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BENICIO DEL TORO - DirecTV

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FFue en 1999, durante la entrega del Oscar,que el realizador Elia Kazan hizo una de susúltimas y más dramáticas apariciones en público.La Academia le había concedido un galardónhonorífico por su trayectoria y fue MartinScorsese, gran admirador del cineasta, quienlo presentó ante una asistencia dividida entreaplausos y muchas pifias. En ese teatro, y a casicincuenta años de distancia, aún sonaban losecos del episodio que opacó la vida personal deldirector –su delación de militantes de izquierdaante el Comité de Actividades Antiamericanas delSenado en los duros años de la Caza de Brujas–,y buena parte del público, entre ellos los actoresNick Nolte, Ed Harris y Holly Hunter, se lo hizosaber airadamente aquella noche.Aunque Kazan no fue el único delator en esetriste episodio de la posguerra estadounidense,sí fue el más ilustre. Esa pequeña diferencia,que claramente amplificó las resonancias desu comportamiento ante el Comité, lo convirtióen el ángel caído del macarthysmo y un velode antipatía y rechazo lo acompañó hastasu muerte, a los 94 años, el 28 de septiembrede 2003.Hasta hoy, las credenciales de toda su carrerapasan necesariamente por ahí: un inmigrantegreco-turco que llegó a Estados Unidos en 1913,que militó desinteresadamente en el partidocomunista en los años treinta, que como directorteatral renovó la escena neoyorkina y comocineasta aportó algunas de las mejores películasdel cine estadounidense, pero que nunca superóel estigma como el gran traidor de Hollywood.¿Injusticia? En cierto modo sí. No sólo porquela figura de Kazan sirvió para expiar las culpasde buena parte de la comunidad hollywoodensede la época que convivió sin remordimientos conlas purgas y listas negras, sino además porqueen el terreno creativo, pocas veces el talentova unido a la virtud. En su caso, las eventualesbajezas de su conducta fueron siempre asumidascon honestidad confesional y no es poco que elcineasta haya pasado casi el resto de su vidaintentando redimirse de ese ingrato episodio.Y lo es, también, porque a fin de cuentasKazan fue un cineasta inmenso a quien el cineestadounidense le debe algunas de sus mejorespelículas –entre otras Un Tranvía Llamado Deseo(1951), Nido de Ratas (1954) y Al Este delParaíso (1955)–, además de haber entregado através de ellas un retrato turbulento y dolorosodel país al que llegó como refugiado antes decumplir los diez años.Elia Kazan en1950, durante elrodaje de Pánicoen las Calles.Saldar las cuentasPara decirlo de otro modo, gracias a lalucidez sobre sus ambigüedades y miserias, EliaKazan pudo ser el cineasta que fue, y muy pocasfilmografías han reflejado tan bien las tensionesde la posguerra estadounidense como lo hahecho la suya. En su obra están las intensidades,dudas y contradicciones de un individuo atentoa los cambios sociales de Estados Unidos que,13

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