BENICIO DEL TORO - DirecTV

saberlo el lector), a veces mientras está en la universidad y no tieneque dar clases u ocuparse de deberes administrativos, e impartetalleres de narrativa.“Los fines de semana, en los momentos en que puedo, leo. Peroson pesadas mis jornadas desde que entré a la U, porque empiezotemprano y termino muy tarde. Bueno, así ha sido habitualmente.Antes de entrar a la U iba a la consulta en las mañanas, el mediodíalo dejaba para reuniones, después leía, escribía columnas paradiarios. Cuando hacía crítica de televisión para La Segunda, escribíaa las cuatro y media de la mañana. Ahora, no niego que con lasexigencias académicas y de la consulta se me ha vuelto más difícilleer”, explica.Parece que eso es lo que más le duele.– Es doloroso, porque es un hábito y a la vez una pasión.¿No se vuelve irritante este ritmo? Todos los momentos estánprogramados y ocupados.– A veces se hace irritante y me declararía en reposo absoluto, metomaría un mes de vacaciones. Pero en la semana me las arreglopara, de alguna forma extraña, dormir una siesta todos los días. Es unhábito para recuperar fuerzas. En esos espacios, a veces no duermosino que pienso, le doy vueltas a una idea nueva o a las que tengopendientes, porque, además, ahora me demoro más en escribir. Siuna obra de teatro me tomaba seis meses, ahora me toma un añocompleto. Es un tiempo más normal, lo anormal era lo anterior. Eramás joven, también.Incluso cuando reposa, trabaja.– Es que es apasionante. Leer es un descanso, o ver cine, aunquevea cine que tenga que ver con cosas que estoy estudiando oinvestigando. Lo importante es la pasión. Lo que me levanta el ánimoes que hago cosas que me apasionan.¿Somos un pueblo apasionado?– Más o menos. Yo diría que somos un pueblo a medio apasionarse.Hay gente que se apasiona por lo que hace y otra que se deja llevar,que son los que yo llamo zombies. Uno los ve en los alumnos: elmejor es el que se apasiona por sus materias y pone de su parte ensu carrera y en su desarrollo.¿Por qué será? ¿De qué ancestro nos vendrá?– Hay una inhibición para apasionarse. Hay excepciones gozosas,gente que está haciendo cosas con más desinhibición y másdesparpajo. Siento que hay una costumbre de inhibición, que eslo más preocupante. Ahora tuve que comentar una encuesta paraLa Segunda que mostraba que hay un sector importante que hadescubierto la vida social, los amigos, el mundo del esparcimiento.Estamos menos fomes que hace diez años.30 años de dramaAutor de numerosas obras teatrales, además de ensayo y textosnarrativos, Marco Antonio de la Parra está celebrando este añotres décadas como dramaturgo (desde 1978, año del debut deMatatangos, Disparen sobre el Zorzal). Los festejos han incluidoel remontaje de La Pequeña Historia de Chile –donde un grupo deprofesores de un liceo se cuestiona el sentido de su oficio–, y seguiránen los próximos meses con el estreno de una pieza que cuenta la vidade una psicoanalista.“Es muy adictiva laprofesión de médico,además. El médico esuno de los profesionalesque más trabaja. Y muereen el pabellón”.¿Cuánto piensa en La Pequeña Historia de Chile cuando dictaclases?– Escribí esa obra precisamente porque para mí es muy emocionanteel trabajo de maestro. Me fascina, me encanta y soy bastante pocoortodoxo para hacer clases, porque me gusta crear con los alumnos.Lo que más hago son talleres de creatividad, es lo que más heinvestigado desde que me di cuenta de que iba a tener dos oficiostoda la vida: escribir y ser médico. La Pequeña Historia de Chile es lapasión por la docencia, por mis maestros, entre ellos mi tío Edmundo,profesor de castellano, que me inició en los libros y en el teatro, y mipadre, médico y profesor, además de los maestros de la carrera, losbuenos maestros, los que me apasionaron y me transmitieron el gozopor enseñar.19