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52 ■ Sociedad
JULIO’05
◗
MIRANDO AL FUTURO
A propósito de agua, educación
y otras minucias
JUAN LÓPEZ PÉREZ
La celebración de los “Día
Mundial de...” necesariamente
ha de servir para algo. Así debe
constar, al menos, para los
organismos o autoridades que
los instituyen, lo que justificaría
el hecho de que se repitan año
tras año. El último de estos
eventos fue ayer mismo, el Día
Mundial del Medio Ambiente,
que en Santomera contó con
actividades desarrolladas el 31
de mayo y el 2, el 3 y, obviamente,
el 5 de junio.
Sospecho, sin embargo, que
la opinión que el común de las
gentes, mi caso, tiene respecto
de estas celebraciones difiere
de la de sus mentores. Volviendo
a la del Día Mundial del Medio
Ambiente, relataré un suceso
que viene al caso, en el que
participé de manera activa y
que tuvo lugar el viernes tres de
junio.
En un jardín de nuestro pueblo,
un grupo de niños y niñas,
entre siete y diez u once años,
jugaban con el agua potable de
la fuente allí instalada, supongo
que con fines menos lúdicos.
Los zagales y zagalas abrían el
grifo y dejaban correr el agua u
obturaban parte de la salida para
que fluyera con más presión
y alcanzar con el chorro a alguien
del grupo. Cuando no,
cargaban el agua en globos y
botellas, algunas de notable capacidad,
y corrían unos tras de
los otros arrojándose el agua.
Se había formado un buen
charco en torno a la fuente.
Me acerqué al corro y, con
buen talante, llamé su atención
sobre la gravedad de lo
que estaban haciendo. Les dije
que el agua nunca podía
usarse como ellos lo estaban
haciendo y que menos aún en
las circunstancias actuales. Les
pregunté que si sabían que no
teníamos agua y me dijeron
que sí, que lo habían oído en la
televisión, pero que a ellos les
daba igual, que estaban jugando
y que iban a seguir haciéndolo,
porque “¿Es que no podían
divertirse?”
Les insistí en que el agua no
era para jugar y les hice saber
que no iba a permitir que siguieran
usándola para ello, porque
podían divertirse de otras
muchas maneras. Respondieron
que bueno, que esperarían
a que me fuera. Les dije entonces
que iba a llamar a la policía
municipal, para que se ocupara
del asunto, y me respondieron
que si es que les estaba
amenazando.
No se amilanaban, no. Mantenían
una actitud retadora (insolente,
si se me permite mayor
grafismo) y respondían con un
desparpajo digno de mejores
causas.
Así estaban las cosas cuando
se acercó una chica algunos
años mayor, hasta entonces
al margen de lo que sucedía y
departiendo con un chico de
edad parecida en uno de los
bancos del jardín. Debía de ser
pariente de alguien del grupo y,
al verla venir, pensé que teníamos
un aliado. Pero, no: venía
a reivindicar el derecho del grupo
a jugar con el agua, sobre la
que me dijeron que si es que la
pagaba yo.
A la vista de la situación,
mientras mi mujer y mi cuñada
cuidaban de que no cogieran
agua, fui a llamar a la policía
local. A la vuelta, vi que el grupo
se alejaba del jardín. Cuando
se iban, según me informaron,
me habían dedicado algunos
términos en tono
despectivo, entre ellos “viejo”.
¡Pobrecillos, quizás no tengan
abuelos!
¿Una cuestión de sensibilidad
por el medio ambiente o de
educación? En todo caso, en
franca oposición a la celebración
que tenía lugar y a lo que
la ministra del ramo declara sobre
la protección del medio ambiente,
para la que, junto a las