzó a correrle un temor desconocido por las entrepiernas<br />

A<strong>del</strong>ante Lope Lope Marañón por esos platanales por esos cocales<br />

por esas sementeras pagando con oro oro <strong>del</strong> Pirú las gallinas los cerdos<br />

la volatería Gran hambre la tuya Lope Lope Marañón Mister Freeman<br />

pagando vales pagando letras pagando miserias por las tierras<br />

General Fernández el ferrocarril penetra las entrañas <strong>del</strong> cerro de la<br />

magnesita el día se hace noche y vuelve a ser día cuando pasa por la<br />

veta blanca veta <strong>del</strong> carbonato de magnesio Blancor de tus manos Miss<br />

Marie aferrando el chirito empreñador <strong>del</strong> general Fernández hombre de<br />

mozas de aceite de coco de clavel de jazmín de guarichas jóvenes llenas<br />

de muslos de masangos duros como las rocas como las vetas morenas<br />

<strong>del</strong> Guayamurí <strong>del</strong> Matasiete Muslos duros para reposar los cansancios<br />

Tus blancos muslos Miss Marie tus <strong>del</strong>gadas piernas Miss Marie tus<br />

perfumes de Pensilvania no le quitan el sueño no le despiertan el chirito<br />

al general Fernández<br />

Mister Chumeco con tu cachimba humeante ferrocarril por los campos<br />

de Aricagua de La Mira de La Fuente camino <strong>del</strong> mar de Manzanillo donde<br />

esperan los barcos de hierro los grandes barcos que se han de tragar la<br />

69


magnesita el mineral blanco blancas tus piernas Miss Marie en la hamaca<br />

<strong>del</strong> general poblador esperando las caricias esperando el canto <strong>del</strong> chirito<br />

abanicándote meciéndote Miss Marie en el sopor de la noche pidiéndole<br />

otra ginebra al mariquito sigüí avergonzado por la escasa cultura demostrada<br />

por los místeres y mises borrachos en el ferrocarril faltándole los<br />

respetos al mismísimo general Fernández ya tú no sirves paná camino <strong>del</strong><br />

Palomar donde comienza a levantarse el día donde la noche se hizo gemido<br />

entre los cardonales carne dura moviéndose en el arenal en la dureza <strong>del</strong><br />

suelo por putería de hambre Miss Marie acariciándote la potoquita ante<br />

el asombro <strong>del</strong> sigüí mariquito que no quiere creer tanta liberalidad esta<br />

gente va a echar a perder a nuestra gente<br />

Mariquito con tu trussor de seda impregnado de los perfumes de<br />

Pensilvania de los polvos de magnesita de Miss Marie dormida en la<br />

claridad de la madrugada cuando las palomas <strong>del</strong> Palomar regresan al<br />

nido muertas de sueño de hastío de noche obligada cerca de las cagarrutas<br />

de los chivos de los abrojales en los cadillares que se pegan en<br />

las nalgas y arden<br />

Las luces <strong>del</strong> puerto comienzan a apagarse amanece sobre el Morro<br />

de Charaima luces de bengala luces moribundas sobre el mar Luces<br />

nuevas sobre los farallones de Manzanillo donde el ferrocarril comienza<br />

de madrugada a vomitar su carga de magnesita blanca entraña de la Isla<br />

Albor de las serranías piernas blancas tus piernas Miss Marie como un<br />

amanecer de luz sobre los cerros de Cheperepe de Macaraida Mar adentro<br />

adonde se pierden los vapores cargados de mineral Mister Chumeco tu<br />

cachimba sigue los caminos de Lope Lope Marañón pasa entre la hierba<br />

se oculta entre los cardonales reaparece en los peladeros en la tierra<br />

roja que lleva a Pueblo de la Mar a los fondeaderos de Punda donde los<br />

barcos viejos esperan en los remansos de Bellavista donde regresan los<br />

hombres de la noche Mister Freeman vuelan palomas sobre las vetas<br />

sobre los albores de la montaña Miss Marie ojos aguamarina aguamar<br />

aguasalá en tus organdíes en tu rubio trigo de Pensilvania<br />

Poco después de terminar el almuerzo en casa <strong>del</strong> Sr. Freeman, se dirigió la<br />

comitiva a la estación <strong>del</strong> ferrocarril de la Compañía antes nombrada, resultando<br />

el acto de inauguración muy lucido. El camino, las casas, el tren etc..., todo estaba<br />

bellamente exornado. La locomotora funcionó admirablemente y llevó a los distinguidos<br />

pasajeros, quienes encomiaron debidamente la importancia y trascendencia de la obra<br />

70


9<br />

Convocaste a tus muchachones a tus soldados de alpargatas como<br />

tú general José Antonio Vásquez Emprendiste la marcha desmantelando<br />

tus chinchorros tus trenes de pesquerías en la Laguna Pequeña donde<br />

la lisa y el robalo ya te conozco por el camino que vas saltan entre las<br />

raíces <strong>del</strong> mangle Donde los pericos en alboroto despiertan a los viejos<br />

alcatraces donde los nángaros cuentan los misterios de los guaricongos<br />

Convocaste a tus muchachones a tus soldados de arpón de brazos<br />

para el mar de lanzas para restablecer el orden para sellar la paz republicana<br />

alterada por los siempre incansables godos destruidores de las<br />

riquezas cogiéndose las tierras de los valles las riberas <strong>del</strong> mar les casas<br />

abandonadas<br />

Godos moriquites pájaros de mal agüero con sus ojos abiertos por<br />

las noches vigilando espiando en las penumbras para amanecer en los<br />

pueblos robando comprando por miserias el hambre de los hombres la<br />

sed de los hombres Moriquites ojos de infierno godos hijos de corsos<br />

piratas holandeses provenzales restos de ingleses muertos de fiebre<br />

amarilla<br />

Comenzaste a subir por la fila <strong>del</strong> Caranay general José Antonio Vásquez<br />

por los altos farallones entre el vuelo de gavilanes buen presagio<br />

para exterminar para derrotar a los moriquites Entre las nubes la <strong>del</strong>gada<br />

fila de tu ejército de muchachones eran libertad pan redención<br />

En los altos riscos tus muchachones miraban toda la Isla los valles<br />

de Arimacoa valles de Santa Lucía valles de rocío dormido de retamales<br />

ardiendo de tanta sed valles de cocales inclinados<br />

General José Antonio Vásquez pasaste como el humo como el viento<br />

entre los copeyes clusia rosae Entre los chuares ficus glabrata<br />

71


Pasaste sombra con tu pantalón de liencillo con tus alpargatas con<br />

tus palabras destilando aguas dulces en los cerros entre los árboles tus<br />

palabras anidaban esperanzas<br />

Bajaste por el valle de San Joan y escuchaste el tañir de las vihuelas<br />

los villancicos que entonaban los poetas bajo las ceibas <strong>del</strong>eitosas<br />

Poetas venidos de la Cuagua de Cubagua la Nueva Cádiz de la Cádiz<br />

Nueva tu palabra general José Antonio Vásquez se unió a los cánticos y<br />

todo el valle se llenó de pájaros de pespés de turpiales de guayamates<br />

de chulingas de tucusitos que comenzaron a cantar y a formar legiones<br />

aladas sobre tu ejército de muchachones general José Antonio Vásquez<br />

Pasaste al Puerto <strong>del</strong> Norte a someter a los godos a los mismos hijos<br />

de los que desde El Vigía saludaban con sus cañones a los barcos piratas<br />

los mismos que abrían sus puertas y servían sus mesas a los corsarios de<br />

los pataches a la escoria <strong>del</strong> <strong>Caribe</strong> llegada al puerto en sus galeones sus<br />

bergantines sus barcos rotos sus pestes sus calamidades toda su maldad<br />

Los mismos que se volvieron locos que enronquecieron de tanto<br />

cantar el yankee dodle Entraste al Puerto <strong>del</strong> Norte general José Antonio<br />

Vásquez y a ti se acercaron los guatiaos los porporos los humildes como<br />

tú como tu ejército de muchachones Las legiones aladas tus legiones<br />

de pájaros general José Antonio Vásquez comenzaron a cantar a volar<br />

por los callejones <strong>del</strong> Puerto <strong>del</strong> Norte a penetrar en las casas a poblar<br />

los clemones thespesia populnea los manzanillos hippomane mancinella<br />

y salió la gente toda a victorearte a seguir tus pasos a escuchar<br />

tu palabra tu palabra de mar tu palabra de monte tu palabra sencilla tu<br />

palabra libertad<br />

Los godos hijos de corsos de holandeses de ingleses se fueron al<br />

exilio abandonaron sus casas regaron sal en sus zaguanes para que<br />

jamás sombra alguna las poblara Las casas se cayeron a pedazos se<br />

desconcharon de sus muros carcomidos asomaron caracoles polvo de<br />

cangrejos huesitos de niños no nacidos musgos negros musgos verdes<br />

musgos que fosilizaron los recuerdos Sobre los muros derrumbados los<br />

alcatraces las tirrias los guanaguaremas acumularon sus cagadas salitre<br />

costra de mar que ya no anda de mar detenido en el filo <strong>del</strong> horizonte<br />

Corta el agua Benjamín sobre la cresta de la ola grande de la ola de<br />

luna creciente la ola <strong>del</strong> llenante Proa al norte Benjamín ilumina esa<br />

noche con tu dientico de oro ilumina esa nube con tu dientico de oro<br />

72


Malagueño rescatando oro guanín por estas costas por estas soledades<br />

por estas albuferas de sol de blancor oro guanín Malagueño para adornar<br />

tu pecho para hacerte diente Oro guanín Malagueño para hacerte<br />

agujas de marear para buscar nuevos rumbos nuevas rutas para volver<br />

al mar océano a la corriente de algas Benjamín proa al norte más allá<br />

de la última ola más allá que la última vez entre la nubazón de lava de<br />

fuego dejándote solo en esos peladeros de can<strong>del</strong>a Benjamín El abuelo<br />

navegante en su ruta de ron contrabandeado ron de Jamaica ron de Cuba<br />

oloroso licor dulcecaña para encender las gargantas para arropar los fríos<br />

de las madrugadas <strong>del</strong> Pueblo de la Mar cuando los hombres pasan hacia<br />

la armazón <strong>del</strong> muelle a esperar a los barcos “El Deífero” “La Diana” Proa<br />

al norte Benjamín que los guanaguaremas espuman nubes en el horizonte<br />

El abuelo navegante escribe sus derroteros en los viejos papeles amarillos<br />

trazando leves líneas de rescataderos de barcos Malagueño con tu oro<br />

guanín rescatado bailando sobre las mesas de los bares de los puertos<br />

antillanos bailando Malagueño con mulatas de cacao mulatas de cañadulce<br />

mulatas francesas caderas oscilantes olas para correr de noche en<br />

la cubierta de la “Firma de Dios” Proa al norte Benjamín para huir de los<br />

chubascos de las virazones de las mangueras de agua que llueven peces<br />

hombres muertos en tantos naufragios Benjamín proa al norte Antón de<br />

Rojas rescatando tus indios tus nuevos indios los guatiaos los que creyeron<br />

en la palabra <strong>del</strong> rey los que se hicieron vasallos de tu rey Antón de<br />

Rojas indios guatiaos a quienes cambiaste sus thenocas sus cocixas por<br />

pedacitos de platos de Valencia por alfileres oxidados<br />

Antón de Rojas tus aljófares tus mostacillas compran escribanos<br />

para que vuestro rey <strong>del</strong> que eres vasallo al rey que robas su quinto no<br />

se quede con tus mejores perlas de quenta para regalar a sus damas a<br />

sus tetudas señoras que lucirán las lágrimas de Cuagua de Cubagua de<br />

la Nueva Cádiz en sus fofos y grandes pechos en el blancor de sus carnes<br />

en sus alcobas con camas de paramentos con grandes floraduras Lágrimas<br />

de la Cuagua de Cubagua de la Nueva Cádiz que brillarán sobre las<br />

colchas de dos holandas mientras las tetudas señoras se desprenden de<br />

sus sayas de grana con trepas de terciopelo lágrimas de la Cuagua de<br />

Cubagua de la Nueva Cádiz para las cofias de oro para las gorgueras de<br />

las tetudas señoras que nada saben de tus indios de tus negros de tus<br />

lucayos sombra de sombras huesos pelados llenos de miedo entre los<br />

ciriales de tus placeles Antón de Rojas<br />

73


Lágrimas de Cuagua de Cubagua de la Nueva Cádiz Antón de Rojas que<br />

dices a García González de Muriel que te vaya anotando te vaya escribiendo<br />

aljófares mostacillas berruecos maravedíes pesos de oro Lágrimas de<br />

la Cuagua de Cubagua de la Nueva Cádiz de los ricos placeles <strong>del</strong> nuevo<br />

mundo Perla <strong>del</strong> caribe mar para comprar a los Piccolomini a los Pechi<br />

a los Francesquín a los Salvani a los Luisis Tus aljófares tus mostacillas<br />

Antón de Rojas para tentar a tanto pirata a tanto incendiador de costas<br />

El vapor viene entrando a la rada general Fernández las calles son<br />

todas banderas arcos de triunfo los poetas inflamados de patriotismo<br />

tosen loas palabras enaltecedoras de esta inolvidable visita tuya General<br />

de Generales Quinientas treinta y seis piraguas botes bombotes<br />

balandras zancos goletas faluchos canoas las mejores velas de la Isla<br />

son vuelo de viento saludo a tu gloria inmarcesible General de Generales<br />

Grímpolas amarillas azules rojas en el horizonte <strong>del</strong> Pueblo de la Mar<br />

te hacen un cielo de pabellón y tú General de Generales única estrella<br />

radiante lucero de ese firmamento<br />

General Fernández el Ciudadano General de Generales primer Magistrado<br />

republicano holla el sagrado suelo de este bastión insular<br />

General Fernández tu chirito empreñador generador de cuatrocientos<br />

doce hijos todos varones estatuas vivientes de tu gloria es tortolita atragantada<br />

tortolita desplumada ante el halcón <strong>del</strong> General de Generales<br />

General Fernández tu gloria opacada jefe es jefe y más empreñador que<br />

nadie general Fernández<br />

Mil hombres a caballo General de Generales te acompañan en tu recorrido<br />

por los campos de Marte y Belona Mil hombres a caballo doctores<br />

generales con los culos desollados con las cabezas hinchadas de tanto<br />

sol siguen tu paso victorioso jamás vencido General de Generales por los<br />

senderos de retamas por los caminitos de tierra roja por los carcanapirales<br />

croton por los abrojales amarillo es lo que luce general Fernández<br />

en este recorrido por la tierra prodigiosa por la Isla invencible General<br />

de Generales que quisiste entregar a los alemanes a los ingleses a los<br />

acreedores primer magistrado<br />

Isla que recorres General de Generales con tu banda de músicos<br />

violín flautín derramándose por esos claros cielos Niñas de pechitos<br />

comenzados a llenar miran pasar a los mil jinetes desollados sigüisito<br />

74


uscador de ninfas con los ojos bien abiertos porque ahora son dos<br />

grandes birriondos por los senderos por los caminos de la Isla Huela a<br />

hombre carajo te gritó el General de Generales sigüisito y tu perfume de<br />

violetas se marchitó se enranció en la claridad salobre de Mompatare<br />

General Fernández rendiste tu arma en la segunda doncella y el<br />

General de Generales fresco persiguiendo en el amanecer a su quinta<br />

vestal entre los nisperales guttifera de tu huerta general Fernández a la<br />

quinta doncella para su cielo de cielos para su pájaro de pájaros general<br />

Fernández<br />

Carmela tus gruesos muslos masangos llenos de carnes duras tus<br />

carnes Carmela resbalan por tu vestidito A la conga a la rumba María<br />

Antonieta Pons Ninón Sevilla a la rumba que zumba en el Trocadero<br />

Carmela música de a centavo para tu hambre y centavo y medio para<br />

la rocola<br />

Trocadero que permanece repleto todas las noches con los hombres<br />

venidos de los pueblos de la Isla para ver tus caderas ver tus muslos<br />

Carmela para ver tu paso arrollador Hombres con cuatro días sin comer<br />

venidos de bien lejos para ver la rumba la conga tu guariconga Carmela<br />

Silveria se asoma a la puerta <strong>del</strong> Trocadero y te deja sus perfumes sus<br />

flores frescas flores nuevas y cayenas jazmines Silveria te deja sus sudores<br />

sus llantos sus oraciones para que bailes sin parar Carmela de día<br />

y de noche un centavo para tu hambre centavo y medio para la rocola<br />

Carmela dale que dale<br />

Ya tú no sirves paná camino <strong>del</strong> mercado para amanecer en “La Sultana<br />

<strong>del</strong> Puerto” y detener el tiempo para enranciar la cerveza para anisar el<br />

estómago escapando de la vieja armazón de hierros de la “Ana María”<br />

que ya no navega que rompió su proa en la piedra de Santana<br />

Negra piedra de mar lavado tus óxidos en esos reventaderos de mar<br />

por donde pasan los guamachines los tiburones buscando las rutas de<br />

isla Blanca la Blanquilla las rutas antillanas por donde vuelan los guanaguaremas<br />

para adentrarse en los peladeros de Tacuantar en las filas<br />

de cuicas en los verdores de los guamaches<br />

“Ana María” costillar que ardes en estos soles fogones apagados tus<br />

fogones “Ana María” tus bodegas vacías de donde salieron los jamones<br />

planchados colgados en los altos anaqueles de “La Americana” mayor<br />

de víveres<br />

75


Pasan hombres para “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” mujeres que no volverán<br />

nombres borrados de las proas ojos cerrados de los barcos afuera de los<br />

bajos de Punda lejanos faluchos bombotes balandras sombras distantes<br />

humedecidas de olvidos “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” toda canción huapango<br />

tiempo detenido canción para detener la vida detener la vividura<br />

Venga coronel Gómez que el Pueblo de la Mar se encuentra ardido<br />

por los cuatro costados los cielos encrespan humos más allá <strong>del</strong> riíto<br />

por donde pasa Francisquillo con los vasallos de su madre gran cacica<br />

gran Isabel por esos humos anda Francisquillo sangre de la sangre<br />

Francisquillo conquistador de conquistadores avasallando a tus indios<br />

gran cacica gran Isabel Francisquillo pecho de plata pecho de hierro tu<br />

pecho Francisquillo<br />

Que quede piedra sobre piedra coronel Gómez para que no se diga que<br />

los pueblalamarinos no cortaron el humo que no volvieron a levantar los<br />

muros para que pasaran una y otra vez los Francisquillos con sus sombras<br />

A marcha forzada coronel Gómez que el puerto se está convirtiendo<br />

en un nido de tataras ponzoñosas envenenadoras de los que vienen por<br />

los arenales incendiando los muros desapareciendo los rostros<br />

Paso firme coronel Gómez para que jamás se diga que los pueblalamarinos<br />

son sombras humo cenizas<br />

Hay un pescado o animal en el mar, que no es mayor que un dedo pulgar de<br />

la mano y pintadillo de pecas y rayas blancas y otras amarillas, y llámase totora;<br />

y al que pica en el agua, como acaece algunas veces al picar a algún indio; el que<br />

está herido hace tantas vascas y siente tan grandes dolores, y pasión incomportable<br />

76


10<br />

En la laguna <strong>del</strong> Morro de Charaima limos negros invaden los manglares<br />

putrifican el agua secan las raíces alejan a los guanaguaremas y<br />

alcatraces y ciegan a los últimos caimanes a los últimos capucos que<br />

huyen retrocediendo o avanzando monte adentro en el arenal entre el<br />

retamal buscando la lejanía de los cerros Las sirenas se aletargan se<br />

cubren de limo se entierran en el leganal para esperar las nuevas corrientes<br />

las aguas cálidas que vendrán de Cuagua de la Cubagua de la<br />

Nueva Cádiz<br />

Las guaras circulan por los aires salobres aires que se tocan <strong>del</strong><br />

Pueblo de la Mar Las guaras han perdido el rumbo no se distinguen los<br />

caminos ancestrales giran día y noche llenando de temores a las viejas<br />

mujeres de perfiles griegos mujeres con pliegues en la cara con los ojos<br />

de cansancio con la esperanza de salir preñadas<br />

Las mujeres de perfiles griegos recorren las calles <strong>del</strong> Pueblo de la Mar<br />

y los espejos les reflejan sus andares por el Bar <strong>del</strong> Puerto las noches de<br />

asaltos de los muchachos <strong>del</strong> Bar las noches cálidas inacabables noche<br />

con José Feliciano abriéndole las venas a todo el mundo dándole fe José<br />

Feliciano siguiéndole los pasos sin que se dieran cuenta para después<br />

cantárselo para después dejarlas en la vergüenza para que lo sepa todo<br />

el mundo<br />

Por las calles <strong>del</strong> Pueblo de la Mar pasan los terribles muchachos <strong>del</strong><br />

Bar <strong>del</strong> Puerto andando en silencio huyéndole a los perros contando sus<br />

historias mil veces repetidas girar de guaras humillo lejano<br />

Los poetas de inspiraciones torrenciales escriben largos manuscritos<br />

para ser guardados en los archivos <strong>del</strong> longevo bachiller Cautaro cordia<br />

77


alba El bachiller Cautaro con sus ochenta años buscando la fórmula<br />

para el calendario perpetuo mundial para que el tiempo de cada día de<br />

cada año de todos los días de todos los años sea igual para que la gente<br />

sepa lo que hace lo que va a hacer los errores cometidos y en el próximo<br />

ciclo sepa corregir sus debilidades El bachiller Cautaro que inventó<br />

un idioma nuevo para que todos los habitantes <strong>del</strong> Pueblo de la Mar<br />

se entendieran Palabras destinadas a cada familia exclusivas palabras<br />

nombres para cada familia para que así se supiera de dónde venían las<br />

palabras porque en el Pueblo de la Mar las palabras se van perdiendo<br />

se escapan por los techos de cañabrava se hacen viento<br />

Carmela las venas de tus piernas son globos morados azules verdes<br />

hinchados globos de sangre que van a reventar Carmela Silveria te lava<br />

con agua de rosas agua de estrellas Lágrimas sobre tus dolores sobre<br />

tu caminar de a centavo tu caminar de paso perdido Ya la conga se fue<br />

la rumba se perdieron los sones Carmela vas caminando pasito a pasito<br />

muertamente por las piedras <strong>del</strong> cerro donde te aventó tanta música<br />

tanto menear de caderas<br />

Nadie como tú Carmela en la fiebre de la noche <strong>del</strong> puerto noche <strong>del</strong><br />

Trocadero centavo y medio para la rocola despertar de pájaros primer<br />

lucero de la mañana tu cuerpo perfumado Carmela tus flores recién<br />

cortadas tu rumba tu conga Carmela guariconga<br />

María Luisa duermes y no escuchas mis poemas los versos que ahora<br />

son míos poemas que arrebaté al poeta mar cuando me vaya no borres el<br />

camino me voy porque el mar me lIama y yo soy un marinero recito en voz alta<br />

entre el tropel de olas porque no pisaré cubierta de barcos porque jamás<br />

el mar ha penetrado en estos huesos Nunca la sal ha agrietado estas<br />

manos que apartan tu sueño María Luisa que buscan tu carne dormida<br />

tu carne venida de las noches en el Bar <strong>del</strong> Puerto donde el tal Euclides<br />

es dueño y señor de las canciones de la música de toda la música Gotas<br />

de lluvia cayendo sobre su cabeza María Luisa el tal Euclides le abrió los<br />

ojos al cantante ciego José Feliciano entonces pudo ver la noche cuajada<br />

de pajuelas de estrellas fugaces sobre los cielos <strong>del</strong> Pueblo de la Mar el<br />

cantante vio los rostros dormidos ciegos y se fue con la noche se perdió<br />

<strong>del</strong> puerto sin que el Perro le siguiera las huellas perro que desanda los<br />

caminos los vericuetos de Bellavista perro ciego perro sordo que casi<br />

no huele los olores de mar los olores <strong>del</strong> Bar <strong>del</strong> Puerto El perro por<br />

78


las noches canta gime llora entierra puñales en la áspera hierba de la<br />

quebrada de San Gerónimo<br />

María Luisa duermes y no escuchas a la vieja Inés espantando a las<br />

iguanas Duermes María Luisa y no ves el techo de cañabravas lleno de<br />

banderitas descubrimientos <strong>del</strong> abuelo navegante Ya no hay ilusión<br />

espacio vacío en el techo de cañabravas María Luisa constelaciones<br />

islas islotes cayos corrientes más islas ondean sus banderas en ese<br />

cielo de descubrimientos que hizo el abuelo navegante Malagueño que<br />

persigues culisas por las antillas Malagueño que enseñas tu oro guanín<br />

tus dientes de oro a mujeres culisas mujeres de cacao que te esperan<br />

más allá <strong>del</strong> Palomar y tú no vas Malagueño porque le temes a la tierra<br />

no sales <strong>del</strong> barco <strong>del</strong> camarote donde está tu mundo tus cartas de<br />

navegar tu astrolabio para ver tu destino el compás de trazar el rumbo<br />

de tu siemprevida Malagueño te ves en el espejo <strong>del</strong> agua y eres niño<br />

en un pueblo de calles de piedras de inclinadas calles más allá <strong>del</strong> mar<br />

océano más allá <strong>del</strong> mar de algas<br />

Ya tú no sirves paná ni servirán los tuyos con tanta servidumbre tanto<br />

cambiar de retratos tanto izar y arriar de banderas nuevos hombres<br />

nuevos principios los mismos pueblalamarinos faramalleros de siempre<br />

Sosténgame a ese Pueblo de la Mar hasta nueva orden coronel Gómez<br />

para que nadie diga que sus heroicos defensores lo dejaron morir<br />

Que quede piedra sobre piedra coronel Gómez para que los destruidos<br />

muros el humo de los cuatro incendios hable por nosotros mientras<br />

quede piedra sobre piedra se volverá a hacer el Pueblo de la Mar<br />

coronel Gómez<br />

Lope Lope Marañón que lloras por las noches en la vieja armazón<br />

de tablas <strong>del</strong> muelle que lloras Lope porque los hombres no te siguen<br />

y te vas a pie a andar esas soledades Pueblo Nuevo Paloguarime que<br />

vas Lope Lope Marañón<br />

Lope camino de la Cruz de la Misión dejando un reguero de perros<br />

muertos andas Lope para las soledades <strong>del</strong> Makanao para hacerte bola<br />

de fuego can<strong>del</strong>a roja para asustar a los machangos para dar la señal a<br />

los viejos alcatraces que comienzan el ritual de sus suicidios<br />

Restablecida la paz es hora muchachones de regresar a la casa de<br />

volver a la ranchería dijiste glorioso general José Antonio Vásquez des-<br />

79


pués de pacificar a la Margarita después de darle a cada quien la verdad<br />

el ser ciudadano después que ahuyentaste a todos los godos los hijos<br />

de corsos de piratas holandeses de ingleses muertos de fiebre amarilla<br />

hacia las antillas hacia la capital<br />

General José Antonio Vásquez te negaste a morir encamado por eso<br />

la muerte te llegó de pie en la casa grande en tu ranchería de la Laguna<br />

Pequeña donde los pericos inician la mañana repitiendo tu nombre donde<br />

los ñángaros cuentan tus hazañas tus gloriosas hazañas<br />

De pie con tus alpargatas tus pantalones de liencillo quedaste marcial<br />

en el medio de la casa grande De tus labios abiertos siguen brotando<br />

palabras para seguir llamando para seguir siendo general José Antonio<br />

Vásquez Los aires salitrosos <strong>del</strong> iodo conservan tu piel te hacen indestructible<br />

Desde la sala de la casa grande de tu ranchería de la Laguna<br />

Pequeña salen los muchachones tus muchachones tus soldados de arpón<br />

y remo a repartir tus palabras por los senderos por las serranías por las<br />

riberas por los azules que esperan tu marcha<br />

Dale duro a ese timón Benjamín que hay que carenar a la “Firma de<br />

Dios” A toda vela Benjamín A foque tendido que no hay marejada no hay<br />

ola no hay viento que pueda con esta quilla con estos maderos olorosos<br />

todavía a bosque<br />

Dale a ese timón Benjamín que relampaguée en estas oscuridades <strong>del</strong><br />

puerto tu dientico de oro Benjamín Que entre empavesada a ese puerto<br />

la “Firma de Dios” Benjamín<br />

Las flores de las mujeres en “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” se secaron La<br />

hojarasca el romper de pétalos resecos hizo temblor en el puerto Polvos<br />

de flores salieron en un torbellino se perdieron por sobre los techos<br />

rancios de sol enceguecieron a la gente se desparramaron por todos los<br />

caminos por todas las entradas <strong>del</strong> Pueblo de la Mar<br />

En las paredes de “La Sultana <strong>del</strong> Puerto” los almanaques retrocedieron<br />

Gar<strong>del</strong> volvió a englostorarse el pelo pidió silencio en la noche<br />

el músculo duerme la ambición no descansa nunca ahora en estas luces<br />

encendidas día y noche que alejan los vuelos de los alcatraces de los<br />

guanagua-remas<br />

Los furiosos vientos <strong>del</strong> ciclón <strong>del</strong> huracán <strong>del</strong> aquilón <strong>del</strong> vendaval<br />

<strong>del</strong> furakane barren los cielos y los mares de Margarita general Fernández<br />

80


ilustre magistrado regional poblador de pobladores general Fernández las<br />

aves marinas se adentran en tierra y toda la Isla es un espanto un temor<br />

El pavor tomaba un carácter más angustioso, al ver cruzar por el espacio, gran<br />

cantidad de pájaros marinos y que algunos de éstos vajaron hasta el suelo como buscando<br />

auxilio en la multitud que en esos momentos estaban apiñados en las calles,<br />

temiendo al rigor <strong>del</strong> vendaval<br />

General Fernández comenzaste a andar por los campos desolados<br />

donde las mujeres permanecían ocultas los hombres temerosos y te<br />

vinieron a la memoria tus banquetes tus agasajos a los dignísimos hijos<br />

de esta isla imperecedera de tus petipuá afrodisíacos que la vieja Inés<br />

odiaba Tus doncellas tus vestales tus cuatrocientos doce hijos todos<br />

varones general Fernández Tuviste miedo general Fernández sin chirito<br />

empreñador chirito abatido por el viento Tuviste miedo general Fernández<br />

de tus últimos amores infructíferos sin tu sigüí<br />

Tuviste miedo entre tanto viento entre tanto pájaro de mar por tierra<br />

adentro Tuviste miedo general Fernández gran poblador de la Isla engendrador<br />

de cuatrocientos doce hijos que ocupan tu lugar en el pedestal<br />

Estatua viviente que vas solo con tu miedo por entre los quebrajachos<br />

<strong>del</strong> Portachuelo que vas solo entre tanta negrura entre tanta cerrazón<br />

de nubes Volvieron los pájaros a las costas general Fernández y por las<br />

veredas <strong>del</strong> Portachuelo se te ve y te pierdes general Fernández y así<br />

para siempre poblador de pobladores<br />

La lluvia es gota gris dulzor para esta costra de sal La lluvia es pinjante<br />

aljófar mostacilla berrueco perla grande y de quenta Antón de Rojas<br />

que sumas tus pedrerías tus chinchorros encabalgados y alquitranados<br />

Cuentas Antón de Rojas y García González de Muriel te anota tus indios<br />

tus negros tus lucayos tus marcos de perlas tus maravedíes tus jubones<br />

tu oro tu cassabi tus mujeres tu Costilla tu gran mujer<br />

Mister Rosenthal agradecido a la colectividad de este gran Pueblo de<br />

la Mar dona da regala esta hermosa sirena réplica de la Tullerías sirena<br />

de bronce escama de bronce cola de bronce tetas de mujer de bronce<br />

Sirena que das la espalda al puerto por donde no entran barcos ni se<br />

ve humo de vapores Sirena que no ves los caleteros andando la costa<br />

de Punda a Bellavista por los arenales de Guaraguao Sirena que cierras<br />

los ojos cuando pasan los místeres los jurungos Sirena trofeo ganado<br />

81


con pulmones deshilachados chillidos de bronquios hambre acumulada<br />

ojos ciegos muerte lenta bajo el agua Antón de Rojas que la mar se alza<br />

bate las piedras ocres de la Cuagua de la Cubagua de la Nueva Cádiz Hic<br />

populus viguit Antón de Rojas tanta agua de mar tanta agua <strong>del</strong> cielo<br />

rompen tus barcos tus hermosos barcos donis ditissimus olim Antón<br />

de Rojas callaron las vihuelas el cántico el villancico vix tamen erectus<br />

concidit ipse miser Antón de Rojas la navidad es agua de mar agua de<br />

cielo muerte de pájaro Si varios mundi gliscis perpendere casus Antón<br />

de Rojas que andas por el tómbolo de Punta Mosquitos con tus aljófares<br />

con tus mostacillas en el vientre iluminado esos escollos esas tierras<br />

de miedo Proeclaris oculis hic satis unus erit<br />

María Luisa la habitación es un silencio palabras dormidas un solo<br />

mirar al cielo empavesado <strong>del</strong> abuelo El techo de cañabravas de los<br />

descubrimientos de tantos viajes de tanta agua de mar de tanta salcolía<br />

melancolía de sal de tantos días entre las rollerías de peces espadas de<br />

guamachines Días y noches bajo torrentes de espumas tropel de guanaguaremas<br />

anunciando al Pueblo de la Mar la entrada de la «Firma de<br />

Dios» el dientico de oro de Benjamín encegueciendo a los mercaderes<br />

María Luisa bandadas de pájaros pasan sobre los descubrimientos<br />

<strong>del</strong> abuelo navegante sobre los papeles amarillos ya sin huellas de mapas<br />

sin líneas de estrellas constelaciones desaparecidas María Luisa<br />

atlas que te pudre los huesos que acalla tu voz María Luisa los papeles<br />

amarillos <strong>del</strong> Malagueño resuman aguas salobres solamar<br />

82


Índice


La Firma de Dios está en el mar ............................................................................. 7<br />

1............................................................................................................................. 13<br />

2............................................................................................................................. 21<br />

3............................................................................................................................. 27<br />

4............................................................................................................................. 35<br />

5............................................................................................................................. 41<br />

6............................................................................................................................. 49<br />

7............................................................................................................................. 57<br />

8............................................................................................................................. 65<br />

9............................................................................................................................. 71<br />

10.............................................................................................77


La<br />

firma de dios,<br />

de Ángel Félix Gómez, se<br />

terminó de imprimir en el mes de<br />

octubre de 2009, en los talleres litográficos<br />

de Italgráfica S. A., Caracas, D. C. En<br />

su composición se utilizaron los tipos digitales<br />

Novarese Book de 10 puntos. El texto fue impreso<br />

en pliegos Tamcremy de 55 grs. y para las tapas<br />

se utilizó sulfato sólido 0,14. La edición consta de<br />

1.000 ejemplares.<br />

Ars longa, vita brevis<br />

Nunc et semper

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